Una película que brilla por la solidez de su guion y la confianza de su director en la inteligencia de su público. Llego treinta minutos antes de la hora pactada. A medida que pasa el tiempo, se va llenando de gente elegantemente vestida y empiezan a llegar cámaras de televisión. Me cae la ficha; esto no es una privada, es una premiere. En la sala estaba rodeado del equipo técnico y sus familiares y amigos que arrojaban aplausos y alientos, lógicamente para ayudar al director y al actor ahí presentes a superar los nervios de estreno. Yo no aplaudo, no de amargado, sino porque me gusta aplaudir algo que lo merezca. Y termino mereciendolo; el presente título es una película atrevida, no solo por su contenido, sino por el valor de afrontarlo con una enorme sencillez a nivel estructural. ¿Cómo está en el papel? La película comienza, de forma desgarradora, con el parto de una mujer en una iglesia abandonada. Sin asistencia alguna da a luz, muriendo en el proceso, a dos criaturas: un varón y una mujer. Uno será criado por el padre de la mujer, un viejo lutier, amargado y autoritario; mientras que la niña será criada por quien se presume es el padre de los mellizos. La trama salta varios años después, cuando los niños ya no lo son tanto, y el conflicto surge cuando, desconociendo el lazo que los une, empieza a florecer un romance entre ellos. Es ahí cuando ambas figuras paternas intentan por todos los medios evitar que el romance se consume. La película tiene una estructura impecable y sólida como una roca; un cuidado mecanismo de relojería. Posee un uso del subtexto brillante; se da la información justa y necesaria, para que luego la imaginación del espectador haga el resto; una muestra de confianza y de claridad de ideas que no se ve seguido en el cine nacional. Pero creo que uno de los aciertos más grandes del guion es que aunque si bien desarrolla la tensión ante la posibilidad de que se consume el incesto, el acento ––los Pecados a los que alude el título–– esta puesto más en los pecados cometidos por los padres que aquellos cometidos por los hijos. Es esta sabia decisión las que los hace eludir un desenlace, que si bien no será tolerado por aquellos de mente cerrada, no se puede negar que elude inteligente y lógicamente a los lugares comunes. ¿Cómo está en la pantalla? La película es rica en contrastes, no solo por las muchas sombras que derivan de su iluminación, sino que se atreve a utilizar una paleta de colores calidos, opción inusual para algo que a priori llamaba a una paleta más fria. Pero como se dijo, la confianza que hay en el guion de esta película es tal que hace parecer oscuro al más claro de los colores. También es de destacar la economía de planos puesta en práctica para esta película, yuxtapuestas por un montaje sobrio y atento, poniendo el acento ––el corte–– justo y necesario a cada acción que mueve a la historia. Por el lado actoral, Carmelo Gómez y Diana Gómez entregan papeles a la altura de este difícil desafío. Mariano Reynaga, en su debut, entrega un rol decente; no será Marlon Brando, pero está en el camino correcto (excursus: en la premiere, este caballero probó que sabe vestir un traje; un ejemplo de elegancia). Pero la que es sin lugar a dudas LA actuación de la película es la de Pepe Soriano, que entrega un rol diferente a lo que nos acostumbra y nos mete miedo desde su primera aparición. No solo sabe encarnar al viejo autoritario que quiere separar a los chicos, pero también hace creíble el enorme dolor y la angustia que siente por dentro, que convierte nuestro miedo en lastima. Conclusión: Diego Yaker entrega una película atrevida, pero indefectiblemente hermosa. Un pulso narrativo y una sencillez estructural llevada a cabo con una valentía ––sobre todo, por su confianza en el espectador–– que más que una excepción, debería de ser una regla. No es recomendable para aquellos de mente cerrada; si le encuentran algo de malo al final, no pretendo ser ofensivo, pero le han prestado su atención al pecado equivocado.
