"INTERESANTE REGRESO DE ZEMECKIS AL CINE CON ACTORES" Ya desde “Días sin huella” de Billy Wilder se ha explorado un tema tabú como el alcoholismo. Mucho antes de que ir a “Alcohólicos anónimos” fuese una práctica asumida para los bebedores empedernidos arrepentidos, el tema del vicio de beber no era un tópico al que el cine haya recurrido todo el tiempo. Obviamente luego vinieron gran cantidad de filmes haciendo alusión a esta temática; cabe recordar algunos exponentes cinematográficos como “Adiós a Las Vegas” de Mike Figgis, con el premio Oscar para Nicholas Cage; “Barfly” de Barbet Schroeder, con Mickey Rourke; “Cuando un hombre ama a una mujer” de Luis Mandoki, con Meg Ryan; y más recientemente “Loco corazón” de Scott Cooper, con el merecido Oscar para Jeff Bridges. La Academia de Hollywood suele tentarse con estos roles, y esta vez le toca a Denzel Washington ser de la partida: está nominado como Mejor Actor en este nuevo filme del creador de “Forrest Gump”, la trilogía de “Volver al futuro” y “Náufrago”, entre tantas otras: Robert Zemeckis.Tras una década dedicado al cine de animación, el director regresa con una honda trama dramática, con un antihéroe que no la pasará nada bien a lo largo del guión que lo tiene como centro. En este caso, el tema del alcoholismo aparece unido a un hecho catastrófico que tiene lugar arriba de un avión. Whip Whitaker (Washington) es un experimentado piloto al que le gusta beber antes y durante el vuelo comercial que debe pilotear. Por una falla en su avión consigue realizar un milagroso aterrizaje, salvando a casi todos los pasajeros de su vuelo; pero luego del accidente, las investigaciones de rigor irán comprometiendo a Whip que, a pesar de haberse tornado casi en un héroe, se verá convertido en un peligroso chivo expiatorio, y su condición de bebedor no lo ayudará para nada. El filme tiene un prólogo atrayente: además de presentarnos a Whip, el personaje principal y excluyente del guión de John Gatins, su primera media hora recorre, principalmente, las instancias previas del accidente aéreo que luego se presenta ante nuestros ojos en tiempo real y pone los pelos de punta, haciendo que el espectador se aferre a su asiento como si estuviera a bordo de ese fatídico vuelo. La labor actoral de Denzel Washington es irreprochable, aunque tampoco sobresale demasiado de su extensa filmografía. Es cierto que el guión (y por ende, la cámara) casi no se aleja nunca de él; salvo en las primeras escenas en que vemos al personaje coprotagónico femenino en la piel de Kelly Reilly, la presencia de Washington es constante y toda la acción avanza con él como protagonista, y ello dota de sustancial peso a su performance. Sí es de destacar la actuación de Reilly que, con su triste y extenuada mirada delineada de negro, su personaje pide ayuda a gritos, a pesar de su aguda y frágil voz. El elenco se completa con los correctos Bruce Greenwood, Don Cheadle y Melissa Leo, pero una mención aparte merece el gran John Goodman que, a pesar de tener poquísimas y breves apariciones, cuando asoma es para dar un poco de aire fresco ante tanta densidad dramática, aportando su histrionismo en un rol que, en la vida real, no sería para nada simpático y hasta podría ser comparado con el mismísimo diablo. Sin embargo, Goodman saca las pocas risas que puede provocar esta nueva (e inusual) apuesta de Zemeckis. Lamentablemente, los últimos 5 minutos se tornan extremadamente moralistas y edificantes, alejados del planteo propuesto a lo largo de los 133 minutos previos, que no le hacen honor a lo sugerente de la propuesta general (de hecho, en el guión original escrito por Gatins, no figuraba este final). Sin embargo no llega a arruinar la película, que logra ser entretenida y nos hace sufrir con los altibajos constantes de su personaje central.
