Amor en tiempos de guerra. A principios del siglo veinte, en un pueblo rural perdido en las montañas de Turquía, un joven armenio tenía el sueño de expandir su oficio de boticario estudiando medicina en la capital. La única forma de pagar por sus estudios es comprometiéndose en matrimonio con la hija de un vecino en mejor posición económica, dejando en pie la promesa de regresar en cuanto pueda para casarse e instalar una clínica en el pueblo. Al principio todo fue mejor que lo esperado para Mikael (Oscar Isaac): hizo amigos, se convirtió en estudiante estrella y hasta conoció a una mujer que lo hizo cuestionar su promesa, a pesar de que Anna (Charlotte Le Bon) está en pareja con Chris (Christian Bale), un periodista estadounidense que parece ser el único que sabe lo que se está por venir. La Historia, en cambio, tenía otros planes. Con el comienzo de la Primera Gran Guerra hubo un brote nacionalista entre la población turca, que puso en la mira a los armenios que hasta entonces vivían tranquilamente entre ellos. Lo que sigue es nuestro protagonista siendo obligado a abandonar sus estudios y luego es enviado a un campo de trabajos forzados, antes de enterarse lo que realmente está sucediendo. Logra escapar casi por accidente y así regresa a un mundo que ya no es como lo había dejado sólo unos meses antes. Mikael encuentra a su familia pasando graves penurias, mientras Anna y Chris trabajan para exponer al resto del mundo el genocidio que está llevando adelante el gobierno otomano. Un triángulo desarmado: Las historias inspiradas en hechos reales corren siempre el mismo riesgo al intentar balancear un hecho histórico con un relato de ficción que atrape al público; La Promesa no es una de esas excepciones que salen airosas del intento. Los personajes principales no son lo suficientemente carismáticos como para generar la empatía profunda que una historia de este tipo requiere, pero al menos la parte de la película que se enfoca en el drama histórico está narrada con suficiente ritmo como para soportar su considerable extensión. No es que no se le hubieran podido quitar varias escenas sin que sufra el conjunto o se apoye demasiado en una serie de casualidades fundamentales para que todo salga como debe, pero al menos la acción es continua y mantiene el interés por la mayor parte. En contraste, la trama principal de La Promesa no se vería debilitada si desapareciera el triángulo amoroso, porque todo el romance parece puesto a la fuerza para cumplir con algún requisito del estudio. Estorba más de lo que aporta y diluye el contenido de denuncia sobre un hecho que no ha recibida mucha atención del cine o el público general. Más allá de una muy buena reproducción de época, principalmente por algunos escenarios de Constantinopla, como el histórico Gran Bazar, los apartados técnicos de la película son correctos sin llamar la atención, quedando sólo como un marco para que los intérpretes hagan su trabajo. Conclusión: La Promesa funciona como drama histórico pero falla en su intento de introducir algo de romance en la trama, dando como resultado una película extensa, con personajes con los que no es fácil conectar como para que realmente nos importe lo que les pasa.