Chris Wedge entrega un correcto ejercicio narrativo. Estamos ante uno de los pocos casos donde el título en español de una película es más adecuado que el de su original en inglés. La película que nos ocupa se llama Epic, y cabe decir que de épico no tiene nada; esta es una historia que vimos decenas de veces; particularmente de la mano de Don Bluth con FernGully. Pero porque se anima a ciertos pequeños detalles de verosímil y su buen pulso narrativo, El Reino Secreto es un título que le sentaría muchísimo mejor. ¿Cómo está en el papel? Cuenta la historia de un reino de seres miniaturizados que protegen el bosque, cuya reina debe encontrar un sucesor antes de que sus enemigos lo destruyan. Dicha reina encuentra la muerte a manos de uno de los mismos, no sin antes transferir su esencia a un capullo. Este capullo llega a las manos de MK (pronúnciese em kei), una adolescente con un padre científico ––que nada tiene que envidiarle al Profesor Chiflado–– que se ha pasado la vida investigando la existencia de estos pequeñitos y, como si se hubiera tomado una enorme sobredosis de chiquitolina, se reduce a su tamaño. Ahora MK debe ayudar a estos seres, los hombres hoja, a salvar su mundo, protegiéndolo de sus enemigos, los boggans. La trama es eso, después es la arquetípica ensalada de escenas de acción sazonadas con moralejas que suelen encontrarse en la mayoría de las películas animadas. Pero me gustaría destacar el tino de los guionistas a la hora de trabajar la percepción entre el mundo de los hombres hoja y el mundo de los humanos. Los humanos cuando ven a los hombres hoja corriendo, lo hacen como si estos fueran Speedy González; en contraste, cuando los hombres hoja ven a los humanos, lo ven todo en cámara lenta y con el sonido a una velocidad más baja de la habitual. Un detalle que a muchos les parecerá menor, pero que, al menos para mí, no lo es tanto; muchas veces por tratarse de la animación, y por extensión de la fantasía, los realizadores se escudan detrás de ella para justificar sus fallas de verosímil, por eso aplaudo a sus guionistas. Construyeron un guion decente y supieron implementar el efectismo solo cuando era indefectiblemente necesario. ¿Cómo está en la pantalla? La animación es decente, así como el diseño de personajes y escenarios. Vi muchas películas últimamente donde los animadores ponen cada vez más el acento en hacer una profundidad de campo verosímil, y aquí si bien se encargan de eso, el gran logro técnico de esta película son los movimientos de cámara que copiaron a la perfección técnicas que en el live action se consiguen con grúas, carros de travelling o steadicams. Conclusión: Con una adecuada mezcla de aventura y comedia, Chris Wedge entrega un correcto ejercicio narrativo con un guion decente. No hay mucha vuelta que darle, es una película que apunta y atina al público que tiene por objetivo. Altamente recomendable para los más chicos.
Una película narrativamente correcta, que destaca por la mitad más veterana de su dupla protagónica Bomba es una de esas películas que engancha de entrada, una trama salida del mejor episodio de The Twilight Zone o la local Tiempo Final. Dos personajes conflictuados, una locación casi claustrofóbica y un desenlace que solo vas a descubrir quedándote hasta el final. Pero, por algo será, los ejemplos que se me ocurren son de series de televisión y no de películas. ¿Cómo está en el papel? Un joven santafecino llega a Buenos Aires para presentar una novela gráfica de su autoría en la Feria del Libro. Se toma un Taxi, pero resulta que su conductor lo convirtió en un coche bomba, el cual pretende chocar contra la escuela de yoga del amante de su mujer. Eso, palabras más palabras menos, es la trama de Bomba. La sinopsis que te conté arriba es, me animaría a decir, un resumen de todo su primer acto. Empieza la película y empieza el conflicto; así de directa es. A medida que se desarrolla la trama, surgen los inevitables debates filosóficos sobre la vida y la muerte y los cuestionamientos morales sobre el matar o dejar morir. Naturalmente, estos debates duran lo que tienen que durar ––y no más–– y la narración no deja de lado a los fantasmas que agobian a sus personajes que son, cuando no turbios, peculiares. El saber insuflarles dicha multidimensionalidad a los personajes, es lo que hace a esta película una propuesta que va más allá de ser una simple historia de un chico tomado de rehén por un desequilibrado. En cualquier otra película se hubiera demonizado a uno o ambos protagonistas, pero Sergio Bizzio, director y guionista, aun cuando el género en que se mueve le admitiría dicha demonización sin ningún tapujo, elige no hacerlo y por eso se lo agradecemos. El único punto flojo del guion se encuentra en un aspecto del desenlace, en donde no entendés las acciones del muchacho protagonista; no entendés por que elige lo que elige; ¿Por qué hace lo que hace?. ¿Cómo está en la pantalla? La película, a nivel visual, es rica en planos cerrados para mantener el ambiente de claustrofobia que propone la trama de la película. A medida que avanza, se va abriendo el encuadre, como si la cámara respondiera al ánimo de los personajes. Todo esto organizado por un correcto montaje que sabe omitir lo innecesario, y es utilizado como la genial herramienta que condensa tiempo y espacio que es. Por el lado actoral, tenemos unos cameos de Romina Gaetani y Pablo Cedrón, que aunque muy bien trabajados, no necesitaban de unos actores de su calibre. Alan Daicz, quien encarna al pasajero, si bien entrega una performance decente, podría mejorar en trabajos futuros. Aunque es difícil hacerle sombra o siquiera hacer química con la que es la gran actuación de esta película: la de Jorge Marrale. Su interpretación es la que sostiene a esta película. Con un pie adentro de la ficción y otro pie afuera de la realidad, ya que todo el manejo de esta peli se hizo sin camera car; el actor tuvo que estar atento a no llevarse puesto a nadie y componer el personaje al mismo tiempo. Solo alguien con el talento, versatilidad y trayectoria que posee Marrale puede salir airoso de tan complejo desafío. Conclusión: Bomba es una historia con la profundidad temática de una buena obra teatral y el ritmo sin pausa de una serie televisiva; tiene los minutos justos. Tiene la suerte de ser llamada película cinematográfica, sencillamente porque en Argentina no existen las películas hechas para televisión. Quiero aclarar que esto no es para nada peyorativo, sino todo lo contrario: Es una película que no le hace perder el tiempo al espectador y entrega una actuación notable de un veterano del oficio.
