"LADRONES DE GUANTE BLANCO (Y USADO)" (por halbert) Luego de "Cara de queso" (2006) y "Mi primera boda" (2011), el director argentino Ariel Winograd nos presenta una nueva comedia, en este caso con tintes policiales. Sebastián (Daniel Hendler) conoce a Natalia (Valeria Bertuccelli) cuando ambos intentan robar una importante pieza de arte de un museo, cada uno por su lado. A partir de allí, y por motivos de la trama, deberán unirse a la fuerza para robar una valiosa botella de Malbec de Burdeos de mediados del siglo XIX -uno de los mejores vinos del mundo-, celosamente guardada en la bóveda de un banco ubicado en la provincia de Mendoza. El filme se esmera en ser novedoso y divertido, pero lo logra a medias. Si bien el estilo de personajes y de película es inusual en el cine argentino, el cine estadounidense nos ha dado ejemplos de sobra, desde "Cómo robar un millón" hasta "El caso Thomas Crown" o cualquiera de la saga de "Ocean´s eleven", y ni hablar de las "Mission: impossible"; en la mayoría de ellas, el conflicto central pasa por los robos de piezas de arte o de grandes sumas de dinero o de, en muchos casos, de robo de información (un bien muy preciado en este siglo XXI). La puesta en escena es atractiva y los escenarios naturales de la provincia de Mendoza ayudan a crear el clima necesario para que los protagonistas vayan cimentando su obvio romance que, en este caso, sabiamente o no (que lo decida el espectador), apenas aparece. Por otro lado, el afán del director de "mechar" guiños "a lo argento", como la inclusión de apellidos de grandes y reconocidas figuras del fútbol nacional a varios personajes secundarios, distrae la atención de lo importante y no suma. Más valiosa por su aspecto estético, gracias a la iluminación, la composición de encuadres (fotografía que le dicen, a cargo de Ricardo De Angelis) y la música de Darío Eskenazi, Winograd sale airoso si se le pone el foco en lo audiovisual; en cuanto al guión, no sorprende y la historia va por cauces ya muy transitados por el cine. Si bien Hendler y Bertuccelli logran una buena química, sale más airoso el primero, ya que la actriz argentina, si bien resulta creíble en su rol de ladrona, no lo es tanto cuando debe jugar el papel de femme fatale. Con participaciones secundarias de Mario Alarcón, Martín Piroyansky, Juan Leyrado, Alan Sabbagh y Pablo Rago (los dos primeros, más destacados), "Vino para robar" entretiene un poco, pero no genera ningún tipo de emoción y ello se siente y se refleja en el resultado final.
"UNA GOLEADA DE LA TECNOLOGÍA A LA CALIDAD ARGUMENTAL" Si bien Argentina no puede competirle (todavía) a la animación estadounidense (por calidad, por experiencia, mayormente) era lógico que “Metegol” generara muchas expectativas: era el estreno nacional más esperado del año, porque estaba dirigido por Juan José Campanella, hoy por hoy, el director más “exitoso” de nuestras tierras, más que nada por su proyección mundial con “El secreto de sus ojos”, su mejor obra. Sin embargo, es una película de ambicioso diseño visual y un trabajo de animación realmente logrado, y es eso, justamente, lo más valioso del filme en cuestión. Estamos ante un espectáculo para toda la familia, y bien argentino: porque mezcla una historia de corte futbolístico (pasión de los argentinos) sin dejar de lado ese costado nostálgico y melancólico que Campanella suele imprimirle a la mayoría de sus películas. El guión base es bastante convencional; parte de una estructura enmarcada, esto es, la historia dentro de la historia: