Abróchense el cinturón para la nueva entrega de “Rápido y Furioso”, saga que comenzara su transitar en la gran pantalla allá por el año 2001. El francés Louis Leterrier (“Hulk”) se coloca en el asiento del director de esta epopeya llena de autos caros y potentes, que anticipa una próxima entrega en “Fast & Furious 11” (2025). ¿Pensaron que acá se acababa el juego? Desafiando las leyes de gravedad y fabricando réplicas de héroes hiperbólicos capaces de las hazañas más audaces, la franquicia gestó su identidad como rostro del cine de acción más banal de todos los tiempos. Un trailer inusualmente extenso (cuatro minutos y medio de duración) prácticamente podría suplir el vacío en extremo dificultoso de llenar que nos deja un film plagado de superficialidad durante excesivos ciento cuarenta minutos de metraje. Factibles de ser obviados cada uno de ellos. Lo caricaturesco y lo estrambótico se confunda a la hora de llevar a cabo misiones imposibles (perdón, Tom!), de esas que el placer culposo pochoclero vino a buscar. Correrías y explosiones sazonadas por efectos especiales trademark surcan la pantalla a toda velocidad. Un producto que hizo del relleno su primer mandamiento está de regreso, y alcanzan un par de primeros planos para evidenciar el nulo talento del inexpresivo Vin Diesel. Ni Jason Statham puede salir al rescate de un producto cuya creatividad cruza el umbral de lo ridículo a la hora de pergeñar un villano de souvenir. Sin un gramo de materia gris ni gasolina, bajémonos y sigamos a pie.
En preproducción desde el año 2015, llega finalmente a las salas la inquietante “No Descansarás”. Después de protagonizar la nueva entrega de la franquicia “Scream”, Melissa Barrera se impone como un rostro conocido que retorna al género del terror, a las órdenes de la cineasta debutante Lori Evans Taylor. Plagada de ‘jump scares’, se erige como una mirada terrorífica y sobrenatural al trauma por la pérdida de un embarazo que sufriera la propia autora y sirviera de mecanismo de inspiración para el presente film. Un aterrador proceso de duelo se ha puesto en marcha desembarcando en la cartelera local: la propuesta abunda en tintes psicológicos y dramáticos durante su primera hora de metraje; la protagonista es víctima de un pasado que persigue y acecha, adquiriendo el mismo la forma menos pensada. Pequeños indicios iniciales nos hacen saber que el argumento empatizará con una mujer a quien se le ordena guardar reposo absoluto. Desprotegida ante lo amenazante que podría habitar dentro su hogar (o de su psiquis), la presencia paranormal funciona como el detonante del cliché desesperado de todo aquel a quien nada le cree. Una serie de dispositivos ingeniosamente implementados involucran situaciones propias al género. El peligro inminente se esconde bajo la cama o dentro del armario. La emergente ‘scream queen’ de la presente generación estelariza un film que dosifica de modo progresivo el factor terrorífico, prefiriendo no mostrar todas las cartas de un solo golpe.
Bill Evans fue uno de los más grandes pianistas de toda la historia. Un músico blanco, encorvado y retraído. Pareciera su descripción volverlo ajeno al mundo del jazz. ¿Un profesor de Harvard camina las calles del Harlem? Sin embargo, Evans llamó la atención de inmediato en la década del ‘50 y se convirtió en excelso pianista del género, cambiando por siempre la concepción de dicho abordaje musical, dominado, segmentado y patentado por afroamericanos. Objetos de frecuentes retratos cinematográficos, como en el documental «Bill Evans: Time Remembered» (2015, Bruce Spiegel), su figura se vuelve relevante en la cartelera cinematográfica local. Filmada durante la pandemia, en Exaltación de la Cruz, la crónica reproduce lo acontecido hace más de cuarenta años. Corre el año 1979 y Bill visita Argentina por segunda vez, poco tiempo antes de su muerte (fallecería meses más tarde, a sus prematuros 51 años). Lo había hecho en 1972, de cuyo paso se guarda registro discográfico: “Bill Evans Trío. Vol 1” (1973) recoge su histórica presentación debut en Buenos Aires. La aventura se pone en marcha cuando Evans, dos de sus músicos y su manager