Una commedia all’italiana con unos personajes deliciosos. Muchas comedias provenientes de Italia tienen la particular distinción de contar no tanto la historia de un personaje sino de varios. La película que nos compete, con un humor que radica menos en lo físico y más en el precepto de “es gracioso porque es cierto”, entrega una gama de personajes, en donde cada uno esta ricamente desarrollado. ¿Cómo está en el papel? Esta peli cuenta la historia de tres padres divorciados que han conocido tiempos mejores: Ulises (Carlo Verdone, también director de la película), un otrora productor musical que ahora se limita a vender discos de vinilo; Fulvio (Pierfrancesco Favino), un crítico de cine caído en desgracia que ahora escribe columnas de chimentos; y Doménico (Marco Giallini), un charlatán y ventajero agente inmobiliario que es la corporización absoluta de lo que los Argentinos conocemos como “chanta.” La situación actual ––económica y de vivienda–– de los personajes no está en su mejor momento, así que Doménico les propone a los otros dos protagonistas compartir el alquiler de un mismo departamento. A partir de ahí, la película desarrollara las diversas situaciones hilarantes que derivan de esta peculiar convivencia. El punto más sólido de esta película es el desarrollo de sus personajes. Aunque se justifica el por qué viven los tres ahí y haya suficientes escenas ilustrando la convivencia de tres individuos tan distintos, la gran carne del relato esta, no obstante, en las historias individuales de cada uno de los personajes. Estos poseen una multidimensionalidad que los hace humanos, identificables y queribles. Esta se establece por medio de flashbacks ––tal vez forzados, pero siempre al grano y con el tiempo justo–– en donde nos enteramos que estos caballeros no son ningunos santos; ni buenos ni malos, solo gente, como vos o yo. Esto acentúa el peso que tienen las acciones del pasado sobre ellos, y contribuye levemente a lo que creo es la temática de la película, que es la dificultad de dejar el pasado atrás; cuyo símbolo más potente esta en el cinturón propiedad de Jim Morrison, que Ulises no quiere vender por nada del mundo. Aunque cada personaje tiene su peripecia, la que más destaca es la que está protagonizada por el propio director de la película. En esta, inicia un idilio con la atractiva cardióloga que atiende al personaje de Doménico. La chispa del personaje, amén de sus sendos problemas médicos y emocionales, son los componentes que arman una química perfecta junto con el personaje de Carlo Verdone. Con esta historia sola, ya tenemos suficiente para una buena película; las de los otros personajes y la historia de la convivencia en si están, en mi opinión, de mas. Pero como Verdone les presta la misma cantidad de atención, al igual que les provee de un desarrollo y conclusión satisfactorias a todos los arcos de personaje, no solo se la voy a dejar pasar, sino que se la voy a aplaudir. ¿Cómo está en la pantalla? La película tiene una fotografía y un montaje muy sobrios. Es entendible; siendo esta es una película donde la interpretación esta adelante de todo. Pero eso sí, felicito a Carlo Verdone por el jugo que le sabe sacar a los planos generales, aprovechando la extensión del Cinemascope para hacer un despliegue notable de puesta en escena. Los tres actores de la película, así como Micaela Ramazzotti ––quien da vida al interés romántico de uno de los personajes––, entregan todos excelentes interpretaciones por igual; son el cemento que sostiene la estructura de hierro en la que se mueve la película. Funcionan bien tanto separados como en grupo. Conclusión Aunque saca pocas risas, esta película llega a buen puerto narrativamente hablando, por el cuidado ––y sobre todo la atención–– que Carlo Verdone le dedica ––tanto en el papel como en la pantalla–– a cada uno de los personajes; tanto individual como en su interrelación con los otros. Un titulo disfrutable, sobre todo para quienes gozan de estos particulares retratos corales.
Una remake que sostiene el peso temático de la original y la supera por su concisión, pero pierde puntos por un abrupto desenlace. Enrique Pinti, en uno de sus muchos espectáculos, comentó que los argentinos no sabemos lo que es sufrir; que a pesar de nuestras múltiples tragedias (que Dios sabe hemos tenido y muchas), nosotros no sabemos lo que es abrir la ventana de tu casa y ver flameando la swastika, y ver aviones militares surcando el cielo, así como tanques por las calles. No por uno o dos días, sino por seis años. Antes que me caguen a pedos, déjenme pasárselos en limpio: Lo que el humorista seguramente habrá querido decir, es que cualquier país ha sufrido, en mayor o menor medida, ataques terroristas. Pero una invasión, eso es una tragedia de la cual pocos países pueden hablar. En 1984, en plena Guerra Fría, Kevin Reynolds (futuro director de Waterworld) y John Milius (guionista de Apocalypse Now y director de Conan el Barbaro), concibieron la siguiente premisa “¿Que tal si los conquistadores fuesen los conquistados?”. Partiendo de esta cuestión nace Red Dawn, una película que pone a unos chicos de secundario en la difícil posición de defender a la patria, a modo de guerrilla, de los ejércitos revolucionarios que vienen a invadirlos. El original tiene un fuerte tono militarista y es una de las películas más patrioteras que vi en mucho tiempo. Ahí hicieron su aparición Patrick Swayze y Jennifer Grey, pre-Dirty Dancing (Si, a mí también me sorprendió saber que fue acá donde se vieron las caras por primera vez y no en el bailongo); Charlie Sheen, pre-Wall Street; C. Thomas Howell, pre-películas de acción de clase B y Lea Thompson, pre-Mamá de Marty McFly. Irónicamente la remake que nos compete también lo integran actores en papeles previos a su ascenso al estrellato, ya que la película fue filmada y terminada en 2009; pero por los avatares económicos que castigaron por enésima vez a la MGM, no fue estrenada sino hasta el año pasado. Aquí tenemos a Chris Hemsworth, pre-Thor; Jeffrey Dean Morgan, pre-The Comedian; Isabel Lucas, la minita robot de Transformers 2; Adrianne Palicki, la Mujer Maravilla que pudo haber sido (Posta, esta pobre mina esta cagada por un tiranosaurio; proyecto que aparece, proyecto que no ve la luz del día o tarda