No fue el mayordomo. noche en que mi madre mató a mi padreDespués de padecer otro casting más entre tantos y aprovechando que sus hijos se fueron de excursión el fin de semana, Isabel (Belén Rueda) ofrece organizar una cena en su casa para que su marido, guionista y escritor de novelas policíacas, y su ex mujer, directora de cine, intenten convencer al famoso actor argentino Diego Peretti de protagonizar y co-producir su próxima película. Aunque el cuadrilátero de cónyuges mantiene una relación cruzada ejemplar, su generosidad es sincera a medias: en el fondo no pierde las esperanzas de que su marido le de un papel en alguna de sus películas y así poder devolver a su carrera el impulso que perdió al acercarse a los cuarenta. Pero la noche se niega a hacerle fácil el negocio y apenas se sientan a cenar aparece el ex marido de la anfitriona con su nueva novia cargando unos papeles que, aunque ella se esfuerza por ocultarlo, la alteran mucho. El clima ya de por sí enrarecido termina de desmadrarse cuando el ex marido se descompone y el resto sospecha que fue envenenado por su ex esposa, por lo que mientras Ángel se convierte en uno de sus personajes de novela policial para descubrir la verdad, Susana ahoga sus nervios en whisky e Isabel improvisa la actuación de su vida, su famoso invitado es arrastrado por los intereses particulares de cada uno y convertido en cómplice de una situación que se les va de las manos a cada nuevo giro. El veneno de Romeo: La noche que mi madre mató a mi padre tarda en tomar forma, casi todo lo que sucede hasta que comienza la cena es prescindible y recién se consolida como una propuesta medianamente interesante cuando al enredo familiar y la superficial parodia al mundo del cine se le agrega la trama policial. Toda la estructura narrativa es bastante teatral y muy hablada, apoyada en el estilo interpretativo caricaturizado que parece ser un sello de estilo en la comedia española. Esto se siente hasta en el trabajo de de Diego Peretti, que hace de sí mismo en un rol secundario pero fundamental para poner en movimiento algunos de los giros que mantienen el interés en una historia que es más compleja de lo que se espera de entrada. Los apartados técnicos son correctos pero sirven sólo como sostén para el verdadero centro de la película que forman las interpretaciones y el guión, al que si bien no le falta originalidad parece tener miedo de cruzar la línea hacia una comedia negra más adulta y se queda un poco a medio camino. Conclusión: La noche que mi madre mató a mi padre es una comedia casi teatral que toma recursos del policial para hacer una parodia de actores y guionistas, que divierte por más que algunas ideas interesantes no están resueltas con la contundencia que hubieran merecido.
Tres Reyes. Intentando no perder la casa donde vive con su hija y su nieta, Joe (Michael Caine) acude a su banco buscando renegociar su deuda, pero el trámite es interrumpido por un experto equipo que en pocos minutos asalta la institución con precisión quirúrgica, dejándolo con la idea de que él sería capaz de hacer lo mismo con sus amigos Willie (Morgan Freeman) y Albert (Alan Arkin). Los tres amigos de toda la vida disfrutan de sus últimos años con los humildes ingresos que les brinda el fondo de retiro de la fábrica donde fueron obreros durante décadas. Hasta que la empresa es vendida y el fondo se esfuma en el sistema financiero, dejándolos en una situación muy precaria. Empujados por la necesidad, pero también por cierto deseo de revancha hacia el banco que se está por llevar su jubilación y amenaza con dejar a la familia de Joe en la calle, los tres amigos se deciden planear un asalto. Aunque jamás habían roto la ley y desconocen absolutamente todo sobre a vida criminal. Hell or Old Water: A fines de los setenta alcanzaba con el aburrimiento de la tercera edad para que tres ancianos se animaran a robar un banco, pero evidentemente el retiro ya no es tan cómodo como entonces para quienes fueron obreros toda su vida. Aunque el trío moderno comparte la necesidad de seguir sintiéndose activos, la trama actual necesita darles motivaciones más urgentes para que resulten medianamente verosímiles. Pero eso es todo lo que pretende complejizar la historia, que en el fondo repite la fórmula de mostrarnos a un grupo de delincuentes planeando cuidadosamente un golpe sin contarnos los detalles hasta que en los minutos finales se desarrolla como una coreografía precisa. La gracia de las películas de asaltos ingeniosos es justamente que la persona a engañar tiene que ser igualmente astuto como para poner en riesgo el plan a cada paso, pero a diferencia de otros buenos ejemplos de esa fórmula, la banda de esta película carece de antagonistas interesantes que le den un contrapeso y vuelvan más interesante el desarrollo. El principal y casi único atractivo de Un Golpe con Estilo está en el trabajo de sus tres protagonistas interactuando con una química tan natural que divierten aunque los chistes que les plantea el guión no sean muy buenos ni originales, sorprendiendo sólo con las esporádicas y desquiciadas participaciones de un anciano senil interpretado magistralmente por Christopher Lloyd para robarse un par de carcajadas. El actor y director Zach Braff tiene una carrera dedicada principalmente a la comedia y en este caso ni siquiera intenta escaparse del estilo de sitcom televisiva, donde la base del humor es casi siempre el diálogo y la cámara sólo está para capturar los ingeniosos retruques entre los protagonistas. Por lo que aunque Un Golpe con Estilo cumple con la obligación del género de entretener, la suma de un guión demasiado simple con un estilo gastado no ayuda a convertirla en algo mínimamente memorable, como para tener un futuro más promisorio que el de ser repetida un par de veces los domingos a la tarde por la televisión.. Conclusión: Un Golpe con Estilo es una comedia que entretiene pero no sorprende en ningún aspecto. Tiene como único mérito el impecable trabajo y la química entre sus protagonistas.