parten en auto rumbo al concierto a celebrarse durante el concurso de “Miss Invierno 1979”, que tomará lugar en la localidad de San Nicolás. Mariano Galperín, director de “1000 Boomerangs”, sabe como mixturar el atractivo sabor de lo mágico y de lo real, confluyendo en una fábula del estilo de “Bill 79”. La música nutre permanentemente el universo creativo del director, y es así como se dispone a convertir lo mítico en auténtico. ¿Bill Evans realmente tocó allí? Galperín nos sitúa en la época gracias a una preciosa recreación. Diego Gentle (en la piel del músico), Maria Bellati y Walter Jacob son los principales intérpretes dispuestos a otorgar vida a esta singular crónica sobre una icónica figura de la historia del jazz. Con gran acierto, la película recurre al doblaje del inglés con actores norteamericanos. Además, el director convoca a Diego Tuñon de Babasónicos, quien realiza la música del film. Lo acertado de su abordaje excede el nicho del género, no se trata de una obra pensada en exclusivo para exquisitos paladares de oyentes de jazz. Aunque sí para melómanos. Contemplaos el retrato de un eximio prodigio que en nuestras tierras maravilló a Luis Alberto Spinetta. Podríamos contar parte de la vida de Evans a través de noches de excesos por doquier: sus años de intensa adicción acabarían pasando factura, más pronto que tarde. Trasnochadas de ácido, whisky y empanadas sazonan la penúltima locura de Evans. Las jornadas transcurren, entre preparativos del concierto e intercambio con los incrédulos lugareños. ¿El legendario jazzman está en el pueblo? Lo que está de moda suena en la radio: acá se curte “La Biblia” de Vox Dei y Moris. Los militares pueblan las calles, la amenaza está latente. Se viven tiempos oscuros. Evans sabe que es una buena noche para estar en New Orleans, pero en Buenos Aires dan boxeo en la TV en blanco y negro. Pelean Rossman y Galíndez. ¿Por cuál de los dos brindar? Promediando el film suena una canción. <<¿De qué sirve escaparse de uno mismo?>> anuncia su estribillo. Evans es un ser atormentado. Los suicidios de su hermano mayor y su ex mujer aun calan hondo en el ánimo del pianista. Una veta poética y reflexiva parece tomar por completo su ánimo, y la película saca gran provecho de ello. Hay algo en el aire, son los sonidos colisionando…Suenan más melodías sobre el pentagrama y caminan, una al lado de la otra, la verdad y la belleza. El músico de oído absoluto podría captarlo a la perfección, pero se pregunta qué vale la pena a estas alturas. La partitura quebró. ¿Olvidarse el resto es la clave para existir? Galperín pergeñó una interesantísima película
Un meticuloso y dedicado investigador privado sigue el rastro de una coreógrafa, bajo la sospecha de su marido. El trabajo encargado por este no tarda en convertirse en incontenible obsesión. La artista, inmersa en una profunda crisis creativa y personal, confronta a un cazador sigiloso que ahora correrá riesgos de ser cazado. ¿A qué lugar exacto pertenecen las mentiras que la gente encubre y el investigador descubre? Protagonizado por Katja Alemann y Juan Carrasco, llega a las pantallas “La Sudestada”, participante de la competencia oficial del último BAFICI. El film aborda el género neo-noir, convirtiéndose en una rara avis dentro del cine argentino contemporáneo. Incorporando a la trama un preponderante elemento onírico, adapta con éxito el cómic de Juan Sáenz Valiente. Daniel Casabé y Edgardo Dieleke, la dupla autora de los documentales de “Cracks de Nácar” y “La Forma Exacta de las Islas”, explora los paisajes del delta del Tigre, al tiempo que propone un recorte sesgado hacia una Buenos Aires tan atemporal como fotogénica. Una paleta cromática y emocional acompaña correctamente la atmósfera de un relato que abunda en el mundo de la coreografía y recurre a lo metatextual para llenar de guiños y referencias retrospectivas que homenajean la gran trayectoria de un emblema de la contracultura nacional como Alemann. Su contraparte actoral, un rostro sumamente conocido en el ámbito teatral como Carrasco, desembarca en el cine con absoluta prestancia, conformando las bases interpretativas de un sólido film.