eones en estrenarse) y Connor Cruise. Si, el retoño de Tom. Pero haciendo la data inútil a un lado, retomemos el tema. Estamos ante una de las pocas remakes que, aunque igualando el peso y el desarrollo temático de la original, supera a esta en lo que a términos de calidad y ritmo narrativo se refiere. Para mí, ojo, para mí. ¿Cómo está en el papel? La historia es así: Jed Eckert (Hemsworth) vuelve de la guerra a la Spokane que lo vio nacer, justo en el momento que su hermanito, Matt, pierde un partido de futbol americano. El bajón de esta derrota no se compara a lo que se encuentran a la mañana siguiente, cuando ven el cielo surcado por aviones del ejército norcoreano y paracaidistas del mismo ejército que ni bien pisan tierra empiezan a matar a todos. Previo secuestro ––y ejecución–– de los elementos que ellos consideran subversivos (los padres de los chicos), los muchachos quedan librados a su suerte, y bajo la tutela de Jed, conforman una guerrilla con miras a derribar a los invasores. El desarrollo del guion es muy conciso; a través de un muy buen uso de material de archivo nos metemos en el universo de la película sin dudar, sin preguntar, o crees o reventas. Todos los personajes tienen un pasado y hay dos claras intenciones temáticas: Por un lado, intenta aleccionarnos que parte de la victoria es sobrellevar la derrota. Por otro, que esa victoria es imposible, si no hay confianza y lealtad entre los miembros del grupo. El incuestionable patrioterismo que se esconde sutilmente en estas líneas se le puede perdonar, más que nada por la manera en que se desarrollan los objetivos emocionales de los personajes y como pasan al frente. La estructura de la película funciona como un cuidado mecanismo de relojería. Los puntos de giro surgen de manera orgánica y contundente, y las escenas que nos llevan de una punta a la otra se encadenan con mucho ritmo; no hay un solo momento de aburrimiento; hasta las escenas más emocionales tienen esta rapidez. Por desgracia esta película tiene un problema, y es que te da la sensación de que falta el tercer acto. O sea, ves la resolución del conflicto y aunque lo parece, no se siente como tal, y cuando crees que es un final falso que es solo el prologo al verdadero clímax, salen los títulos de crédito y quedas estupefacto preguntándote “¿Eso es todo?” ¿Cómo está en la pantalla? Mucha gente me ha hablado largo y tendido sobre Dan Bradley, que es uno de los mejores coordinadores de riesgo que hay, que es el mejor director de segunda unidad laburando en Hollywood, etc., etc., etc. y puedo ver el por que de tanto escándalo: Este caballero sabe dónde poner la cámara, sabe cuando moverla o cuando dejarla quieta, sabe cuando conviene lo estático y cuando lo quinético. Cabe destacar que es un hábil director de actores. No te digo que es Sam Mendes, pero las escenas que son mas dramáticas, donde se discuten los dilemas éticos y morales que enfrentan los personajes, traen resultados que enganchan tanto como cualquier escena de acción, que como es esperable en un tipo con los antecedentes de Bradley, son muy logradas. En el apartado actoral, todos los actores antes mencionados entregan interpretaciones a la medida. Aunque, cuando las papas queman, los que sobresalen, por su compostura, son Hemsworth, Chris Peck como su hermano y Jeffrey Dean Morgan. En lo que a Connor Cruise refiere, el muchacho no será Marlon Brando, pero dio un primer paso, por ínfimo que sea, hacia el camino correcto. Si se esmera puede ir mas allá de ser “El hijo de…” Las comparaciones son odiosas… pero en las remakes son inevitables. Las diferencias entre ambas versiones recaen en dos factores: ritmo y tono. La original aunque poseía un fuerte contenido temático, arrastraba bastante en lo narrativo en pos de mostrar la verosimilitud de la situación, trayendo como resultado que las dos horas de duración parece que fueran más. La remake, por otra parte, es más concisa, con menos de una hora y media, solo dos planos le bastan para establecer su verosímil: el de los aviones surcando el cielo y el plano general de un cuartel militar. Eso es todo. Las diferencias de tono recaen principalmente que en la primera los integrantes del grupo piensan directamente en las necesidades de la mayoría, sin mayores miramientos. Mientras que la remake hace un tira y afloje entre las necesidades de uno y las de la mayoría. Es precisamente este factor por el cual, para mí, esta remake supera al original. Porque de ocurrir esto en el mundo real, es bastante más probable que nos encontremos ––y vivamos situaciones similares–– a gente más parecida a la de la remake que a la de la original. En la original, el altruismo y las ganas de matar al enemigo surgen de entrada. La remake no vende eso, en la vida real, mas seguido que no, se llega al altruismo después de recorrer un largo sendero de egoísmo. En la original, estos muchachos, nenes de secundario, aprenden a manejar artillería pesada de la nada y donde apuntan, atinan. Acá, los guionistas se molestan en convertir a uno de los protagonistas en un veterano del ejército, quien los entrena en todo tipo de combates y hasta disparan con armas que a menudo les fallan. En fin, su equivocación y su esfuerzo suman al verosímil y nos enganchamos con los personajes –––y con los temas de la película–– hasta el final. Esto no ocurre con la original, el tema se palpa, pero los muchachos terminan siendo carne de cañón. Nada más. Vuelvo a resaltar: 90 minutos de la remake contra 114 de la original. El único aspecto donde la original si le gana a la remake es en el desenlace. Ambos finales son patrioteros, pero el de la original, aunque ambiguo, cierra con moño y el de la remake parece que apunta a allanar el terreno para posibles secuelas… que dudo tengan la chance de existir. Conclusión Una narración entretenida, correctamente actuada y cabalmente dirigida. El guion muy bien, pero creo una expectativa que a la postre, nos dejo con la sangre en el ojo. El hecho concreto es que si te gustan las de acción, y/o querés babearte con Chris Hemsworth o Adrianne Palicki, adelante. Pero considérense advertidos. Cabe destacar que va a sumar a tu asombro, el no haber visto la original de antemano. El puntaje a continuación incorpora una sustracción producto del tercer acto ausente.