un padre contándole una leyenda a su hijo (su propia vida) que es lo que veremos durante toda la proyección. La acción central se sitúa en un pequeño pueblo donde Amadeo es un apocado y retraído niño cuya pasión pasa por jugar al metegol, y no hay nadie quien le gane. Está secretamente enamorado de Laura, una chica más vivaz, que lo hace enfrentar ante “El Grosso”, el chico malo del pueblo. Ese enfrentamiento se extenderá por todo el guión y será la base de toda la película. Lo más divertido de todo son los jugadores del metegol: los del equipo rayado, con el que Amadeo hace estragos en la pequeña canchita, y los del equipo contrario, los lisos. Todos ellos cobrarán mágicamente vida para ayudar a ese chico (luego devenido en muchacho) a salvar al pueblo del que quiere adueñarse El Grosso, convertido en un eximio jugador de fútbol internacional. Una apuesta entre el muchacho bueno y el muchacho malo deberá dirimirse en la cancha, pero no en la del metegol, sino en una de verdad. Toda la secuencia final sucede, entonces, en un estadio de fútbol verdadero, donde un equipo de futbolistas profesionales se enfrentará a un equipo de rejunte de gente del pueblo (viejos, gordos, y hasta una mujer disfrazada de varón), y ver quién gana. De esta manera, la divertida participación de los revividos muñequitos de plomo queda algo relegada. “Metegol” no deja de tener cuantiosos momentos encantadores y entretenidos, pero la sensación es que narrativamente la película nunca fluye del todo bien; el guión no termina de convencer completamente: hay algo en él que no lo hace transcurrir como uno esperara, a pesar de contar con secuencias graciosas (especialmente la del parque de diversiones). Cualquier otra película de la filmografía “campanelliana” resulta más atractiva que ésta, desde el punto de vista argumental. Tal vez el foco esté puesto, esta vez, en la cuestión tecnológica y en los cuidados estéticos que merece la animación de hoy, que requiere mayor realismo en sus texturas, en los movimientos corporales, en las miradas de los personajes… Y todo ello sí está muy logrado, pero, a pesar de no llegar a aburrir, el interés de la historia va decayendo con el paso de los minutos, y esto debería ser al revés. Si bien todos los personajes son algo arquetípicos (básicamente el filme es para los chicos), es de destacar el perfil de los jugadores del metegol: “El Capi”, “Beto”, “El Loco” y los demás, tienen características bien definidas (con un tufillo setentoso), a lo que se le suma las voces de reconocidos actores argentinos, que le da un toque “nac & pop” (lo que puede significar un plus o una contra para los espectadores locales). Pablo Rago, Fabián Gianola, Héctor Fontova son los que más sobresalen, aunque Miguel Ángel Rodríguez, Diego Ramos y Coco Sily realizan un toque distintivo a sus personajes. Todo el filme tiene muchos puntos de contacto con algo que ya hemos visto en la propia obra de Campanella: “Luna de Avellaneda”, en donde una gran corporación intenta echar por la borda la identidad de un espacio lleno de Historia. Eso, claramente, no le suma a este filme animado. Lo que sí suma es la gran altura que tiene, tecnológicamente hablando, y eso la coloca en un importante lugar dentro de la industria nacional: Campanella hace Historia nuevamente y, por ello, va medio punto extra en la calificación de esta película. Pero sin dejar de aclarar que está bastante lejos de lo logrado argumentalmente en toda su previa filmografía. Como reza el dicho: "Una de cal y una de arena".