Una historia que se la da de adulta cuando no podría ser más adolescente. Lector, le voy a extender una cortesía que esta película no le extenderá jamás: la de decirle las cosas como son. Empecemos por un precepto simple: “La mona aunque se vista de seda mona se queda”. Es como cuando un Argentino quiere demostrar que es Europeo, y acaba por demostrar que es más Argentino que el Obelisco. Esta película hace lo mismo, alegando que tiene un apego universal; que puede atraerle a los hombres y mujeres de 15, 25, 35 y 45, cuando en realidad solo puede atraerle a las adolescentes con las hormonas en pleno estado de ebullición, que fantasean con tener a dos muchachos facheros peleándose por ella. ¿Como esta en el papel? A ver, la película tiene un conflicto y un desarrollo narrativo satisfactorio, pero el desarrollo de los personajes es lo que toca un poco los cojones. Acá el problema no es Andrew Niccol, sino que el material con el que tuvo que trabajar es paupérrimo. Los enamoramientos tienen una base exclusivamente física; los integrantes masculinos de este cuadrángulo amoroso no tienen un solo rasgo de personalidad que justifique ese enamoramiento. No hay ni siquiera un verso pedorro con el cual se conquiste a la damisela en cuestión; no hay nada, y cuando manifiestan su “amor” es tan poco creíble que hacen parecer a Hayden Christensen (Anakin de las precuelas de Star Wars) un intérprete Shakesperiano. Gracias a Dios que Saoirse Ronan es una chica con talento, porque ella sabe pilotear lo que en manos de cualquier otra actriz sería un desastre absoluto: Lo que personaje promociona como una chica valiente, segura, independiente y abnegada es en realidad una histérica, irresponsable, hiperdependiente y suicida. Me rehúso categóricamente a aceptar que tanto este personaje como el que tiene dentro de su cabeza sean retratos femeninos positivos, porque no lo son. ¿Como esta en la pantalla? Estéticamente la película está muy bien; foto y montaje muy prolijos. En el apartado actoral, la protagonista arriba mencionada y un terriblemente desaprovechado William Hurt están entre lo más alto a nivel interpretativo que esta película puede ofrecer. Los dos muchachos que se disputan a la protagonista, son solamente rostros bonitos, nada más. Por más que tenga a un joven y emergente talento como la irlandesa Saoirse Ronan en el protagónico, y la adaptación y dirección corran por cuenta de Andrew Niccol, un nombre sinónimo de la ciencia ficción critica, no pueden tapar el hecho concreto de que esta película no trata un cuerno sobre el cuerpo y el alma, como lo afirma, sino que es, reitero, sobre lo copado que es que dos tipos facheros se peleen por una mujer. ¿Tan mal le fue a Andrew Niccol con El Precio del Mañana que tuvo que aceptar ponerle su nombre a esta bazofia? Lo único que espero es que le genere suficiente taquilla para que vuelva a dirigir historias originales, porque posta, hay talento, y si bien hay mucha coherencia narrativa, no sirven para tapar el hecho concreto de que la película es mala no por cagarse en el libro; la historia base desde el vamos ya estaba cagada por un tiranosaurio. Conclusión: Stephenie Meyer ratifica que lo importante para ella es tener un novio, porque esta es una historia que se la da de adulta cuando no podría ser más adolescente. Es una historia que hubiera producido una película más potable si se hubiera tenido el suficiente valor de traicionar a la fuente. Porque una historia con un subtexto tan superficial merecía dicha traición. Recomiendo, por este medio, a nuestro CEO, que la misma bajada de línea que le extendió a la saga Crepúsculo se la extienda también a esta nueva saga. Solamente deseo que le vaya bien en taquilla, para que los que desperdiciaron su talento en algo tan superficial puedan crear mejores proyectos.