Un acercamiento, tan inusual como conciso, de un tema complejo que jamás sucumbe al golpe bajo. la-guerre-est-declaree-declaration-of-war-31-08-2011-1-g Cameron Crowe, mientras escribía Casi Famosos, fue advertido por muchos de los peligros de ponerse a sí mismo, casi literalmente, en su guion. El riesgo que se corría no era tanto el sometimiento de la película a la crítica, sino el sometimiento del propio autor ante la misma. Esta reflexión fue lo primero que me llegó al ver el afiche de esta película, que clamaba que no era una película “Basada en una historia real” sino “Basada en su historia real”. El “su” se refiere a la historia real de los actores que protagonizan la película. Si hacer esta película fue complicado para la realizadora, también lo es ––salvando las obvias diferencias, desde luego–– para el que le toque reseñarla. Ya que, repito, se corre el riesgo de que los lectores se confundan y crean que estamos criticando las acciones de la actriz como persona, más que las del personaje que interpreta; o peor, si la crítica no llegase a ser laudatoria, el reseñador corre el riesgo de quedar como una basura sin corazón. Afortunadamente, Valerie Donzelli, directora y protagonista del título a reseñar, a diferencia de muchos de sus compatriotas, no se escuda detrás de “la realidad duele”. Ella quiere ser sincera, pero también quiere ganarse al espectador, y aunque el presente titulo no sea para todos, alcanza con creces las metas narrativas que se propone. ¿Cómo esta en el papel? Este título cuenta la historia de Romeo y Julieta (la alusión se explica sola), una pareja que se enamora y al poco tiempo tienen un hijo al que llaman Adán (otra alusión que también se explica sola). Lasla-guerre-est-declaree-photo-8 complicaciones surgen cuando notan ciertas rarezas en las acciones motrices del pequeño, y al llevarlo al médico, cae la bomba: Tiene un tumor cerebral. A partir de acá la película narrará como los padres hacen para sobrellevar la enfermedad y el tratamiento que esta implica. Todo parecía estar listo el pollo para que tiraran cuanto golpe bajo se pudieran imaginar. Pero Donzelli, junto a Jeremie Elkaim, guionista y co-protagonista, tomaron todas las precauciones para evitar con maestría ciertas escenas que, en otras películas de similar premisa, muchos otros directores considerarían mandatorias. En resumidas cuentas, por una parte, nunca se pierde de vista la gravedad del asunto y la ocupación ––y la preocupación–– de los padres ante el mismo, pero jamás te muestran a la criatura sufriendo y llorando bajo el yugo del tratamiento, y si lo hacen es muy sutilmente y a través del poder de la sugestión. Por otro lado, y esto para mi es uno de los grandes aciertos de la película, es la cuestión de que esto es mas la historia de cómo los protagonistas sobrellevan esta crisis, que los pone a prueba como pareja, que de la enfermedad en sí. Dos claros ejemplo de esto son, primero, el afilado poder de síntesis utilizado a la hora de contar como esta pareja se conoció y llegó a donde esta; segundo, la escena con la que abre la película, en donde al espectador le queda claro desde el vamos cual es el final. Esta declaración de principios, la declaración de vida a la que alude el titulo (cuyo título original es, de hecho, Declaración de Guerra, con esta última palabra tachada), es la de combatir esta enfermedad; pero no desde la cursilería o la resignación resentida, sino como una acción, que aunque a muchos les parecerá cuestionable desde ciertos aspectos, tiene mucha lógica y es mucho mas preferible que pasársela llorando por los rincones. Tan claro tienen el enfoque los intérpretes/guionistas, que me animaría a decir que el montaje donde toda la familia se entera de la condición de Adán, esta melodramatizado (y sobreactuado) a propósito. Como si en esos minutos, nos tirasen a un tornado de lugares comunes solo para alejarnos por completo de ellos durante el resto del desarrollo. ¿Cómo está en la pantalla? La-Guerre-est-declaree_01La influencia de la Nouvelle Vague es clara y potente desde el vamos. Hay mucha utilización de la cámara en mano, saltos sobre el eje, el uso de la voz en over que nos revela la historia previa ––y en muchas ocasiones el futuro–– de los personajes, el correteo de los personajes por las calles y por los pasillos (clarísimo homenaje a Bande á part, de Godard), etc. No obstante, mas seguido que no, Donzelli aporta ciertas cosas de su propia cosecha que son de destacar: El uso de unas muestras de sangre desfilando ante la pantalla, un plano sostenido de ella misma cantando con una sobreimpresión de su co-protagonista, y sobre todo, el plano que cierra la introducción del inicio de su historia de amor, que se explica solo. Cuando lo vean, se van a avivar que estamos ante una directora afiladísima y con completo conocimiento del lenguaje cinematográfico. Por el costado de la actuación, aunque Jeremie Elkaim ––quien da vida a Romeo–– entrega una correcta actuación, quien se lleva la película al hombro es definitivamente Valerie Donzelli, que hace gala de un alto nivel interpretativo a la par de su pericia como realizadora. Conclusión Una película que brilla por un guion inusual y conciso ––y no por eso desprovisto de emoción; una de las trampas habituales de la síntesis–, así como por la creatividad de su directora a la hora de encarar dramática y cinematográficamente los conflictos que ofrece la trama. Una narración excelente pero que, en honor a la verdad, es más recomendable para los incondicionales del Cine Francés.
