Yo soy Tonya

Crítica de Ayelén Turzi - Cinergia

Es tiempo de amar

Tonya Harding apareció en los Simpsons. Y si no la recuerdan, la serie la retrató con ropa de patinaje y una barra de hierro en sus manos. Allá por 1994, la patinadora profesional se vio envuelta en una polémica: Nancy Kerrigan, su principal competidora, fue golpeada en las rodillas repetidas veces con una barra de hierro por un hombre que huyó tras el ataque. Tonya, de origen humilde y entorno violento, resultaba beneficiada con la lesión, lo que la convirtió en sospechosa. Craig Gillespie tomó un guion de Steven Rogers y bajo el ala de una Margot Robbie productora y protagonista logró una película biográfica oscura que no abusa del dramatismo.

La narración comienza mostrándonos una Tonya de cuatro años, que no es aceptada por la entrenadora de su ciudad por ser aún muy pequeña. Envalentonada por su madre LaVona Fay Golden (Allison Janney), deslumbra a la profesora, quien la acepta entre sus filas. Hasta aquí, todo parece indicar que estamos ante una historia típica de personajes de origen humilde con un talento excepcional que termina triunfando a pesar de todas las dificultades. Pero no. El entorno de Tonya, primero a través de su madre y luego de su marido Jeff Gillooly (Sebastian Stan) se vincula con ella a través de la violencia tanto psicológica como física. Tonya desarrolla una personalidad que pensaría que, como dice un meme que circula hace poco, “para qué resolver las cosas hablando si se pueden resolver a los tiros”. El contexto de ella se vuelve entonces, complejo. Porque si no fuera por el constante planteo de desafíos, no hubiera llegado tan lejos como llegó. Pero, con relaciones menos tóxicas, sin estar todo el tiempo angustiada, enojada y a punto de explotar todo el tiempo, hubiera llegado más lejos aún.

El punto fuerte de la película es sin lugar a dudas el montaje. Dinámica, entretenida, hilvanando entrevistas a Tonya, Jeff y LaVona con flashbacks marca un ritmo que la acerca más a una comedia negra que a un drama profundo. La banda sonora, compuesta por temas de los 90, imprime una alegría y una energía que se suelen contraponer con el estado anímico de la patinadora. Y claro que por más que la película haga un muy buen uso de los recursos técnicos, si no hay buenas actuaciones no termina de funcionar. Margot Robbie está tan bien en el papel que incluso, en algunos momentos de cansancio y agotamiento, parece fea, demacrada, algo que uno pensaba que era imposible. Allison Janney acompaña en el mismo tono, lo que les ha valido a ambas múltiples nominaciones.
Frente a Nancy Kerrigan, elegante, sonriente, con aspecto de princesa, la mayoría de los espectadores vamos a identificarnos con Tonya. Y, a pesar de su fuerza, su empuje y su capacidad para reinventarse, terminás la película sintiéndote derrotado. No es tu culpa como espectador: te educaron diciéndote que los buenos ganan. Pero…¿Tonya era buena? ¿Fue la víctima a pesar de ser señalada como una de las culpables? No olvidemos que en función del incidente su carrera quedó trunca, y Nancy siguió compitiendo.