La cordillera, de Santiago Mitre Por Jorge Barnárdez Cuando se supo que Ricardo Darín iba a hacer de presidente argentino, muchos pensaron que era lógico porque el actor es alguien al que seguramente buena parte de los argentinos votaría. En el comienzo de La cordillera, se llega al despacho del presidente Blanco (Ricardo Darín) luego de recorrer los pasillos de la Casa Rosada -desde lo más alejado del poder, la puerta por la que entran los proveedores-, hasta llegar a la sala de reunión de sus colaboradores. Es un comienzo virtuoso a través del cual se nos deja en claro la situación que se esta de viviendo en el seno de ese gobierno, que llegado al poder hace unos meses, que está jaqueado por distintas razones políticas y por la amenaza interna de el ex marido de la hija del presidente, quien asegura estar dispuesto a contar un negociado del presidente realizado cuando este era gobernador de La Pampa. Cuando el espectador se encuentra con el protagonista lo ve tirado en el avión presidencial, escuchando música y con un antifaz que le asegura oscuridad total. Una vez que se incorpora y se reúne con su jefe de gabinete tiene que escuchar a un periodista, que en los hechos es la voz nada menos que de Marcelo Longobardi, que le dice desde la radio que nadie sabe quién es realmente el presidente de la Argentina, que lo maneja el jefe de gabinete (extraordinario Gerardo Romano) y que va a pasar un papelón en una cumbre de presidentes. La cordillera entonces es el relato de cómo el presidente deja de ser un enigma y asume el poder de manera real. En el camino de esa toma real de un poder y de toma de decisiones, al espectador se van a despejar la dudas al espectador sobre quién es ese primer mandatario aparentemente anodino. El director Santiago Mitre (El estudiante, La patota) junto al aquí guionista Mariano Llinás (Historias extraordinarias, La flor, Balnearios), armaron con astucia el entramado de la historia del presidente Blanco desde que llega a la cumbre como un presidente que a nadie le importa demasiado, hasta que toma decisiones y se muestra como un personaje capaz de nombrar a Carlos Marx frente a una periodista española o de reunirse con el representante de una potencia de igual. En el medio deberá lidiar con la situación familiar a punto de estallar, con una hija que es claramente un problema por su situación emocional por un lado, pero también por ser testigo de la historia del presidente antes de que fuera conocido por los votantes. La cordillera es una película bien filmada, bien producida y con actores que realmente le ponen el cuerpo a todos los personajes del relato. Está claro que la historia de la hija y el tratamiento le permiten a la película entrar en una dimensión diferente un poco fantástica, lo que en consecuencia la habilita para inclusión de la idea de un pacto demoníaco. Santiago Mitre demuestra ser un director con grandes recurso y extraordinario manejo de actores y Darín rubrica el consenso sobre que es el gran actor latinoamericano de estos días. De todas maneras deja al espectador la labor de terminar el rompecabezas de una historia que no todos quieren ver y que a muchos les molesta, porque al fin y al cabo todos sabemos que el poder no es para cualquiera y aprender a manejarse con él no es gratuito. El tema es saber cuánto está dispuesto entregar en esa lucha y cuánto de sufrimiento o de disfrute hay en el ejercicio de sus funciones. LA CORDILLERA La cordillera. Argentina/Francia/España;2017. Dirección: Santiago Mitre. Intérpretes: Ricardo Darín, Dolores Fonzi, Erica Rivas, Christian Slater, Elena Anaya, Paulina García, Daniel Giménez Cacho, Gerardo Romano, Alfredo Castro y Rafael Alfaro. Guión: Santiago Mitre y Mariano Llinás. Fotografía: Javier Julia. Música: Alberto Iglesias. Edición: Nicolás Goldbart. Diseño de producción: Sebastián Orgambide. Duración: 114 minutos.