Una oda al arte de interpretar con sobrios resultados. Cuando uno ve una película dirigida por un actor es, cuando no un deleite, una curiosidad; los actores tienen la mejor escuela de cine que el dinero puede comprar: Sus propias experiencias siendo dirigidos por otros. Algunos tomaron en cuenta las virtudes, evitaron los defectos y muchas veces los resultados fueron más que satisfactorios a tal punto que en muchas ocasiones el resultado difícilmente parece el de un operaprimista. En esta ocasión, uno de los actores más respetados de Hollywood, Dustin Hoffman, se pone detrás de cámaras. ¿Cuál será el saldo? ¿Cómo está en el papel? La película tiene lugar en un asilo de músicos jubilados al borde de la clausura, que para recaudar lo que necesita para mantenerse en pie, los internos deciden organizar un concierto a beneficio. Entre los internos están tres integrantes de un cuarteto que hace mucho tiempo interpretaron una versión de Rigoletto, de Giuseppe Verdi. La llegada del miembro faltante les da la idea al trio de retomar la antigua tradición, si no fuera porque esta integrante faltante se divorció de uno de los otros miembros en no muy buenos términos. Hoffman fue inteligente a la hora de seleccionar que historia iba a narrar en su primera aventura tras las cámaras. El guion está inspirado en una obra teatral (original y adaptación a cargo de Ronald Harwood, guionista de El Pianista) y como tal el dialogo es rey; en muchas ocasiones ocurrente. Es una gran oda al arte de interpretar, una canción o un papel en un escenario, y como tal, muchas veces por querer reforzar el verosímil del mundo en el que se mueve la película, muchas veces esta pierde de vista el conflicto principal; esto último es ligeramente perdonable por la chispa y la profundidad establecida en el desarrollo de sus personajes. ¿Cómo está en la pantalla? Los aspectos técnicos son todos muy decentes. Hoffman supo cuando experimentar con los encuadres y cuando no hacerlo. La selección musical es de un carácter estratégico para que vaya a la par del montaje. No debe sorprender que el aspecto más sólido de esta película sean sus actores; el carisma del cuarteto protagónico sostiene esta película. Maggie Smith (la abuela Wendy de Hook), Tom Courtenay, Pauline Collins (la inolvidable Shirley Valentine) y Billy Connolly (Il Duce de The Boondock Saints) se comen la película cada vez que aparecen dando cátedra que habla volúmenes de su distinción como actores, aunque cabe destacar que las carcajadas que esta película provoca ––y son muchas–– la mayoría de las veces viene de la boca del personaje de Connolly. Conclusión Dustin Hoffman entrega un ejercicio brillantemente actuado, sobrio en argumento, pero en una narración a menudo distraída, por su rimbombancia a la hora de demostrar la brillantez de los músicos que los rodean. No obstante, si querés ver a cuatro actores británicos excelentes dar toda una cátedra de actuación, la recomiendo.
Un soporífero título que apenas causa gracia. Los argentinos tenemos un largamente documentado affaire con el cine francés. Desde La Jaula de las Locas, La Cena de los Tontos y El Placard, los distribuidores siempre han estado con el oído atento a que comedia la rompe en Francia, para así traerla a la Argentina y probar suerte. Con Le Prenom todo parecía dado para que la cosa se vendiera sola: Está basada en un éxito teatral descomunal ––que actualmente goza de una versión argentina dirigida por Arturo Puig–– y su adaptación pareció correr la misma suerte; al extremo de estar nominada a 5 Premios Cesar, el Oscar Francés. Pero hay una cosa que no tuvieron en cuenta. Algo que muchos olvidan: el simple y sencillo hecho de que la comedia, a pesar de contar con instancias donde funciona universalmente, muchas veces puede llegar a ser estratificada. Es decir que el humor puede arraigarse tanto en lo autóctono que se corre el riesgo que el chiste se pierda. ¿Cómo está en el papel? Es la historia de un matrimonio, conformado por un profesor universitario muy elitista y una profesora de colegio secundario más buena que Lassie, que recibe la visita del hermano de esta última, un cuarentón con un frondoso éxito financiero, y su mujer, con quien esperan su primer hijo. Sumado a la visita del hermano de la mujer del primer matrimonio, surge la pregunta: ¿Qué nombre llevara el chico?. La respuesta a dicha pregunta es la base del desarrollo de la obra. Aunque el nombre que se da a conocer es carne de cañón para dar cuerpo a la película, y lo hace, es una discusión larga y aburrida que no causa nada de gracia y apenas genera unas risitas. La trama se aleja tanto ––y prueba ser tan poco funcional–– del conflicto principal, que usa la subtrama mas como un Plan B que como un recurso narrativo hecho y derecho. Una cosa que no queda clara es el tema; se supone que los franceses tienen un dominio temático excepcional. Bueno, puedo decirles de cientos de títulos del país galo que pueden confirmar con celeridad dicha reputación; este difícilmente entre en ese grupo. Primero, y haciendo honor a su título, habla del significado del nombre, el peso que tiene en la vida de uno; literal, metafórica e históricamente. Luego traslada todo a una subtrama romántica donde “el amor no tiene edad” y bla bla bla. Pero