Miserias de pueblo alejado. El Otro HermanoAunque lleva años alejado de su familia, Cetarti (Daniel Hendler) emprende el largo viaje en auto al pueblo chaqueño de Lapachito para reconocer en la morgue los cuerpos de su madre y su hermano, brutalmente asesinados por la nueva pareja de ella. Por motivos desconocidos, este militar retirado del que él no tenía ni noticias de su existencia, los ejecutó a ambos con una escopeta antes de suicidarse. A Cetarti no lo mueve el amor filial ni el sentido del deber, si se decide a invertir tiempo en esta tarea es principalmente porque Duarte, amigo y albacea del asesino, le informa que tiene un seguro de vida para cobrar. Además está desempleado y en un estado de completa apatía sin nada mejor que hacer, claro. Duarte tampoco lo ayuda desinteresadamente, sabe que con sus contactos puede lograr que cobre ese seguro en tiempo record y quedarse con una comisión que se apile con los otros ingresos espurios que persigue continuamente. Obligado a quedarse algunos días en el pueblo, Cetarti se instala en la antigua casa de su hermano para vender sus cosas y conseguir algo de dinero extra, con el sueño de poder seguir viaje hacia Brasil. Por lo que cuando Duarte le ofrece algo de dinero fácil, este acepta sin hacer muchas preguntas sobre su procedencia.. Un Coen tercermundista: La marginalidad es un tema de interés recurrente en las producciones de Israel Adrián Caetano (Un Oso Rojo, Pizza, Birra y Faso), por más que se le suela criticar su verosimilitud. Con El Otro Hermano le agrega una carga de sordidez con los crímenes del despreciable Duarte y la apática complicidad de Cetarti, encarnación de la vieja frase de que para que triunfe el mal alcanza con que los buenos no hagan nada. La interpretación de Sbaraglia es muy potente, con una carga de humor negro considerable al encarnar un sociópata capaz de lo que sea para su beneficio. Es un personaje que camina siempre al borde del absurdo y logra que en muy contados instantes parezca haber cruzado esa frontera. También es interesante el trabajo de su ladero adolescente (Alián Devetac), fundamental para que su parte de la trama funcione. El problema está en la otra mitad de la trama, el supuesto contrapeso. Todo lo interesante que puede tener la historia y el personaje de Duarte, Cetarti lo tiene de intrascendente. La mayoría de sus escenas no hacen avanzar la trama ni profundizan sobre el personaje, apenas reiteran varias veces las mismas ideas sobre su personalidad casi vegetativa que lo vuelven cómplice por apatía del otro protagonista. Si la intención de esas escenas es transmitir al público el tedio del personaje, tiene éxito. En caso contrario, sólo logra que El Otro Hermano sea más larga de lo que necesita y se diluya mucha de la potencia de thriller que podría tener. Profundizar en elogios hacia la calidad técnica de esta clase de producciones con los recursos y experiencia de Caetano, puede quedar un poco redundante, pero no está de más mencionarlo. Desde hace varios años la calidad visual del cine local ha ido en aumento y ya no es tan extraño que las imágenes hablen tanto como los personajes, algo para lo que el director tiene una habilidad difícil de discutir. En todo caso el debate puede quedar para el contenido de lo que cuenta que al menos en este caso resulta bastante chato. Conclusión: El Otro Hermano es una película partida, con todo lo interesante apilado en las escenas de un solo personaje y relleno en el resto, volviendo tedioso lo que probablemente con media hora menos podría haber sido un thriller interesante.