La poética de la fragilidad, de Nicolás Grandi y Lata Mani Por Jorge Bernárdez Para todos aquellos nacidos bajo una estrella airada No vaya a ser que olvidemos cuán frágiles somos. “Fragilidad”, Sting. La poética de la fragilidad es una film de conceptos, una película contemplativa. Si Enrique Jardel Poncela decía que definir el humor era como pretender pinchar una mariposa con el poste de un telégrafo, me permito parafrasearlo y advertir tratar de definir o de escribir algo sobre una película como esta es cómo pretender atrapar un rayo de una tormenta dentro de una botella. El argentino Nicolás Garibaldi creó imágenes que acompañan las ideas y y el guión de la india Lata Mani. El resultado es una conjunción de alto vuelo poético a través de las cuales resaltan las palabras de Angela Davis, de Nora Cortiñas, una madre de Línea fundadora que habla de cómo se hace para trascender después de advertir la impermanencia de las personas. también participan el actor bailarín Greg Manalo y la artista de performance Thao P Nguyen. Los temas que pasan a través del guión de Lata Mani son por supuesto los temas que hacen del ser humano y de la naturaleza todos entes frágiles que deben asumir lo efímero y lo inconstante. Una mujer atrapada en su cuerpo, atada a una silla de ruedas que dicen en un momento que el sufrimiento con su rutina de dolor y de aislamiento, también permite que quien lo sufre pueda advertir la belleza de algunas cosas que pueden durar segundos incluso. Una hora de reflexiones, textos en pantalla, imágenes virtuosas puestas en función de las ideas que se van diciendo en for,a parsimoniosa. El cine contemplativo crea su propia grafía y es un género más pero no está necesariamente atado a las convenciones de un género y toparse con una película de estas características en el medio de la cartelera porteña es toda una sorpresa y vale la pena resaltar que el Centro de la cooperación reserve los jueves de Agosto para que se acerquen aquellos que estén dispuestos a entregarse a una película que se dedica a tratar y a meditar acerca de la vida, esa chispa ente dos nadas. LA POÉTICA DE LA FRAGILIDAD La poética de la fragilidad. Argentina, 2017. Dirección: Nicolás Grandi y Lata Mani. Duración: 63 minutos.
Transformers: El último caballero, de Michael Bay Por Jorge Bernárdez Pasa algo con las películas de la serie Transformers, van cinco y entre ellas hay algunas buenas y otras que son puro ruido y vértigo. Esta quinta entrega arranca en lo que todos conocemos como la leyendas del Rey Arturo y los Caballeros de la Mesa Redonda. Todas las generaciones han tenido sus películas sobre esa historia, recuerdo aquella con Robert Wagner que se llamaba El príncipe valiente que vi muchos sábados en el cine de Super Acción de canal 11 antes de que se llamara Telefé y también la sorpresa que me produjo Excalibur de John Boorman, que era una revisión mas ajustada y más adulta, además de ser una verdadera obra de arte, con Carmina Burana en su banda de sonido. Ahora resulta que el verdadero secreto de aquellos caballeros y la secta a la que dio origen estaba íntimamente vinculada a la presencia de Transformers en nuestro planeta, un Mago Merlín (Stanley Tucci, efectivo como siempre) un poco borracho y algo chanta que intercede ante esas criaturas y que llegado el momento se involucraron y lucharon del lado de Arturo y sus caballeros. Ese comienzo le da a esta película un arranque épico indudable, pero rápidamente el relato salta 1600 años y nos ubica en una invasión extraterrestre que pasa por el universo de los Transformers, vuelven los personajes que conocemos y se agrega un nuevo universo de seres humanos. Transformers 5 arranca muy bien, enseguida se transforma en uno de esos bodoques que solo Michael Bay puede poner en pantalla, en donde el vértigo se vuelve confusión. El espectador se siente avasallado