Temple de acero

Crítica de Diego Batlle - La Nación

Temple de acero

Los Coen logran ser fieles a su espíritu y también al original

En los 15 largometrajes que han realizado hasta la fecha, los hermanos Joel y Ethan Coen incursionaron en casi todos los géneros, imprimiéndoles siempre su sello personal: una mirada ácida, pesimista y despiadada para tratados morales no exentos de cinismo que coquetean muchas veces con el patetismo a la hora de exponer las peores miserias del ser humano. Les faltaba, sin embargo, concretar un western puro (puro porque en varios de sus films, como Sin lugar para los débiles , trabajaron múltiples elementos propios del más clásico de los rubros del cine estadounidense). Y lo hacen, finalmente, con una lograda remake de Temple de acero (1969), una de las últimas películas de Henry Hathaway como director y de John Wayne como protagonista.

Los Coen -para sorpresa de muchos- alcanzan aquí un doble mérito: son absolutamente respetuosos del film previo y de la novela original de Charles Portis (repiten no sólo la mayoría de las situaciones sino incluso gran cantidad de diálogos) y, al mismo tiempo, resultan fieles a su espíritu, a su idiosincrasia, con no pocas dosis de humor negro y de crueldad (sadismo) a la hora de narrar las peripecias de sus personajes.

A 12 años de ese verdadero film de culto que es El gran Lebowski , Jeff Bridges -un gran actor que a los 61 está atravesando uno de los mejores momentos de su carrera- vuelve a trabajar con los Coen en el papel de Rooster Cogburn, un sheriff alcohólico que es contratado por Mattie Ross, una niña de 14 años decidida a hacer justicia con el asesinato de su padre a manos de un ex empleado devenido ladrón llamado Tom Chaney (Josh Brolin).

Que Bridges alcance a brillar con cada una de las frases (verdaderos dardos) que le tocan en suerte a este héroe cansado y desilusionado de la vida no es novedad, pero sí lo es la enorme convicción y ductilidad con que la jovencísima Hailee Steinfeld -verdadera protagonista de la fábula- carga sobre sus espaldas el peso de este relato de persecución y venganza.

Que los Coen, habituados al universo de los adultos (que muchas veces actúan como niños), adopten un punto de vista infantil (con una chica obligada por las circunstancias a comportarse como adulta) resulta una más que interesante y audaz inversión en el cine de los creadores de Fargo y Barton Fink .

Completa el elenco principal Matt Damon como LaBoeuf, un Texas Ranger que busca quedarse con una recompensa por otro asesinato de Chaney y que termina uniéndose a Cogburn y a Mattie en la cacería humana. Se trata del personaje más patético, más típico de los Coen, pero con una vuelta de tuerca en la segunda mitad que termina por redimirlo.

Los Coen -desde siempre eximios narradores- contaron con la habitual colaboración del excepcional director de fotografía inglés Roger Deakins para conseguir bellas y expresivas imágenes en pantalla ancha, que transforman a los paisajes desérticos en un personaje más (y no menor) del film. Así, los directores -entre premios varios, múltiples nominaciones al Oscar y distinciones como la de inaugurar esta noche el prestigioso Festival de Berlín, ver página 3- ya pueden sentirse orgullosos de haber alcanzado un logro más: un western a la medida de su inmenso talento.