El Día del Atentado: increíble crónica de una persecución El Atentado de la Maratón de Boston, ocurrido hace cuatro años, es el marco de esta gran película de Peter Berg que no sólo aborda la cuestión política sino también la historia de las víctimas. Una película coral ambientada en la semana de fatídico atentado de la Maratón de Boston es el lei motiv de la nueva obra del realizador Peter Berg, que cuenta con Mark Wahlberg nuevamente como protagonista tras Horizonte Profundo y El Sobreviviente. Con un título en inglés que hace referencia al “Patriot´s Day” –jornada en la que se realiza la maratón-, el film busca reflejar no sólo los hechos de manera objetiva sino que también se ocupa en sus más de dos horas de duración a retratar a varias de las personas que terminaron marcadas de una u otra forma por la tragedia en la que murieron tres personas, entre ellas un niño de 8 años. El lunes 15 de abril de 2013, dos mochilas que contenían sendas bombas estallaron entre la multitud que se agolpaba en la línea de meta de la carrera, en la que participaban personas provenientes de todas partes del mundo. Además de los fallecidos, las explosiones dejaron 260 heridos, muchos de los cuales debieron sufrir amputaciones en sus miembros inferiores debido a la altura a la que estaban los artefactos. La película comienza centrada en el personaje ficticio que encarna Wahlberg –que según cuentan los productores está basado en dos policías de Boston- pero luego se sale de ese camino tras los estallidos y se convierte en una suerte de novela en la que cada uno de los involucrados tiene su espacio. Y si bien Berg les da espacio a todos –y eso se nota en la longitud de la obra- se nota a simple vista que no era necesario contar la historia de vida de todos los agentes y directivos de la policía involucrados. Si a usted le parece que la película comienza de manera inmejorable, con el clima de exasperación que el realizador consigue en la primera hora (quizá menos), después verá como todo esta “ganancia” sirve para solventar la segunda parte. La trama transcurre a lo largo y ancho de todo Boston y se extiende a lo largo de los cuatro días que duró la cacería de los dos jóvenes terroristas que iniciaron los hechos, lo que puede dar una idea de la magnitud de esta historia. Mark Wahlberg en el rol de policía honesto que queda traumado por los actos se luce en esa primera etapa del film en el que muestra cómo un hombre normal puede salir delante de las situaciones más complicadas con sólo proponérselo; pero después su papel se desdibuja en favor de otros como el directivo del FBI que interpreta Kevin Bacon, los hermanos terroristas o la pareja que queda marcada físicamente por la tragedia en el hospital, o el policía asignado a cuidar el cadáver de un niño por horas. Hasta para eso hay tiempo pero como aportan su granito de arena a la historia, Berg lo dejó. Sin embargo, hay algo que hace que Día del Atentado sea disfrutable y es que es un film plagado de buenas intenciones y realizado por una persona muy capaz como Berg que no se deja amilanar por el obligatorio discurso patriótico sino que les da voz a todos, inclusive a los terroristas, para que dejen ver las causas de sus actos. Democracia cinematográfica.
Muy bien 10 (Felicitado) Esta pequeña joya de animación uruguaya basada en una novela juvenil que tiene varios puntos en común con el público local divierte, emociona y llama a reflexionar sobre los prejuicios. Muy en la línea de personajes para niños (y no tanto) como Mafalda, llega al BAMA AninA, una de esas pequeñas joyas de la animación artesanal que no cuenta con tanta tecnología como Disney /Pixar o Dreamworks pero le gana ampliamente en originalidad y argumento. Por eso, mientras esas compañías han alcanzado un punto tan alto que ahora sólo les queda repetirse a sí mismas, AninA encuentra su base en la novela Anina Yatay Salas (2003) del escritor y dibujante uruguayo Sergio López Suárez que desprende no sólo ternura y diversión sino también la posibilidad de hacer que los chicos también reflexionen un poco sobre las relaciones humanas. Anina es una nena de 10 años a la que sus compañeros conocen como la “nena capicúa” debido a la colección de palíndromos que figuran en su documento. A pesar de todo, ella es amiga de sus compañeros, con excepción de Yisele, una nena que ama los sánguches de mortadela y a la que ella se refiere como “la Elefanta”. Lo cierto es que ambas no tardan en chocar en el recreo, y son llevadas a la presencia de la directora que les impone un castigo de lo más extraño: llevar un sobre cuyo contenido sólo conocerán el día que deban comparecer frente a ella. Desde ese momento, Anina y su mejor amiga urdirán un plan para quitarle el sobre a la pérfida Yisele, sin imaginarse lo que descubrirán en el camino. La película, obra del guionista Federico Ivanier y del director y dibujante Alfredo Soderguit (que además hizo las ilustraciones de la novela en su momento), es una aventura infantil hecha y derecha, que derrocha encanto y simpatía en cada escena. Pero además, llama la atención como Soderguit ha logrado tan buenos efectos de animación con escasos recursos pero una creatividad e imaginación que equilibran la ecuación. La narración visual de la película está muy bien llevada a cabo, como si estuviéramos hojeando un libro de cuentos, con diseños de personajes que funcionan muy bien en la pantalla y con las interpretaciones de los sueños de la protagonista, que además de divertidos son originales, al materializar los pensamientos de una nena de 10 años. Pero lo mejor de AninA es el mensaje que lleva a los chicos: la familia como el lugar de confort, las amistades como el refugio y la posibilidad de ver más allá de las apariencias. La película, que es del 2013 y ya se presentó alguna vez en Buenos Aires, regresa a la ciudad dentro del programa del BAMA y estará disponible para ver hasta el martes.