por la potencia de lo que sale de la pantalla y a la vez mira el tiempo que va pasando con preocupación, teniendo en cuenta que entró a la sala sabiendo que lo esperan 150 minutos de ruidos, explosiones y diálogos imposibles. Justo cuando uno empieza a perder la paciencia aparece una parte de la ecuación inesperada: los actores. Mark Wahlberg vuelve a la franquicia y Anthony Hopkins aparece como el hombre que es el depositario del secreto histórico o al menos el que está destinado a rescatar del olvido secretos inesperados, mientras que Laura Haddock arranca como una historiadora que no da demasiado crédito al lado místico de la historia del Rey Arturo, pero que guarda un secreto que ella no sabía que guardaba. Y a todos ellos se les suma John Turturro que le saca provecho a su personaje. Es decir, lo mejor de la película es cuando baja un poco el ritmo y se pone en manos de los actores para desarrollar un poco los secretos de los caballeros y como aquellas leyendas se vinculan con la lucha que está a punto de estallar. Al final, claro, vuelven la espectacularidad, los efectos especiales y el momento en que el planeta corre peligro, todo explota por los aires. Al final tiran una pista que promete a los seguidores de los Transformers, una pista de que en un par de años tendremos de regreso a los Transformers para enfrentar otro peligro para la Tierra y así asegurar que la franquicia entregue una sexta película. TRANSFORMERS: EL ÚLTIMO CABALLERO Transformers: The Last Knight. Estados Unidos, 2017. Dirección: Michael Bay. Intérpretes: Mark Wahlberg, Anthony Hopkins, Josh Duhamel, Stanley Tucci y Laura Haddock. Guión: Art Marcum, Matt Holloway, Ken Nolan y Akiva Goldsman. Fotografía: Jonathan Sela. Música: Steve Jablonsky. Edición: Roger Barton, Adam Gerstel, Debra Neil-Fisher, John Refouga, Mark Sanger y Calvin Wimmer. Duración: 149 minutos.
Cantantes en guerra, de Fabián Forte Por Jorge Bernárdez Sammy- Vos ya no sos más Miguel, sos Miguell´o. Miguel es gris rutinario. Miguell´o es otra cosa, sufre por amor pero no demasiado, come sushi. Miguel- Pero a mi no me gusta el sushi Sammy. ¡Pero a Miguell´o si! La primera hora de Cantantes en guerra es toda una sorpresa y vence cualquier idea preconcebida que uno pueda hacerse de una película con Peter Alfonso y José María Listorti, dos actores surgidos de la fragua de Tinelli que se juntan por tercera vez para el cine. En el comienzo hay un dúo pop que se presenta ante un productor/representante que busca nuevas estrellas, no necesitan cantar demasiado porque a la mitad de la primera estrofa Sammy (Osvaldo Santoro) que no tiene tiempo que perder los corta de manera displicente y les dice que no tienen química, para acto seguido señalar a uno de ellos y decirle que él sí tiene “algo”. Ricardo (José María Lisatorti) abandona ahí mismo a Miguel (Peter Alfonso), balbuceando que ya va a convencer a Sammy para que no lo deje afuera. Veinte años después Ricardo se llama Ricky Prince, es un astro pop con todas las taras que se puedan imaginar de un astro pop, pagado de sí mismo, alejado de la realidad, caprichoso, veleidoso, explotador y todo eso que hace que las estrellas sean estrellas, con el agregado de que está levemente en decadencia. En ese trance amargo en el que todo parece empezar a fallar y mientras se traslada en una limusina, Ricky choca con otro auto y allí va su viejo compañero, Miguel. El antiguo compañero de ruta abandonado en un escenario el día mismo de la prueba de fuego es ahora un profesor privado de música (siete alumnos) casado y con una hija. Aparentemente le sienta la vida de ciudadano común. Pero una palabra lleva a la otra y la charla a una invitación para ir a cenar y eso al ofrecimiento concreto por parte del astro pop al humilde profesor de música para que se sume a la gira que está por empezar. Todo se dirige a una