Apocalypse Kong. Cuando la carrera espacial llevó a que las dos superpotencias pusieran satélites en órbita capaces de fotografiar la superficie terrestre, se acabaron los sitios escondidos. Es gracias a una de esas fotos que Bill Landa ubica la isla que buscó por décadas y con las que consigue la oportunidad de una última misión antes de que el proyecto Monarca sea desfinanciado por completo tras años de fracasos. Además de la escolta militar compuesta por varios helicópteros y soldados que estaban a punto de volver a casa después de la guerra, al grupo de científicos se le añaden una fotoperiodista que viene de retratar los horrores de Vietnam y un guía retirado de las fuerzas especiales británicas. La isla está rodeada por fuertes tormentas permanentes que bloquean las comunicaciones con el exterior, pero la expedición descubre a poco de llegar a tierra que ese es el menor de los peligros que le espera. Su llegada irrita al territorial Kong y tras un violento primer encuentro el grupo se encuentra dividido, herido y corriendo contra reloj para llegar al punto de encuentro con el barco que los sacará de allí sólo en el momento acordado. Cada uno por su lado y con prioridades diferentes, los grupos se ven obligados a internarse en la misteriosa isla donde el desproporcionado gorila no es el único que tomó sus vitaminas. Mejor que corra por la jungla: La historia de Kong: La Isla Calavera es tan simple que no resiste mucho análisis; la trama es casi inexistente y no va más allá de un grupo atravesando la isla de punta a punta intentando sobrevivir a la fauna autóctona. El mismo nivel de profundidad tienen los personajes, de los que sabemos tan poco que sólo algunos muestran algún indicio de motivación para lo que hacen, desaprovechando a una dupla de buenos intérpretes que se ven bien en cámara pero tienen personajes que a duras penas influyen en la historia y hasta podría apostar que si cortaran todas las escenas de Brie Larson nadie se daría cuenta que faltan. Ni siquiera a otro grande como John Goodman le sobran oportunidades de lucirse, quedando como algo más interesante el trabajo de Samuel L. Jackson y John C. Reilly, uno dándole un poco de sentido a la acción como el militar que quiere vengar la muerte de sus hombres y el otro cargándose al hombro buena parte de los chistes con su excéntrico piloto al borde de la locura. No es que ninguna de sus actuaciones sea mala, pero resulta llamativo tanto nombre importante sin darle material con el que lucirse. Pero en el fondo, todo esto no importa: el valor de la película está en ser una frenética secuencia de escenas de acción y violencia que, como tiene el gran acierto de no tomarse en serio lo que pasa, le pone una carga de humor fundamental para disfrutar con moviendo los pies incluido al ritmo de clásicos del rock and roll y riendo con referencias a Apocalypse Now o Full Metal Jacket. Kong: La Isla Calavera no necesita intrigas ni explicaciones detalladas para mantenernos entretenidos, son casi dos horas de metraje que se consumen a fuerza de combates épicos entre criaturas monstruosas y humor negro. A esta altura y con tanto tiempo entre películas, ya nadie se acuerda que estamos ante la segunda entrega del Monsterverse iniciado por Godzilla en 2014 y que promete un enfrentamiento entre los dos monstruos gigantes más famosos de la historia del cine, pero al menos parecen haber aprendido un par de cosas de aquella experiencia. Conclusión: A pesar de tener un guión que no soporta demasiado análisis, Kong: La Isla Calavera alcanza a ser una película de acción y aventura muy divertida por el simple acierto de no tomarse en serio a sí misma, lo que le deja margen para una buena dosis de humor negro y absurdo que la vuelven muy disfrutable.