Separados con hijas Una película francesa retrata fielmente la crisis de los 40 que sufre un productor musical al que le encargan cuidar a sus hijas durante un complicado divorcio Las películas francesas siguen cotizando alto en lo que respecta a su realización, pero por sobre todo en lo referente a las historias que cuentan y la manera en que llegan al espectador. Todo para ser Felices es un claro ejemplo de cómo hacer mucho con recursos limitados y salir airoso de la situación, con una propuesta que mezcla drama, comedia y ternura sin dejar de lado la propuesta central. La historia relata las andanzas de Antoine (Manu Payet), un ex baterista y productor musical bastante inmaduro que cree que acaba de descubrir a la estrella que le cambiará la vida y por eso apuesta a ella todo su futuro, incluido el de su familia. Esta vida nocturna que lleva termina por impactar en su relación de diez años con su esposa Alice (Audrey Lamy), que lo ve como un niño más que cuidar en vez de un marido, lo que los lleva a divorciarse. Libre del “grillete” que le suponía su familia, Antoine se dispone a divertirse y dejar atrás la “crisis de los 40” que lo venía afectando cuando recibe un encargo desesperante: debe cuidar a sus dos hijas, de 5 y 9 años, durante 15 días mientras su esposa sale “de vacaciones” con “alguien”. Durante esas dos semanas al lado de las niñas, Antoine redescubrirá lo que es ser padre y también un esposo responsable aunque su situación parezca irreversible. Lo que en un principio parece una comedia de enredos, es en realidad el retrato cruel y despiadado de lo que significa para un hombre acercarse a las cuatro décadas de vida sin haber valorado a su familia y habiendo apostado a todo aquello que, en apariencia, no prospera. “Teníamos todo para ser felices”, le recuerda a Alice a Antoine mientras hacen la división de bienes en el departamento que compartían. Pero más allá, de esos detalles, la película también toca otros temas como el recambio generacional (la veinteañeras que dejan papelitos con teléfonos), la responsabilidad que conlleva traer hijos al mundo y por sobre todo cómo se pasan veinte años sin que una persona tenga tiempo de reaccionar. “Todo para ser felices” sorprende porque la propuesta parece sencilla pero va tomando otras dimensiones a medida que transcurre la trama y el protagonista evoluciona a pesar de sí mismo.