"GRAN PRECUELA, A LA ALTURA DE LAS EXPECTATIVAS" Siendo "Toy Story" un hito al convertirse, en 1995, en la primera película de animación realizada totalmente por computadora, con "Monsters Inc.” Pixar se superó a sí misma en 2001. El peludo monstruo Sulley, un asustador de niños, estaba cubierto por tres millones de pelos, gracias a la depurada tecnología informática. No estamos ante una continuación del filme de 2001, sino ante una precuela, o sea, un filme creado después de una entrega original que tuvo éxito, pero cuya referencia cronológica se sitúa en el pasado. En esta se explican los orígenes de la amistad de Wazowski y Sullivan y cómo es que terminaron trabajando en la más grande compañía de sustos. Es así que después de muchos años de planeación y desarrollo llega a nuestras pantallas “Monsters University”, dirigida por Dan Scanlon, y magníficamente escrita por Pete Docter y Andrew Stanton. El filme arranca con la historia de Mike Wazowski desde que era un pequeño monstruo y antes de entrar en la universidad, desde que soñaba con convertirse en un Asustador y sabiendo que los mejores asustadores salen de Monsters University (MU). Ya crecido, durante su primer semestre en la MU, los planes de Mike se desbaratan al cruzarse con el popular James P. Sullivan, “Sulley”, un Asustador nato. Por culpa de su desenfrenado espíritu competitivo, ambos son expulsados del prestigioso Programa de Sustos de la Universidad. Y para empeorar las cosas, se verán obligados a trabajar juntos con una extraña pandilla de monstruos inadaptados... si es que quieren arreglar su situación. Esta producción tiene lo que toda película de animación debe tener: espectacularidad audiovisual con grandes visos de realismo en la textura de sus imágenes, personajes interesantes y graciosos (muchos nuevos agregados para esta nueva producción), además de una trama divertida y festiva (a pesar de ser más larga que su predecesora: 102 minutos, contra 88). Tal vez esos minutos de más resientan un poco el ritmo vertiginoso, con alguna que otra escena más reflexiva, pero no opacan el ingenio de la película toda. Para los que la vean en idioma original, se encontrarán con las voces de Billy Crystal y John Goodman en los dos roles protagónicos, más Steve Buscemi, Alfred Molina, Helen Mirren, Sean Hayes, Bonnie Hunt entre muchísimos otros. Vale la pena ir a disfrutarla!
ESPERADA TERCERA PARTE, CONVERTIDA EN GEMA CINEMATOGRÁFICA Y finalmente llegó lo que muchos esperábamos desde hacía 9 años: Jesse (Ethan Hawke) y Celine (Julie Delpy) están juntos en el cine otra vez. Desde “Before sunset” (2004) que no sabíamos nada de ellos y era imperativo para muchos saber qué había sido de sus vidas, como si ellos vivieran realmente fuera de la pantalla a lo largo de esta (casi) década. Es que resultaron ser unos personajes tan creíbles y verdaderos, que desde “Before sunrise”, en 1995, cobraron vida dentro y fuera de la (ahora) trilogía cinematográfica de Richard Linklater. Para los que no conocen a Jesse y Celine, ellos se conocieron a los 23 años, a bordo de un tren por Europa, y se bajaron juntos en Viena, por insistencia del joven, porque se habían caído muy bien y se sentían cómodos charlando. Y así transcurría “Antes del amanecer”, con el norteamericano y la francesa visitando lugares en la capital austríaca y hablando de sus vidas, sus amores, sus frustraciones, sus deseos, sus sueños... También compartirían besos, caricias y una noche romántica. Parecía que una historia de amor había comenzado, sin embargo, debieron despedirse para seguir cada uno con sus vidas, prometiéndose un próximo encuentro. Nueve años después, en “Antes del atardecer”, de 2004, nos enteramos que ese encuentro prometido no se produjo, y