Logan está viejo. Vamos a dejarlo claro de entrada: aunque la despedida de Wolverine ocurre en el futuro cercano, el personaje está avejentado y con sus poderes disminuidos. Esto no es Old Man Logan, como se insinuó en algún momento. Los villanos no dominan el mundo como en la famosa historia de Mark Millar, ni hubo un apocalipsis que la dejó en ruinas. En esta versión del futuro -que no necesita aclarar en qué línea temporal se encuentra, ni cómo se engancha con las otras películas por más que hay algunas referencias- los X-Men son personajes de cómic que ya casi nadie recuerda, aunque fueron reales alguna vez. Esto es porque es el año 2024 y hace décadas que simplemente dejaron de nacer nuevos mutantes, en lo que seguramente sea una referencia lejana a House of M, otro de los grandes eventos que cambiaron el universo Marvel. Con su carrera heroica abandonada hace tiempo y siendo uno de los pocos mutantes que aún sobreviven, Logan mantiene un perfil bajo viviendo con identidad falsa en la frontera con México. Padece dolor crónico causado por heridas que ya no sanan como antes y subsiste trabajando como chofer, mientras atiende la delicada salud del nonagenario Charles Xavier asistido por un tercer personaje no muy popular pero con bastante historia en el universo mutante. La que alguna vez fue la mente más poderosa del mundo sufre el ataque del Alzheimer, una enfermedad de por sí cruel con cualquier persona pero que en su caso además de debilitar su conexión con la realidad le hace perder el control de sus poderes, poniendo en riesgo a cualquiera que esté cerca. Como es de esperarse, el sueño de paz y aislamiento de Logan tiene poco futuro; una mujer llega buscando contratar al legendario Wolverine para que lleve a su hija al otro extremo del país donde podrá estar a salvo de los Reavers, un grupo de mercenarios que busca asesinarlas. Necesitado del dinero que le promete finalmente acepta la misión, pero para entonces sus perseguidores ya están demasiado cerca. Un aire fresco para el género: La sub-franquicia de Marvel que viene explotando FOX desde hace años tuvo punto altos y bajos, pero no se salió nunca de los estándares del género establecido por la editorial madre. Ni siquiera con la segunda Wolverine, donde aunque se notan algunas intenciones de una búsqueda diferente, se quedó en una película bastante poco memorable. Pero como ya dijimos el año pasado, Deadpool cambió las reglas de juego y su éxito convenció al estudio de darle la libertad creativa que James Mangold quería, para hacer una película apuntada a un público más adulto que se saliera de la fórmula estándar del género como reclamaba el personaje. El resultado es una película cruda, violenta y pesimista, con un importante contenido dramático que, aunque no puede evitar caer en algunos lugares comunes, no tiene miedo de mostrar a su protagonista como el anti héroe derrotado que es, un daño que va más allá de sus heridas físicas. Esta película posee una ventaja sobre otras en que no tiene que cargar con el peso de ser parte de un universo compartido, lo que además de no obligar a meter a la fuerza ganchos para futuras películas le deja más libertad para tomar la forma que quisieron darle. La propuesta visual es coherente con el tono de la narración y dentro de los límites de la ciencia ficción tiene una búsqueda por el realismo que alcanza a las escenas de acción, donde aunque no falta la sangre y los miembros amputados, no se regodea en esas imágenes sino que muchas veces quedan oportunamente en el límite de lo visible o durando apenas los segundos indispensables, quizás para que una toma demasiado explícita no le quite fuerza a la idea de lo que acaba de suceder. Desde el nivel interpretativo, Hugh Jackman se despide en un punto alto pero sigue siendo el mismo personaje que ya hizo bien otras veces, al punto que es muy difícil imaginarlo en la piel de otro actor. Lo que es realmente destacable es el trabajo de Patrick Stewart componiendo a un Charles vulnerable y con la impunidad de la vejez, pero con una ternura que el personaje siempre tuvo latente en primer plano. Si bien siempre se refirió a los mutantes como sus hijos, esta vez lo vemos tratar a Logan como si realmente lo fuera y es el que sostiene un poco de luz en el contexto deprimente donde se mueven. Aunque llega a ponerse un poco repetitiva y tiene sus momentos previsibles, en varios aspectos Logan está muy por encima del promedio del cine de supehéroes que recibimos en los últimos años y es la despedida que se merecía el personaje, pero por sobretodo tiene éxito en su pretensión de ser algo diferente. Logan camina por el borde del género y más de una vez deja de ser una película de superhéroes para pasarse al mundo más amplio de la ciencia ficción con influencias neo-noir, western y acción salvaje. Ya no importa mucho si quieren o pueden continuar la saga, no hace falta. Conclusión: Logan es una gran película de acción con un guión simple pero sólido que no descuida el contenido dramático. Un producto final memorable por sí mismo y por lo que seguramente significará para el futuro del género, por darle un poco de aire fresco a una fórmula que empezaba a oler a rancio.