El Faro de las Orcas: conmovedora historia de vida Basada en una serie de hechos reales ocurridos en la provincia de Chubit, esta co producción con España cuenta con una soberbia actuación de Joaquín Furriel y un gran trabajo de efectos especiales Si de algo hay que estarle agradecido a Adrián Suar es de haber lanzado definitivamente a la fama a Joaquín Furriel con “Soy Gitano” que ya venía desarrollando una interesante carrera desde años anteriores. El talento interpretativo de este actor crece con cada película que hace y “El Faro de las Orcas” es una buena muestra de este argumento. La película dirigida por Gerardo Olivares tiene su génesis en “La Puta y la Ballena”, un film de Luis Puenzo rodado en 2004 y que despertó el interés del productor José María Morales por la historia de Roberto “Beto” Bubas, un guardafauna al que conocieron en ese inhóspito lugar y que es autor de la novela en la que está inspirada el guión. El proyecto tardó 12 años en materializarse hasta que Olivares –realizador de la premiada “14 kilómetros” sobre la inmigración africana- se hizo cargo contando con capitales españoles y argentinos. La película está inspirada en hechos ocurridos en la localidad patagónica de Península Valdés (Chubut). Furriel interpreta a Beto, el guardafauna de Punta Norte cuya soledad es mitigada, cada tanto, por la llegada de orcas, y en especial con Shaka, con la que tiene una especial relación. Hasta su casa llegan desde Madrid una mujer (Maribel Verdú) y su hijo autista (Joaquín Rapalini) que desde que vio a Beto interactuar en el mar con las orcas en un documental en TV busca conocerlo. Si bien en un comienzo Beto se muestra un tanto reacio a recibir a los visitantes, con el correr de los días se va encariñando con el niño… y también con su madre. Sin embargo, los acontecimientos se precipitan de tal manera que la posibilidad de que Tristán mejore de su condición se ve lejana. La película se presenta con un melodrama con todas las letras pero con el agregado de una maravillosa fotografía que convierte cada paisaje patagónico en algo épico y efectos especiales de última generación para las escenas en las que los actores “interactúan” con las orcas, que en realidad son animatronics. Furriel se toma muy en serio su trabajo y no sólo rema, nada y realiza todas las tomas acuáticas sino que también se anima a andar a caballo, con lo que su interpretación se ve notablemente enriquecida. Verdú y Rapalini también se llevan mucho mérito a la hora de otorgarle calidez y emoción a la historia, en tanto que Osvaldo Santoro realiza una serie de puntuales intervenciones que le agregan a la película el drama necesario para que el relato se mantenga vivo y no dependa sólo de las fantásticas tomas.
Ghost in the Shell: la mejor Scarlett Johansson La actriz de "Los Vengadores" protagoniza esta aventura futurista que actúa a su vez como remake de un viejo film de animación japonesa. Una nueva moda se cierne sobre Hollywood y es la de adaptar los grandes clásicos de la animación japonesa a película con actores. Así como Disney hace con sus clásicos como La Bella y la Bestia, El Libro de la Selva o La Cenicienta, los demás estudios se empeñan en buscar las mejores obras animadas del mundo (que en un 70 por ciento son japonesas) y llevarlas a Hollywood con grandes actores, por eso en los próximos años llegarán Battle Angel Alita y la ultra demoradaAkira. Ghost in The Shell, por su parte es una remake muy libre del animé homónimo dirigido por Mamoru Oshii en 1995, que tiene la dura responsabilidad de abrir el juego, y gracias a la pericia del director Rupert Sanders –el mismo de Blancanieves y El Cazador (2012)- lo logra con un gran esfuerzo. La historia, basada tanto en la película animada como en las sucesivas series y en la historieta publicada entre 1989 y 1990, relata las andanzas futuristas de un grupo parapolicial de elite llamado Sección 9 que cuenta entre sus integrantes con seres humanos comunes, otros mejorados mediante tecnología y también a una cyborg llamada Mira (Scarlett Johansson), que a su vez actúa como la líder del escuadrón. La Sección 9 es conocida por detener a los denominados criminales cibernéticos, entre los que se cuenta hackers y ciborgs que atentan contra la nación y también contra las grandes corporaciones que mantiene un status quo y la economía funcionando. La nueva misión que se le encarga al grupo es la de detener a un terrorista que se hace llamar Kuze y que hackea androides para asesinar a los responsablesde la corporación que ha construido el cuerpo de Mira. Sin embargo, la incógnita de la película –que es un doble juego para los seguidores de las versiones animadas de esta historia- no pasa solamente por ese ladoya que Mira también tiene otro tipo de dudas sobre su origen, que no termina de cerrarle y cree que Kuze puede tener parte de la respuesta por lo que su motivación para atraparlo se duplica. De esta manera, y al igual que ocurre en los grandes clásicos de robots, androides y cyborgs como “¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?” de