Un retrato de brillante movilidad sobre dos luminarias Hablar de Renoir es hablar no de un genio, sino de dos. Por un lado, tenemos al pintor impresionista que ha celebrado la sensualidad femenina como pocos, y por el otro, tenemos a su hijo, legendario director de cine de títulos memorables como La Gran Ilusión y Los Bajos Fondos, solo por decir algunos. El prospecto de que estas dos luminarias sean los vértices de un triangulo amoroso, promete una película que sin importar lo verídico, nos muestra la relevancia que tiene la pasión en cualquier disciplina artística. ¿Cómo está en el papel? Aunque la película se llama Renoir, es de hecho la historia de Andree Heuschling, la ultima modelo del pintor Pierre Auguste Renoir. Dicho lazo se establece en el año 1915, momento en el cual su hijo, Jean Renoir, regresa a casa momentáneamente tras luchar en la Primera Guerra Mundial mientras se cura su pierna. La película pone el acento en el floreciente romance entre la modelo y el futuro director de cine, que por esa época todavía trataba de encontrarse a sí mismo. Aunque la película apunta a ser una narración desde el punto de vista de esta modelo, es mas como una llave que abre la puerta para que el espectador pueda entrar y ser testigo, dramática y narrativamente, del ocaso de un artista y el ascenso de otro. Esta película es movida íntegramente por sus personajes, sus pensamientos, sus perspectivas sobre la vida y la búsqueda de significado en la misma, pero más que nada se trata de la búsqueda de ese significado a través de la pasión, carnal o por cualquier otra cosa. Esa pasión que nos motiva a torcer un destino poco feliz. Esa pasión que hacer surgir nuestro lado más luminoso y a la vez nuestro lado más oscuro. ¿Como esta en la pantalla? Aunque Michel Bouquet se roba la película en cada escena que aparece como el pintor en cuestión, Christa Theret, como su ultima musa y Vincent Rottiers, como Renoir hijo entregan dignas interpretaciones a la altura de los personajes que tratan de encarar. Felicito al director Gilles Bourdos, porque su técnica narrativa es impecable. Cualquier director en su lugar, al enfrentarse a un historia que tiene por protagonista a un pintor, hubiera entregado una película estática que ni el mas hiperquinetico montaje habría podido salvar. En lugar de eso, Bourdos elige usar sendos travellings combinados con paneos entre uno y otro lado de la conversación, lo que sumado a un paciente montaje, mantiene la película en constante movimiento; un seguimiento que nos mete en la cabeza de todos los personajes. Todo esto es posible gracias a un gran trabajo de iluminación y composición, que la hacen muy agradable a los ojos sin perder de vista la historia que se está contando. Conclusión Un competente relato sobre dos figuras que brilla por una narración hábil. Recomendable, sobre todo para aquellos que disfrutan del arte tanto del Renoir padre como del Renoir hijo.