Embrión polizón. espacio entre nosotrosDespués de décadas de preparación partió desde la tierra la primera misión con la meta de colonizar Marte, pero tanta anticipación no logró evitar que la nave abandonara el planeta con un pasajero extra del que nadie estaba al tanto. Gardner Elliot no era un xenomorfo pero igualmente su nacimiento estuvo sincronizado con la muerte de su madre, la astronauta líder del grupo que se llevó con ella la identidad del padre del chico. Sabiendo que el bebé no sobreviviría al viaje de regreso, pero además temiendo que la opinión pública se les ponga en contra y les quiten el financiamiento, el director del proyecto tomó la difícil decisión de mantener en secreto la existencia del primer humano marciano. Aislado del mundo exterior y rodeado por mentes brillantes, creció como un joven extremadamente inteligente capaz de burlar los sistemas de seguridad informáticos de la NASA, lo que como cualquier adolescente utilizó para indagar en su identidad… y chatear con una chica terrestre. Ni siquiera los grandes riesgos que implica el viaje para su cuerpo desarrollado en la tenue gravedad marciana lo desaniman del sueño de viajar a la Tierra y rastrear a su padre, pero cuando finalmente logra que lo traigan, sólo conoce del planeta la habitación de cuarentena donde lo encierran para estudiarlo, de donde huye temiendo que su salud se deteriore y lo envíen de regreso. Más perseguido que ET, convence a la chica de ayudarlo y juntos recorren las rutas en una misión por desentrañar su origen, aprovechando, de paso, para añadir una buena dosis de romance adolescente meloso a la historia. ¿Que es lo que más te gusta de la Tierra?: Ya sabemos que la ciencia ficción no es todo aventuras y explosiones, pero si olvidamos por un momento los viajes interplanetarios la premisa de El espacio entre nosotros es clásica: dos jóvenes que se enamoran mientras buscan juntos su lugar en un mundo que no parece quererlos en él. Ella, cínica y cansada de ser lastimada por la gente; él con los días contados pero dispuesto a disfrutar cada instante con una alegría tierna y contagiosa que eventualmente pone dudas sobre quién está ayudando a quién realmente. No hay casi sorpresas en esa historia y todo sucede como el género manda, con dos jóvenes protagonistas que compensan con buena química lo poco creíbles que son sus personajes en general, dejando que sea Gary Oldman quien se cargue al hombro las escenas más dramáticas e intensas. Visualmente disfrutable y con un guión sin agujeros insalvables, El espacio entre nosotros resulta en un disfrute edulcorado que no dura demasiado en la memoria. Conclusión: El espacio entre nosotros no es un aporte relevante ni para el género romántico ni la ciencia ficción, pero cumple con su intención de brindar una historia optimista y con una buena parte de ternura, básicamente lo que se le exige las películas domingueras.