Phillip K. Dick –llevado a la pantalla grande con maestría por Ridley Scott en Blade Runner- o “Yo, Robot”, de Isaac Asimov, la angustia de no saber hasa qué punto las máquinas pueden desarrollar una conciencia invade a la protagonista que emprende dos búsquedas en simultáneo. La película es una de esas joyitas que por algún que otro motivo no llegan a convertirse un clásico. Quizá sea por respetar los tiempos del animé –que deja silencios muy prolongados-, o quizá por mezclar dos o tres historias del manga y la serie animada en una sola (aunque de manera sólida y coherente, es sí), la película no llega a una puntuación suprema pero eso no le quita lo que vale en sí. El británico Rupert Sanders, un experto en reinterpretar los clásicos de la literatura se pasa ahora a género de las historietas y el resultado es enriquecedor. La reconstrucción –en realidad reimaginación si es que existe esa palabra- que hacen Sanders y su equipo del mundo cyberpunk creado por Masamune Shirow es exquisito, plagado de detalles que hacen que valga la pena ver una y otra vez las escenas no sólo por la acción sino también por la ambientación lograda. La ciudad futurista luce inmensa, con sus edificios más altos que nunca y sus suburbios aún más peligrosos. La fotografía de Jess Hall y la música de Lorne Balfe y Clint Mansell, que imita pero no copia a la de la película animada, terminan de pintar un cuadro realmente inabarcable en una sola vista. Las escenas de acción, otro de los atractivos del film de Oshii, también se lleva laspalmas ya que no sólo recrea lo de lo original sino que lo expande hasta límites visualmente maravilosos. En definitiva, Ghost in the Shell –nos negamos a llamarla “La Vigilante del Futuro”- es una gran oportunidad de volera disfrutar de esta clásica historia en una versión remozada que además cuenta con la incomparables presencia de Scarlett Johansson en todo su esplendor físico y un Takeshi Kitano que se devora la segunda mitad de la obra.
La película con la que el chileno Pablo Larraín hace su ingreso a Hollywood muestra como éste se mantiene firme en sus convicciones narrativas. Natalie Portman, impecable. Si hay un detalle que siempre llamó la atención de Natalie Portman es que, más allá de su innegable belleza, siempre mantuvo un nivel actoral de primera línea, aún en trabajos detestables como su papel en la segunda trilogía de “Star Wars”. Por suerte, en Jackie, aparece la Natalie Portman que conquistó al público en “El Perfecto Asesino” aunque ahora convertida en una mujer hecha y derecha, que despliega todo su carisma interpretando a la viuda de John Fitzgerald Kennedy de una manera tan visceral que se hizo acreedora de una merecida nominación al Oscar y a otros prestigiosos galardones. Sin embargo esta historia, que retrata los días posteriores de Jacqueline Bouvier Kennedy al asesinato del expresidente norteamericano y una recapitulación de los hechos frente a un periodista (Billy Crudup) que consigue entrevistarla, tiene otro gran protagonista y es Pablo Larraín. El realizador chileno, de quien se estrenó en los últimos días en este país su filme “Neruda”, realiza un interesante collage visual de la vida de la ex primera dama yendo y viniendo en la línea temporal pero con la pericia suficiente para que las cosas no se le salgan de control. De esta manera, la película “mecha” el detrás de la escena de un documental que Jackie realizó para la TV estadounidense mostrando su vida en la Casa Blanca con escenas de la vida íntima familiar, luchas intestinas dentro del partido por el poder y también una recreación –muy cruda por cierto- del asesinato de JFK. En esta línea la película gana en intimidad lo que pierde en visión general de los acontecimientos pero como la película se llama “Jackie” y no “El asesinato de JFK contado por Jackie”, el objetivo de Larraín se completa. Y a pesar de que los manejos del director en lo referente a la constante ida y vuelta temporal pueda resultar algo confusa en un comienzo, con el tiempo eso se subsana debido a la selección de momentos de todo tipo que desfilan por la pantalla y eso convierte a Jackie no en un filme imprescindible pero sí interesante para ver y valioso para alguien que disfruta del cine de autor. ¿Y por qué entonces no es Jackie imprescindible? El guión de Noah Oppenheim es el principal defecto de este film. El escriba de películas que adaptan best sellers para adolescentes como “Maze Runner” no está en esta ocasión a la altura de las circunstancias y por eso, entre la mezcolanza de momentos por momentos la cosa se enfría mucho y cuesta retomar el interés. Por el lado de las actuaciones, las intervenciones de Peter Sarsgaard como Robert Kennedy y el fallecido John Hurt como un sacerdote que ayuda a Jackie a echar algo de luz y encontrar la paz entre los acontecimientos que vive se complementan a la perfección con Portman, a quien la cámara ama de todas las maneras posibles y retrata con lujosos primeros planos toda la galería de expresiones que ella tiene para dar.