catástrofe para Ricky Prince pero él, claro, es incapaz de percibir las señales. Miguel en cambio está por ver como su vida cambia por completo y en el camino da muestras de nos ser ni tan bueno ni sentirse tan cómodo con un hombre de familia. Ricky estalla de manera desaforada en un ensayo y el momento se viraliza en las redes, el público lo repudia, los famosos que antes lo consideraban un par lo niegan, los anunciantes lo abandonan, la compañía discográfica lo embarga y le manda un abogado (Dady Brieva) que lo despoja hasta de sus discos de oro. Sammy abandona a Ricky -hay que decir que Osvaldo Santoro es un verdadero pilar de la película-, y va por Miguel al que rebautiza como Miguell´o, que nadie sabe bien como pronunciar, le crea una nueva personalidad, le hace negar a su esposa y así nace una nueva estrella. Ricky vuelve a ser Ricardo, vive de prestado en la casa del padre de su asistente que es un reconocido empresario de productos alimenticios (Miguel Angel Rodríguez) y en su derrumbe llega a ofrecer productos de su benefactor disfrazado de pollo en un supermercado. Con aires a Muertos de risa, una buena carga de chistes cortos bien efectivos y una mirada burlona al mundo del show business, la primera hora de la película se ve con entusiasmo. Hay una gran producción un mirada interesante sobre el mundo del entretenimiento y participaciones especiales que están bien aprovechadas. Sobre el final todo se resiente un poco, no se puede negar, y cierto apresuramiento a la hora de cerrar la historia conspira un poco contra todo lo bueno que muestra la primera hora. Si Cantantes en guerra fuera menos blanca, tuviera menos conciencia de ser un producto pensado para las vacaciones de invierno y para un publico familiar la sería mucho mejor y más interesante en el resultado final. Podría decirse que de seguir el rumbo y el ritmo de aprendizaje que el equipo (protagonistas y director) van mostrando película a película, en el futuro podrían llegar a alcanzar un producto divertido, popular y a la vez sofisticado. Habrá que esperar. CANTANTES EN GUERRA Cantantes en Guerra. Argentina, 2017. Dirección: Fabián Forte. Intérpretes: José María Listorti, Pedro Alfonso, Facundo Gambandé, Osvaldo Santoro y Diego Reinhold. Duración: 94 minutos.
Spider-Man: De regreso a casa, de Jon Watts Por Jorge Bernárdez En una escena de batalla campal en la que se definía la separación entre los Avengers, aparecía un nuevo Spider-Man, un Spider-Man adolescente apadrinado por Iron Man. La aparición había sido anunciada en cierta forma cuando unos meses antes, se supo que la Marvel estaba negociando los términos contractuales del super héroe que hasta ese momento sa había quedad afuera de la nueva etapa de la Marvel. Spider-Man: De regreso a casa es la película en la que se concreta el pase, el relato en el que Peter Parker se hace desde abajo bancado por Ray Stark. Más allá de lo deprimente que puede resultar ver a un héroe reducido a la situación de un suplente, tratando de jugar en primera, la nueva experiencia es gratificante, renueva (¡otra vez, si!) a Spider-Man y suma un eslabón a la cadena de películas con las que la Marvel le hace morder el polvo de la derrota a la DC, la productora de Superman, Batman y la otros súper héroes. La acción se inicia dos meses después de la épica lucha entre los Avengers y muestra a Peter Parker estudiando en la Academia de Tony Starks, esperando ser llamado de nuevo a la acción. Pero el llamado no llega y el nuevo Spider-Man se aburre en el colegio secundario, sale por la noche a proteger al ciudadano de a pie y le oculta a la tía con la que vive su doble vida. Una noche se topa con delincuentes que manejan una nueva generación de armas, que hacen cosas asombrosas. Tony Starks supervisa de lejos a su protegido a través de Happy (Jon Favreau), pero el adolescente es demasiado