Encuadrada en el género de thrillers financieros, tan de moda en los turbulentos tiempos económicos que se viven mundialmente (tal cual lo reflejaba el filme “Margin call”), este segundo filme del joven cineasta Nicholas Jarecki (cuya ópera prima fue un documental) nos sumerge en la agitada vida de un acaudalado hombre de negocios, sinónimo de éxito y reconocimiento. Robert Miller (Richard Gere) vive su vida de lujo, con su amada esposa (Susan Sarandon) y con una familia numerosa de hijos y nietos. Pero toda esa pantalla no logra distraer a Robert de su urgente necesidad de lograr un objetivo: requiere perentoriamente vender su imperio a un gran banco antes de que salga a la luz que ha cometido fraude con los fondos de su empresa. Miller busca vender su emporio antes de que las cifras queden expuestas, al tiempo que mantiene un romance con una galerista de arte francesa (Laetitia Casta). Como si la cuestión monetaria no fuese suficiente conflicto, se agrega que su amante le reclama constantemente su atención, y arriesgará los planes del empresario, dado un inusitado accidente que modificará su existencia de un día para otro. El guión se desarrolla ágilmente y se complica con una subtrama policial, incluyendo diálogos atrapantes y generando un importante suspenso por ver cómo se las arreglará este magnate que tiene la soga al cuello, y al que no le importa involucrar, si es necesario, hasta su propia hija (Brit Marling). Gere le imprime su característico sello de galán maduro, lo que le permitió recibir (exageradamente) una nominación a los Globos de Oro por su correcta actuación. Completa el elenco central Tim Roth, como un “sabueso” policía a cargo de una investigación que envolverá aún más al protagonista, complicándolo. Se deja ver, ya que entretiene y está bien fotografiada en paisajes neoyorkinos principalmente.
"CONTUNDENTE DRAMA VERÍDICO, CON UN DIRECTOR Y UNA ACTRIZ DE EXTREMA SOLVENCIA" Tras el descomunal éxito de su ópera prima, “El orfanato” (2007), el director J.A. Bayona y junto a él, el guionista Sergio G. Sánchez, se apartan del terror fantástico y fantasmagórico para enfocarse en un hecho verídico: en este caso el desastre que provocó el terrible tsunami que devastó distintas zonas situadas en el océano Índico el 26 de diciembre de 2004. El guión se posa sobre una familia, los Bennett, compuesta por 5 integrantes: el matrimonio y tres varones de aproximadamente 11, 7 y 5 años. Ellos han llegado a un bello resort en vísperas de las navidades, para disfrutar de unas apacibles vacaciones, desconociendo que 48 horas después atravesarían el peor día de sus vidas. La secuencia del tsunami no tarda en llegar y es francamente avasalladora: irrumpe al igual que la gigantesca ola y petrifica al espectador, que sufre, se golpea y siente dolor junto a los personajes, gracias a la inclusión de imágenes y (especialmente) sonidos que recrean la catástrofe con sorprendente realismo. El filme es muy duro y apenas es concesivo con el espectador, que siente como propios los pesares de la familia Bennett. En medio del caos y el dolor, son muchas las familias desmembradas y las personas desaparecidas, pero en ese cataclismo no falta la solidaridad y el sentido de humanidad, dando cuenta de cómo reacciona la condición humana frente a una tragedia, y cómo sostener una mano, acompañar a otro, prestar un teléfono, se transforman en muestras de heroísmo en ese descalabrado entorno. Aunque también se ven algunas (pocas) muestras de mezquindad y egoísmo, tal vez, justificados por la situación límite que enfrentan los personajes, por lo que es atinado no mostrar juicios de valor al respecto. Las actuaciones son un soporte importantísimo del filme: los personajes deben atravesar momentos de hondo pesar, de trágica incertidumbre, de horror ante el desamparo al que están expuestos. Resultan profundamente emotivas (y creíbles) muchas de las escenas que tienen a su cargo tanto Naomi Watts como Ewan McGregor y el pequeño Tom Holland, que se exponen emocional y físicamente. Este brillante terceto (junto a los dos pequeños actorcitos que hacen de los otros hijos del matrimonio) arranca francas lágrimas entre el público, que enmudece ante tamaña circunstancia que sufren estos personajes. El director