La primera ficción en la filmografía de Miguel Kohan nos trae la historia de un chaman que, en la práctica de su abrazo certero, quita las penas a pacientes sufrientes de un mal incurable, en común acuerdo con sus familiares. Mito y leyenda confluyen para esbozar el retrato de una figura que habitó antiguamente la zona del altiplano andino y que posee exiguas referencias literarias o noción al respecto, entre las que se cuenta la del emblemático Mario Vargas Llosa. Kohan, de profusa trayectoria documental (“Salinas Grandes”, “Rivera 2100”, “La Experiencia Judía”), impactado y motivado por la historia, decide investir a la misma de carnadura cinematográfica. El singular personaje va cimentando en el interior del cineasta, quien emprende una búsqueda basada en la observación del lugar, manteniendo la distancia óptima que una mirada antropológica requiere. Podrían intuirse que existen elementos ordenadores insoslayables dentro de una obra que posee líneas temáticas definidas, atravesando el tango, la astrología o el propio origen judío, entre algunos vasos comunicadores que lo nutren profesionalmente. Aquí, un nuevo ingrediente podemos identificar dentro de la sólida filmografía de Kohan, quien utiliza al cine documental para potenciar la propia curiosidad. Con fuerte anclaje en el subgénero de investigación, indaga en celebraciones rituales, fiestas patronales y ceremonias sagradas en donde el protagonista interactúa. Bajo la creencia de que ‘el destino al viajar no es un lugar, sino una nueva manera de ver las cosas’, “El Despenador”, con música de Gustavo Santaolalla y seleccionada por concurso para la edición 22° del BAFICI, rubrica con sensibilidad estética una mirada íntima. El paisaje de la Puna invita a contemplar y descubrir un universo ciertamente mágico, y, a tales efectos, “El Despenador” mixtura realidad y ficción. Menos preocupada de anclarse en la postal turística y más decidida a dilucidar el valor de verdad para abordar una historia plena de interrogantes que buscan ser respondidos. La cautela y la mesura de quien escudriña el entorno resultará indispensable aliada, camino al hallazgo inesperado que aguarda ser descifrado.
Una joven gimnasta vive bajo la perfeccionista mirada de su madre, a quien busca desesperadamente conformar. Un núcleo familiar aparentemente perfecto y ejemplar esconde bajo capas de banalidad e hipocresía una profunda disfuncionalidad; la fachada podría desmoronarse en segundos. La finlandesa Hanna Bergholm sorprende favorablemente a la crítica y a la audiencia con “Cría Siniestra”, film en donde el horror y la ira eclosionan desde el interior de la protagonista. El ciclo espejo de la naturaleza cobra forma sádica en este perturbador ejercicio de terror corporal a lo David Cronenberg. Somos testigos del horror sin intervenir. Connor ‘O Sullivan concibe efectos especiales de brutal anatomía, implementando un logrado trabajo sobre maquillaje, animatronics, títeres y marionetas. Nominada a los Festivales de Sitges y Sarajevo, “Cría Siniestra” viene a decirnos que lo realmente perturbador reside en la condición human, porque los monstruos son metáforas de nuestras ansiedades personales y colectivas. Recurriendo a ello con suma creatividad, Bergholm imprime a su obra un cabal sentido terrorífico. Dentro de la popular rama titulada ‘body horror’, este film es, además, un manifiesto estético de auténtica lección de fotografía e iluminación cinematográfica. En sus texturas, lo repulsivo y lo grotesco se muestra con sugestión y en claro efecto desequilibrante. Y lo hace evitando el pecado capital de muchas de sus sucedáneas: en absoluto en detrimento de la historia.
