La vida y todo lo demás El realizador portugués João Pedro Rodrigues , que ha dado películas claves para la historia del cine contemporáneo como O Fantasma (2000) y Odete (2005), nos muestra la cruda realidad de la decadencia de un travesti en su último y más visceral opus cinematográfico. Morir como un hombre (Morrer como um homem, 2009) es una suerte de fábula urbana protagonizada por seres extremadamente radicales, pero que en nada difieren de la realidad. Tonia (Extraordinario trabajo de Fernando Santos) es un travesti mayor que espera la operación de cambio de sexo. Durante toda su vida se ha mantenido gracias a un espectáculo de café concert que ella misma ha montado y que el paso del tiempo lo volvió tan decadente y obsoleto como ella misma. Su vida transcurre entre shows y la vida hogareña con Rosario, un novio más joven adicto a las drogas, un hijo homofóbico y una pequeña perra. Así es la vida de Tonia, una vida como la de todos y la de ninguno. Morir como un hombre alcanza el equilibrio justo cuando se contrapone el conflicto con la forma que Rodrigues elige para llevarlo a escena. Imágenes plagadas de un extraño romanticismo –la escena de la canción en el bosque es uno de los momentos más abstractos y bellos que ha dado el cine en mucho tiempo- para representar la tragedia en la vida de estos seres marginales. Tragedia que no es propia de la marginalidad sino de la propia naturaleza humana y es ahí donde el film toma un valor único. Ser travesti no es fácil pero tampoco lo es ser hombre o mujer. No es fácil ser padre y no es fácil ser hijo. No es fácil vivir como tampoco lo es vivir. Todos estos tópicos João Pedro Rodrigues los exterioriza en situaciones que por momentos podrían rondar lo absurdo y banal, pero gracias a su maestría y la utilización de planos fijos, colores saturados y una banda sonoro exacta no llega a esa etapa Habrá quienes comparen la película con Almodóvar, de hecho hay elementos para relacionarlo: el travestismo, las drogas, las citas cinéfilas o el padre travesti tal como sucedía en Todo sobre mi madre (1999) pero que resultan comparaciones vacías o sólo temáticas ya que el cine de Rodrigues difiere en su todo. Morir como un hombre está lleno de imágenes que trasgreden lo políticamente correcto y el realizador juega con ello. No como efecto sino como lo que es, lo real. Un cuerpo desnudo, un homofóbico teniendo sexo con otro hombre, un adicto inyectándose, imágenes fijas, muchas veces lejanas, obscuras, fuera del campo visual pero que ponen de manifiesto una realidad, ni distinta ni igual, sólo real. Muy pocas veces uno tiene acceso a este tipo de estrenos tan únicos y radicales que revalidan ese amor por el cine que se creía perdido. Morir como un hombre es una de los grandes estrenos del un año que acaba de comenzar y que por ahora no nos ha dado grandes sorpresas. Nota: Por la belleza de sus imágenes es recomendable verla en cine, aunque lamentablemente sólo se estrena en DVD.