tiene la habilidad de narrar una historia que, en sí misma, es muy pequeña; el conflicto es claro y contundente: una familia se enfrenta ante los avatares de la naturaleza y debe lograr, como pueda, su salvación. Punto, no hay más que eso; todo el filme recorre esas primeras horas de descalabro y un par de días post cataclismo. Sin embargo, Bayona se encarga de llevarnos de las narices y hacer que ese conflicto sea también del espectador, que sufre a la par ellos: primero, ante el impacto del agua (y todo lo que arrastra) viniéndoseles encima; y luego, con el intento de supervivencia y de hallarse con vida unos a otros. Bayona es un cineasta perspicaz e intuitivo, un director metódico que acierta en mostrar y elipsar lo suficiente (habiéndolo logrado justificadamente con su ópera prima) como para provocar la incertidumbre y el desasosiego necesarios para atrapar al auditorio; pero puede resultar, en este caso, algo tramposo, porque en la escena en la que la cama que ocupaba la madre en ese hospital improvisado aparece vacía (como símbolo de su defunción), intervienen sentimientos muy profundos de un niño que cree que su madre ha fallecido, y ese dolor trasciende a la platea, que puede sentirse, luego, estafada. Además, en algún que otro momento, la potente música de Fernando Velázquez resulta algo omnipresente y corre el riesgo de parecer manipuladora. Sin embargo eso no empaña la hazaña del director de presentar esta historia, que deja al espectador con la boca abierta pero sin decir nada, porque la sala de cine queda enmudecida cuando las luces se encienden, mientras vemos, durante los créditos finales, la foto de la verdadera familia que atravesó esa tragedia. El público queda extenuado ante tamaño acontecimiento cinematográfico, especialmente porque cae en la cuenta de que todo lo que vio fue vivido realmente por gente que tuvo la maldita suerte de estar en el lugar y día equivocados. Seguramente, Bayona no alcance ninguna nominación a los premios “importantes” de la industria cinematográfica con este filme; pero sería injusto que esta vez Naomi Watts no levante, finalmente, la famosa estatuilla dorada que, hace años, merece. Si Gwyneth Paltrow la consiguió con su apasionado cuento shakesperiano, la Watts merecería tener tantos trofeos como personajes ha encarnado…
"INSÓLITA HISTORIA VERÍDICA QUE PONE LOS NERVIOS DE PUNTA" Ben Affleck se supera como director en cada película que estrena. En su debut, con “Gone, baby, gone” (2007), deslumbró con un profundo guión sobre la desaparición de una niña y su búsqueda por parte de un par de detectives; y luego, con “The town” (2010), construyó un policial con mucha acción pero sin abandonar el drama de su protagonista, que no sabía cómo abandonar la banda de ladrones que lideraba. Esta vez presenta"Argo", una historia verídica, con tintes políticos; una ficción basada en hechos reales, que parece irreal que haya sucedido. El 4 de noviembre de 1979, al momento en que la revolución iraní alcanza su punto límite, militantes invaden la embajada de los Estados Unidos en Teherán, tomando a 52 estadounidenses de rehenes. En medio del caos, seis norteamericanos logran escaparse y se refugian en la casa de un embajador canadiense, concientes de que era cuestión de tiempo para que los descubrieran y probablemente los mataran. Un especialista en “exfiltración” de la CIA, llamado Tony Mendez (Affleck), idea un arriesgado plan para sacarlos a salvo del país: un plan tan increíble que solo podría resultar en las películas. El filme está basado en un artículo de Joshuah Bearman, en el que se detallaba cómo en 1979, durante la crisis de los rehenes en Irán, la CIA y el gobierno canadiense idearon una misión de rescate para seis personas que lograron huir de la embajada estadounidense que estaba siendo sitiada por grupos islamistas. Así, se crearon pasaportes falsos para intentar sacarlos del país, simulando ser parte de un equipo de rodaje de un largometraje titulado “Argo”. Además de Affleck como director y protagonista, actúan Alan Arkin (“Little Miss Sunshine”), John Goodman (“El artista”) y Bryan Cranston (“Breakin´ Bad”), tres enormes actores que realizan un gran soporte secundario a este insólito relato (Arkin, con serias chances de Oscar), además