inquieto. No vale la pena desarrollar más el argumento de una película que es en parte de aventuras y en parte sobre la vida de gente notable en sus primeros pasos. El universo de Peter Parker se compone de compañeros de colegio -una de la cuales es el objeto de sus deseos- se suma al otro universo que es el de Spider-Man contra el que se establece la lucha y está interpretado por Michael Keaton, que por supuesto se luce haciendo de villano. Y si bien el nuevo Spider-Man no es tan explosivo como por ejemplo Deadpool, el clima adolescente y la irreverencia atraviesan una película que no abreva en la solemnidad del cine de súper héroes, que creció en los últimos años al son del Batman de Christopher Nolan. Así que bienvenido el regreso de Spider-Man, bienvenida la música de Los Ramones que suena más una vez y bienvenida la renovación que Marvel va planteando lentamente pero a paso firme. Como siempre en las películas de la productora, hay que quedarse hasta que terminen los títulos del final. SPIDER-MAN: DE REGRESO A CASA Spider-Man: Homecoming. Estados Unidos, 2017. Dirección: Jon Watts. Intérpretes: Tom Holland, Michael Keaton, Robert Downey Jr., Marisa Tomei, Jon Favreau, Gwyneth Paltrow, Zendaya y Donald Glover. Guión: Jonathan Goldstein, John Francis Daley, Jon Watts, Christopher Ford, Chris McKenna y Erik Sommers. Fotografía: Salvatore Totino. Música: Michael Giacchino. Edición: Debbie Berman y Dan Lebental. Diseño de producción: Oliver Scholl. Duración: 133 minutos
Mamá se fue de viaje, de Ariel Winograd Por Jorge Bernárdez Entre los muchos inconvenientes que presenta Mamá se fue de viaje, está el verosímil y lo difícil que se hace hacer coincidir la imagen del padre de la película que interpreta Diego Peretti (con su habitual solvencia), con las cosas que hace y cómo enfrenta las situaciones. Al comienzo tenemos un matrimonio de varios años y muchos hijos. Victor (Peretti) y Vera Garbor (Carla Peterson) juegan de memoria el juego del matrimonio acomodado, Victor es gerente de una multinacional de artículos para el hogar y de construcción, ella es abogada, pero cuando la familia empezó a producir hijos abandonó su carrera y se dedicó a ser el centro del hogar. Por ese proyecto Vera dejó de lado montones de cosas que le hubiera gustado hacer, pero todos sabemos que cuando toca el momento de decidirse a ser el 9 de Boca o una estrella de rock, hay que lanzarse a eso dejando todo de lado. Vera optó por ese modelo de familia tradicional para atender a sus tres hijos y a su marido. La película lo encuentra a Victor en un momento de crisis laboral y aunque él no lo perciba, también de crisis de pareja, No son las únicas cosas que Victor no percibe pero tampoco vamos a espolear la película así que sigamos adelante. Una serie de comentarios desafortunados y algunas desatenciones, provocan que Vera decida que es un buen momento para cumplir al menos un sueño: conocer Machu Pichu. En una cena con la familia a pleno, anuncia el viaje pero es otra cosa que Victor no escuchará, si a esta altura ya uno empieza a sospechar que Victor es un gil de gomería y el día del viaje la familia está sorprendida de las valijas de mamá Vera que los desafía a que sobrevivan sin ella. No hay que ser un genio para saber que Victor no está capacitado para manejar la casa y la vida de cuatro hijos, con edades que van del preescolar a casi el fin de la secundaria. Bruno, Lara, Tato y Luna van a obligar a Victor a tomarse vacaciones justo en el momento en el que la empresa planea una expansión y el más trepador de sus compañeros gana terreno de manera constante a expensas del abrumado Victor, que ve desmoronarse su hogar, su carrera y que además se comporta como un verdadero explotador. Por supuesto que el camino del aprendizaje hará que Victor aprenda cosas fundamentales de la vida, reencuentre a su familia y en cierta