Con esta entrega de Una noche en el museo hay que admitir que los productores y el realizador Shawn Levy supieron bien como no caer en la mediocridad pese a la fórmula repetida. Pero ojo, caminaron por la cuerda floja toda la película y queda en claro que esta tiene que ser la última porque la franquicia ya no da para más. Los personajes de Robin Williams (QEPD), Owen Wilson y Steve Coogan comienzan a aburrir y es extraño que no hayan acudido a algún actor de renombre para que interprete a Sir Lancelot (el nuevo personaje presentado) tal como habían hecho en la última oportunidad con Amy Adams. Aunque incluyeron a Rebel Wilson, en uno de sus peores trabajos. Lo que si deleita aquí a nivel actoral son los geniales cameos por parte de Hugh Jackman, Ben Kingsley y Alice Eve. Amén de que es impresionante como se mueve Dick Van Dyke. ¿Y Ben Stiller? Bien gracias, seguro que cobró un lindo cheque por el -ya- desganado guardia de seguridad y el hombre de neanderthal. Los efectos especiales que fueron novedad y causaron sorpresa en su momento aquí ni suman ni restan. Lamentablemente nos hemos acostumbrado a ver cosas tan asombrosas en la Tierra Media y el Universo Marvel que unos fósiles que cobran vida y un pequeño volcán en erupción no logran transmitir sensación alguna. La historia es más de lo mismo pero en otro museo, el de Londres en este caso, con puntos graciosos buenos y otros tan malos que da la sensación de que los diálogos están alargados. Los cortes de una escena a la otra a veces son bruscos como consecuencia de esto. Nos encontramos ante una película que cuanto más joven sea el espectador más la disfrutará ya que no se dará cuenta de estos errores y su atención se centrará en otras cosas. En resumen, Una noche en el museo 3 es una buena película familiar sobre la cual no hay que ser muy puntillosos porque sus defectos son muy obvios aunque entretengan. Una linda conclusión para la saga.
Papeles en el viento intenta (y logra con mucha maestría) emular un tipo de película que Hollywood hace muy bien: las que tienen que ver con el deporte y el sentimiento. Obviamente aquí no vamos a ver baseball sino nuestro fútbol y desde el punto de vista de cuatro amigos hinchas del club Independiente. La historia es simple pero emotiva y con un agregado criollo de esos que Eduardo Sacheri sabe muy bien poner. La misión de los tres personajes principales de velar por el futuro económico de la hija de su amigo fallecido a través de vender un jugador de fútbol es tan loca y tan argentina que trae momentos fantásticos. Juan Taratuto ejecuta con agilidad un guión que podría haber caído en una simple comedia dramática con muy buenas secuencias propias de este género pero más rápidas. El elenco de estrellas está genialmente balanceado y si bien nadie opaca a nadie hay que destacar el magnífico laburo (sobre todo en su andar y gesticulación) de Pablo Rago, y la ambigüedad de Pablo Echarri. Diego Torres aporta la emoción (y algunas lágrimas) en los momentos justos y Diego Peretti pone todo lo suyo para convertir su personaje en uno de esos papeles cómicos (con aristas dramáticas) que tan bien le salen. Dicho esto, el problema que tiene el film es que no va a empatizar con todo el mundo e incluso hasta un sector puede llegar a odiarlo. Me explico: en un país tan futbolero como el nuestro, los que no comulgamos esa pasión por la pelota número cinco de arco a arco quedamos un poco afuera en ciertas referencias y datos, y por ello no nos “pegará” tanto como a los que respiran el deporte y van todos los domingos a la cancha. Ni hablar de los hinchas de Independiente, que amarán esta película y la defenderán en el infierno mismo. Todo en contraposición con un hincha de Racing, quien creo que puede llegar a pasarla mal y/o menospreciar el film con argumentos de fanático. Ahora bien, todo esto no le resta sino todo lo contrario porque será más que interesante el ver cómo reaccionan los espectadores. Taratuto y Sacheri lograron -una vez más- meterse en la piel de los argentinos para mostrar algo que vemos todos los días pero de una forma espectacular y emocionante dentro del marco de una pantalla.