Sangre, sudor y lágrimas Quienes desde hace algunos años venimos siguiendo el trabajo de la productora Paura Flics celebramos que por fin uno de sus trabajos haya sido apoyado por la industria y consiga estrenar en salas comerciales. Sudor frío (2010) sigue la línea estética y narrativa que los viene caracterizando desde sus inicios pero con una notaria mejoría en la visualidad del producto final, logrando un resultado que mantiene todos los cánones establecidos por el género de terror. Un joven (Facundo Espinosa) busca con la ayuda de una amiga (Marina Glezer) a su novia (Camila Velasco) que “supuestamente” lo ha dejado para irse con otro muchacho que conoció vía chat. Dicha pista los lleva a una vieja casona en la que viven dos simpáticos pero maquiavélicos viejitos que en su pasado pertenecieron a la Triple A. Adrián García Bogliano (Masacre esta noche, 2009) construye un film de terror propiamente dicho, y nunca mejor usada esta palabra para hablar de un género que a pesar de hacer furor en el mundo entero en Argentina muy pocos productores se han animado a explotarlo comercialmente, salvo excepciones como Visitante de invierno (Sergio Esquenazi, 2008). Con todos los elementos que este requiere se induce al espectador a una serie de emociones temerosas para someterlo a un nivel de ansiedad incontenible que le provocará inquietud, pánico y sobresalto. Síntomas a los que toda película que se precie ser de terror debería inducir. Sudor frío mantiene las premisas marcadas anteriormente ero permitiéndose jugar con ciertos hechos y elementos que remiten a cultura popular argentina. El punto de partida del conflicto está relacionado personajes vinculados a la Triple A y la extraña desaparición de 25 cajas de dinamita. Sociológicamente se muestra como estos individuos que fueron participes en un momento histórico siguen actuando desde las sombras de la misma forma que lo hacían treinta años atrás, sin ningún tipo de condena moral y judicial. Uno de los puntos más altos de Sudor frío es el tratamiento sonoro, no sólo en lo que se refiere a la mezcla de sonido y al plano en que lo ubican, sino a la utilización de la música que actúa como un protagonista más de la historia. La composición musical -de Facundo Espinosa- logra exacerbar el pánico en los momentos cruciales pero sin abusar de éste para manipular al espectador hacia los carriles buscados. Desde lo visual el montaje fragmentado y veloz se permite jugar con la sangre, las vísceras y los cuerpos desnudos de las víctimas remarcando lo inverosímil de lo que estamos viendo. Diálogos, que en muchos casos rozan el absurdo –las escenas de celos cuando están a punto de morir- y situaciones bizarras que a pesar de lo gore no descuidan el humor, permiten jugar con los géneros para abrir un abanico de sensaciones que en el cine no deberían faltar y que el género de terror le permite abiertamente. Con Sudor Frío Paura Flics llegó a las ligas mayores sin perder la identidad que supo mantener y mejorar a lo largo de los años. Hoy estrenan su primera película comercial que lograron gracias al esfuerzo conseguido con sangre, sudor y lágrimas. Siin perder ese estado ingenuo de honestidad e inocencia con la que concibieron allá por el año 2004 la magistral Habitaciones para turistas, nos ofrecen una magistral clase del mejor terror hecho en Argentina. Un logro para festejar y disfrutar.
Siete mujeres y ningún varón La primera película en soledad del multifacético (director-músico-actor) Dennis Smith (Roud Muvi, 2009) lo pone en el centro de la escena cinematográfica indie argentina. Comedia melodramática femenina es el mejor rótulo que le cabe a El ayuno (2010), un retrato sobre el género focalizado en el controversial universo familiar, en donde el rol masculino brilla por su ausencia. Siete mujeres relacionadas por lazos de parentesco –salvo el caso de la mucama- se verán obligadas a pasar un día de sus vidas mientras esperan a la madre-suegra- abuela a la que hace algunos años no ven. Durante esa convivencia, cada una de las integrantes de ese núcleo, sacarán a la luz sus propias miserias humanas, que no son otras que las mismas que están guardadas en lo más profundo del seno de cada familia y claro está, de cada mujer. Smith ya había demostrado cierta inquietud por el género femenino y la representación de la ausencia masculina en la experimental Roud Muvi -codirigida junto a Alejandro Welsh-, aunque ahora el tema es desarrollado en toda su magnitud. A partir de ésta búsqueda construye un relato coral desarrollando cada personaje con una profundidad sintáctica digna de destacar. En algo más de 70 minutos logra que el espectador conozca a cada uno de los integrantes de ese clan a la perfección, gracias a la información necesaria que se va proveyendo a medida que el relato transcurre, sin excesos y con una precisión milimétrica. El ayuno tiene una característica fundamental que es la de haber sido realizado de manera totalmente independiente y ese es un logro que hay que destacar. Más allá de la técnica, que a pesar de los escasos recursos está más que lograda, el gran acierto es el desarrollo narrativo y el casting de actrices capaces de lograr una naturalidad actoral despojada, ausente en el cine actual. La diversidad de climas y los cambios bruscos de estados entre una escena y otra , sin caer en el estereotipo ni el cliché, es producto de la clara formación teatral del realizador. Resulta casi imposible no asociar el universo coral femenino que el film nos muestra a películas de directores que también han tratado el tema como Pedro Almodóvar (Mujeres al borde un ataque de nervios, 1988) o François Ozon (8 Femme, 2002), por citar algunos vagos ejemplos, pero que son sólo coincidencias temáticas, ya que Dennis Smith se desprende de ese karma para lograr un film radicalmente opuesto desde la concesión estética y el desarrollo dramático. A pesar de haber costado algo más de diez mil pesos y de haber sido rodada en sólo 80 horas, El ayuno es una comedia compacta que muestra el universo femenino con la ironía y la desfachatez con la que sólo un hombre que las conoce como nadie puede hacerlo, evitando caer en el lugar común y con una economía de recursos como muy pocas veces el cine argentino mostró. Siguiendo la tradición teatral, el film se proyecta los días domingos a las 20.30 hs en El camarín de las musas (Mario Bravo 960-Capital Federal).