Una sensatamente escrita y cabalmente dirigida entrega del héroe de las garras. Vos sabes que un personaje goza de una popularidad descomunal cuando le pedís a alguien que te nombre por lo menos un personaje de los X-Men y la respuesta, del más acérrimo espectador al más neófito, suena algo parecida a “Guepardo” o “Buolberin”. Tan presente esta en el imaginario colectivo este personaje que, en términos generales, se ha vuelto un sinónimo del grupo al que pertenece. El salto del comic a la gran pantalla no hizo más que potenciar esta cuestión, a tal punto que Hugh Jackman, un actor australiano completamente desconocido, encontró la fama instantánea al interpretar al querido Logan. De este modo, hizo despegue una carrera que, a base de un sólido talento, logro florecer más allá de este personaje, pero al que siempre vuelve de tanto en tanto con profesionalismo y gratitud; últimamente más lo segundo que lo primero. Pero la popularidad es un arma de doble filo. Habiendo igualado en el cine la popularidad conseguida en el medio impreso, los estudios se plantearon darle al personaje su propia película del mismo modo que tuvo comics dedicados íntegramente a él. Esto se materializo con el estreno en 2009 de X-Men Orígenes: Wolverine. La película dirigida por Gavin Hood, director de la ganadora del Oscar Tsotsi, fue, a mi parecer, una película con mucha acción y casi nada de drama ––eso sí, un muy buen laburo de Liev Schreiber como Sabretooth––; primordialmente porque lo que nos atraía de Wolverine no era su aspecto de lobo solitario, sino lo que generaba esa soledad; la de desconocer quién era. Por lo que esa película no presentaba un interés mas allá de “Que copado, es inmortal, mira en todas las guerras que estuvo” o “Nah, ¿Las garras que tenia eran orgánicas?”, y una vez que pasaba decías “Va, va, que pierda la memoria, que tengo que ir al baño”. Esta nueva iteración a cargo de James Mangold, un realizador con mucho peso dramático, pero que también sabe pilotear muy buenas películas de género, nos trae a un Wolverine en el polo opuesto de la soledad arriba mencionada; solo que esta vez esa soledad es producto de la culpa. Y esto, amigos míos, es lo que hace a esta película sobresalir, por lo menos en comparación a la otra película en solitario del personaje. ¿Cómo está en el papel? Dejemos una cosa clara desde el vamos: Esto no es una secuela de X Men Orígenes sino una secuela de X Men: The Last Stand. Logan se recluye en el bosque, lleno de culpa por haber causado la muerte de Jean Grey, al punto de tener constantemente pesadillas con la mencionada pelirroja como protagonista. Nuestro protagonista es contactado por una japonesita, muy habilidosa con la katana por cierto, que viene a buscarlo a pedido de su patrón, un anciano que está a punto de morir y desea que Logan viaje a Japón para poder despedirse. Resulta que, hace muchos años, Logan le salvo la vida a este caballero, que de otro modo habría muerto en el bombardeo atómico en Nagasaki. Este anciano le ofrece a Logan terminar con la vida eterna que tantos problemas le ocasiona transfiriéndosela a él, para terminar con la enfermedad que lo aqueja. Logan rechaza la propuesta y trata de decirle al viejo que la vida eterna no es como la pintan. Con esta negativa se presentan dos problemas. Uno, una rubia llamada Viper le quita los poderes metiéndole un bicho dentro de su organismo al mejor estilo The Matrix. Dos, tiene que proteger a la nieta del ahora fallecido japonés, que es la heredera de su fortuna y tiene a los Yakuza (los puños envenenados del pacifico, LA MAFIA JAPONESA, diría Maude Flanders) mordiéndole los talones. Este es el argumento de la película, y aunque estructuralmente funca como un mecanismo de relojería, esta privilegia mas el viaje emocional del personaje más que cualquier otra cosa. Hay escenas de acción a rolete, obviamente, pero lo que quiero destacar fue el acierto de los guionistas, Mark Bomback (Duro de Matar 4.0) y Scott Frank (Get Shorty), de equiparar y darle el tiempo justo y necesario tanto a las escenas de acción como a las emocionales; una movida bienvenida en la narración cinematográfica superheroica que casi siempre, y con resultados fallidos, siempre elige uno de los polos y lo sazona con el opuesto. Cualquier otro guionista, ante este concepto de un Wolverine sin poderes, se habría limitado a meterle cuanto obstáculo se le ocurra para ver como cazzo hace para zafar si no tiene poderes. Bah, sabemos que va a zafar, pero lo que nos compra de estas pelis no es el que, sino el cómo. No es el caso de The Wolverine. Acá el objetivo no es proteger a la heredera; esa es la excusa para meter las escenas de acción, ya que de otro modo nos encontraríamos ante el mismo dilema del Hulk de Ang Lee. Esta es la historia de cómo Logan sobrelleva la culpa, recupera su honor, y se acepta por quien es. Estableciendo así la diferencia entre un dilema existencial manifestado a través de la acción en vez de un dilema existencial que “oh, casualidad” tiene acción. ¿Cómo está en la pantalla? James Mangold es el director ideal para este proyecto; así como el guion de The Wolverine tiene una justa medida de acción y drama, la filmografía de este director es precisamente eso: Ha dirigido dramones como Heavy, Inocencia Interrumpida, Walk the Line y Kate y Leopold; pero también ha dirigido películas fuertemente genéricas como son Cop Land, Identity, 3:10 to Yuma y Knight and Day. Esta iteración del héroe de adamantium tiene a ambas instancias en perfecto equilibrio. Aunque las escenas de acción están tremendamente logradas por el nivel de tensión que manejan, esta película nos llega por las escenas que son un poco mas dramáticas en las que se debaten los temas que propone la película. El excelente pulso narrativo de Mangold es lo que lleva a esta película a buen puerto. Hugh Jackman ha recorrido un largo camino desde aquella primera película de X Men, y no obstante, ha conseguido mantener en su interpretación esa lucha interna que posee el personaje, otorgándole nuevas dimensiones; muy necesarias ahora que los detalles de su personaje no son tanto un misterio como lo fue en películas anteriores. Conclusión Un titulo que cumple con la acción que promete, y donde, atípicamente, las emociones están adelante de todo, sin llegar a la “mariconada” de la que se acusa a la gran mayoría de las películas de superhéroes en la actualidad. Este perfecto equilibrio es lo que hace a esta película recomendable. Eso sí, quédense a los créditos, porque tiran una sorpresa que no la van a poder creer.