de los seis intérpretes que se ponen en la piel de los rescatados. Affleck sabe imprimirle nervio a la cinta, primero presentando didácticamente los violentos hechos políticos en los que se basa esta historia; luego, mostrando el conflicto de los protagonistas; y a partir de allí, generando en el espectador una adrenalina que se acrecienta con el paso de los minutos, logrando un potente clímax en una larguísima secuencia final, con el plan de huída en marcha. La puesta en escena es brillante, logrando transportarnos a fines de los 70s, tanto en las lejanas tierras de mundo islámico, como en la creativa Hollywood de aquellos años. “Argo” tiene importantes posibilidades de colarse entre las nominadas al Oscar; al menos eso se presagia en las páginas web cinéfilas. Al margen de los premios, Ben Affleck crece con cada filme que dirige, haciendo cada vez más respetable su carrera en Hollywood, recordándonos que él fue el genial co-guionista de la oscarizada “Good Will Hunting” (allá por 1997) y que, teniendo una trayectoria actoral exitosa (aunque no por su calidad interpretativa) ha resultado ser mejor director de cine que cualquier otra cosa. Ojalá sea “hasta el infinito, y más allá…!!!”.
"HIPNÓTICO Y TENSO THRILLER CON GRANDES ACTORES" Habiendo debutado en el largometraje con “Concursante” (2007) y logrado atención internacional y enorme impacto con “Enterrado” (2010), el director español Rodrigo Cortés presenta su tercer trabajo, “Luces rojas” , un intrigante thriller sobrenatural, para el que ha contado con los protagónicos de Sigourney Weaver, Robert De Niro y Cillian Murphy. La trama arranca poderosamente, con una intensa escena de espiritismo en una alejada casa, a la que fueron convocados la doctora Margaret Matheson (Weaver) y su joven asistente Tom Buckley (Murphy). Ambos se dedican a desenmascarar los fraudes de quienes se atribuyen poderes paranormales, y lo logran una vez más en esta escena inicial. La investigadora, con la soberbia de quienes triunfan en sus descubrimientos, presenta sus teorías dando clases en una universidad, pero su altanería se derrumba cuando se entera que, tras treinta años de ausencia, el legendario psíquico Simon Silver (De Niro) reaparece en escena, convirtiéndose en todo un desafío para científicos y escépticos. A pesar que Margaret pretende no involucrarse, porque Silver es el único que, en el pasado, la ha hecho dudar sobre sus propias certidumbres (relacionado con una subtrama que implica al hijo de ella), su asistente Buckley empieza a obsesionarse con él y con los fenómenos que lo rodean. Un sorprendente giro relacionado con el personaje de Sigourney Weaver hace que el de Cillian Murphy se lleve todo el peso y dramatismo de la historia, hasta un final con (tal vez) demasiada parafernalia. Lamentablemente, en ningún momento emocionan o angustian los devenires de los personajes principales, a pesar que la construcción de los mismos incluyen características dignas de ello. Sí hay que reconocer el gran trabajo actoral de Weaver y Murphy, logrando excelente química entre ambos y con una presencia hipnótica en las escenas que llevan adelante, tanto juntos como separados. Robert de Niro le aporta su enorme estampa al reparto, erigiéndolo como poderosa figura antagónica del relato. Toby Jones, Joely Richardson, la ascendente Elizabeth Olsen y "nuestro" Leonardo Sbaraglia en roles de reparto, logran atraer con sus breves participaciones. Habiendo dedicado un año y medio a estudiar los fenómenos paranormales y las distintas respuestas a éstos, Rodrigo Cortés presenta una aproximación a este discutido campo de los poderes ultrasensoriales. Crea una perfecta ambientación para generar expectativa, intriga, tensión, drama; y lo logra de manera tal que, posiblemente, lo ha dejado sin energía para el desenlace, que se presenta algo grandilocuente y pretenciosamente sorpresivo (con una revelación que resignifica lo anteriormente visto), un poco por debajo de la calidad obtenida durante gran parte del metraje. A pesar de ello, el filme atrae muchísimo y logra ser un perfecto entretenimiento que no decae nunca, al contrario, se acrecienta, pero no termina de ser redondo por todo lo apuntado. Lo mejor es verla, disfrutarla, y sacar propias conclusiones.