¿Comedia sexual para una noche de verano? De amor y otras adicciones (Love and Other Drugs, 2010), la nueva película del realizador Edward Zwick (Desafío, Diamante de sangre, Valor bajo fuego) podría catalogarse como una comedia, pero que se corre del eje cuando vira hacia la profundidad y la moralina, descontextualizando el conflicto inicial. Lo que empieza siendo pasatista y banal se convertirá en un fallido dramón sobre el Mal de Parkinson. El film ambientado a mediados de la década del 90 nos presenta a Jamie Randall (Jake Gyllenhaal), un visitador médico al que le cuesta comprometerse con el sexo opuesto. Mujeriego y ambicioso sus únicas metas parecieran ser el sexo y el dinero. Anne Hathaway es Maggie, una bella mujer a la que le diagnosticaron Parkinson precoz y a la que también le cuesta comprometerse con los hombres, buscando sólo relaciones ocasionales. Ambos se encontrarán y obviamente lo que empieza siendo sexual se convertirá en amor. En el medio de la historia el surgimiento del Viagra, la guerra farmacéutica y la lucha de una mujer con Mal de Parkinson. Extraña mezcla, ¿no? Claramente el film se desdobla en dos partes. Durante la primera mitad será la comedia y el sexo quienes dominen la historia por completo. Ambos actores hacen uso y abuso de sus cuerpos bien dotados para aparecer desnudos en cámara casi como si se tratara de un bock de venta sexual. Sin justificativos alguno las escenas de cama se apoderarán de esta parte de la trama en donde se apelara al gag fácil y trivial para conquistar al espectador. A pesar de todo lo enumerado, los problemas reales de la película no son las escenas de sexo reiteradas, los desnudos innecesarios y los chistes tontos, sino el brusco giro que se produce cuando el Mal de Parkinson pasa a ser casi el protagonista excluyente. Es ahí cuando lo que hasta el momento era una simple comedia de verano apela al recurso moralizador redimiendo a los personajes de sus banalidades superfluas para volverlos seres comprometidos, no sólo con ellos mismos sino con el mundo que los rodea. Basado en el best seller Hard Sell: The Evolution of a Viagra Salesman, del autor Jamie Reidy De amor y otras adicciones se nutre de dos actores consagrados, jóvenes y sensuales para atraer público en base a una campaña promocional basada en lo sexual, pero que a pesar de su cometido termina naufragando por no querer pecar de superficial y adentrarse en la profundidad de una historia que dentro del contexto que se la presenta queda fuera de lugar. Un fiasco que además aburre.