Jesse, devenido en treintañero escritor, había creado una novela que contaba su historia romántica en Viena, y la fue a presentar a París, donde se volvió a cruzar con Celine. Allí, ambos tomaban juntos un café y recorrían el Sena, enterándose que ninguno de los dos estaba conforme con sus vidas: él casado y con un hijo (pero no enamorado de su esposa); y ella, en una relación con un fotógrafo corresponsal de guerra, que se la pasaba más lejos que cerca de su novia. Y así, quedaba en suspenso la historia entre ambos, luego de que Celine le manifestara a Jesse su amor, cantándole un vals que ella misma había escrito. El final quedaba abierto, pero se suponía que ambos podían llegar a concretar su deseo de estar juntos. Ahora, en 2013, con “Antes de la medianoche”, Jesse va a despedir a su hijo adolescente al aeropuerto de Kalamata, en Grecia, quien regresa con su mamá, a la vida en los Estados Unidos, luego de pasar sus vacaciones junto a su padre, que ahora ha formado una nueva familia junto a Celine. Finalmente, los ahora cuarentones, están juntos desde aquel atardecer parisino de 2004, y tuvieron mellizas que, en la actualidad, tienen 7 años. La familia está pasando unas vacaciones en Grecia, en la casa de un importante escritor, y tienen la posibilidad de pasar la noche en un hotel, los dos solos. Allí aflorará una charla que deviene en discusión sobre el deseo de Jesse de vivir más cerca de su hijo, acerca de la carrera de ella, acerca de la convivencia de todos los años juntos. Los reproches entre ambos surgen como una respuesta a una frustración: Jesse por no vivir en su país de origen y cerca de su hijo; Celine por no sentirse acompañada en la crianza de sus hijas por falta de cooperación. Se sabe que una relación suele empezar con un proceso de enamoramiento que hace que se creen expectativas muy altas entre los miembros de la pareja. Pero el paso del tiempo y las dificultades propias de la convivencia hacen que aparezcan las crisis y una sensación de desencanto, porque no se están cumpliendo las expectativas que se habían creado, entonces surge la tentación de culpar al otro de esta situación. Jesse y Celine no le escapan a esto, y se han convertido en víctimas de su propia relación. El tema a dilucidar será si pueden seguir juntos o todo está terminado… La calidad y realismo de los diálogos conservan el excelente nivel logrado en las dos partes anteriores. La crudeza con que se reprochan uno al otro en ese cuarto de hotel los sulfura hasta hacer peligrar la continuidad del matrimonio. Todo el romanticismo alcanzado en los filmes de 1995 y 2004, aquí parece no existir, o aparece a cuentagotas. La situación de los personajes es otra esta vez: han acumulado años juntos y la idealización de uno hacia el otro ya no está. Ello, de alguna manera, genera mucha identificación en el espectador (adulto especialmente), pero por otro lado se aleja de la emoción que había en los filmes antecesores, donde la imposibilidad de los protagonistas de concretar su amor proporcionaba mayor vibración en la platea. Al margen de este detalle, este tercer filme de la saga está a la altura de las dos primeras. Hawke y Delpy resultan formidables y conservan una enorme química, tanto entre ambos como actores, y también la tienen como co-guionistas junto al director, conformando un terceto creativo de lujo, que nos regalan esta joya cinematográfica que, de quedar en trilogía, conformará un magnífico pack triple, así como existen el de “El padrino” o el de “Volver al futuro”, por citar dos diferentes. Aunque ojalá que, cada 9 años, tengamos noticias de ellos y sus destinos, para seguir madurando junto a Jesse y Celine como (muchos) venimos haciendo desde aquella charla espontánea en un tren a Viena.