Bill Holderman dirige “Cuando Ellas Quieren Más” (“The Book Club: Next Chapter”), secuela del film estrenado en 2018. Un cuarteto de otrora grandes estrellas que cuentan hoy con más de setenta años (Diane Keaton, Jane Fonda, Mary Steenburgen y Candice Bergen), vienen a querer decirnos que la presunción habitual de Hollywood de que las mujeres de cierta edad no son de taquilla ni escasean buenos roles escritos a su honra es errónea. Nada más alejado: jugando a rejuvenecer y recuperar la libido extraviada lucen francamente patéticas y previsibles. No alcanza con portar un apellido de leyenda, si el producto carece de ideas de base. No se trata de ser inclusivo con adultos mayores y brindar una bienvenida opción a la cartelera. No existe pecado más grande que pretender glorificar a viejas musas del séptimo arte atrapadas en un túnel del tiempo. Porque no tienen tiempo que perder en ser defenestradas. La nula capacidad del realizador se hace notar a leguas de distancia, ineficaz en sostener una narrativa que se evapora ni bien vemos el trailer. Un molde de recursos y gags prefabricados reproduce una flojísima comedia de situación escasa en originalidad y frescura. Rumbo a paisajes italianos, sintetizados tras insípidas postales, parte el cuarteto amistoso…porque la aventura ya no puede postergarse. A veces es una cuestión de edad, otras de temperamento. Aquí prima el aburrimiento y brilla por su ausencia el buen gusto, la lectura del libro favorito era solo un pretexto. Boquiabiertos nos deja preguntarnos que lleva a actores de la talla de Andy García, Don Johnson o Giancarlo Giannini a hacer el ridículo en propuestas como estas. No, ya no queremos más…
Otra película de Marvel inunda la cartelera. Una vez más, James Gunn se coloca detrás de cámara, indicado como el responsable directo de la apuesta de Kevin Feige y del curso cinematográfico que han tomado los personajes creados por este. Feige deposita en el director de “Escuadrón Suicida” la confianza suficiente como para otorgarle poder absoluto sobre la estética, la música y el sentido de la historia. Dos horas y media de duración vertebran una mixtura de aventura espacial, comedia de superhéroes y acción con toques de sci-fi añejo. Lo bizarro y lo imaginativo confluyen, nutriéndose de continuas referencias a las anteriores películas, aspecto que posibilita la comunicación dentro del microuniverso gestado por “Guardianes…”. En 2014 se estrena el primer volumen, rebosante de humor ácido y sarcástico, un cinismo que es ADN de base para Marvel, y que congenia con emotividad. Es el espíritu que impregna el relato por completo. Una década después, el cierre de una trilogía implica lo épico y colosal y ciertos preceptos a los que Gunn no está dispuesto a renunciar. Sin ser un spin off o una secuela, se dedica el film a narrarnos eventos anteriores, linkeando anteriores entregas. Misiones, enfrentamientos y combates, en pos de salvar a los de la propia especie, resultan la fórmula que termina cerrándose sobre sí misma. Más estereotipos y convenciones aguardan: el villano indispensable. Se plagan secuencias de espacios visualmente estimulantes, mezcla de CGI y de efectos prácticos en la búsqueda de atmósferas convincentes. Lo estéticamente reconocible subyace en sus criaturas, y la flamante secuela delinea características del cosmos que habita sin mayores riesgos, pero en seguro confort. Un estándar de lo que el fan espera. De inmediato al estreno del film, la despedida de Gunn del universo Marvel acaparó las noticias cinematográficas, una vez convertido en el próximo arquitecto del DC comics. El futuro de “La Liga de la Justicia” está en manos de uno de los directores más redituables dentro el cine comercial americano contemporáneo
Puede que no exista un solo director de primera línea en la potencia cinematográfica número uno del mundo más apto, capaz y profesional que Damián Szifron para ponerse a dirigir una película como “Misántropo”. Nadie podría discutirle el puesto; Szifron, por derecho propio, es uno más dentro del Planeta Hollywood. Porque fue a la meca a hacer lo que los americanos mejor saben y podría tranquilamente pasar desapercibido como uno más. Pertenecer a la élite. Porque hay que tener las ideas claras y la conjunción de talento y personalidad, como para rodar allí y hacerlo de modo sobresaliente. Motivo de orgullo nacional, ante semejante vidriera y desenvoltura en el cine de habla inglesa. Tamaño desafío fue emprendido por quien fuera capaz de hacer en nuestro cine nacional una típica película buddy movie, más Hollywood imposible, como “Tiempo de Valientes” (2005). Parece norteamericano, sí, pero es argentino y se trata del cineasta más brillante de su generación. Nueve años después de “Relatos Salvajes”, el creador de “Los Simuladores” nos sorprende con uno de los films más interesantes de la cosecha 