Foxcatcher es el primer estreno de 2015 con “olor” a premios y no es para menos debido a sus nominaciones para los Globos de Oro y su gran paso por el Festival de Cannes en donde Bennett Miller se llevó el premio a mejor director. Todos hablan del impresionante trabajo actoral de este estreno y la verdad es que uno se queda corto al describir las enormes actuaciones del formidable elenco compuesto por un irreconocible Steve Carell, Channing Tatum y Mark Ruffalo. Carell se transformó por completo para encarnar al magnate John du Pont y el resultado es inmejorable: cada vez que entra en escena es imposible dejar de observarlo y no quedar atrapado por esa extraña forma de ser de su personaje, su cara de total villano, sus intenciones poco claras y sus gestos ambiguos. Carell logra meter miedo y te hace olvidar por completo que alguna vez interpretó a un virgen de 40 años. Otro que está irreconocible, y no por el cambio físico, es Channing Tatum, quien hace que la prensa y sus detractores tengan que pedirle disculpas por haberlo catalogado como mal actor. Mark Ruffalo ya ha probado su estirpe en varias oportunidades y aquí lo reafirma una vez más. Saliendo de lo actoral, nos encontramos ante una historia real que por momentos parece cien por ciento ficción, lo que hace que el relato sea aún más increíble. Tanto su nudo y, sobre todo, su desenlace serán apreciados por completo por quienes no estén familiarizados con lo que sucedió. Bennett Miller ya había demostrado gran habilidad con Capote (2005) y El juego de la fortuna (2011), y aquí vuelve a reafirmarse como director que pone y deja todo sobre sus actores. Amén de eso, la puesta en escena es genial en todo lo que es recreación de época en suburbios de Estados Unidos de la década del ’80 y la lujosa mansión du Pont. La fotografía también se luce mediante planos cortos sobre los personajes y amplios planos en las locaciones. Ahora bien, puede que a algunos el film los aburra dado que su ritmo no es rápido y además sientan algún tipo de saturación como consecuencia de la paleta de calores. Pero si no les ocurre eso la película les parecerá genial. Foxcatcher es una de esas joyas donde los que disfrutan de un buen trabajo actoral encuentran un film invaluable.
La popularidad de Pablo Escobar sigue creciendo día a día junto con su leyenda, no solo en Latinoamérica sino también en Estados Unidos. Un personaje igual de macabro que fértil para contar un sin fin de historias, que sin bien la gran mayoría no son novedad, su espectacularidad pareciera que aumenta cada vez más por los nuevos detalles que se van conociendo. El gran éxito reciente en la televisión de El patrón del mal, que no solo fue furor en nuestro país y el resto del continente sino que también triunfa en la comunidad hispano-parlante de Norteamérica, ayudó mucho para que surjan nuevas propuestas para retratar la vida del mayor narcotraficante de todos los tiempos. Uno de esos proyectos es justamente Paraíso perdido, que cuenta con una soberbia personificación -protagónica- de Benicio Del Toro, y con el gran acierto de parte de los productores de conservar la lengua, o sea, se habla en español cuando corresponde y lo mismo en las partes en las cuales se tiene que hablar en inglés. Justamente ese es el gancho de esta historia para los anglosajones, el noviazgo de una de las sobrinas de Escobar con un canadiense. Excusa perfecta para castear a una estrella en ascenso como es Josh Hutcherson (Peeta de la saga de Los Juegos del Hambre), papel que desempeña muy bien y que incluso sorprende como le pone el cuerpo. Lo mismo sucede con Del Toro, cuyo parecido con Escobar no solo es impresionante sino que también hasta su timbre de voz suena parecido. Cabe destacar que esta película se trata de una ópera prima, y por ello hay que señalar un gran laburo por parte del director italiano Andrea Di Stefano por balancear muy bien el drama con el suspenso y la acción. Tal vez el punto flojo es que no se la jugaron en ningún aspecto técnico y que al tratarse de una historia real, se sabe el destino del protagonista máximo. Paraíso perdido es una película muy entretenida y que posee todos los condimentos de un buen thriller de acción donde el suspenso llega a un punto alto de la mano de sus protagonistas. Teniendo en cuenta todo esto, y si encima te interesa la leyenda de Pablo Escobar, está película es una gran opción para ver en el cine.
Una buena mentira es de esas películas para sufrir en el cine. De esas que te muestran desgarradoras situaciones reales (y encima contemporáneas) ante las cuales el espectador pasa a ser testigo involuntario de las crueldades humanas que se quisieron retratar en esa historia. Es por ello, por lo triste y duro de lo que se cuenta, que gustará más o menos de acuerdo al nivel de simpatía y/o tolerancia que uno tenga con este tipo de propuestas. Ojo, que no se entienda que es un dramón porque no lo es. Incluso tiene un par de escenas en clave comedia bien puestas a propósito para que no sea todo una lágrima. Curiosamente es en esas escenas en donde Reese Witherspoon se luce más, lo que deja pensando si esto da testimonio de lo que sienta mejor para la actriz o si es que el film no logra anclar en el drama que quiere manifestar. Una historia (real) de refugiados de Sudán en Estados Unidos es interesante, pero hay mucho énfasis en la previa al arribo de los protagonistas al país del norte y es allí donde se muestra el mayor de los dramas y la sintonía no se mantiene a lo largo de la cinta. El director Philippe Falardeau se queda en el camino si su intención era realizar algo dramático que haga ruido, así como también falla a la hora de construir un relato contundente como consecuencia de la gran brecha entre la primer parte del film (la de Sudán) y la situada en Estados Unidos. En los aspectos técnicos no hay nada que objetar pero tampoco nada para resaltar. Es un film del montón. Queda claro que esta historia puede ser contada de mejor manera permaneciendo en todo momento con los hermanos refugiados en lugar de los personajes americanos. En conclusión, si quieren sufrir un poco sabiendo que lo que van a ver refleja una cruenta realidad, tal vez esta es la película para ustedes. Sin embargo seguramente notarán que le falta algo: identidad y personalidad.