"INTENSO DRAMA DANÉS, CON UN DESENLACE A LA ALTURA" Habiendo sido uno de los inauguradores del movimiento Dogma 95, Thomas Vintenberg sacudió al mundo con un filme titulado “La celebración” (1998), acerca de una familia que se reúne a festejar el cumpleaños del patriarca de la familia, pero en la que el hijo mayor revela, en la escena del brindis, que había sido abusado sexualmente por su padre. La película recibió el premio del jurado en el Festival de Cannes de 1998, y fue aclamada por la crítica y el público. Su filme “Submarino”, de 2010, exploraba la vida de dos hermanos marcados por su infancia en un hogar con graves disfunciones. Indudablemente, la niñez ultrajada por los adultos, la pedofilia y sus efectos es uno de los temas recurrentes por este director danés, y esta vez, en “La cacería”, vuelve a él. Tras un arduo divorcio, Lucas, un maestro de jardín, se dispone a reconstruir la relación con su hijo adolescente y a rehacer su propia vida personal. Además, su mejor amigo es su vecino en la pequeña comunidad en la que viven, por lo que no resulta extraño que la pequeña hijita de éste lo visite en su casa, recorra junto a él el camino hacia la escuela, o se meta sin permiso en el aula donde él juega con sus alumnos, para regalarle un corazoncito hecho por ella y besarlo en la boca. Advirtiendo la confusión de la niña, Lucas le dice (amable, pero de forma correctiva) que sólo puede besar en la boca a sus padres, y que el corazoncito se lo debe regalar a algún niño de la escuela. Pero la niña, inocentemente (y, tal vez, con la malicia que desconoce de consecuencias) deja entrever que Lucas le mostró sus genitales, y a partir de allí el mundo de este maestro se dará vuelta por completo. La sorpresa y la desconfianza crecen hasta alcanzar proporciones inimaginables, y la pequeña población se sume en un estado de histeria colectiva, poniendo a Lucas entre las cuerdas, sin siquiera comprobar la autenticidad de la afirmación de la niña. Con gran presencia de su protagonista Mads Mikkelsen (no sólo ganador como mejor actor en Cannes 2012 por este rol; sino visto en la reciente "A Royal affair", nominada al Oscar como Mejor Película en habla no inglesa) el filme avanza lentamente pero con paso firme, agudizando la mala relación de Lucas con su entorno, especialmente con el padre de la pequeña, o sea, de su mejor amigo. Visitando algunos lugares comunes, ya visto en otros filmes, el director insiste en victimizar al protagonista cada vez más, incluyendo escenas de drama y violencia para agudizar la odisea del supuesto pedófilo: esto es, el maltrato físico y verbal que sufre en el mercado, el atentado que sufre en su casa, el vacío que le hacen en la iglesia, etc. Y como si todo ello no alcanzara, se suma la desconfianza de su nueva novia, a la que deja de ver. Tal vez algo sobrevalorada en páginas de críticas de cine, el filme de Vintenberg tiene climas interesantes y una puesta en escena gélida que acompaña perfectamente el conflicto central que, por cierto, jamás decae, sino todo lo contrario, va in crescendo, acrecentando el interés por el destino de su mártir. El final (¿abierto?) corona todo ese atractivo desarrollo previo, y deja al espectador casi mudo, proporcionando un golpe final que da lugar a la reflexión y al desconsuelo.
"REGOCIJO AUDIOVISUAL, PERO FALTO DE EMOCIÓN" El gran Gatsby (The Great Gatsby) es una novela de F. Scott Fitzgerald publicada en 1925. La historia se desarrolla en Nueva York y Long Island en los años 1920s. El libro original ha sido descripto como el reflejo de la era del jazz en la literatura estadounidense. El filme tiene un narrador testigo, un presunto escritor llamado Nick Carraway (Tobey Maguire); y mientras escribe sus recuerdos de años atrás, en el que conoció a un enigmático millonario, el espectador recibe su relato por medio de flashbacks que constituyen casi todo el filme. Jay Gatsby es el magnate en cuestión (Leonardo DiCaprio), un joven apuesto con pasado desconocido, que recibe en su mansión a la high society neoyorkina, brindando rimbombantes fiestas llenas de gente, aunque casi nadie lo conozca, potenciando el sentido de soledad que padece, rodeándose de multitudes que son nadie para él. Salvo, claro, una mujer: un amor del pasado. Ella es Daisy (Carey Mulligan), la prima de Nick, casada con un mujeriego que no la cuida como debe (Joel Edgerton), permitiendo, sin quererlo, el