"SUNTUOSA PRODUCCIÓN DE UN OSCURO CUENTO DE HADAS". Las adaptaciones cinematográficas de Blancanieves se inician en el cine mudo, presentando una lista bastante completa de versiones a lo largo de casi 120 años. Desde siempre el cine ha encontrado un aliado fundamental en la literatura, y específicamente, en este caso, en un cuento muy conocido mundialmente. ¿Cómo se podría narrar en pocas líneas? Érase una vez una reina que se pinchó el dedo y vio como tres gotas de sangre cayeron en la nieve. Fue entonces cuando deseó tener una hija con la piel tan blanca como la nieve, los labios rojos como la sangre y el pelo negro como el ébano. Y su deseó se cumplió, naciendo la princesa Blancanieves. Pero la reina murió después de dar a luz y el rey se casó con una hechicera poderosa que le preguntaba a su espejo mágico quién era la más bella del reino. Con lo que no contaba la flamante emperadora es que, al cumplir los 17 años, la joven Blancanieves se convertiría en la más bella y, así, en una antagonista que no tenía en sus planes, y a la que intentará destruir. El director Rupert Sanders transforma el clásico con una puesta en escena realista y una cámara frenética que subraya las secuencias de más acción. Con travellings aéreos que describen fastuosos paisajes nevados, el suntuoso diseño de producción es uno de los puntos más destacados en esta remake. En cuanto al cast, la que más sobresale (o la única) es una espléndida Charlize Theron, quien da vida a Ravenna, esa reina tan poderosa como atormentada, mezcla de extrema belleza y extrema maldad. Kristen Stewart (de la saga "Crepúsculo") y Chris Hemsworth ("Thor", "Avengers") cumplen correctamente con sus roles; ninguno de los dos brilla o se destaca especialmente más allá de la corrección y, si bien tienen presencia cinematográfica (más él que ella), no podría afirmarse que bordan a sus personajes, como sí parece hacerlo Theron. Más sorprendente es no haber contratado a actores enanos para el rol de los famosos gnomos, sino que estamos ante la presencia de intérpretes de reconocido prestigio como Bob Hoskins, Toby Jones, Ian McShane, Eddie Marsan, Nick Frost o Ray Winstone, "achicados" por medio de la tecnología. Lamentablemente están algo desaprovechados, pero, a pesar de ello, el filme sale airoso y resulta disfrutable, aunque un poco extenso, pero su grandilocuentes efectos especiales (especialmente los de transformación y mutación) resultan un deleite que garantiza un buen rato.