2023. El realizador de exitosos films como “El Fondo del Mar” filmó en Canadá, en medio de la pandemia y durante un total de cinco meses, este audaz relato policial. Contando en el reparto con figuras reconocidas de la talla de Shailene Woodley, Ben Mendelsohn, Jovan Adepo y Ralph Ineson, concibió un thriller de investigación modelo, de aquellos que los americanos adoran reproducir por generación espontánea. De modo inteligente, recurre a esquemas propios a la construcción del autóctono género policial que sirven como escenario para reflexionar acerca del enquistado síndrome de la violencia en una sociedad que produce tiradores en masa a ritmo récord durante el presente año. Un asunto que, literalmente, quema en las manos. En una gélida Baltimore el frío cala en los huesos. Un tirador anónimo, resentido contra el sistema y dispuesto a hacernos cambiar de parecer respecto a lo que entendemos por la palabra víctima, dispara a mansalva en medio del festejo en la noche de año nuevo. Fuegos artificiales enmascaran un reguero de balas que empaña la algarabía y la euforia propia. De cierto modo premonitorio, el film, cuyo guion data de principios de la década pasada, antecede la idea de asesinatos en random cada vez más frecuentes: episodios aislados en diversos estados del país del norte aterrorizan a la indefensa población. Nutriéndose del cine sobre criminales seriales que prolifera en la industria mayormente desde los años ’90, el cineasta nativo de Ramos Mejía lleva a cabo una producción de enormes proporciones. “Misántropo” nos sitúa dentro de un paradigma que ostenta suma actualidad y que bien podría inspirarse en titulares de noticiarios: el germen de la virulencia instalada se ha convertido en uno de los males sociales que a Estados Unidos le cuesta cada vez más vidas extirpar de su núcleo. El largometraje, producido por Filmnation Entertainment y RainMaker Films, exhibe la precisa y elaborada manufacturación de un abordaje audiovisual con sello hollywoodense. Szifron nos lega una auténtica clase de dirección, sabiendo bien a qué herramientas y recursos recurrir para valerse de las bondades del lenguaje cinematográfico y aprovecharlo al máximo. La música incidental del maestro Carter Burwell es una delicia. El empleo del espacio en off para escenificar los impactos de bala en favor de la tensión in crescendo en el espectador resulta brutal. Las profusas persecuciones filmadas en precioso plano cenital se vuelven un deleite. En las manos y en la inventiva de Szifron, un asesinato se convierte en un bello acto poético resuelto con originalidad y contundencia estética. Y como todo gran autor, adapta su forma al contenido, porque el cine es un vehículo válido para pensarnos desde lo humano. El caldo de cultivo de la violencia sobreviene como materia de análisis cinematográfico para el debut en la industria norteamericana del laureado autor argentino. La ficción trata una realidad urticante a nivel social, mientras aún resuenan ecos del 9.11.01. Si la barbarie no ha sido adjudicada por un grupo terrorista, la intuición sintoniza con el malestar generalizado. Szifron analiza con profundo acierto las dinámicas de los medios masivos de comunicación, al tiempo que las opiniones dividen su veredicto respecto a la tenencia de armas: ¿la culpa la tiene la cultura? El contexto ficcionado asimila a la perfección las frágiles texturas sociales que explora, soltando una sentencia macluhiana: para el tirador, el arma es una extensión del propio cuerpo. Fabricando villanos para una sociedad necesitada de estos, se nos descubre que el sistema está corrupto de cabo a rabo y acaba empujando a cada individuo a la explotación de sí mismo. “Misántropo”, de manera sublime, provee una concienzuda crítica al aparato consumista y capitalista por el cual Estados Unidos vive y muere. Y en el cual produce películas como estas… ¿Quién es el asesino? Un antisocial sin base ni sustento alguno. Su dedo en el gatillo apila víctimas inocentes. ¿Es el único culpable? También hay daños colaterales y batallas internas que libran las instituciones que deberían proteger a la comunidad. Con la intervención del FBI y la policía local hundiendo sus narices en una guerra de egos, la cacería humana ha dado comienzo. En la urbe donde reina el terror y los barrios de inmigrantes son escrutados con desconfianza y prejuicios, un juego de gato y ratón se echar a andar. De modo llamativo, puede que los extremos opuestos -dentro y fuera de la ley- acaben rozándose: los niveles de perfección que determinan las acciones de un implacable asesino (Ineson) se reflejan, peligrosamente, en la obsesiva conducta que adopta el investigador (Mendelshon) decidido a darle captura. La película siembra guiños y señales (tácticas de disuasión psicológica inclusive) que nos aseguran que quien dirige ha consumido gran parte de