lo peor de todo, es que esta película esta terriblemente sobreintelectualizada, cosa que inicialmente se deja pasar por ser un recurso que establece el verosímil del entorno en el que se mueven los personajes. En Francia puede funcionar, pero en la Argentina solo lo puede captar alguien que haya vivido en Francia y haya hecho un doctorado en La Sorbona. ¿Cómo está en la pantalla? La puesta en escena es sencilla, buena fotografía, buena composición y montaje prolijo. Los cinco actores entregan muy buenas interpretaciones; aunque destaco a Charles Berling, ya que su intelectual neurótico es el que genera muchas de las risas de la película. Conclusión Una obra teatral sobre un tema muy simple, cuya narrativa fue estirada innecesariamente para ajustarse a las dimensiones cinematográficas. Se distrae muchísimo del conflicto principal para ahondar en banalidades que, si bien retratan el grado de confianza que se tienen los personajes, aburren al espectador porque no hacen avanzar la historia. Si quiere ver una película, basada en una obra de teatro, con pinta más de charla de café que de drama, mire Un Dios Salvaje. Ahí por banales que sean las conversaciones, nunca se pierde de vista el conflicto principal; que lamentablemente es lo que ocurre aquí.
Una “comedia” de objetivos poco claros, conflictos débiles y distracciones varias. Habitualmente empiezo cada artículo con un pensamiento referente a los temas que trata una película. Pero cuando ni la trama ni el tema son claros, es difícil escribir algo, menos que menos inteligente. ¿De que la va? George Dryer (Gerard Butler) es un ex-futbolista que dejó el juego por una lesión, obligándolo a buscar suerte como comentarista deportivo. Mientras tanto trata de compensar la esporádica presencia en la vida de su hijo convirtiéndose en el entrenador del equipo de futbol de este. Pero se le complicaran las cosas por los avances de las madres de los chicos a los que entrena. Ahora bien, estoy sospechando que el apellido del protagonista es una declaración subconsciente de principios por parte del guionista. Dryer es similar a “Drier”; o sea, secador en inglés; o sea, que se le seco el cerebro tratando de pergeñar esta historia; o peor, que ya lo tenía seco desde el vamos. Es una película que no tiene claro lo que quiere. Cacarea para un lado, pero pone los huevos del otro lado. Es la historia de un tipo que quiere afianzar los lazos con su hijo entrenando a su equipo de futbol, mientras intenta reconquistar a su mujer. Pero luego es la historia de las muchas aventuras que tiene con las madres de los chicos, mientras hay un padre superentusiasmado que le paga una coima. En resumen; esta película es el ejemplo paradigmático de “El que mucho abarca, poco aprieta”. La enorme cantidad de conflictos, más que ser un palo en la rueda que atrape al espectador, termina por ser una ensalada que no tiene un desarrollo sensato y cuando llega el cierre, el clímax más que surgir de una necesidad dramática surge como un “tenemos que terminar la película YA, y mira todos los cabos sueltos que hay”. La película tira muchos elementos y no desarrolla ninguno, y cuando el metraje le empieza a morder los talones, tienen que cerrar todo por el simple hecho de que lo tienen que cerrar. Si hubiera ahondado en la historia del entrenamiento de los pibes y se hubiera limitado a una sola de las aventuras con las madres, para poner en riesgo la reconciliación con su ex, la historia iba a tener más gancho. ¿Cómo está en la pantalla? Gabrielle Muccino no deja de irse a la B. En Italia, era un grosso. En USA, lo único más o menos decente que hizo fue En Busca de la Felicidad, de ahí para adelante todas son cuestionables. Este título demuestra que lo de Muccino en Hollywood parece cada vez menos el pago de un derecho de piso y parece cada vez más un suicidio profesional. La película estéticamente está muy bien. La dirección de actores también está muy bien (salvo por Dennis Quaid, que en cada toma que aparece, parece que esta apurado; ¿Habrá filmado la peli en un recreo de la serie Vegas?); a tal punto que Muccino le tiene que hacer un monumento al carisma de Gerard Butler y otro monumento a la sensualidad de Catherine Zeta Jones, Uma Thurman y Judy Greer. Pero concretamente, ¿Cuál es el error de Muccino? Uno solito: Haber elegido este proyecto. Que vuelva a Italia y haga una peli ganadora del Oscar y ahí se vuelva a USA o bien que se quede pero que haga una película independiente. Porque si este es el precio que tiene que pagar para ser un director Hollywoodense con todos los chiches, ya le digo que no lo vale. Y si hace lo que hace para sumar puntos y hacer un proyecto que hace mucho que está gestando y solo lo puede hacer en la meca del cine, me permito citar a Gaspar, el amigo del abuelo Simpson, que dijo: “Más vale que me guste o te mando al demonio”. Conclusión Esta película tendrían que cambiarle el poster y más que “Jugando por Amor”, tendrían que llamarla “GERARD BUTLER VS. EL EJERCITO DE LAS MILFS” y ponerle un sello de aprobación con la cara de Virginia Lago diciendo MARAVILLOSO!!!. Aunque el carisma de Butler es lo que hace llevadera la película, no suma ningún punto en absoluto para pagar, por lo menos no voluntariamente, un boleto para ver esta película.