Una pelicula, que a pesar de mostrar talento en lo actoral y lo tecnico, es deprimente. A favor Esta película cuenta con un nivel interpretativo altísimo de parte de sus protagonistas. Hay una fotografía naturalista y un montaje sutil, que corta solo cuando debe hacerlo. En contra Lo arriba mencionado es lo único bueno que tiene esta pelicula; si voy a escribir una crítica poco laudatoria, como la que redactare a continuación, me pareció correcto ser justo y mencionar las virtudes (por pocas que sean) que posee el presente film al principio. Ahora, bien, ¿Qué tiene de malo? Pongámoslo del siguiente modo: Un kilo de helado Una grande de Muzzarella Dos choripanes El menú ejecutivo de un restaurante Ocho Patys Un menú de McDonalds o Burger King Una entrada al Parque de la Costa 5 paquetes de Mani Cargar la SUBE A lo que voy es que pagar por cualquiera de estas cosas es mejor compra que una entrada para esta pelicula. La historia (o debería decir el racconto, ya que no se esta narrando nada) es sobre un ex presidiario que se va a vivir con su madre quien tiene una enfermedad terminal y desea irse a Suiza para practicarse la eutanasia. Hay una subtrama romántica que involucra a una mujer, pero eso es todo; los personajes no cambian, no se desarrollan, no hacen otra acción mas que gritarse los unos a los otros de la forma más hiriente que te puedas imaginar. Es deprimente e insoportable como pocas, o peor, como ella sola. Es una verdad de perogrullo eso de “la realidad duele” pero no necesito entrar a una sala por 105 minutos para que me lo recuerden; para eso camino la calle o me quedo en mi casa. No se genera empatia alguna por los personajes, y si la consiguen, la pierden. Sin ir más lejos, la hija de un batallón de putas de la anciana protagonista se atreve a envenenar un perro. Después de eso, rogué para que la película terminara, ya que no sentía ni lastima por los personajes, y vos sabes eso cuando al ver al pobre pichicho sobre el suelo en un charco de su propio vomito esforzándose por respirar, te sale un levemente silencioso “Ma si, morite, vieja de mierda”. El director puede escudarse todo lo que quiera en eso de “mostrar la realidad” pero cuando a vos te deja de importar lo que le pueda pasar a los personajes es un ENORME punto en contra; un maltrato hacia el espectador que habla muy mal de la labor de dirección asi como la labor de guión. Lector, hágame caso, saltéese esta película. No se esta perdiendo nada. Si entra la va a pasar mal como nunca. No se la recomendaría ni a aquellos que gustan del cine comercial, asi como tampoco a los que gustan del cine de autor. No es un pecado el que no entretenga, pero si lo es el ofrecer esto como una “reflexión”. Quien la vea, puede que lo perciba así, pero el boca a boca consecuente va a jugar más en contra que a favor. Y con razón. Conclusión NO LA VEA. Sería un desperdicio de Pesos, y ya que estamos, de Euros si lo hiciera. Ofrezco mis disculpas por el lenguaje soez utilizado en esta reseña.
Un denso pero profundamente detallado raconto de la vida y obra del genial neoyorquino. Woody Allen es un gran exponente de lo que muchos consideran humor inteligente. Dado a que mucha gente elige, peyorativamente y sin sustento, usar el término “inteligente” para decir “sin malas palabras” yo elijo llamarlo un gran exponente del humor, y punto. Todos sabemos de sus neurosis, sus miedos y sus inseguridades, las cuales transmite a sus personajes, aunque jure y perjure en contadas ocasiones que no hay nada de autobiográfico. Pero aun cuando el espectador ––sobre todo aquel que es admirador acérrimo de Allen–– puede leer entre líneas, hay cosas que quiere saber sobre el proceso creativo de un cineasta que se las ha ingeniado para producir una película al año durante más de cuatro décadas. Una pregunta que siempre le hicieron, y siempre dio o quiso dar una explicación simple. Pero nosotros sabemos que queremos la explicación compleja. La mitad buena La carne del documental es la que nos da acceso a un Woody Allen que nunca vimos antes. Un aspecto interesantísimo que es abarcado antes de meternos de lleno en el racconto de su vida profesional, es aquel donde lo vemos trabajar; es decir escribiendo. Vemos a Allen garabatear en sendos blocks amarillos, cuyas hojas guarda en un cajón. Cuando vemos esas hojas en detalle, se puede notar que no es un formato de guion escrito a mano, sino notas, detalles al azar que luego Woody escribe en una máquina de escribir alemana, de la cual comenta “vivirá mucho más tiempo que yo”. El entrevistador le pregunta, tras señalarle que un procesador de texto le ofrece la oportunidad de copiar y pegar, sobre como hace cuando quiere cambiar una línea de lugar ¿Debe escribir todo de vuelta? No voy a develarlo, pero simplemente voy a decir que Bill Gates tendría que soltarle unos billetes a Woody, porque su método tranquilamente podría ser la prehistoria del copiar y pegar. Luego el documental indaga en detalles que ya conocíamos de Woody, pero profundiza un poco más allá. Por ejemplo, que él siempre gozo del corte final ya que sus productores habituales fueron primero sus representantes. También figura que él nunca quiso ser un cómico de stand up, pero que termino ahí por la calidad de su escritura, y su miedo escénico fue una parte esencial de su éxito como tal. Y que tuvo que filmar con Mia Farrow una escena crucial de Maridos y Esposas, a poco tiempo de descubrir esta las fotos que Allen había sacado de su entonces hijastra Soon-Yi. Hasta este punto el documental mantiene el interés del espectador en todo momento. Concretamente como Allen Stewart Konigsberg se convirtió en Woody Allen, y como trató de encontrar un equilibrio entre comedia y drama después de Annie Hall. La mitad densa Desde la mención sobre el escándalo con Soon Yi, es ahí donde el documental cae en picada y se hace eterno. Primordialmente porque de ahí en adelante es toda información que ya conocemos. Obviamente esta segunda mitad es levemente salvable porque indagamos en la manera que tiene Woody de dirigir a sus actores, y el neoyorquino tira alguna que otra observación que le saca unas risas al espectador. Conclusión Un documental abarcativo y profundo sobre una de las figuras más relevantes de la historia del cine. Cabe decir que es exclusivo para aquellos que siguen de cerca la filmografía de Allen. La nueva data le volara la peluca a más de uno, pero hay que irse armado de paciencia porque son dos horas que no transcurren con mucho ritmo.