este cine producido previamente en Hollywood. Un criminal se escabulle con total impunidad. Poco a poco, el identikit va cobrando forma. El rostro que perseguimos podría ser el de uno cualquiera, como cualquiera de nosotros. Definamos normalidad, porque, en definitiva, tan distinto no se es a aquel desplazado del sistema que solo está comprando tiempo y añorando un poco de silencio entre tanto ruido y tanta furia. La microscópica mirada que ejerce “Misántropo” no omite, por si fuera poco, cuestiones de interés a nivel social como el sexismo (¿quién debe calmar el llanto de un bebé?), la igualdad de género (resulta clave en el desarrollo y en el curso que toma el desenlace de la historia la desenvoltura, determinación y valentía de una joven policía en busca de redención personal, sanidad mental y justicia a cualquier precio), la hipocresía reinante en las altas esferas de poder (¿cuál será la historia que una medalla póstuma contará?) y el matrimonio igualitario (el experimentado Lammark dice estar casado desde que ‘se lo permitieron’). Diálogos precisos que son auténticas citas filosóficas elevan el nivel de calidad de un producto que recurre a metáforas y paralelismos constantes para sostener su tesis. Vivimos en una sociedad en donde el más fuerte devora y elimina al más débil. Son los eslabones de una gran cadena conformada por individuos de una misma especie compitiendo entre sí. Definamos desequilibrios y competencias, exclusiones y marginalidades, para así lograr una idea más acabada. En este sentido, la analogía que se realiza con nuestra naturaleza carnívora y depredadora es brillante. La maquinaria reproduce, sistemáticamente, una lógica monstruosa que avalamos, mientras el destino ensaya la enésima mueca macabra: los malnacidos van a seguir caminando por este planeta. Es hora de elegir si se prefiere ser odiado por lo que se es o amado por lo que no. Fijate de qué lado de la mecha te encontrás.
Valioso largometraje documental que recupera la última crónica de Haroldo Conti, acerca de la Isla Paulino de Berisso, locación que visitara en diciembre del ’75. No hay mapa en donde conste su existencia, pero Haroldo se propone a descifrar su esencia. Hallará en su razón de ser una quejumbrosa historia de lugares y personas. El texto, titulado “Tristezas del vino de la costa (o la parva muerte de la isla paulino)”, fue publicado en abril del ‘76, un mes antes de su secuestro y desaparición de quien fuera considerado uno de los escritores más destacados de su generación. El director Igor Galuk recupera material fílmico rodado en aquella época: un documental inconcluso de Roberto Cuervo, amigo personal de Haroldo, cineasta aspirante y autor del inacabo documental “Retrato Humano a Haroldo Conti” (tesis de grado para la Escuela de Cinematografía, filmado en 1975), así como también el cortometraje de pescadores “Hombres del Río”, restaurados por la Escuela de Cine de La Plata. Resulta imperiosa, a tales fines, la labor del colectivo “Movimiento Audiovisual Platense”, quienes, junto al realizador nativo de Berisso, confluyen en cinco años de trabajo con la intención de refrendar la principal motivación de Haroldo: plasmar el desolado ritmo de vida de un entorno geográfico que pareciera detenido en el tiempo. La muerte pisa los talones, todos podemos desaparecer de un momento a otro. Con un anotador y un grabador, más a siniestra que a diestra, tal como se apunta, el escritor toma nota. Observa la piel curtida de aquel que desmaleza al sol. Manos agrietadas de seres olvidados son rasgos inconfundibles de aquellos que no conocen otra rutina. Los rostros se parecen unos a otros; en total no superan los ciento ochenta habitantes. Cuatro estaciones vertebran los tiempos del relato. La isla es un refugio del tiempo y las coordenadas cronológicas nos detienen en un hito insoslayable: la negra fecha del 15 de abril del ’40. A la memoria sumergida; un periodista acude a su rescate. La sensación es semejante a la de aquel que tantea un cuerpo en la oscuridad. Esta, como tantas otras, es una historia de despojo. La pregunta que se les formula a los lugareños es la siguiente: ¿qué esperar de la vida? La cara de tristeza de un noble caballo imita a la de su dueño y lo dice todo. Resignación de sombras dolientes que se confunden en el presente, demandando mínimas condiciones de vida. No hay resquicio para más ambición aquí. La tierra les pertenece por entero: desde el techo de chapa que los cobija al lote de fantasmas que deambulan. Pero, por alguna extraña razón, la historia parece haberlos olvidado. Próxima a estrenarse en los Espacio INCAA de la ciudad de La Plata, “Silencio en la Ribera” sigue la fundamental huella de una figura preponderante de nuestro periodismo y literatura, trazando un marco histórico-geográfico-cultural de indispensable revisión y puesta en presente.