El director de Oldboy desembarca sólidamente en Hollywood con una historia a su altura. Hollywood es la meta de todos aquellos que aspiramos a dirigir una película. No cualquier país tiene el poder ––o publicidad–– de los estudios de Hollywood, así que estos siempre tienen las antenas en línea para aquellos directores que, no estando en la meca del cine y con presupuestos limitados, entregan un producto de una calidad tal que trasciende las barreras idiomáticas y culturales. Cuando llega la llamada de Hollywood, hay quienes aceptan la llamada por el simple y solo hecho de que viene de ahí; no manifiestan interés alguno en saber qué historia le piden contar. Para ellos es irrelevante; es un derecho de piso que están dispuestos a pagar porque saben es el camino hacia más y mejores películas. Más de una persona consideraría esto una acción inteligente. Si bien esto es cierto en muchos casos, también es cierto que ese derecho de piso muchas veces no terminan de pagarlo; dejando tras de sí un sendero de bodrios, que en su país de origen habrían pasado sin pena ni gloria, pero olvidando o desconociendo que en Hollywood el fracaso es el único pecado que los estudios no están dispuestos a perdonar, al menos no con tanta facilidad. Pero, también tenemos a la contracara de esa moneda. Aquellos directores, que si bien conscientes del prestigio y la diferencia abismal en lo que a valores de producción implica el aceptar esta llamada, estos valoran la historia a contar por encima de todo. ¿Les atrae? ¿Les obsesiona? ¿Ese guion se queda con ellos en su cabeza mucho después de haberlo leído? Y quizás lo más importante, ¿Se ven a sí mismos en ese guion ajeno? Más de uno creería que responder con un “No” o siquiera el solo hecho de hacer estas preguntas sería considerado un acto de pretensión; una estupidez a favor de seguir haciendo películas de “cabotaje”. Pero algunos realizadores que eligen seguir haciendo “películas de cabotaje” acaban por tener filmografías sin mancha, mientras que los monos ciegos que agarran cualquier banana quedan como eso: monos. Esta extensa introducción tiene un por qué, estimados lectores, al ver la primera película en Hollywood del aclamado realizador surcoreano Chan Wook Park vi que lo única diferencia con sus películas anteriores ––o por lo menos con su éxito más sonado, Oldboy–– es el cambio de oriente a occidente en la locación y los intérpretes. Todo lo demás señala una película que, estéticamente hablando, solo pudo salir de la cabeza de este realizador. Ahondemos… ¿Cómo está en el papel? Cuenta la historia de India, cuyo padre acaba de fallecer en un accidente. Su Tío Charlie, a quien no conocía, viene a vivir con ella y su inestable madre para sobrellevar el duelo en familia. Pero India sospecha que este carismático joven tiene motivos ulteriores. Si sorprende que esta película mantenga rasgos constantes con toda la filmografía de Chan Wook Park, más va a sorprender el hecho de que el caballero que pergeño la historia no es nada más ni nada menos que Wentworth Miller, el caballero que en Prison Break, se convirtió en una suerte de hombre ilustrado para sacar a su hermano de la cárcel. No es de sorprender que, siendo deudor de su profesión, el guion de Miller tenga un desarrollo óptimo a nivel personaje. Una historia de profundos ribetes psicológicos que desafía todo lo predecible, y ahonda en varias capas y matices el tema de la familia, y lo más importante, la existencia de esta como algo indispensable para dejar un legado o redimirse; mas allá de que aquí se tome un giro perverso ––como su título en español lo indica–– referente a dichas cuestiones. También deben destacarse los muchos simbolismos (en particular los zapatos y las arañas) que se extienden a lo largo de la película y de los cuales Park ha tomado nota. Lo único que se le puede criticar es la falta de claridad a la hora de establecer los objetivos y las necesidades de sus personajes. Si bien están presentes a lo largo de la trama, su sutileza les jugo un poco en contra durante el primer acto y esa misma sutileza puede ser malinterpretada como una falta de ritmo. Pasado el mismo, ya estamos en ese viaje con los personajes, y se detona la curiosidad ––sin la cual ninguna película tendría sentido–– de saber que va a pasar. ¿Cómo está en la pantalla? La película a nivel fotografía y dirección de arte no tiene manchas. La iluminación lúgubre y pálida, sin acentuar las sombras; un aspecto que abunda en muchas películas con climas similares, aquí es eludido por Park majestuosamente. Todo enmarcado en una paleta de colores que oscila entre lo verde y lo blanco. Pero el aspecto técnico de esta película que es digno de estudio es definitivamente