En Azor, hay dos maneras distintas de hacer lo mismo, y una sola funciona. Yvan es un cuerpo entumecido bajo la apariencia de sobriedad y diplomacia; Keys es una fuerza carismática que entendió los códigos de una aristocracia decadente, y ahora es un fantasma. Dos banqueros suizos en su viaje al centro de la última dictadura argentina, al mundo cerrado del palco en el hipódromo, el campo terrateniente y el lujo vencido con pileta en el jardín. Un guion inteligente, construido sobre lo no dicho, un gran fuera de campo hecho de enigmas, pistas falsas y rumores contradictorios, que forman un relato subterráneo en el que se mueve un hombre de negocios en su tour de force por los miedos y angustias de una elite que ha perdido el monopolio del saqueo, el control de las víctimas de la represión.
Se conocieron en la escuela de evangelistas, antes de formar un imperio que llegó a tener 20 millones de soldados de Cristo todos los días del otro lado de la pantalla del televisor, dispuestos a contribuir con la causa. The Eyes of Tammy Faye es la crónica del ascenso y caída de una pareja que hizo un ménage à trois con Dios.
Ella es una sombra recortada en la ventana al amanecer, una voz que narra una historia. Porque mientras coge se le ocurren historias, aunque después las olvide y él se las tenga que recordar al día siguiente. Las palabras, el cuerpo, la memoria: de esos materiales está hecha Drive my Car, la obra maestra de Ryûsuke Hamaguchi.
Para Mouret, el amor es una ecuación, y en Les Choses… propone sus variables para dar un retrato coral sobre la inconsistencia de las palabras cuando intentan decir los caprichos del deseo.
Paul Thomas Anderson pone en escena el manifiesto de Jim Morrison para la generación del ’60: “Queremos el mundo / y lo queremos ahora”. Licorice es una celebración de la juventud, de sus motivaciones, sus arrebatos, sus histerias, su falta de miedo al fracaso, y donde el drama está configurado por pequeñas tragedias amorosas.
Bad Luck Banging or Loony Porn es un manifiesto contra la hipocresía, contra los tabúes sociales que todavía inciden a través de la religión, las instituciones y los medios. Un retrato del ruido y la furia de la postmodernidad en clave de comedia.