Conan el Bárbaro

Crítica de Leonardo M. D’Espósito - Revista Noticias

Personaje de novelas populares (bastante pobres, hay que decirlo) de los años 30 creadas por Robert E. Howard, trasladado al cómic en los 70, Conan dio lugar a un gran film épico en 1982, aquel de John Milius que diera fama a un tal Arnold Schwarzenegger. En ese film había tierra, sudor, músculo real, tensión, sangre. Había épica: casi una saga elemental ante nuestros ojos. En esta nueva versión hay computadoras. Es decir: todo aquello que fue misterio ahora es chiche evidente, caramelo visual, velocidad tan disparatada que nos es imposible prestar atención, sentir algo parecido al suspenso. Se trata de una película que bien parece la ampliación de un videojuego no especialmente inspirado, con la diferencia de que en un juego el protagonista somos nosotros y eso le da cierto espesor psicológico a la experiencia. Aquí nos encontramos frente a un decálogo de la imaginación adolescente que no molesta tanto por su obviedad emocional como por su pereza gráfica. El 3D hasta permite adivinar de dónde vienen flechas, espadazos y piedras, y eso no es bueno para emocionarse con un buen film de piñas y patadas.