renacimiento de ese antiguo amor (y eso que no estamos hablando de “Casablanca”). Adaptado por el productor y director Baz Luhrmann (“Romeo + Julieta”, “Moulin Rouge”, “Australia”), éste creó su propia interpretación audiovisual de la historia clásica, incorporando su particular estilo, muy similar al que ya habíamos visto en (la ya mítica) “Moulin Rouge”, que encumbró a Nicole Kidman allá por 2001. Y esto sería un montaje desenfrenado, visibles y majestuosos movimientos de cámara, aceleraciones artificiosas, una puesta en escena barroca y un atractivo diseño de producción; todo se yuxtapone para recrear ese mundo algo superficial. La película demora en entrar en la vida de los personajes, y cuando lo hace es a base de estos excesos de estilo y de retratos casi caricaturescos. En la última media hora todo es más sosegado, pues cobra protagonismo cierto aire de tragedia. El vestuario de la película, siempre al servicio del guión, retrata las almas de los personajes. La cinta, que se revela (casi) como un gran videoclip, mezcla códigos de la moda y la música de antes y de ahora. DiCaprio, estrella indiscutida de la película (como actor y como personaje), es el que más sobresale, prestándole su estampa a un rol que le calza a la perfección. Maguire se erige como el narrador omnisciente y, en parte, protagonista de la historia, homenajeando casi con un dejo de enamoramiento y gran admiración a ese hombre al que recuerda con lágrimas en los ojos. El filme entretiene y resulta más interesante ya avanzado el metraje, pero carece de la emocionalidad suficiente para captar el corazón del espectador. Audiovisualmente es irreprochable y merece verse en una pantalla de cine (o de alta calidad).
"EL DETRÁS DE ESCENA DE UN MITO" No estamos frente a uno de esos biopics que repasan la vida y obra de su protagonista, sino que resulta uno de esos relatos que recortan un momento decisivo en la vida pública y profesional de un personaje d ela vida real. La trama se centra en un momento muy particular de la vida de Alfred Hitchcock; apenas se posa en un año, entre 1959 y 1960, en el que abordó el arriesgado proyecto que significó llevar al cine la novela de Robert Bloch: “Psicosis”. El rodaje de una de sus películas más legendarias resultó ser un proceso duro y lleno de obstáculos, en el que fue decisivo el apoyo y la inspiración creativa de su mujer, Alma Reville. Por otro lado, para darle más carnadura e interés, el filme explora los entretelones de la vida matrimonial del director inglés. A mitad de camino entre un retrato y una caricatura, el filme desnuda la obsesión de Hitch con sus blondas actrices, mostrándolo adorando las fotos de sus musas como Grace Kelly o Kim Novak; y obsesionado también con un posible romance que su mujer pudiera tener con un amigo / pretendiente guionista. Al filme de Sacha Gervasi le falta algo de profundidad en el enfoque; el guión de John J. McLaughlin se queda en el anecdotario y no ahonda lo suficiente como para generar real interés, alcanzándole los 90 minutos que dura la historia en pantalla. Anthony Hopkins no resulta una desacertada elección de cast, pues se necesitaba a un “enorme” actor para tamaña empresa, aunque no necesariamente tenía que ser tan conocido, ya que Hopkins no se funde lo suficiente con el personaje y se lo ve a él. Ya sea por el maquillaje o cierta falta de dirección actoral, no termina de convencer al 100%. En cuanto a Helen Mirren, su trabajo como Alma Reville le permite una mayor autenticidad y está mejor logrado; y en determinadas escenas comparte el protagonismo con el “redondo” director. No hubiese sido mala idea titularla “Alfred & Alma”, mucho más justo y acertado que el que tiene. El trabajo del diseño de producción a cargo de Judy Becker y del director de fotografía Jeff Cronenweth se centró en resaltar colores característicos de los años 50, haciendo hincapié en los colores cálidos, especialmente el rojo. El relato no deja de ser entretenido y genera enorme placer para los fanáticos de Hitch y “Psycho” ver recreadas situaciones tan conocidas como la famosa escena de la ducha, entre otras. Acceder a ese detrás de escena de la preparación de “Psicosis” es lo mejor del filme, además de las presencias de conocidas estrellas dándoles vida a los protagonistas del mítico filme: Scarlett Johannson como Janet Leigh, James D´Arcy como Anthony Perkins, y Jessica Biel como Vera Miles.