Calvario posee una de las mejores secuencias iniciales que dio el cine dramático en años. Un confesionario, un sacerdote que escucha desgarradoras declaraciones del confesante (a quien nunca vemos) y una amenaza con fecha y lugar. A partir de ese momento somos testigos de una semana muy particular en la vida del protagonista donde los días están muy marcados, y es allí donde la película baja el nivel y no logra mantener su gran apertura. Muchas situaciones de la historia se ven bastante forzadas para encajar en el planteado esquema de “un último día en la vida” y hace que la historia derive y con ella los mismísimos pensamientos del espectador porque por muchos momentos su mente volará como consecuencia de lo que se ve en pantalla que puede resultar bastante aburrido. Ahora bien, la actuación del gran Brendan Gleeson es espectacular y transmite todo tipo de sensaciones: dudas, inquietudes, rabia, alegría y desolación, esta última a tal punto que logra mimetizarse con el desértico pueblo en donde transcurre la historia. El director John Michael McDonagh (The guard, 2011) cumple su cometido de querer generar lo que el título del film anuncia: un calvario, y lo hace a través de su protagonista y una hermosa fotografía que aprovecha muy bien las locaciones y escenarios naturales. Más allá de su final anunciado y la manera en la cual se llega al mismo, que puede gustar o no, lo que genera un poco de bronca es pensar que el film se pierde una buena oportunidad en explorar aún más el tema de los abusos sexuales por parte de los sacerdotes, porque es algo trascendental en la trama y aún así se usa únicamente como disparador y luego se lo esquiva. Calvario es un film muy profesional y con gran nivel actoral por parte de su protagonista pero cuya historia deja gusto a poco.
Al fin una buena comedia inteligente en donde los personajes no están pintados y tienen algo que decir. Hacía tiempo que una propuesta así no llegaba a la cartelera porque si bien se estrenan unas cuantas películas de este género, ninguna incluye el humor negro tratado con mucha altura y sin caer en chistes fáciles. Sorprende el laburo del director Shaw Levy, a quien se lo identifica con grandes producciones (un tanto light) como la saga de Una noche en el museo, Gigantes de acero (2011), o la pésima comedia Aprendices fuera de línea (2013). Aquí el director se redime por completo del mal trago que nos convidó mediante el estreno del año pasado revirtiendo la situación con gran fortaleza en el punto más flojo de su film anterior: el guión. En esta oportunidad la historia (escrita por Jonathan Tropper, quien adapta su propia novela) es muy inteligente y balancea con gran altura todas las subtramas que se encausan dentro de un gran conflicto. Cada personaje está muy bien delineado y hace que el espectador se enganche con las historias de cada uno de los hermanos e incluso opte por un favorito. El elenco de lujo compuesto por Jason Bateman, Tina Fey, Rose Byrne, Connie Britton, Adam Driver, Corey Stoll y la leyenda viva Jane Fonda no hacen más que enaltecer la propuesta a un nivel superior. Todos y cada uno de ellos logran dar personalidad y dimensionalidad a sus personajes. Te hacen reír y te hacen llorar. Sobre todo la nueva gran promesa del cine, Adam Driver, y Fonda, quien está increíble a sus 77 años. Una comparación muy fácil para hacer es con la obra de teatro y también película Agosto, estrenada a principios de año, pero hay que aclarar que aquel film se trataba de un drama con todas las letras y aquí nos encontramos con una comedia. Por lo cual dicha comparación es un tanto injusta. Hasta que la muerte los juntó es una gran comedia que escapa a la mediocridad que inunda al género. Es una película para pasar un buen rato en el cine con risas y alguna lágrima.