Marco Polo no la contó. El lejano oriente cautivó la curiosidad de los occidentales desde que llegaron las primeras noticias de la existencia de culturas diferentes a las propias, contadas con fantásticas historias agrandadas por la distancia. Hasta hoy sobrevive una de las obras de ingeniería más grandes construidas por la humanidad, La Gran Muralla China, que a lo largo de siglos protegió al imperio de sus enemigos. Para el cosmopolita grupo de mercenarios que llega hasta ella sobreviviendo apenas al ataque de una tribu nómada en el medio del desierto, el incentivo para aventurarse a un viaje de seis meses a lo desconocido fueron los relatos de un arma capaz de matar a una docena de enemigos con una potente explosión. Calculan que si logran ser los primeros en llevar la pólvora a los campos de batalla europeos, podrán ganar una fortuna, pero no cuentan con dos factores importantes: Primero que los chinos no están dispuestos a compartir tan fácilmente el secreto de su fabricación. Y segundo, que su llegada coincide exactamente con el regreso de una letal horda de monstruos que, cada sesenta años, asedia la gran muralla, esperando eventualmente poder alimentarse de los millones de habitantes de la capital del imperio y así multiplicarse por el resto del mundo. Los dos mercenarios sobrevivientes deberán decidir entonces si aprovechar el caos de la invasión para robar la pólvora y escapar de regreso a Europa, o participar de la defensa de la muralla junto al imponente ejército de la Orden Sin Nombre. Matt también tiene que comer. Los últimos años escuchamos muchas veces sobre los intentos de los estudios hollywoodenses por desembarcar en el enorme mercado chino, pero La Gran Muralla parece ser justamente lo contrario: una película especialmente diseñada para acercar el tradicional cine de industria chino a las pantallas occidentales, con un producto que, si bien diluidos, mantiene muchos de sus rasgos estéticos y narrativos pero agregando un par de nombres conocidos que hicieran viable su estreno de este lado del mundo. El director Yimou Zhang ya tuvo hace algunos años una moderada repercusión en occidente con Héroe, La casa de las dagas voladoras y La maldición de la flor dorada, difundiendo ese particular estilo que mezcla el género histórico con el fantástico y las artes marciales, usualmente con una propuesta visual que no teme alejarse del realismo con tal de agregar belleza a cada plano. Si bien La Gran Muralla mantiene mucho de ese atractivo visual, con batallas épicas y coreografías casi de ballet, la trama carece del contenido dramático que supieron tener otras de sus obras y termina achatándose con giros bastante gastados del cine de acción y aventuras que estamos más acostumbrados a ver. Eso significa nada de espadachines caminado en puntas de pie por las copas de los árboles, pero bastante de chicos blancos cambiando de vida, para salvar de un día para otro a los que pasaron su existencia preparándose para la gran batalla. Esto da como resultado una película que entretiene, pero que termina lejos de los trabajos mas recordados tanto del director como del su protagonista. Conclusión: La Gran Muralla es una entretenida película de acción, con muchos rasgos estándar del cine épico chino algo diluidos para hacerla mas accesible al público occidental, quedando en un punto intermedio. Aceptable pero nada memorable.
Slumdog Chatrán. Hay que aclarar algo desde el principio: la historia que promete el trailer está contada desde un enfoque bastante distinto al que finalmente entrega la película, ya que casi todo lo que muestra el avance sucede en la segunda mitad del film. Por razones estrictamente publicitarias se vende como si fuera el principio, seguramente porque recién en la segunda mitad aparecen todas esas caras conocidas que podrían llamar la atención en un afiche occidental. En todo caso, recomiendo no ver el trailer y llegar sabiendo lo menos posible de una historia, que realmente comienza con un simpático niño nacido en la pobreza rural de la India, que pierde a su familia y termina sobreviviendo como puede en las calles de Calcuta. Mientras, intenta reencontrarse con su hermano, hasta que eventualmente su vida mejora y ya convertido en un joven adulto interpretado por Dev Patel,(Slumdog Millionaire) acude a un programa de concursos para que lo vea alguien de su pasado usa internet para intentar rastrear el pueblo que abandonó a los cinco años, aunque no recuerda ni siquiera el nombre. Largo camino a casa. Con Google: Como en cualquier producción de este tipo, todos los aspectos técnicos y las actuaciones en general no bajan un nivel aceptable, sin llegar a ser destacables. Pero todo eso no alcanza para lograr sostener el interés de una historia que está partida en dos, con veinticinco años de elipsis en el medio, y que no logra conectar ambas épocas de forma orgánica. Al estar basada en un caso real, tiene una estructura de biopic que recorre la vida del personaje en vez de focalizarse en la resolución de un conflicto concreto, o el crecimiento de un personaje cómo sucede en la narración más tradicional. Toda la primera etapa, que cubre la infancia de Saroo y su lucha por sobrevivir mientras intenta reunirse con su familia, no terminan de construir una trama y resultan apenas una secuencia de escenas emotivas, alcanza con ver el trailer o las imágenes promocionales para saber cómo van a resultar incluso antes de que empiecen. No hay sorpresa, pero por sobre todo no hay tensión. No hay dudas de cómo se van a resolver los desafíos que se cruzan en el camino del protagonista. Las dudas quedan para entender por qué actúan de determinada forma una serie de personajes apenas desarrollados, de los que no sabemos casi nada pero se nos exige creer que son razonables y lógicos; seguramente porque en el fondo lo que importa de Un camino a casa no es contar una historia ni dejar un mensaje. Sólo pretende causar un par de momentos lacrimógenos, cómo para que en conjunto parezcan un drama profundo y emotivo. Conclusión: Un camino a casa es un drama efectista que recurre a una secuencia de momentos emotivos, para intentar contrarrestar la falta de una trama que se desarrolle de forma interesante.