"INTERESANTE ÓPERA PRIMA, CAMINO AL OSCAR" Ambientada en una época oscura de la política argentina, estamos ante una historia que se basó en hechos verdaderos; ésta es la historia de Juan, un niño de 11 años que vive con su familia en la clandestinidad: todos tienen nombres falsos y su vida se desarrolla entre dos mundos. Charo (Natalia Oreiro) y Daniel (Cesar Troncoso) vuelven a Argentina de modo encubierto, dispuestos a colaborar con la Contraofensiva Montonera a la dictadura militar reinante en el año 1979. Instalados en una casa de barrio, Juan cuenta con documento falso y un nuevo nombre: Ernesto, por el Che. En este nuevo entorno, el niño conocerá nuevos amigos y un primer amor en la escuela. Su tío Beto (Ernesto Alterio) lo alentará a la amistad, a la alegría y a animarse a seducir a la chica que le gusta. Pero todo ello se verá constantemente empañado por una sensación de peligro y persecución, y el pobre niño deberá hacerle frente sin concesiones. Estamos aquí ante la visión de un niño, un hijo de aquellos guerrilleros que regresaron al país para defenderlo mediante las armas. Esta ardua trama representa la vivencia de muchos chicos en la última dictadura militar en Argentina, que imperó entre 1976 y 1983. Una llamativa pero atrayente interacción de dibujos animados se presentan ante el espectador, para presentar las escenas de mayor acción, en el desarrollo de esta cruenta historia verdadera, suavizando, tal vez (si se puede) las instancias más sangrientas. Protagonizada por Natalia Oreiro, Ernesto Alterio y César Troncoso, cuenta con la participación especial de Cristina Banegas. Dirigida por Benjamín Ávila, “Infancia clandestina” es su primer largometraje de ficción y está basado en su historia personal. Con referencias a “Papa salió en viaje de negocios” de Emir Kusturica y “Mi vida como perro” de Lasse Halström, estamos frente a una historia en la que el protagonismo se lo lleva este pre-adolescente en un entorno hostil. La presentación del niño Teo Gutiérrez Moreno, resulta el pilar más destacable en el que se apoya la narración. Su muy buena actuación sobresale por las del resto, sin dejar de aclarar que tanto Banegas como el hijo de Alterio aportan su importante presencia, por encima de las correctas interpretaciones actorales de Oreiro y Troncoso.
"UN OSITO DE PELUCHE TAN GROSERO COMO ENCANTADOR" Si pudiésemos pedir un deseo, seguramente el de muchos sería retornar a la época de la infancia, a esos años en los que construíamos mundos imaginarios e interactuábamos con nuestros muñecos. Para John Bennet no es necesario hacer ese viaje al pasado, luego de pedirle un deseo a una estrella fugaz, hace 27 años su osito de peluche Ted ha cobrado vida. Pero, así como John ha crecido y hoy tiene 35 años, Ted también creció a la par de él, y hoy tiene las ganas y necesidades de un adulto. El estilo de vida alocado de Ted empieza a crear un conflicto en la vida de John, porque el peluche se resiste a abandonar a su dueño y saca de quicio a Lori, la novia de éste, que empieza a perder la paciencia. Resultan muy divertidas las andanzas de este dúo de “amigos especiales”. Desde el comienzo de la cinta, Ted “se pone en el bolsillo” al espectador con su desparpajo, simpatía y humor políticamente incorrecto. Protagonizada por Mark Wahlberg, Mila Kunis y Seth MacFarlane doblando la voz del osito (además de dirigir el filme), el guión tiene una estructura general bastante convencional, pero resultan originales los gags y situaciones por las que atraviesan estos tres protagonistas. La inclusión del actor Sam Jones, de la ochentosa “Flash Gordon”, entre otras cosas, es un fiel homenaje a los años 80, reflejándose también en los diálogos de los protagonistas, y en las escenas que parodian las grandes películas de esa época (“¿Y dónde está el piloto?” por ejemplo). Como una sitcom, “Ted” avanza a ritmo alocado y divierte sin pausas; para ser su ópera prima, McFarlane no lo hace para nada mal, seguramente por lo acostumbrado que está a los tiempos que exige la televisión. Como si fuera poco, a toda la cuestión cómica y desenfadada, se incluye una subtrama semi-policial, con un lunático (Giovanni Ribisi) que quiere raptar a Ted para regalárselo a su hijo. Si bien el clímax y el final no están a la altura de la originalidad de los gags (por lo obvio y edulcorado), no llegan a desdibujarse las risas estampadas en los rostros de los espectadores; seguramente, los primeros agradecidos en que Ted haya cobrado vida, y tenga cuerda para rato…