El sabor de las manzanas Cuando parecía que la estética cinematográfica había agotado sus formas y que en narrativa ya estaba todo dicho llega al cine Sidra (2002), ópera prima de Diego Recalde que si bien sigue ciertos lineamientos ya visto en La Jetée (Chris Marker, 1962) provoca un quiebre dentro del cine argentino, riéndose de sí mismo para narrar una historia tarantinesca. Jaime viaja en colectivo cuando aparece una mujer pidiendo dinero que aduce ser portadora del virus del HIV, Mariela, la mujer en cuestión, tuvo sexo con él. Por otro lado Diego, amigo de Jaime presenta un guión a un concurso del Instituto de Cine para filmar la primera película pornográfica apta para todo público. Nicolás y Patricio también presentan un proyecto al mismo concurso y casualmente uno de ellos también tuvo sexo casual con la misma mujer. Historias de cine, sexo y personajes urbanos se entrecruzarán en una película coral en donde las imágenes no tendrán movimiento. Entre casualidades y causalidades se irá tejiendo una de las tramas más disparatadas y a la vez más realistas que nos ha brindado el cine en mucho tiempo, recurriendo a la utilización de un humor corrosivo para ejercer la crítica al sistema cinematográfico y su vez reírse de los propios miedos humanos. Recalde nos ofrece una película erigida a partir de fotografías y sólo algunas imágenes en movimiento. Desde esta construcción se pone en crisis la teoría de que el cine es arte en movimiento, ya que producto de de un montaje ágil y de la utilización de diálogos como si los personajes tuvieran movimiento se logra una sensación totalmente contraria a la de quietud y es ahí en donde se produce el quiebre estético y narrativo. Otro de los logros de esta producción que se filmó con sólo $700, es llevar a la comedia una situación dramática, sin caer en el grotesco. Resulta casi imposible pensar en una expresión artística que se ría del HIV con el desparpajo y la acidez con la que lo hace Sidra, quitándole solemnidad a la enfermedad para tratarla con la misma naturalidad que a un simple resfrío. La utilización del humor negro, los guiños al cine y los constantes homenajes (Tarantino, Almodóvar, Wim Wenders) hablan de las influencias o gustos de Recalde, un director que trabaja cada plano, cada escena, cada secuencia de manera casi artesanal pero con una visión del cine que no muchos directores de hoy poseen. El montaje en paralelo de dos escenas con músicas diferentes es un recurso muy pocas veces explotado en la actualidad. Sidra es una obra única que habla de todo lo que no es políticamente correcto y que se ríe de sí misma. En cierto punto se la podría comparar con UPA! Una película argentina (Santiago Giralt, Camila Toker, Hildegunn Waerness y Tamae Garateguy, 2008) por la irreverencia y el desparpajo pata tratar el dramatismo, pero sólo por eso. Sidra es tan personal y única como el sabor de las manzanas utilizadas para su fermentación, logrando un sabor diferente.
La otra Colombia Luego de su extosa carrera internacional y ser estrenada en la última edición del BAFICI, Fundación Proa presenta los sábados de enero y febero, el film del realizador colombiano Oscar Ruiz Navia, El vuelco del cangrejo (2009). La ópera prima de Oscar Ruiz Navia retrata a través de un estilo personal y único una historia acerca de personajes desamparados dentro de una Colombia olvidada. Seres oprimidos que deberán luchar contra los que quieren avanzar en post del desarrollo. Cómo único testigo Daniel, un hombre que busca huir de sí mismo y que se verá envuelto –sin proponérselo-en una relación al borde de la pedofilia. El vuelco del cangrejo es un film atípico para lo que el cine colombiano propone de manera habitual. Con una estética visual que, al igual que Los viajes del viento (Ciro Guerra, 2009), se asemeja más al Nuevo Cine Argentino que al vértigo y el formato televisivo característico del país y un minimalismo narrativo apoyado por una construcción sonora que mezcla la crudeza del ambiente con reggaetón, el film termina por encuadrarse dentro de un sinfín de géneros inclasificables. Filmada en escenarios naturales de La Barra (Colombia), se convierte visualmente en un film aparte gracias al excelente trabajo fotográfico que logra lo que muy pocas veces en cine puede darse: Que lo natural traspase la pantalla sin importar lo bello de lo feo. El novel director no tiene ninguna duda sobre en qué lugar poner la cámara y de mostrar lo justo y necesario, para que sea el espectador el que a través de los elementos que posee vaya articulando la historia. Con El vuelco del cangrejo se revalida que el cine latino está pasando por uno de los mejores momentos de los últimos años y que gracias a una renovación en la camada de directores está surgiendo un nuevo cine.