forma arregle la mayoría de los desastres que provocó por ser bastante idiota. Es el momento de decir que la película no es del todo torpe, que los actores llevan adelante sus personajes con oficio, que los cuatro chicos están bien, pero que a pesar de todo eso, el hecho de que un grandulón de más de cuarenta años actúe frente a la primera menstruación de su hija como si estuviéramos viendo una de las películas de Sandrini de los setenta -hasta a Francella en los noventa se lo hubiéramos soportado pero no en 2017, no a Peretti-. Con todo digamos que ese no es el único problema de inconsistencia, pero que lo que vamos a marcar ahora es casi una constante en el cine nacional y en la televisión. Victor Garbor está casado con Carla Peterson, que por más baqueteada que la hagan aparecer es de un belleza deslumbrante y tiene un trabajo por el que debe cobrar un sueldo de seis cifras por mes. Uno ve la forma de actuar de Victor y no se lo cree. Hay buenos chistes, hay mucha agitación y como entramos en temporada de vacaciones de invierno, es casi seguro que las doscientas salas en las que se estrena recibirán grupos familiares dispuestos a pasar el rato sin ganas de pensar demasiado. Si ese es el plan que buscan, seguramente esta será su película. MAMÁ SE FUE DE VIAJE Mamá se fue de viaje. Argentina, 2017. Dirección: Ariel Winograd. Intérpretes: Diego Peretti, Carla Peterson, Muriel Santa Ana, Martín Piroyansky, Guillermo Arengo, Pilar Gamboa, Maruja Bustamante y Mario Alarcón. Guión: Mariano Vera. Fotografía: Félix Monti. Dirección de arte: Daniel Gimelberg. Edición: Pablo Barbieri. Distribuidora: Buena Vista Internacional. Duración: 99 minutos.
Sólo se vive una vez, de Federico Cueva Por Jorge Bernárdez Solo se vive una vez tiene todo en los papeles para ser un hitazo: gran elenco internacional, alto nivel de producción y un look que hace pensar en un cine comercial y de aventuras que veíamos hace años en los cines de barrio o las películas de Belmondo, pongamos, que veíamos en Cine de Superación de canal 11 (antes de que se llamara Telefé). Todo lo anterior significa que me senté en la butaca con cierta esperanza y mucha buena voluntad. Leon (Peter Lanzani) es un estafador que junto a su amiga Flavia (la divina China Suárez), organiza un golpe que sale mal y se ve envuelto en un juego que lo supera. Hay tiros, líos y corridas que terminan con León escondiéndose en un ómnibus, que traslada a un grupo de rabinos de todo el país que participan de unas jornadas en uno de los templos de la Capital. El anfitrión es el rabino Mendi (Luis Brandoni) y el compañero de cuarto de León será Yosi (Darío Lopilato) y claro, hay una chica que será en algún momento lo que va a hacer que León tome algunas decisiones. Todo el mundo parece haberse divertido bastante haciendo lo suyo en la película, que además cuenta con Gérard Depardieu como un sangriento capo mafia, Santiago Segura que hace de su mano derecha y un grupo de actores se suman a la aventura como Pablo Rago, que hace del hermano cura del protagonista. Por desgracia algo falla en el camino y por más buena onda que le ponga uno desde la butaca, las explosiones, los tiros y las corridas no terminan de hacer funcionar una película que tenía todo en los papeles como para gustar. Pero se queda a medio camino. SÓLO SE VIVE UNA VEZ Sólo se vive una vez. Argentina/España, 2017. Dirección: Federico Cueva. Intérpretes: Peter Lanzani, Pablo Rago, Darío Lopilato, Arancha Martí, Luis Brandoni, Gérard Depardieu, Hugo Silva, Santiago Segura, Pablo Cedrón, Eugenia Suárez y Carlos Areces. Guión: Sergio Esquenazi, Nicolás Allegro, Chris Nahon, Mili Roque Pitt y Axel Kuschevatzky. Fotografía: Guillermo Nieto. Música: Alfonso González Aguilar. Edición: Fran Amaro. Dirección de arte: Graciela Oderigo. Sonido: Sebastián Litmanovich y Federico Billordo. Duración: 90 minutos.