Esta adaptación de Tom Stoppard sobre el clásico de Tolstoi tiene lugar a fines del siglo XIX e indaga varias relaciones entre los miembros de la alta sociedad rusa Ambientada en el mundo de la aristocracia, la obra original relata la historia de una mujer que, a pesar de estar casada, mantiene un romance con otro hombre que pertenece a la nobleza. Anna Karenina (Keira Knightley) es una dama de la alta sociedad rusa cuyo marido, Karenin (Jude Law), es un importante funcionario. Durante el viaje de Anna para visitar a su hermano, se topa con el joven y apuesto conde Vronsky (Aaron Taylor-Johnson), comenzando entre ellos un apasionado y carnal romance. Lo más original y notorio del filme de Joe Wright (“Orgullo y prejuicio”, “Expiación, deseo y pecado”) es su puesta en escena, pues propone un montaje teatral, es decir, como si toda la acción sucediera en un teatro, donde se dejan ver las luces, las bambalinas, las cuerdas que sostienen los fondos de cartón, y los personajes entran y salen en esos decorados móviles, que se adaptan de acuerdo a las necesidades de la historia. Tal vez, esa decisión estética tiene que ver con una cuestión de producción, o sea, con el fin de concentrar todos los escenarios del filme en uno solo, solucionando todos los problemas posibles en cuanto a la búsqueda de locaciones. Lo malo es que ello resiente, en parte, la intensidad dramática del filme, pues, en definitiva, estamos viendo a “personajes” que se mueven dentro de varios escenarios a la vista del espectador. Keira sabe moverse en esta clase de personajes (de hecho, resulta más “cómodo” verla en este tipo de roles que en otros más contemporáneos), sólo que esta vez tiene a su cargo un personaje que es, a la vez, heroína y anti-heroína, similar al que compuso hace pocos años en “La duquesa”. Nominada muy justamente a 4 Oscars en rubros técnicos (Música, Fotografía, Dirección de Arte y Diseño de Vestuario), el filme de Wright (alejado de su anterior “Hanna”) es visualmente fastuoso, con una excepcional ambientación y un diseño de producción imponente.
"CUANDO PAT CONOCIÓ A TIFFANY" El trastorno bipolar está caracterizado por la presencia de episodios en los que el estado de ánimo de una persona está profundamente alterado, de forma que en ocasiones ese nerviosismo consiste en una exaltación del comportamiento y un aumento de la vitalidad y del nivel de actividad; y en otras, en una disminución del estado de ánimo, conocido como depresión. Pat (convocadísimo Bradley Cooper) ha pasado 8 meses en una neuropsiquiátrico para superar el dolor que le supuso el engaño de su esposa, y un poco de este trastorno forma parte de él: es alocado, hiperkinético, algo impetuoso, precipitado, y se comporta excesivamente vital. Ya dado de alta, quiere empezar de nuevo y recuperar a su mujer, ése es su máximo objetivo. Vuelve al hogar de papá y mamá (Robert De Niro y Jackie Weaver) y junto a ellos intentará reinsertarse socialmente. A su vez, un amigo le presenta a Tiffany (dura pero enternecedora Jennifer Lawrence), una joven bastante arisca que vive en el barrio y a la que tampoco la vida la ha premiado: ha quedado viuda muy joven, e intentará seducir a Pat, pero a su modo, de una forma bastante peculiar... ¿Lo conseguirá o no? ¿Asistiremos a un final made in Hollywood o estos dos dañados por la vida seguirán buscando la felicidad por otro lado? Adaptado de la novela Silver linings playbook, escrita por Matthew Quick, el filme de David O. Russell ("The fighter") destila simpatía y presenta una inusual comedia romántica; el guión marcha a partir de diálogos acelerados y personajes desequilibrados, incluyendo algunos apuntes originales (en especial, en la construcción de personajes) y otros aspectos más frecuentes vistos en otras películas del género. Los personajes secundarios acompañan muy bien a la pareja principal, dando la sensación de constituirse todos como entrañables (a veces, en exceso extravagantes), ya sea en las reuniones familiares, en las salidas al estadio, en el concurso de baile, y especialmente con lo que gira alrededor de las supersticiones del padre. Al margen, esta comedia nominada (¿excesivamente?) a 8 premios Oscar es una historia de corte optimista, que no defrauda al espectador medio y hace pasar un rato bastante entretenido y agradable, con personajes atractivos y un guión “un pelín” manipulador, pero fiel al género al que pertenece. Con un índice de aprobación altísimo en todas las páginas de valoración de películas, "El lado luminoso de la vida" arrasa con las críticas positivas... ¿Le alcanzará para el Oscar? Al menos, la Lawrence parece número puesto.