La flor más bella Hay directores que poseen una sensibilidad especial para narrar historias de personajes olvidados, tal es el caso del cordobés Matías Herrera Córdoba y su premiada Criada (2010), film que trasciende más allá de su minimalismo gracias a la poética con la que fue concebido. Hortensia es una mujer mapuche que ha pasado casi tres cuartas partes de su vida sirviendo a una familia. Lejos de sus afectos, ella ha construido un mundo que pareciera caerle a la perfección. La cámara de Herrera Córdoba se entromete en ese universo y lo ofrece a quien quiera conocerlo. Criada se plantea como un documental de observación donde no se juzga ni se indica el camino a seguir. A través de poco más de una hora vemos a este personaje que bien podría pasar desapercibido en cualquier ámbito, pero que aquí está visible y protagonizando una historia, que no es más que la suya propia. Diálogos casuales e improvisados se funden con imágenes del quehacer diario que nos muestran cómo es la vida de esta mujer, que a medida que trasciende el tiempo se nos vuelve más cercana, contraponiéndose a la distancia generada al comienzo. Uno de los aciertos de Criada es la no utilización de los recursos clásicos del género documental, como la entrevista frente a cámara, y cómo a pesar de esto se va conociendo al personaje. Sus sentimientos, sus afectos, el pasado y el futuro de Hortensia quedan claramente reflejados a medida que el metraje avanza con la sola observación de lo que las imágenes nos muestran. Matías Herrera Córdoba expone en su ópera prima cómo se pueden hacer documentales diferentes, reflejando la realidad cotidiana de seres invisibles para convertirlos en héroes de sus propias historias y que el mundo los admire.
Reconstruyendo al mito Así como Luca (Rodrigo Espina, 2007) reflejaba a través de material inédito la vida del líder de Sumo, Luca Prodan; Buen día día (2009) hace lo propio con la del creador de Los abuelos de la nada, Miguel Abuelo. El film no sólo muestra la historia del hombre que cambió al rock sino también la evolución musical y en parte la historia de nuestro país. El documental de Sergio Costantino y Eduardo Pinto se construye a partir de diferentes fragmentos compuestos de imágenes y audios de archivo tomando como hilo conductor al hijo de Miguel Abuelo (Gato Azul) quien sirve como nexo para articular un relato que recorre casi veinticinco años de la vida de uno de los más grandes poetas y músicos que ha dado la Argentina. Para armar el rompecabezas que fue la vida de Miguel Abuelo, los realizadores se nutren de imágenes, fotografías, canciones y audios con la voz del propio protagonista, en su mayoría inéditos para el gran público y los confrontan con testimonios de aquellas personas que tuvieron algún vínculo con él. Así vemos desfilar de manera cronológica a Luis Alberto Spinetta, Cachorro López, Andrés Calamaro, Daniel Melingo, Miguel Rosso, Juan Alberto Badía y un sinfín más. Tanto las imágenes como las anécdotas y vivencias que cada uno de los entrevistados son utilizados como si fueran diferentes pistas de una investigación detectivesca que desembocaran en el retrato definitivo de quien hoy a 23 años de su muerte es considerado uno de los mayores influyentes en el rock nacional. Cinematográficamente el binomio de directores decidió utilizar diferentes elementos que lo separan del simple formato televisivo. El más valioso es el haber elegido narrar la historia como si se tratase de una investigación en donde todos los involucrados van dando testimonio y así ayudar al hijo a armar el retrato de su padre. Hipótesis que se resuelve sobre el final cuando con todas las fotos que fue recolectando termina de armar, metafóricamente, el rompecabezas que le permite entender su propia historia. Buen día día es un documento valioso no sólo por mostrar una faceta, tal vez para muchos, desconocida de Miguel Abuelo sino por la forma que se eligió para llevarlo a cabo y porque además sirve para acercarnos a los casi 25 años más gloriosos que vivió el rock nacional. Para quienes disfrutaron de la música de Miguel y para aquellos que no lo conocieron pero quieren empezar a conocerlo.