La tercera es la vencida Tras nueve películas, Hugh Jackman se despide del personaje que lo lanzó a la fama, y lo hace por la puerta grande, con un festival de violencia "bien organizado" Nada menos que tres películas le llevó a Hugh Jackman encontrar el punto exacto para interpretar a Wolverine, uno de los personajes más famosos de Marvel Comics, como él quería. Y ahora resulta que este tercer acto es el último. El mutante de las garras (y el esqueleto) de adamantium apareció primero en la trilogía inicial de X-Men (2000-2006) y la respuesta del público fue tan positiva hacia la interpretación del casi desconocido Jackman , tipo afable si los hay en el mundillo hollywoodense, que éste decidió invertir sus ahorros y emprender una carrera “solista” en el cine, que comenzó en 2009 y termina ahora, en 2017, con otra genial trilogía de X-Men en el medio. Son, pues, nueve (¡9!) películas en las que el australiano le sacó el jugo al personaje (a veces incluso con un simple cameo) siempre limitado por el mayor temor de cualquier productor de Hollywood: que su película supere la calificación de “para mayores de 13”. Pero en el medio, Jackman tuvo la suerte de que se estrenara Deadpool, otra de las criaturas de Marvel con Ryan Reynolds en el doble papel de protagonista y productor y de que muchos mayores de 16 años fueran a verla. De esta manera, 20th Century Fox se dio cuenta de que hay público adolescente y adulto ávido de películas de superhéroes con toques subidos de tono. Se podría decir que 800 millones de billetes verdes le dieron la razón a Reynolds, y por eso Jackman decidió “madurar” a Wolverine. De esta manera, la versión que llega este jueves a los cines de la Argentina no sólo muestra al mutante notablemente más viejo sino que le da una hija. La historia transcurre en el año 2029, en un futuro apocalíptico para los mutantes, en el que la raza se encuentra casi extinta. Logan (Jackman) cuida de un profesor Charles Xavier (Patrick Stewart) nonagenario que, a raíz de una enfermedad degenerativa, ha perdido el control de sus poderes. Para evitarle el sufrimiento, y que éste ocasione un catástrofe, Logan trabaja como conductor de limosinas con el fin de pagar las drogas ilegales que lo mantienen “calmado” y para ahorrar el dinero necesario para comprarse un barco con el cual alejarse de un mundo demasiado hostil. Pero en sus vidas se cruza una niña que muy pronto revela tener poderes (y garras) muy similares a los de Wolverine y entabla una relación telepática con Xavier. Pero la jovencita no llega sola y por eso los (ex) X-Men deberán ayudarla a cruzar los EE.UU. para llevarla a un lugar seguro en la frontera con Canadá. Este es el argumento de este nuevo film de James Mangold, que ya se hizo cargo del personaje hace cuatro años con Wolverine Inmortal (The Wolverine) y que adapta muy parcialmente una de las historias más celebradas de los últimos tiempos: Old Man Logan (el viejo Logan). No obstante, a raíz de un problema de derechos (en Fox no pueden contar con todos los personajes de Marvel que aparecen en la historieta), los guionistas han debido conformarse con algunos de los personajes de la galería de X-Men y por eso han transformado la historia hasta convertirla en una suerte de Little Miss Sunshine ultraviolenta. El resultado, lejos de lo que podría esperarse, resulta ser muy bueno ya que la aventura se convierte en una road movie en la que todo (y eso significa TODO) puede pasar en cada parada de la ruta. La violencia desplegada en el film supera todo lo visto hasta el momento sobre el personaje (salvo en sus comics para adolescente y adultos, claro está) y lo ubica en una dimensión más cercana a la realidad que a la de las viñetas. Charcos de sangre y miembros varios vuelan por la pantalla al ritmo de las garras del mutante y compiten en momentos con el nivel sanguinoliento de la recordada Kill Bill, por ejemplificarlo de alguna manera. La puesta en escena es impecable y le hace justicia a un cineasta como Mangold, que había sido muy criticado en la versión anterior, pero que acá se repone de la manera en la que se esperaba de él. La actuación de Jackman es superior a todo lo visto hasta ahora: su personaje está acabado y lo sabe; y por eso el personaje arrastra su cuerpo durante toda la película de una manera por demás creíble, como ya lo hizo en Los Miserables pero sin cantar. Sin embargo, la sensación que predomina es la de melancolía por verlo