Sebastián, un joven de 20 años, cumple una pena por crímenes que cometió siendo menor de edad. Al ser trasladado a su lugar de encierro descubre que se trata de un sitio muy diferente al del sistema penitenciario tradicional. Allí no hay armas, rejas ni celdas, las puertas permanecen abiertas y las autoridades son docentes, trabajadores sociales y psicólogos. Mientras se adapta a las nuevas normas conoce a otros internos y reflexiona sobre su pasado y sobre la posibilidad de tener una oportunidad cuando quede libre de su condena. El film, cálido y simple en su estructura, muestra por primera vez el interior de una cárcel bonaerense en la que los internados cumplen sus penas por delitos graves y se inserta en los elementos diarios de ese grupo juvenil que intenta huir de su pasado y renacer a una nueva vida. El escenario de este entramado es el Centro de Contención ubicado en la localidad de Moreno y allí sus jóvenes reclusos se apoyan en las lecciones que el grupo de docentes les van enseñando para el camino de una nueva existencia. El director Juan Manuel Repetto (Fausto también y El panelista) logró con indudable emoción mostrar y demostrar la forma en la que los delincuentes pueden subsistir a través de simples palabras, de emocionados gestos y de constante ternura. Un juvenil elenco aporta emoción a estas diferentes condenas y así se logra un documental que habla de comprensión y de sinceridad y se apoya en una fotografía y en una música de adecuados ritmos.
Otra Condena nos habla sobre dar nuevas oportunidades, de saber perdonar y perdonarse. Aborda la marginalidad, la exclusión e interpela a gran parte de la sociedad que estigmatiza a parte de la juventud que se encuentra en estado de vulnerabilidad, sin herramientas para sentirse parte, hasta que alguien le tienda una mano para poder hacerlo y poder tener esperanza de un futuro mejor.
Un muy interesante documental escrito y dirigido por Juan Manuel Repetto que tiene una definición muy especial de “El centro de contención de Moreno” en la provincia de Buenos Aires donde se documento una manera de trabajar con 10 jóvenes que cometieron delitos cuando eran menores y que en este lugar encontraron un mundo diferente. Se trata de un lugar donde las autoridades son docentes, psicólogos y trabajadores sociales, donde no hay rejas, ni celdas, ni armas y donde no interviene personal del sistema penitenciario. Una experiencia que se centra en el caso de un joven que aceptó y se entrego a esta manera de tratarlo, entenderlo, darle un oficio y la posibilidad de contar las raíces de profundos conflictos. Particularmente emotivos son los encuentros con familiares que colaboran en lograr una comunicación y posterior reinserción de los cumplieron sus condenas.
Estreno en el Complejo Gaumont. En el Tratado de Derecho Penal, el juez y ex Ministro de la Corte Suprema de Justicia, Eugenio Zaffaroni, se refiere a la pena con un análisis muy distinto a las doctrinas conservadoras y republicanas sobre el tema. Él parte del funcionamiento de nuestros sistemas penales y encuentra, en esa realidad, un sistema violento, discriminatorio, que castiga sin razones, seleccionando a sus víctimas, de forma tal de terminar utilizando la fuerza, fundamentalmente, contra los grupos más débiles o vulnerables de la sociedad. El estreno de Otra condena, tercer documental del realizador Juan Manuel Repetto (Fausto también y El panelista) expone otros modos aplicados al tratamiento de la pena, a la que alude Zaffaroni, que resultan posibles y más productivos en relación a la recuperación psicofísica del detenido como a su reinserción social y laboral. Rodada en el 2018, dentro del Centro de Contención de Moreno, establecimiento gubernamental que aloja a diez jóvenes que cumplen su condena por delitos graves cometidos entre los 16 y 18 años; a diferencia de las cárceles comunes, el lugar no tiene rejas, ni armas, ni celdas. Tampoco hay penitenciarios, sólo docentes, psicólogos y asistentes sociales que trabajan sobre las problemáticas de la niñez y la adolescencia. Como dice Rodolfo Gómez, el director del centro: “Nosotros aplicamos una lógica de trabajo distinta donde potenciamos lo bueno de cada uno de ellos y sus sueños postergados”. La película se inscribe en el documental de observación, donde no hay intervención del realizador sobre los hechos, porque busca invisibilizar la presencia de la cámara que apela a captar y transmitir el mayor verismo y naturalidad, posible. Como un testigo silencioso de los métodos empleados sobre los internos, que distan mucho del estereotipo violento y represor del sistema penitenciario, las imágenes invitan al espectador a sumarse a mirar, escuchar y presenciar el modo de vida que funciona en el interior. La inmovilidad de los planos y la distancia, que varía según el momento y la intimidad que transitan tanto los jóvenes como los profesionales que trabajan allí, reconstruyen el proceso global e integrador que va desde el momento del ingreso, pasando por la adaptación, las responsabilidades asignadas, los roles y los lazos afectivos que forman hasta, finalmente, alcanzar la libertad. En palabras del director: “Esta película no busca poner al Centro de Contención de Moreno como un ejemplo de nada. Sólo retrata un modo de trabajo que se implementó durante el tiempo en que filmamos. Nos interesa mostrar ese abordaje y que el documental sirva para debatir sobre los diferentes sistemas carcelarios, en un país como la Argentina, donde 6 de cada 10 chicos que nacen habitan en hogares pobres, y donde estos jóvenes crecen sin expectativas de futuro. “ Luego de un gran recorrido por festivales en China, India, Estados Unidos, Rumania y Portugal, Otra condena se consagró ganadora dentro de la Competencia Documental del Festival Internacional de Derechos Humanos Noma Azores de Portugal, y obtuvo una Mención Honorífica del jurado en el Festival Internacional de Cine Austral de Córdoba. Al igual que en sus películas anteriores, Repetto vuelve a explorar temas relacionados a la inclusión, los prejuicios, la discriminación y los obstáculos, aportando una mirada realista y esperanzadora a través de las organizaciones y los actores sociales que intervienen y ayudan, de la mejor manera, en la superación personal de quienes más lo necesitan. OTRA CONDENA Otra condena. Argentina, 2021. Dirección y Guion: Juan Manuel Repetto. Intérpretes: Sebastián, Iván, Luis, Alejandro, Rodolfo Gomez Humana, María Marta Bunge. Director de Fotografía: Pablo Parra y Ariel Contini. Montaje: Carla María Gratti y Juan Manuel Repetto. Post y Mezcla de Sonido: Miguelius Fernández. Sonido directo: Hernán Higa, Mariana Delgado y Alan Fridman. Duración: 84 minutos.