"ESTA VEZ, EL DIRECTOR, SUMA..." Ser o no swingers… Ésa es la cuestión. Esta parece ser la premisa de la que parte “Dos más dos”. La actividad del intercambio de parejas aplica a personas que desean darle “aire fresco” a su relación matrimonial o de novios, por lo que se deciden a tener relaciones sexuales con otras personas. En la mayoría de los casos, este fenómeno se presenta en parejas casadas que se involucran con un individuo soltero o con otra pareja. A pesar de que esta actividad es practicada por personas de todos los niveles económicos, razas y nacionalidades, existe un porcentaje más elevado de participantes que pertenecen a la clase media alta. Diego y Emilia (Adrián Suar y Julieta Díaz) son un matrimonio desde hace 16 años, tienen un hijo adolescente, y un excelente pasar económico: él es un reconocido cardiólogo y ella una meteoróloga que trabaja en televisión. En el afán de mejorar su vida de pareja, será ella la que proponga un cambio; ¿de qué manera? Aceptando la propuesta de un matrimonio amigo, que los invita a practicar el swingerismo. Richard y Betina (Juan Minujin y Carla Peterson) llevan esta práctica hace algunos años, con excelentes resultados en su vida y en su relación de pareja. La propuesta caerá como un baldazo de agua fría en Diego que, si bien se lo muestra como una eminencia en el campo de la cardiología, que actúa con seguridad y éxito en su disciplina; a la hora de evaluar semejante propuesta sexual, se lo ve perturbado, incómodo, inseguro, perplejo... Luego de casi dos décadas de vida matrimonial convencional, se enfrenta a un ofrecimiento que le costará aceptar. El guión atraviesa este conflicto con mucha simpatía, con un enfoque algo naif, que causa enorme gracia, por el hecho de ver al protagonista sumergido en un submundo que le es ajeno y que, ante el pedido de su esposa (visiblemente insatisfecha), debe aceptar. Allí radica la principal diversión de este último opus de Diego Kaplan, que muestra con mucho humor las peripecias de este hombre ante lo nuevo. Es para destacar la graciosa secuencia en la que asisten a la primera fiesta swinger: allí Suar despliega un gran histrionismo, con su traje de antihéroe (al mejor estilo Woody Allen), trayendo a la pantalla grande uno de sus mejores roles cómicos. Se podría afirmar que es la vez que actúa mejor de él mismo. Los otros miembros del cuarteto protagónico, además de la participación especial de Alfredo Casero, están a la altura, teniendo cada uno de ellos su propio lucimiento, en roles bastante "jugados", especialmente por lo que tienen que decir, hacer y mostrar. Estamos ante una película que tiene el sexo como tema central, por lo que era de esperar que se hablara claro del tema (y se mostrara también), pero se puso especial cuidado en no revelar más piel que la que pueda herir cierta sensibilidad, y no exponer el tema de modo que los adolescentes conozcan más de la cuenta.Cabe alcarar que el filme está calificado como apto para mayores de 16 años y, al margen de lo aludido sobre el cuidado puesto en el enfoque del tema central, hay términos y conceptos sobre sexualidad a los que un chico de 16 años no convendría que acceda todavía. "Dos más dos" cumple con lo que promete, y más aún, dado que la película anterior de Kaplan es la frustrante y fallida "Igualita a mí", también con Suar y con Florencia Bertotti como su hija. Esta vez, el director propone una historia más divertida y adulta, una comedia que pareciera virar hacia el drama en su tramo final, pero que no desbarranca del camino seguido a lo largo de sus 110 minutos. Es un filme disfrutable por su guión, por las actuaciones y la puesta en escena casi hollywoodense. No sería raro que, en el país del Norte, Adam Sandler se le animara a la remake: "Two + two".