encarar esta última aventura y por eso es casi imposible quitar la vista de la pantalla aún en algunas escenas en las que el ritmo del film decae y la trama se estira innecesariamente. Patrick Stewart, vuelve a acompañar a su amigo Jackman como en las dos anteriores ocasiones, y le “hace la gamba” componiendo a un profesor Xavier en el crepúsculo de su vida, con el que mantiene picantes y sarcásticos diálogos que hacen referencia a lo vivido en todos estos años de aventuras y a otras inéditas que, se supone, llegarán al cine en algún otro momento con otro actor encarnando a ambos personajes. La revelación viene de la mano de Dafne Keen, la niña que compone a la habilidosa X-23 y que busca humanizar al personaje con el que protagoniza momentos de gran intensidad emocional, y paralelamente que demuestra una inusitada habilidad para desplegar la violencia de manera más cruda que su “progenitor”. Sobra decir que todo lo referente a los efectos especiales es un campo en el que no hay mucho que decir salvo que continúan mejorando con cada entrega. Logan es mucho más que el cierre de la historia de este personaje, es como un partido de despedida para un actor que ha logrado no sólo entrar con este personaje en el corazón del público a lo largo de 17 años sino erigirse como el pilar del grupo y homenajear al mismo tiempo a este superhéroe con tantos fanáticos alrededor del mundo.
Esteros: algo entre dos La película nacional más destacada de la semana se adentra en un tierno romance gay que no fue pero protagonistas tienen una nueva oportunidad. El cine nacional continúa dándonos películas para reflexionar sobre el amor. En este caso, llega a las pantallas argentinas “Esteros”, una película de Gerardo “Papu” Curotto, que hace dos años estrenó “Matías y Jerónimo”, un cortometraje que ya tocaba la temática gay con personajes que tenían nombres e historias similares a los de este film. La historia de “Esteros” transcurre en dos tiempos, que el director va utilizando sabiamente para darle mayor profundidad al relato. Matías regresa junto a su novia brasilera a Santiago del Estero tras una década afuera del país y se reencuentra con Jerónimo, su gran amigo de la infancia con quien siempre hubo una cierta tensión sexual, que él aduce a su condición de adolescente. Pero lo que Matías niega, Jerónimo lo tiene muy asumido y por eso buscará retomar esa relación aunque más no sea en el plano de la amistad con tal de seguir viendo a Matías. En el medio, se entremezclan historias de las dos familias de origen de los jóvenes en el que se deja entrever el ámbito socio político en el que se desarrolló su amistad. El film, a pesar de estar narrado en dos tiempos, utiliza una estructura sencilla para contar este romance, que visto desde ambos puntos de vista está rodeado por un halo propio de las telenovelas, aunque despierta la ternura el espectador en ocasiones. A diferencia de lo visto el año pasado en “La Noche del lobo”, este film, que aborda abiertamente la temática gay, sí puede ser visto por todo tipo de públicos sin más prejuicio que el de ver una buena historia muy bien contada.
Fragmentado: cuando lo bueno viene en frasco grande La nueva película de M. Night Shyamalan no hace sino confirmar que el director ha vuelto con todo, en esta ocasión, con un thriller que le pondrá los pelos de punta a más de uno Luego de la interesantísima “Los Huéspedes”, estrenada en 2015, el público pudo apreciar el regreso de M. Night Shyamalan en su mejor estado. Claro que en esa ocasión ayudó, y mucho, el hecho de que el realizador se haya asociado con la productora Blumhouse, famosa por sus películas de bajo presupuesto y gran taquilla. En esta ocasión, el creador de “El Sexto Sentido” y “El Protegido” presenta un film que respeta todos los parámetros de sus producciones anteriores: un villano increíble, una sensación de que todo lo que ocurre es épico, un alto componente psicológico, la ciudad de Filadelfia como escenario y, como no podía ser de otra manera, el agregado sobrenatural. El gran pilar de esta nueva película del director de origen indio es el actor escocés James McAvoy, que en los últimos tiempos ha sido el protagonista de una ascendente carrera que lo ha llevado a participar de algunas franquicias redituables (X-Men) y de otros films más artísticos como “El último Rey de Escocia” y “Expiación, Deseo y Pecado”. En “Fragmentado”, McAvoy compone a Dennis, un paciente psiquiátrico