LA POSIBILIDAD DE UNA ISLA Podría escribirse un libro (de un volumen considerable) sobre la cantidad de películas documentales cuyo marco lo constituyen las cárceles en la Argentina. Podría inferirse también cuántas de ellas caen en una tendencia visible. La misma, heredada de las peores ficciones televisivas, consiste en disfrazar un supuesto objeto de interés con un mecanismo recurrente, el que el cineasta, poeta y filósofo César González ha denominado atinadamente como fetichismo de la marginalidad, esa tentación permanente por regodearse con las desgracias sin comprender en absoluto la realidad social e institucional de quienes se habla. Muchas veces, este tipo de acercamiento parte de intenciones nobles, pero termina incurriendo en la insistencia y se transforma en un eslabón más de una trampa: hablar de quienes están privados de su libertad desde una zona de confort saludable para espacios académicos, o saciar el incesante deseo de revolver en la basura ajena para conformar una industria de entretenimiento. Afortunadamente, hay excepciones. Juan Manuel Repetto, el director de Otra condena, lo sabe y toma decisiones al respecto. Seguramente conoce la dinámica perversa de los sistemas de reclusión en la Argentina y no necesita repetirlo, entonces busca otra cosa. Y esa otra cosa es “la posibilidad de una isla”, un lugar diferente en el corazón de Buenos Aires donde hay gente que trabaja para que haya esperanza y reinserción, una cárcel pero con espíritu de contención. Puede parecer un milagro, pero existe y es bueno que se vea. Allí conviven jóvenes de 16 a 18 años que provienen de verdaderos infiernos, y son acompañados por adultos profesionales que ofrecen su voluntad y su corazón para que trabajen en comunidad y puedan alcanzar el anhelo de salir en libertad. Por una vez, la policía no es la protagonista. No obstante, acá nadie vende gato por liebre. Pese a todo, pese a que prácticamente no hay guardias ni represión, algunos planos con candados y rejas dan cuenta (para que no olvidemos) de que hay un espacio en el que permanecer obligatoriamente. Dentro de este honesto seguimiento cuyo registro no se mueve más allá de la vertiente clásica del documental de observación, hay una distancia justa y un justo corte en aquellos momentos donde las emociones pueden pasar al terreno de la manipulación. En un segmento, los chicos asumen el rol de víctimas y victimarios como parte de una terapia. Cuando la carga afectiva de esas historias comienza a invadir el terreno de la privacidad, el director se corre en un gesto que lo distingue de la exacerbación reinante. Y no se trata de hacer más o menos soportable lo que se dice o se muestra a las conciencias bien pensantes, sino escoger un modo de registro que mantenga respeto, inquietud y mire desde un lugar ajeno (y no con careta progresista). Seguramente hubo durante el rodaje discusiones, peleas, altercados. Pero quien quiera chupar la sangre, tiene otras películas, o los noticieros. La película monta, en su afán por trazar un espíritu colectivo, la historia que va desde aquellos que ingresan y son recibidos por sus nuevos compañeros, pasando por la adaptación y la relación con los adultos, y la libertad de uno de ellos, sin que ello garantice necesariamente un final cerrado con moño. El afuera, testimonia un joven que intenta reinsertarse, es muy difícil y la tentación de recaer muy fácil. Es parte de la honestidad del punto de vista. Repetto incluye un plano en el que los chicos miran un canal que narra espectacularmente una detención. Dura unos segundos, pero sus intenciones son perdurables. Es lo que se ve. Donde otros habrían incurrido en el morbo del espejo o alguna otra metáfora barata, acá es parte de la vida. Y eso incluye no cortar si los pibes se ríen porque los filman. Una vez más, más allá de los méritos o las debilidades cinematográficas, prevalece la sinceridad por construir una mirada propia, con un valor diferencial ante tanta manipulación reinante.