Se nos ve de negro vestidos. El que no se puede doblar. El que no se puede mantener derecho. El que se traiciona por un sueño. Tres amigos que de lejos no comparten mucho, pero que vistos de cerca no se los devoran los de afuera. Yo sé lo que envenena es sus personajes y sus tres simples historias, hablando cada una a su forma sobre la identidad y la necesidad de descubrirla para poder reforzarla o ajustarla si hace falta. Iván es el arquetipo del metalero argento: mecánico, de sonrisa imposible y rectitud intransigente (casi) hasta cuando nadie está mirando, pero algo amargado por saberse atrapado en la obligación autoimpuesta de defender una bandera donde todo es blanco o negro, aunque esté empezando a sospechar que es el último en creer que la única elección es entre oxidarse y resistir. Ricardo Iorio es su ejemplo a seguir y sueña con ser digno de tenerlo enfrente alguna vez. Rama, por el contrario, es mujeriego y sin culpa para el verso, hasta que conoce a la única que no quiere mentirle y por supuesto, resulta ser justamente a la que no le puede decir la verdad. Y aunque Chacho sueña con ser Marlon Brando, no pasa nunca del casting y sigue dependiendo de la plata que le da el padre, de oficio mucho menos glamoroso. Con aspiraciones y personalidades bastante distintas, los tres comparten la pasión por el metal local y años de amistad, por eso como puedan se van a ayudar en este momento de quiebre en que se encuentran sus vidas. Desde el Oeste: Las historias que prefieren apoyarse en sus personaje en vez de tener un conflicto claro y lineal corren el riesgo de que parezca que no pasa nada, especialmente si esos personajes donde recae toda la responsabilidad no generan una empatía fuerte con el público o tienen buena química entre sí. Yo sé lo que envenena no es excepción; la historia que cuenta es bastante simple y depende mucho del nivel de identificación que podamos sentir con el entorno o los personajes que se nos muestra. Con un humor que apela a la complicidad de un código compartido, más que al chiste directo y algunas situaciones o personajes que pueden parecer un poco caricaturizadas, pero que alcanza con haberse tomado un par de veces el Sarmiento para ver algún amigo tocar en un bar para veinte personas, para recordar que la realidad no está muy lejos de superar a la ficción. Desde los apartados técnicos la película está dentro de la corrección sin estridencias en que se suele mover el cine independiente y sus sabidas limitaciones de presupuesto. La ambientación es siempre buena y el manejo de cámara acompaña sin sobresalir, dejando lamentablemente un poco atrás al sonido, que sin ser malo, por la temática de la película hubiera sumado que pudiera aprovecharse más. Uno de esos casos donde se nota que es un proyecto llevado adelante por el apoyo y esfuerzo de gente con ganas de ver terminada la película, incluyendo cameos de un par de caras conocidas del no tan grande mundo del cine de género independiente. Conclusión: Aunque otra gente se va a quedar afuera, el nicho al que se dirige Yo sé lo que envenena va a encontrar una historia con la que identificarse y podrá disfrutar de una película sin grandes pretensiones pero que sabe de lo que habla.