"EL OTRO" Luego de haber estado bajo las órdenes de directores de la talla de David Cronenberg, Peter Jackson, Gus Van Sant, entre otros, Viggo Mortensen se le anima a una debutante directora argentina, Ana Piterbarg. Habiéndolo conocido por casualidad en la puerta del Club San Lorenzo de Buenos Aires, Piterbarg no dudó en aprovechar la ocasión para decirle a Viggo que tenía un guión para él, y así empezó todo. Como una especie de thriller psicológico y dramático, con el Delta del Tigre bonaerense como escenario principal, el planteamiento del guión propone un conflicto que se apoya en el cambio de identidades. Pedro y Agustín son dos gemelos que transitan sus vidas de modo antitético: uno es un delincuente que vive solo en una isla, tiene una colmena y está seriamente enfermo; el otro es un pediatra de clase media, casado y a punto de ser abandonado por su mujer (Soledad Villamil). La visita inesperada e intempestiva de Pedro en la casa de Agustín desatará entre los hermanos un destino del que no podrán volver. Por cuestiones que no serán develadas aquí, Agustín, el médico, deberá ocupar el lugar de su hermano Pedro, y sumergirse en el submundo criminal de éste, corriendo los riesgos del caso, en el que pondrá en juego su vida. La trama se torna más interesante cuando Agustín tiene que tomar el lugar de su hermano, generando el suspenso por ver si quedará evidenciada su verdadera identidad ante las personas que lo conocen. Y ello es algo que la directora sabe manejar muy bien, porque cuando el resto de los personajes nota que “Pedro actúa raro”, no se lo hacen saber, sino que las miradas se tornan dudosas, y uno como espectador no sabe si el engaño del protagonista ha sido desenmascarado o no. Aunque tiene un intenso clímax, el final puede resultar algo desconcertante, y no tanto en el buen sentido. Técnicamente, la ópera prima de Piterbarg es intachable: no sólo la fotografía de Lucio Bonelli permite adentrarnos en el oscuro y gris paisaje isleño, sino que uno de los hallazgos principales es la música de Federico Jusid y Lucio Godoy, que genera sórdidas atmósferas de dramatismo y suspenso, perfeccionando las escenas con su inclusión. Viggo Mortensen aporta su valiosa presencia a la película, aunque no se note para nada su internacionalidad, ya que su español es perfecto. El doble rol que debe cumplir es desarrollado con equilibrio, aunque cierta parquedad en ambos personajes pareciera ser heredada de la propia mesura del actor. Daniel Fanego es el antagonista perfecto y está a la misma altura (o mejor) que el astro estadounidense, y es leve la participación del español Javier Godino. Sofía Gala Castiglione tiene una trascendental presentación como rol secundario; resulta fundamental su personaje para el devenir de la historia y su desenlace. Con todo el prejuicio que puede implicar su participación en este filme (más que nada por ser hija de la mediática vedette Moria Casán) sale airosa como actriz, teniendo que compartir la mayoría de las escenas con Mortensen, cosa que hace muy bien. Lamentablemente, el personaje de Villamil tiene muy poco peso en la historia, y el grueso del coprotagonismo se lo lleva así la joven Sofía, erigiéndose como una impensada partenaire. Producida por el mismo tándem de la galardonada “El secreto de sus ojos”, “Todos tenemos un plan” puede llegar a decepcionar a los fanáticos de Mortensen, o a los fans de la nombrada “El secreto…” o a los que quieran entretenerse con un filme policial. Más que nada, la película seducirá a quienes gusten de un thriller seco, introspectivo, sin enorme parafernalia, pero de admirable puesta en escena.