diagnosticado con Síndrome de Personalidades Múltiples que ha llegado a desarrollar nada menos que 23 personalidades totalmente diferentes entre sí. Y aunque parezca inverosímil, el actor logra diferenciarse en varias interpretaciones que tiene como aliciente que las hace sin recurrir a maquillaje o disfraces; un detalle que le suma puntos. El tema es que algunas de estos personajes que viven en la mente de Dennis han decidido secuestrar a tres jóvenes para que alimenten a “La Bestia”, la vigésima cuarta fragmentación de esta mente enferma, que se encuentra “en gestación”. Encerradas en un lugar desconocido, las jóvenes deberán preocuparse no sólo por escapar sino también por descubrir cuál de las personalidades de Dennis es la que pasa a visitarlas en su celda a cada hora. La película se juega en dos frentes: por un lado, en la guarida de Dennis, en el que las jóvenes (la argentino-británica Anya Taylor Joy, Haley Lu Richardson y Jessica Sula), y también en el consultorio de la dra. Karen Fletcher (Betty Bucley), la profesional que atiende a Dennis, y que sospecha que algo se está “cocinando” en esa cabecita. Inspirado como pocos, Shyamalan busca, investiga, prueba, hace y deshace durante la primera mitad de la película y ajusta las clavijas en la segunda para cerrar una historia en la que no falta nada pero tampoco sobra. Es un Shyamalan que todavía está corriendo y haciendo lagartijas de fílmico para ponerse bien al día y despacharse con una película que supere a sus obras iniciales.
Manchester Junto al Mar: como la vida misma El guionista y director Kenneth Lonergan cuenta una historia que le puede pasar a cualquiera pero que sin embargo conmueve con increíbles actuaciones y paisajes imborrables. Con una escueta carrera como director de cine (tan sólo tres títulos en dieciséis años), el director Kenneth Lonergan demuestra que sus piezas toman tiempo pero afinan de la mejor manera. En Manchester Junto al Mar, este neoyorkino se despacha con una historia que, si bien en un principio puede parecer insípida, a los pocos minutos atrapa en varios aspectos, pero por sobre todo en el nivel actoral. Nominada con justicia a ocho premios Oscar, esta película cuenta la historia de Lee Chandler (Cassey Affleck), un encargado de edificios de departamentos que debe volver a su pueblo natal (el Manchester del título) luego del fallecimiento de su hermano Joseph (Kyle Chandler) y hacerse cargo de la custodia de su sobrino Patrick (Lucas Hedges). Desde este punto, la película juega constantemente con los recuerdos que asaltan la mente de Lee a cada paso que da, con cada situación a la que debe enfrentarse, hasta que promediando el filme, el realizador decide revelar cuál es el motor del accionar del protagonista. Pero lo bello de esta película es que, en sus dos horas de duración, no sólo hay tiempo para explorar la historia de Lee, sino también del resto de los personajes, especialmente el joven Patrick, que debe equilibrar su reciente pérdida con el abandono de su madre –que se fue a rehacer su vida a otra parte- y sus actividades “adolecentes” que incluyen liderar una banda de rock y noviar al mismo tiempos con dos chicas diferentes. Esta historia, que en un primer momento puede parecer simple y chata, esconde en sus fotogramas momentos de alta intensidad emocional, capaces de conmover hasta los huesos con las tragedias, pérdidas, traumas e inclusive con las victorias de Lee y Patrick, gracias a los increíbles trabajos de Affleck y Hedges, ambos nominados con justicia a los máximos galardones del cine nortemaericano. Y acá se abre un paréntesis con respecto a Affleck, que ya ganó el Globo de Oro y el premio BAFTA (más otros innumerables galardones) por su trabajo en este film, y al poco reconocimiento que ha tenido a lo largo de las dos últimas décadas de trabajo. El hermano menor de Ben Affleck lo cuatriplica en talento frente a la cámara pero siempre ha quedado un tanto relegado en el ambiente artístico hoolywoodense a la sombra de su muy famoso pariente. Probablemente eso quede por fin solucionado este domingo en la entrega de los Oscars. En definitiva, Manchester junto al Mar es una película que no sólo ha logrado conmover a la crítica sino que le va a llegar a lo más hondo del corazón una vez que se revele ante usted el motor de esta historia trágica, que sin embargo no está exenta de detalles de humor que aminoran el impacto de los acontecimientos. Como la vida misma.