Una comedia que aunque sigue los lugares comunes de premisas similares consigue entretener. Ritmo Perfecto es una de esas películas que sigue la fórmula de guion Hollywoodense tan al mango, que cuando lees la sinopsis te agarra un flash forward ––al mejor estilo Christopher Walken en La Zona Muerta–– en el cual podes predecir cuál va a ser el desarrollo de la película. Pero, cabe destacar, que se separa de sus poco ilustres antecesoras gracias a la peculiaridad de sus personajes. ¿Cómo está en el papel? Resulta que Becca (Anna Kendrick, goddess) quiere dedicarse a la música ––es una eximia DJ––, pero su padre, un profesor universitario, le rompe las guindas para que le dé a la educación universitaria un changüí, con la promesa de que si después de un año no le cabe, puede irse a Los Ángeles a girar discos como loca. Entre dichos requisitos figura que Becca se tiene que meter a una actividad extracurricular, y después de ser agarrada cantando en la ducha, es persuadida para unirse al grupo femenino de canto a capella (canto sin acompañamiento). Una vez establecida esta cuestión, aparecen todos los lugares comunes que se puedan imaginar de una película de esta naturaleza: el interés romántico, el antagonista soberbio, el coro de chicas que parece integrado por el equivalente femenino de la alineación de The Full Monty, la líder de la banda autoritaria que le tiene envidia a la protagonista, Yadda, Yadda, Yadda, same old, same old. Pero, a pesar de su enorme predictibilidad, felicito a los guionistas por haberle encontrado la vuelta a varios de estos estereotipos. Por ejemplo, entre las integrantes del coro encontramos a una señorita que no tiene vergüenza en admitir que es la “bombacha veloz” del grupo, por otro lado tenemos a una japonesa con la voz muy bajita (piensen en Hooks de Locademia de Policia) que es una carcajada inmediata cada vez que dice algo, y un personaje, llamado Fat Amy, que siempre esta con el remate justo. Párrafo aparte merecen los caballeros; el principal antagonista es un idiota que se cree el regalo de Dios para el mundo de la música, y aunque parezca serlo se gana no tanto el odio, sino la repulsión inmediata del espectador. Se cree Robbie Williams y no llega a ser Carlitos Bala. Pero el interés romántico de esta película fue lo que me convenció definitivamente del rumbo que quería tomar esta película a nivel personaje. Se sabe que se está escribiendo una película para minitah, y ¿Cómo son la mayoría de estos personajes en dichas películas? Adonises perfectos con mucha conciencia social, que solo les falta haber nacido en Krypton para ser Superman. En esta película no verán tal cosa; el caballero que ocupa dicho rol se gana al espectador ––por lo menos a los más geeks–– con una sola frase, una solita nada más: “He aquí las cinco mejores bandas sonoras de todos los tiempos: Tiburón, Star Wars, E.T., Rocky y The Breakfast Club.” Un caballero, con un paladar musical así de rico, es imposible que sea un idiota. (Si, si, rantee un poco, pero eso fue lo que sentí) ¿Cómo está en la pantalla? Buena foto, Buen montaje, ni más ni menos que eso. Un aplauso a todos los que laburaron en el sonido de la peli, porque te la regalo hacer el armado y mezcla de bandas de un grupo a capella para que suene tan bien y con tanta armonía como suena en esta peli. Por el lado de las actuaciones Anna Kendrick entrega una actuación a la altura del desafío, igual el resto del reparto. Pero quiero destacar a Rebel Wilson, de quien me dijeron muchas cosas buenas y yo no lo creí hasta que la vi; el carisma de esta chica es algo que no está escrito, como director tenés que tener muchísima suerte de encontrar en un casting a alguien con tanta chispa como ella. Conclusión Una película predecible pero muy entretenida gracias a la idiosincrasia de sus personajes. Es una peli ideal para pasar el rato, y apreciar la magia de la voz como un instrumento.