su montaje. Park lo utiliza para ir adelante, y hacia atrás; para ocultar información y luego revelar lo que pensabas completo y en realidad no lo era. Actoralmente la película es impecable. Nicole Kidman interpreta muy bien a la viuda de esta historia, demostrando una madurez absoluta de su oficio; sobre todo en el tramo final de la película. Matthew Goode, a quien no veía en una película desde Watchmen entrega con mucho carisma el arquetípico rol del sociópata con encanto. Pero la que sorprende del reparto es Mia Wasikowska; la actriz de Alicia en el Pais de las Maravillas ha evolucionado notablemente. Ella es quien sostiene la película, y con mucha habilidad. No solo porque la película descansa casi completamente en sus hombros, sino por la difícil tarea de tener que comprar al espectador con el aspecto border y jugado de su personaje. Cosa que consigue y con creces. Conclusión Chan Wook Park se despacha con un thriller hecho y derecho; cuando pensás que sabes cómo va a terminar, te pega un volantazo y te desorienta. Y lo que si llegas a predecir, es apenas la punta del iceberg de algo mucho más fuerte. La falta de claridad al principio en la inserción de los objetivos dramáticos es el único punto que tiene en contra, pero entre el clima que crea Park, más las interpretaciones de sus actores, hacen de esta película un viaje absolutamente recomendable… por más perverso que este pueda ser.
Un prolijamente ejecutado ejercicio de suspenso. Justo cuando pensábamos que uno de los trabajos con más presión del mundo y más demandantes de tener la cabeza fría era el de controlador aéreo (como nos lo demostró Pushing Tin de Mike Newell), llega una película que propone a otro candidato que se le acerca bastante. ¿Cómo está en el papel? La película cuenta la historia de Jordan (Halle Berry), una telefonista del servicio de emergencias muy eficiente, hasta que un día no consigue prevenir que una chica sea secuestrada. Dicha chica aparece muerta en un baldío y Jordan se hunde en una depresión que le obliga a renunciar a su puesto a favor de entrenar a los nuevos telefonistas del servicio. Hasta que un día ––si, otra vez–– otra adolescente es secuestrada e introducida en el maletero de un auto, y el único medio de comunicación que tiene es un celular que se le olvido a una amiga de ella. A través de este, pedirá la ayuda de Jordan, y esta intentará ayudarla; en cierta forma, buscando su redención. Con esto sobre la mesa la película aborda un tema claro: Por más sangre fría que pretendamos tener, por más objetividad que clamemos tener, siempre habrá ese punto de quiebra que inevitablemente nos obligue a involucrarnos emocionalmente con determinadas situaciones; por empatía y por el simple y sencillo hecho de ser humanos. El desarrollo de la trama está hecho con mucha inteligencia, no hay innovación, ni originalidad, pero los giros que mete el guion te meten en un estado de desesperación como hace mucho no sentía en una sala de cine. Es una de esas cosas que si se explican de un modo más desarrollado arruinarían el goce de la película. El desarrollo de personajes, sobre todo el de Halle Berry está muy bien abarcado, te pones de parte de la mina y hasta en cierto modo te sentís identificado con ella. Cosa fundamental para que el espectador agarre viaje. El único punto que le encuentro en contra es que muchas veces adopta una postura con los servicios de seguridad que excede lo verosímil y muchas veces roza en lo panfletario. ¿Cómo está en la pantalla? Para ser sincero, no tenía ni la más remota idea de quien era Brad Anderson hasta que vi esta película. Pero puedo decir que ante el me quito el sombrero; la narración en esta película es impecable. El tipo sabe cómo crear un clima y manifestar estéticamente la desesperación y la adrenalina que se diseminan a lo largo del guion. No es solo un tipo que conoce muy bien sus lentes, sino que hace un uso del diseño de sonido digno de estudio, a tal punto de convertirlo casi en un protagonista más de la película. Por el lado de la actuación, tenemos a una muy correcta Halle Berry, que se lleva al hombro la película de principio a fin, mostrando con dominio y sobriedad un amplio abanico de emociones. Le creemos y la bancamos en todo momento. Párrafo aparte merece, también por muchos de los méritos arriba mencionados, su co-protagonista Abigail Breslin. La pequeña de Little Miss Sunshine ha crecido y mucho, y para bien. Conclusión Una muy buena película de suspenso con un clima de tensión brillantemente generado, una protagonista más que competente y un desarrollo dramático más que satisfactorio. No es la película perfecta, pero tiene suficientes méritos para prevalecer por encima del montón.
