Entre sus manos

Crítica de Fredy Friedlander - Leedor.com

Joseph Gordon-Levitt y un debut algo fallido como director

El norteamericano Joseph Gordon-Levitt ha venido desarrollando una interesante carrera como actor desde temprana edad. Cuando apenas tenía once años debutó en “Nada es para siempre”, tercer largometraje dirigido por Robert Redford, con una corta intervención que pasó totalmente desapercibida. Adquirió cierta notoriedad hacia fines de la década del ‘90 por su participación en la serie “Third Rock for the Sun” (con John Lithgow) y en el film “10 cosas que odio de ti” junto al fallecido Heath Ledger.
Hubo que esperar otros diez años para que su nombre empezara a tener relevancia con títulos tan sugestivos como “500 días con ella” y “El origen”. “Batman: el caballero de la noche asciende” (también de Christopher Nolan), “50/50” y “Looper: asesinos del futuro” lo consagraron en el 2012 así como su papel como hijo de Lincoln en la película homónima de Steven Spielberg.
Ahora por primera vez asume un doble rol como director y actor en “Entre sus manos”, torpe título local que alude a su adicción sexual por ver películas pornográficas en su laptop y que poco tiene que ver con “Don Jon”, nombre original del film, que alude a sus dotes donjuanescas.
Acostumbrados a que los films estadounidenses raramente duren menos de dos horas, puede sorprender que el que ahora nos ocupa no exceda los noventa minutos. Lo que a priori aparece como un plus en realidad no lo es tanto, ya que en ese lapso de tiempo lo que abundan son las reiteraciones, que poco aportan al crecimiento dramático de la historia. Casi se podría decir que son apenas cuatro o cinco los repetidos escenarios en los que se desarrolla el grueso de la trama.
Por un lado están los encuentros nocturnos de Jon y sus amigos en un bar-discoteca, donde ellos van calificando a las atractivas mujeres que desfilan y que a menudo terminan subiendo al auto de Jon, yendo de allí derecho a su departamento. Pero intercaladas entre estas escenas asistiremos a otras, en este mismo lugar privado, con actos de satisfacción “personal” donde ahora la compañía ya no será real sino virtual.
Los otros escenarios serán: la casa de la familia del joven, junto a sus padres (con buenas interpretaciones de Tony Danza y Glenne Headly) y su hermana (Brie Larson). Y las clases en la universidad que darán pie a que aparezca un personaje de creciente importancia en el relato: una mujer bastante mayor que recientemente enviudó al perder al esposo e hijo en un accidente de tránsito. Julianne Moore compone a este carácter femenino que contrastará fuertemente con el que encara Scarlett Johansson (Barbara), la que parecería ser la mujer de los sueños. Sin embargo será Bárbara quien le reproche “tener más sexo con la computadora que con ella” al descubrir que Jon no puede abandonar su compulsión masturbatoria viendo porno.
Para completar queda aún un último espacio, la iglesia, semanalmente visitado por el joven y su familia y donde él regularmente se confiesa. Lo que al principio causa gracia por las penalidades del/los cura/s (Aves Marías y Padres Nuestros) se transforma a la larga en un recurso que cansa y que, por sobre todo, carece de comicidad.
Pese a los reparos señalados la película se sostiene durante casi una hora. Falla notoriamente hacia el final cuando la imaginación del director (y guionista) parecería haberse agotado. El cierre, convencional y poco convincente, no se ajusta a la psicología del personaje central y termina perjudicando al conjunto.
(Para los muy cinéfilos señalemos que Michael Gordon, abuelo de Gordon-Levitt, fue un director de Hollywood con varias comedias muy populares como “Problemas de alcoba”, “Por amor o por dinero”, “Un favor muy especial” y una excelente versión de “Cyrano de Bergerac” con José Ferrer).