El director de La Celebración se despacha con una narración brillante sobre el morbo que se esconde detrás de la condena social. ¿Cuantas veces hemos oído la frase “Los niños no mienten”? ¿Cuántas veces negamos que aprenden a hacerlo de nosotros? ¿Cuántas veces hemos condenado las acciones de una persona, sin evidencias concretas de su malicia? ¿Cuántos de nosotros estamos siempre listos, escudándonos detrás de una supuesta superioridad moral, para responder con cualquier tipo de violencia? Thomas Vinterberg nos confronta con estas cuestiones, y lo que creemos saber de ellas, en su nuevo opus. ¿Cómo esta en el papel? La película cuenta la historia de Lucas, un maestro cuya escuela cerró y ahora trabaja en un jardín de infantes. Un día recibe los avances –inocentes, desde luego– de una de las niñas a su cargo y al rechazarla, esta empieza a difundir un rumor de que abuso sexualmente de ella. Las autoridades del colegio lo denuncian y empieza una condena social, que oscila entre el abuso verbal y los ataques físicos, que no le pudo caer en peor momento a Lucas, ya que esta luchando por la tenencia de su hijo. El guión posee un excelente desarrollo estructural y de personaje; estas pegado a la butaca, pensando en como va a terminar o, peor, si cabe la posibilidad de que Lucas realmente haya cometido la atrocidad de la que se lo acusa. Dicho recorrido va a la par de su excelente desarrollo temático, donde el subtexto cobra un rol transcendental, sobretodo para poner en marcha el conflicto de la película. Me pareció brillante el elemento de la caza como metáfora de lo que están viviendo los personajes; sobre todo la utilización de la frase “Cuando los niños se vuelven hombres, y los hombres se vuelven niños”, utilizada para describir el rito trascendental –descrito en la pelicula– de obtener la licencia de caza. Dicha frase resume a la perfección la temática de la película. Los niños aprenden a mentir como los adultos, y los adultos se comportan irracionalmente como si fueran niños, al aceptar con cierta ingenuidad, infantil si se quiere, el testimonio de una niña como la verdad simplemente por creer que “Los niños no mienten” con la vehemencia de un chico que cree en Papá Noel sin cuestionar su existencia. ¿Cómo esta en la pantalla? La película tiene unas riquísimas composiciones de cuadro en 2.35:1 (Cinemascope), utilizando una paleta de colores fríos y con muchos contrastes; amen de una muy buena utilización de las luces y las sombras. También hace uso de una buena economía de planos, que están yuxtapuestos por un montaje preciso. El nivel actoral de esta película esta muy bien, pero lo mas alto del reparto es incuestionablemente su actor principal, Mads Mikkelsen. La gama de emociones que expone este caballero es notable: Timidez, Ira, Alegría, Frustración, Tristeza, Dudas. Un trabajo digno del galardón que se llevo en Cannes por esta película. Cuando lo vi., al menos para mi, se convirtió en algo mas que el villano de James Bond en Casino Royale. Lleva el protagónico con mucha fortaleza y produce desde el vamos empata con el espectador. Conclusión Una historia que pone en jaque nuestras creencias del mundo y critica el morbo detrás de los que ejercen la condena social sin un sustento fuerte. Guión y Dirección de afilada pericia, transmitidos a través de un actor protagonista que, con mucho talento y emoción, se compra al publico desde el vamos. Altamente Recomendable.
Un guion decente echado a perder por una dirección “moderna” Oliver Stone decía “Se puede hacer una mala película de un buen guion, pero nunca se va a poder hacer una buena película de un mal guion”. En lo que a la cinematografía local se refiere, conozco varios ejemplos de lo segundo, pero pocos a ninguno de lo primero. El presente título es una verdadera rareza: Un guion adecuado, que se desaprovecha con una dirección demasiado estilizada para su bien. ¿Cómo está en el papel? Julián es un ex-convicto que auxilia a Cynthia, una prostituta, de morir a manos de un asesino a sueldo que acaba de ejecutar a su ultimo cliente, un candidato a senador. Huyendo de la policía, que los cree culpables, se ocultan en el departamento de un travesti amigo de Cynthia, mientras Julián trata de dilucidar por qué paso lo que paso. Esto es la trama de Rouge Amargo, una trama que es muy bife con papas pero por lo menos tiene claro que está contando. No pretenden reinventar la pólvora, pero apuntan a usarla para entretener a través de personajes desarrollados decentemente y con escenas de acción bien concebidas y bien ubicadas. Tiene un punto a favor: un giro de guion que, honestamente, no se lo ve venir. El punto en contra es que hay ciertas cosas que hacen un poco de ruido en el desarrollo de la trama. Nada grave, pero uno siente que con una sola pulidita más al argumento les hubiera quedado algo mucho más redondo (por ejemplo lo mal que suena la palabra “corazonada”; es demasiado artificiosa para el cine nacional). Pero el saldo definitivo es que es un guion correcto; lo que es decir mucho de una película argentina que fue escrita a ocho manos. ¿Cómo está en la pantalla? En el aspecto actoral tenemos una interpretación correcta de Luciano Cáceres, aunque uno tiene la noción de que no termina de encontrar su lugar en la trama. Emme entrega una interpretación creíble, pero decae en aquellas escenas que requieren un poco más de emoción. Cesar Vianco (Milazzo de Los Simuladores) ofrece una interpretación temible de su asesino a sueldo, entregando lo suficiente para que el espectador lo vea como un antagonista creíble. Nicolás Pauls entrega una decente interpretación; nada para criticar, pero tampoco mucho para admirar. Lo mejor de la película a nivel interpretativo es Gustavo Moro y el travesti a quien da vida. Es uno de esos secundarios, que cuando no memorables, sostienen y muchas veces salvan una escena. Para tenerlo en cuenta. Cuando se tiene un guion clásico y lo suficientemente bien armado como el de esta película, una dirección igual de clásica te entrega una película pasable, que cumple con la intención de entretener a la que apuntaba. Este título tristemente no lo consigue por una cámara en mano demasiado movida y un montaje, que cuando no hace abuso de las disolvencias, es demasiado ansioso para cortar; muchas veces la duración de los planos no llega a ser la suficiente para que el espectador entienda y procese la información. Conclusión Un título que lo tenía todo, no para ser una obra maestra, pero si para no ser una más del montón, y que lo echa a perder por una dirección demasiado efectista para su bien.