X-Men: Apocalipsis

Crítica de Héctor Hochman - El rincón del cinéfilo

Que decir de una secuela de las ahora llamadas “precuelas”, esto es ir al origen de la historia que ha hecho algún ruido, que nada agrega y que finalmente todo queda como estaba preestablecido. Siendo por tanto un cúmulo de situaciones, personajes, acciones, ya vistos.
Éste nuevo filme, traslación de un comic de la editorial casi octogenaria, se aleja un poco más de su génesis. Situación que no iría en desmedro del producto si éste no tuviese tantos problemas, principalmente desde el guión, aplicados a su extensa duración que termina por generar hastío.
Sólo se sostendría por los efectos especiales, elemento muy endeble cuando se encuentra huérfano de originalidad en la historia, plagada de lugares comunes y previsibles al extremo.
Por supuesto que se toma tiempo para la descripción e instalación de nuevos elementos de algunos de sus personajes, tal el caso de Magneto, protagonizado por el siempre infalible Michael Fassbender, pero que en realidad nada modifica a lo ya construido y sabido del mismo, repitiendo su recorrido sobre estar siempre balanceándose sobre la delgada línea entre el bien y el mal.
Esto se podría aplicar con la aparición de varios personajes en esta entrega, que lo único que determina es la ruptura del verosímil con que fueron presentados en los primeros filmes de la saga, tal el caso de “Wolverine/Logan” casi un cameo de Hugh Jackman, toda una escena para generar un chiste interno, ya que quien se acerque por primera vez a un filme de toda la serie quedará fuera.
Del mismo orden es lo que sucede, por ejemplo, con el personaje de Nigthcrawler, que cobra mayor importancia que en las entregas anteriores, destruyendo su propio mito de aparición.
Todo esto podría estar cabalgando en la falta de consideración sobre la inteligencia de los espectadores, ni hablar de los seguidores incondicionales, y no digo fanáticos pues su propia definición le extirpa criterio individual.
La historia abre dándonos a saber que los X-Men existen desde siempre, nos ubica temporalmente en El Cairo, Egipto en el año 3600 AC, allí el malévolo todopoderoso de En Sabah Nur/Apocalipse, (Oscar Isaac) quiere reunir en su cuero todos los poderes de los X-Men a su servicio, pero es traicionado antes de finalizar la tan pretendida transferencia de poderes, y quedará sepultado por milenios. Hasta que será “resucitado” por un grupo de fanáticos, en este caso cabe la palabra, dando comienzo al supuesto principio del fin del mundo conocido para comenzar una nueva era.
En relación al diseño de arte, siendo grandilocuente, todo respira, más bien ahoga, a una estética de los ‘80, no del todo bien definida, sólo el aporte de algunos elementos icónicos.
Estas referencias casi obligadas no terminan de constituir una contribución importante, como que en realidad, y a partir de la vertiginosidad de las imágenes, gracias al montaje no al guión, pasan desapercibidas.
Sin embargo el mayor problema que enfrenta la cinta es que su director parece haberse visto sobrepasado para poder formalizar el encuentro simultaneo de tantos personajes, superhéroes, manipular el CGI a voluntad, todo los superpoderes inmanejables, lo dicho, no es necesario tantos espejitos de colores, ni tantos fuegos artificiales para deslumbrar ya que no puede suponerse que el relato esté en función de los FX sino precisamente a la inversa, y esto no ocurre.
Sí tiene un punto bastante alto la banda de sonido, que se ajusta a la perfección y muy empaticamente a lo visual, hasta llegar a reconocer algo de la séptima sinfonía de Beethoven, que se agradece.
Resumiendo, todo lo que se ve y se hace es para que todo siga como estaba, no en cuanto a las arcas de los productores, algo así como los políticos en general, que hacen de todo para que nada cambie, salvo sus arcas.
Si hay algo que debemos agradecerle a ésta película, es que se devela el misterio de la alopecia del profesor Charles Xavier, en una escena donde demuestra que su calvicie es producto de una situación de stress emocional y físico.(¿?)
Le aseguro que desde que apareció James McAvoy, personificándolo de joven, la intriga me tenía insomne.