Baywatch: Guardianes de la bahía, de Seth Gordon Por Jorge Bernárdez Qué se acuerdan de Baywatch? Pamela Anderson, claro y David Haselhof, por supuesto y la playa y las olas y el viento y el zucunduún zucundún. No Donald no estaba pero hubiera salido como piña la presencia de ese creador de hits playeros instantáneos en esa serie que era realmente sobre la nada, se lo perdieron. La serie estaba ahí en el limbo de los recuerdos de la década de los noventa y era cuestión de tiempo hasta que alguien decidiera pasarle el plumero al título y llevarlo al cine. la operación se produjo y llegó a las salas en el verano o casi del hemisferio norte y en pleno otoño acá en el cono Sur del mundo. Dwayne ‘The Rock’ Johnson y Zack Efron son la cabeza de esta versión cinematográfica, que lo primero que hay que decir es que en principio es una bodie movie en la que Mitch (The Rock) es el capo de la playa que preside el cuerpo de salvavidas y tiene a su cargo la competencia anual que suma nuevos integrantes a tan prestigioso cuerpo de seguridad. Entre los integrantes de ese batallón de inquietos jóvenes que quieren salvar vidas se encuentra una estrella olímpica de la natación, Matt Brody (Efron), que en realidad está allí para cubrir una deuda con la Justicia. Así que ya está planteada la trama central que es la relación entre el humilde y generoso servidor de la playas, versus el arrogante y egoísta campeón que en el transcurso de la historia aprenderá el valor de trabajar en equipo. Bueno, ese es el planteo inicial pero lo principal es el cuerpo de gráciles guardavidas que rodean a los protagonistas. La película es generosa a la hora de darles lucimiento a las chicas, lástima que alguien creyó que era necesario agregarle una trama policial, una villana traficante de drogas que quiere comprar la bahía y todo se vuelve un poco confuso. En el camino de la resolución de esa trama policial el director Seth Gordon apela a todo lo que tiene a mano, recursos nobles y no tanto, humor burdo, buena musicalización, despliegue de cuerpos perfectos y aceitados, humor genital y un tono general que bordea la incorrección, lo cual sería de festejar si fuera a fondo. Toda versión de una serie que llega al cine Baywatch trae a David Haselhof haciendo del Mitch original o de él mismo, o algo así y a Pamela Anderson, así que los dos cumplen y son protagonistas de sendos momentos autoreferenciales. Así que Baywatch es una pavada descerebrada que se deja ver y hasta logra algunas risas en la platea. Dios sabe que más piensan desenterrar o que título de serie perdida duerme en los departamentos de producción de alguna productora de Hollywood, pero uno piensa que ya cumplieron con Chips y Baywatch, así que a lo mejor la dosis necesaria de nostalgia está cubierta. ¡Y si nos parece medio idiota porque le ponemos siete? Bueno será un chiste fácil (y machista), es la influencia de la película, pero con tantas chicas corriendo en cámara lenta el siete es un número que uno sentado en la butaca no se puede sacar de la cabeza. BAYWATCH: GUARDIANES DE LA BAHÍA Baywatch. Estados Unidos, 2017. Dirección: Seth Gordon. Intérpretes: Dwayne Johnson, Zac Efron, Priyanka Chopra, Alexandra Daddario, Kelly Rohrbach, Jon Bass, Iifenesh Hadera, Yahya Abdul-Mateen II. Guión: Damian Shannon y Mark Swift. Fotografía: Eric Steelberg. Música: Christopher Lennertz. Edición: Peter S. Elliott. Diseño de producción: Shepherd Frankel. Duración: 116 minutos.