Una película que desarrolla muy bien su tema pero que elige atar su trama con alambre. No es fácil la profesión de docente, sobre todo cuando los alumnos son niños, cuyas mentes en formación absorben todo lo que ven. La escuela, aunque es un universo que es un ensayo de nuestra vida social, no puede protegernos de los peligros y las inevitables complejidades adultas del afuera que no explicamos, o no sabemos cómo; son un mundo aparte. Esta película pone sobre la mesa lo que pasaría si una de esas oscuras complejidades se materializa de sopetón en un mundo que se supone está encargado de prolongar la inocencia todo lo que pueda y esto les recuerda la futilidad a largo plazo de sus metas. ¿Cómo está en el papel? La trama es la siguiente: Una profesora decide suicidarse, ahorcándose en el aula donde daba clase a sus alumnitos. Naturalmente esto sacude los cimientos de la escuela, y obviamente de las emociones de los pequeñuelos. Tomando la posta de la difunta maestra, entra a escena Bashir Lahzar, que tendrá la difícil tarea de ayudar a sus alumnos a superar esta tragedia. Por otro lado, él busca adquirir el estatus de refugiado en Canadá, al huir de su Argelia natal después de que su esposa e hijas murieran a causa de un ataque terrorista. El argumento de la película es muy disperso. Parece que está más interesado en las subtramas que rodean al argumento principal que no le dan a éste el suficiente desarrollo dramático. No es sino hasta el desenlace de la película, donde por evidentes que sean sus falencias estructurales, la película expresa muy en claro su tema: La Protección, con particular énfasis en la de los niños y la obsesión de los adultos de proteger su inocencia a cualquier costo y sin ningún tipo de límite. Una carencia de límites que muchas veces nos impulsa a tratarlos como idiotas absolutos que se alteran por cualquier cosa, cuando en realidad, si bien no son seres del todo formados, son lo suficientemente perceptivos para darse cuenta de lo que está pasando. Este tema tiene dos puntos de rectificación importantes y son a través del personaje protagonista de la película: Por un lado, lo tenemos en su condición de refugiado que pide protección a Canadá ya que le resulta imposible volver a su hogar ya que teme por su vida. En la corte donde él apela a este caso, aunque serio, no son pocas las veces que el espectador va a ver a un niño asustado. El otro punto de rectificación, es que cada vez que hay un problema con los niños––siempre por tomar el suicidio de la profesora para la joda–– cuando los directivos tratan de reprimir, Lazhar les recuerda que si la profesora los quería tanto, ¿Por qué elegir justo el aula para quitarse la vida y traumarlos de esa manera? En fin, estamos hablando de un desarrollo temático profundo y más que satisfactorio, pero cuyo arco narrativo si bien no es nulo, no es fuerte y parece estar presente solo para quedar bien con el espectador que se molestó en escuchar todo este debate. ¿Cómo está en la pantalla? La película cuenta con una muy buena fotografía que hace énfasis en los contrastes, no solo de luz y sombras, sino también entre colores. El montaje es bastante rítmico pero no en respuesta a la narración general de la película como un todo, sino a cada interacción de los personajes. Eso sí, cabe destacar que presten atención a los primeros 5 o 10 minutos de la película, donde se descubre el cadáver que da inicio a la historia, es un ejemplo de puesta de cámara, montaje y dirección de actores. Del reparto destaca su protagonista Mohamed Fellag, que si bien no consigue que comulguemos con la faceta de refugiado de su personaje, sí lo logra lo suficiente con su faceta de profesor, en donde consigue transmitir a través de mínimos gestos y sin discursos grandilocuentes la sentida intención de su personaje de ayudar a estos niños a salir adelante. Conclusión Aunque es una pena que esta película no aproveche las enormes posibilidades argumentales que tiene, no se puede negar que tiene un profundamente inteligente desarrollo temático. Si lo que quiere ver es un debate, a modo de ficción, sobre la pedagogía actual, vaya. Pero la falta de esa tensión que le dé ganas al espectador de saber cómo termina la historia, no me hace tenerle mucha fe como película.