Zonda: folclore argentino

Crítica de Daniel Santos - La Voz del Interior

El caprichoso homenaje de Carlos Saura al folklore argentino ¿en qué falló?

Zonda, folclore argentino, el filme del director español que homenajea a la música argentina, es un recorrido por un repertorio antojadizo.

¿Un musical? ¿Un documental? ¿Una película? Lo que hizo el director español Carlos Saura con Zonda, folclore argentino es un musical en estado puro, como él prefiere definirlo. Es un documento histórico, un legado que ofrece un puñadito de artistas del cancionero popular argentino puestos al servicio de un producto sin más pretensiones que un registro sonoro y visual de la música nativa.

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No hay una historia, ni una cronología, ni una pretensión didáctica. Hay Historia, eso sí, encerrada en las propias canciones, en las miradas, en las voces, en los instrumentos o en la danza, reunidos en un enorme galpón de La Boca por el que desfilaron los intérpretes, sobre una escenografía mínima y una sonoridad máxima.

A Saura le alcanzan unas cuantas placas de inicio para dar un esbozo minimalista sobre el origen de cada ritmo folklórico, como: "La zamba adquiere en Salta la forma que tiene hoy"; o "de los llanos del noroeste surge la vidala"; o "la Chacarera proviene de Santiago del Estero".

Después, la música, que transcurre a lo largo de un día: en las luces y las sombras está puesto el ojo sabio de Saura, quien se mantiene ausente, casi como un espectador de esa jornada, con día, noche, amanecer. "El cine es una gran mentira. La realidad solamente está en vivo y en directo, el resto es una ficción inventada. En ese sentido, éste es un musical per se. No hay argumento, no hay más que las interpretaciones, la escenografía, la luz, y gran respeto a los artistas", le dijo a Clarín cuando estaba en proceso de rodaje.

En Zonda no sólo se proyectan, en esas grandes pantallas, fotografías. Una de las homenajeadas ausentes es Mercedes Sosa, que desde una imagen de archivo le canta a niños de escuela en sus pupitres. La voz maestra.

Hay detrás de los artistas "puro material iconográfico que funciona para el ojo del espectador como parte inherente de la magia a crearse. Sobre algunos de esos bastidores se proyectan paisajes, sombras de grupos humanos o los estallidos y estertores de amaneceres y atardeceres, además de las propias actuaciones de los artistas convocados", describe Saura.

Así como no hay un orden, una historia, un origen, la sucesión indefinida de ese repertorio caprichoso –a gusto personal de Saura- prescinde de nombrar las canciones o sus intérpretes, que en algunos casos pueden ser muy conocidos pero en otros no. Si esta producción es de consumo interno, puede sobrellevar esa ausencia, aunque los créditos estén detallados al final; si es para exportación, no se entiende.

Jairo, sobre el final, junto a Juan Falú y Vitillo Ábalos; Soledad Pastorutti; Liliana Herrero; Lito VItale, el baile de Koki y Pajarín Saavedra; Pedro Aznar; Horacio Lavandera; El Chaqueño Palavecino junto a Jimena Teruel; Peteco Carabajal. Están los clásicos y los modernos, los referentes del cancionero más popular y los de un folklore que no es de consumo masivo, y músicos de otros géneros que echan mano a canciones preciosas.

"Queremos mostrar a través de la música y la danza tradicional argentina una cultura y un país. La acción visual se centra alrededor de las diversas regiones que conforman la Argentina y que a su vez conforma un mapa de variantes musicales como el carnavalito, la zamba, la chacarera, la copla, el chamamé, la tonada y muchas otras expresiones arraigadas en la geografía y en alma de las diversas comunidades del país", agrega Saura.

No hay tango (su película Tango, de 1998, representó a la Argentina en los Oscar), tampoco cuarteto, pero no faltaron los géneros más reconocidos de norte a sur, este y oeste del país. "Todo está puesto al servicio de un relato musical y audiovisual comprendido específicamente en el arte de los músicos y bailarines que son el centro de la escena, del mismo modo que los acordes y el silencio son la esencia de la banda sonora. De esta forma, Zonda, Folclore Argentino se constituye en un prisma de imagen y sonido de donde dimane, con profundidad y mirada original, un mosaico conceptual y afectivo sobre un arte que nace de la tierra y transmiten hombres y mujeres que habitaron y pueblan este suelo extenso y plural, ubicado al sur del sur del mundo conocido como Argentina", dijo.

Saura ha realizado numerosas películas musicales en sus 60 años de carrera (con tres nominaciones a los Oscar y muchos premios en distintos países); en todas ellas, los cantantes, instrumentistas y bailarines reflejan determinados géneros o culturas, como ocurrió con Sevillanas (1991), Flamenco (1995) o Fados (2007), que no tienen una narración o una línea argumental clara. Zonda tampoco.

Así como las dos películas de Argentinísima se han convertido en un documento histórico de una época, Zonda, folclore argentino realiza una nueva fotografía, más personal y menos geográfica, actual pero sin olvidarse de algunos símbolos clave: Mercedes Sosa, Atahualpa Yupanqui, infaltables.

El director de 82 años asegura que ha escuchado folklore argentino desde chico, y en la anterior visita al país recorrió Salta y otras provincias del norte, donde conoció la música del noroeste. Esa fue la semilla de este retrato musical. La selección es propia, aunque tuvo la ayuda de Lito Vitale.

"Mi interés es abrir una nueva mirada sobre el género. El folklore generalmente está anclado a una época y a ciertos prejuicios, y creo que, como en el flamenco, tiene que dar un paso adelante. Quiero abrir puertas, ventanas y enseñar a otras personas de otros países que estos ritmos son preciosos como pasó con el fado o con el tango. Pero no vengo a enseñar nada, sino a dar una opinión personal sobre una música y un baile maravillosos", confió a La Nación.