Pantallas Intervenidas Música para Astronautas (2008) resulta ser una experiencia difícil de describir. Tal vez, como lo dice su realizador Ernesto Baca, sea un viaje. Un viaje indescriptible hacia un cine experimental. Un cine que sólo puede ser apreciado a través de los sentidos, sin pensarlo, sin buscar explicaciones lógicas. Un cine de choque en dónde las imágenes y los sonidos se funden para generar la contemplación de un acto extraordinario. Ernesto Baca ya había manifestado en Cabeza de palo (2002) y Samoa (2005) cierta inquietud por un cine carente de sentido narrativo provisto de una representación pictórica conformada de imágenes desordenadas y sonidos abstractos. En Música para Astronautas va más allá de todo lo previsible y la presenta con una multiproyección (8 proyecciones a la vez en formato Súper 8) y música en vivo. Sinfonía industrial, Nro.2 y Música para Astronautas son los tres episodios que componen el film o al menos es una forma de dividirlo. No hay linealidad. No se cuenta una historia propiamente dicha. Aunque si hay un hilo conductor que, en este caso, está representado por las vivencias y la búsqueda introspectiva de dos de los personajes que componen este opus. El resto puede ser trasladado a la violencia generada por los humanos, las imágenes o simplementea la nada. Baca utiliza un registro narrativo que puede asociarse con un laberinto sin salida en donde todo se cruza y nada se resuelve. Un rompecabezas al que le faltan piezas, un collage de imágenes y sonidos. O simplemente un sueño, confuso, inconcluso, inexplicable, de esos de los que se puede despertar en cualquier instante y dejar un efecto tan amargo pero placentero. Todo eso es Música para Astronautas. Un cine que no se puede explicar pero que al finalizar deja la sensación de haber pasado por una de esas experiencias que uno quiere volver a repetir. Sin saber lo que pasó, sin lógica alguna. Pero, así y todo, queremos volver a repetir. Una forma diferente de hacer cine, ni mejor ni peor, simplemente diferente.
El apocalípsis según Luis Ortega La tercera película del prolífico y siempre complejo realizador Luis Ortega (Caja negra, 2002) nos sumerge en un mundo apocalíptico que puede ser asociado a films como Niños del hombre (Children of Men, 2006) o La carretera (The Road, 2009) pero que dista de todo tipo de comparación por la forma en que decide llevar adelante un relato oscuro, sin ningún tipo de concesiones, fiel al estilo que lo caracteriza. La trama nos sitúa en una ciudad que quedó en ruinas producto de una guerra. La ciudad está devastada y sólo queda un grupo de sobrevivientes para los que la única salida es el río. Cada uno deberá enfrentarse a sus propios miedos si quiere salir airoso de ese apocalípsis que no es otro que el infierno más profundo que habita en cada ser humano. Los santos sucios (2009) puede y debe ser analizada tanto desde lo estético como desde lo narrativo. Estéticamente el film roza casi la perfección cinematográfica. Ortega ya había demostrado en su anterior film Monobloc (2004) una inquieta y atractiva búsqueda personal para lograr un cine que lo identificara desde la primera escena y sin duda que lo logró. Resulta imposible no asociar cada toma con su nombre. La cámara funciona como el ojo de un pintor capaz de encontrar y poner belleza aún dónde no la hay. Guillermo Nieto realiza un impecable trabajo fotográfico, desde lo visual el film recrea lo apocalíptico de la historia de manera contundente. Si tomamos cualquier plano aislado y lo analizamos independientemente del conjunto nos llevará a la misma conclusión: el miedo al fin. Compuesto en su mayoría por planos fijos, con muy pocos movimientos de cámara y la construcción de un espacio cerrado y claustrofóbico, Los santos sucios brinda una sensación devastadora, llegando a transmitir la misma desesperación que sufren los personajes en el espectador. Dicha desazón puede jugar tanto a favor como en contra, ya que desde lo narrativo hay una búsqueda permanente hacia lo introspectivo, que por momentos puede resultar desconcertante. La introspección que propone el film tiene que ver con los miedos internos de cada uno y como esos miedos nos pueden llevar a situaciones límites, a las que Ortega refleja de un modo ambiguo para que cada uno saque sus propias conclusiones. Desde la interpretativo hay un desafío extra que es el de trabajar con un guión realizado por los propios actores. Alejandro Urdapilleta, Emir Seguel y el propio Ortega experimentan con un texto al que ellos mismos le dieron forma y con el que seguramente improvisaron en gran parte. Se nota que cada escena funciona independiente de la siguiente, sin ningún tipo de cohesión lógica como si se tratará de un trabajo experimental pero que en el todo, como si fuera un rompecabezas, terminarán encajando. Los santos sucios es una película visualmente bella y narrativamente compleja, dejando en claro que Luis Ortega ha sabido forjarse de una carrera y un nombre con sólo tres películas en su haber que hablan de un estilo personal, fácil de descubrir y para muchos imposible de describir. Aunque con un talento dificil de omitir.