La receta de la felicidad, Chef, título expandido del a secas “Chef” en su idioma original es la película más íntima en la filmografía de Jon Favreau. El espectador atento notará en el director (aquí también, guionista, productor y protagonista) las ganas que tenía de hacer algo chico luego de haber iniciado el universo cinematográfico de Marvel con las dos primeras entregas de Ironman (2008 y 2010, respectivamente) y la defraudadora Cowboys & Aliens (2011) que hizo para Universal. Favreau se pone íntimo, o por lo menos lo intenta, para contar una pequeña historia de esas que a los yankees les gustan tanto: las de auto renovación y triunfo ante un escenario adverso. En clave comedia capta muy bien como las redes sociales pueden ser muy destructivas para determinadas personas, más aún si no sabe usarlas, y algunas de las desventuras del protagonista con su ex mujer. Asimismo, la historia se queda corta como para hacer reír y por momentos parecería que quiere hacer emocionar pero tampoco lo logra. Incluso cuando el vínculo (y su reconstrucción) padre-hijo está muy bien planteado. El elenco es de categoría y si bien Favreau se luce, los personajes femeninos son poco creíbles. O sea, nos encontramos con Scarlett Johansson y Sofía Vergara, dos de las mujeres más hermosas de este mundo y nos tenemos que creer que ambas cayeron bajo los encantos del buen Jon… En fin, salvo esto último que hace ruido el resto de los personajes son muy disfrutables, sobre todo el John Leguizamo y el cameo de Robert Downey Jr. Por buena parte de Chef parece que estamos viendo una versión live action de Ratatouillle (2007), algo que a priori parecería un insulto pero que resulta todo lo contrario más aún cuando se transforma en una road movie. En líneas generales la película está bien a nivel guión y filmada acorde a lo que se precisó, pero la sensación que queda es que el productor/director/guionista/protagonista quería trascender y se quedó corto. Chef es una película chiquita plagada de estrellas y que cuenta una linda historia. Se puede pasar un buen rato viéndola pero no mucho más que eso. ver crítica resumida
Jauja es una película festivalera, es decir, un film que deambula de festival en festival aspirando premios y donde el público realmente no importa. Para quien escribe estas palabras, ese tipo de cine es repudiable por (pretencioso y mal logrado) elitismo y esnobismo. Y en esta situación se agrava aún más porque Lisandro Alonso, el director, declaró que no le importa que la película no se entienda ni lo que quiso decir porque él disfrutó haciéndola. Y ahí está la cuestión y el mayor problema de Jauja: es inentendible y un bodrio de proporciones épicas. Si uno no lee la sinopsis ni si quiera tiene idea donde situarla en tiempo y espacio, amén del tercer acto donde ocurre un suceso que quiebra el eje y pasa de un género a otro (de época dramática a cine fantástico). El único motivo por el cual esta película se estrena es por Viggo Mortensen, por su carisma y confeso, apabullante y sincero amor hacia Argentina. Porque sino jamás de los jamases un film así podría tener cabida en la cartelera local. Para ser justos, también es verdad que hay un sector del público y de la crítica que disfruta este tipo de propuestas ya sea porque le encuentra un significado artístico dentro de una nube de humo o por querer pretender saber de cine o mejor dicho de cierto tipo de cine: un cine clasista. Ahora bien, en lo referente a los elementos cinematográficos del film solo se puede destacar la actuación de Mortenssen porque ante el peor rol de su carrera sale airoso. Luego es todo chato. La fotografía (planos, angulaciones y encuadres) están a la altura de un fotógrafo de cumpleaños de quince berreta donde ni siquiera se aprovecha el escenario natural porque se opaca adrede el color con una pretensión dramática que ni por milagro se alcanza. Amén de filmarla en 4:3 en lugar de 16:9. Totalmente inentendible, cuyo solo justificativo es querer llamar la atención por “distinto”. La música es tan inexistente como el guión: inconexo, arbitrario, delirante sin sentido y desalmado. Jauja es una de las peores películas que vi en mi vida donde tuve que hacer grandes esfuerzos para no dormirme ni levantarme de la butaca (algo que jamás haría porque es mi trabajo) cuya única explicación del por qué me topé con ella es su protagonista, a quien me hubiese gustado decirle (y aquí me hago cargo de mi cobardía porque lo tuve a centímetros) que no agarre cualquier papel solo por filmar y estrenar en Argentina. De todos modos, creo que él ya lo sabe.
El examen es un retrasadísimo estreno (¡un film del año 2009!) que ofrece una alternativa diferente en la cartelera local. La película es interesante y atrapa, y vale mucho rescatar que todo transcurre en una sola locación (un aula) donde los aspirantes a un puesto de trabajo sacan lo mejor y lo peor de sí mismos. Esto habla bien del elenco pero hasta cierto punto porque en un momento la historia da un par de giros que hacen que sus personajes parezcan sobreactuados y nada creíbles. El director, y guionista, Stuart Hazeldine no supo mantener el ritmo propio de un thriller y comenzó a delirar. No obstante la película puede llegar a ser entretenida para quien busca algo distinto y disfruta de la tensión en la pantalla, aunque en este caso no se trata de un gran exponente. Sinceramente no hay mucho más que acotar acerca de este film. Ni el cielo ni el infierno. Un punto medio pero que evita lo mediocre.