"POÉTICO CUENTO SOBRE LA SUPERVIVENCIA" El pueblo norteamericano se encuentra en una situación difícil desde hace algunos años, donde la pobreza ocupa mayor espacio en el terreno social y geográfico. Una niña y su padre viven en una fracción de tierra rodeada por el mar que en cualquier momento puede inundarse y desaparecer, un lugar al que ellos llaman "bañadera". Él, enfermo, intenta enseñarle a la pequeña cómo sobrevivir en el mundo ultra precario al que pertenecen, una zona marginal más allá de cualquier civilización, donde las necesidades primarias son las únicas que existen. Ella, bautizada como “Hushpuppy”, adopta cada una de sus palabras para crecer de forma independiente, anhelando constantemente a una madre que tal vez murió, o se fue... no se explicita. Criada casi como un varón, la pequeña y su padre coexisten en una selva de mugre, proveyéndose la comida de cada día como pueden. "La niña del sur salvaje", con grandes avales de crítica y público en reconocidos festivales como el de Sundance o San Sebastián, sobresale por su originalidad, pero comete el “pecado” de hacer hablar en off a la niña protagonista, apoyándose demasiado en su relato, que acompaña las espeluznantes imágenes de la vida en ese marginal espacio. El problema no sería mayúsculo si no fuese por otro motivo adicional: la pequeña declama ciertas descripciones y reflexiones que parecen más salidas de la boca del guionista que de ella misma. El cine suele incurrir en estas torpezas de hacer hablar a los niños como si fuesen adultos; no está mal hacerlo en una disparatada comedia, pero en este caso se ha abusado en cantidad y en calidad, o sea: mucho (en cantidad) e inverosímil (en calidad). Al margen de ello, la naturalidad que se respira en todo momento es uno de los enormes aciertos de la puesta en escena: se vive la sensación permanente de que lo que vemos en pantalla parece un descarnado documental sobre la vida precaria de una colonia, y un enorme mérito se lo llevan las actuaciones de todo el cast, especialmente de su pequeña protagonista Quvenzhane Wallis. Gracias a una prodigiosa banda sonora musical, compuesta entre Dan Rohmer y el propio director Benh Zeitli, la película crece casi a niveles épicos, constituyéndola casi como un filme de héroes que le hacen frente a la vida con uñas y dientes, a pesar de tener todas las de perder. Esto hace que resulte muy difícil quedar exento de la emoción que provoca la lucha constante de una inocente que tiene que vivir la vida que le tocó, que no eligió, pero que, sin embargo, enfrenta con el valor de un adulto, sin victimizarse en ningún momento. Estamos, sin lugar a dudas, ante un filme que ocupa el lugar que el año pasado fue de “El árbol de la vida” de Terrence Mallick: un filme inusual que sumará detractores y alabadores por igual, con una mirada casi poética sobre este grupo de gente que vive naturalmente en una descarnada pobreza. En este caso, frente a todo lo expuesto, me coloco en el lugar de los que la alaban, recomendando fervientemente esta poderosa cinta que, a pesar de las debilidades antes apuntadas, resulta necesaria, para permitirnos una reflexión sobre la condición humana.