Woody Allen - El documental

Crítica de Paula De Giacomi - La mirada indiscreta

El Hombre Orquesta

“Mi relación con la muerte no cambió durante los años,
es la misma de siempre, estoy totalmente en contra de ella”.
Woody Allen

En el caso de Woody Allen, el documental dirigido por Robert B. Weide, el punto fuerte no es el aspecto formal, sino el contenido. La película reconstruye la carrera de Allen, sus comienzos, su infancia, su filmografía y su método de trabajo a través de relatos ajenos (actores, críticos, su hermana y productora, conductores de televisión, su madre, etc.) y a través de su propia voz.

Allan Stewart Konigsberg, alias Woody Allen comenzó escribiendo chistes para la columna de un diario de Brooklyn mientras estaba en el colegio. Confiesa que tuvo una infancia feliz hasta que a los seis años se dio cuenta de su mortalidad, entonces se volvió gruñón y cínico, mientras se preguntaba quién podía estar tranquilo sabiendo que desapareceremos para siempre: “sáquenme de la lista, no quiero jugar este juego” nos dice y obviamente tiene razón. ¡Yo también quiero que me saquen de la lista!

Escritor, comediante, actor, músico, guionista y director fue comparado con Charles Chaplin y llevó el total control de sus cuarenta películas hasta momento. Influenciado por Groucho Marx, Bob Hope, Fellini y Begman (sí, una ensalada que sólo él podría mezclar) se animó a hacer comedias, sátiras, oscuros dramas y hasta un musical.

Su método de escritura tiene como soporte una vieja máquina de escribir (nada de computadoras) hojas en blanco, una tijera y una pequeña abrochadora con la que une las ideas escritas en papel como parches que sólo él parece entender, un trabajo artesanal. Apasionado por el clarinete y el jazz, toca religiosamente todos los lunes en el Café Carlyle (aunque tenga que faltar a recibir un Oscar) y compara el ritmo de la música con el ritmo que requiere la comedia. Sostiene también que los festivales son una “pesadilla psicológica” pero que a su mujer le gusta ir a Cannes…

La película recorre junto a él las calles donde creció, nos muestra las filmaciones de varias de sus películas, programas de televisión en los que participó y no deja de lado (aunque creo que podría haberlo hecho) el escandaloso divorcio de su ex-pareja Mía Farrow, ausente en los testimonios por motivos obvios.

El documental no agrega nada demasiado nuevo al género, algunas escenas simpáticas como la analogía entre una película de espionaje y la forma en que Allen hace llegar a sus actores los guiones. Éste se los entrega por un par de horas y tienen que ser devueltos en el día, la única excentricidad que Allen se da el lujo de tener.

Lo demás es dejarnos fascinar por los lúcidos diálogos a cámara de Woody Allen, las escenas emblemáticas de aquellas películas que son imposibles de borrar de nuestras mentes y las anécdotas de cada uno de las personas que rodearon a este genio. Neurótico por excelencia, hipocondríaco declarado y anti-héroe por naturaleza, este sujeto supo poner todas las cartas sobre la mesa con una honestidad pocas veces vista y una claridad que jamás se dejó obnubilar por la fama, ese concepto que él define como un “golpe de suerte”.

Todo lo que pueda decir este texto acerca de Woody Allen es poco, su imagen es inabarcable, pero Weide logró condensar su esencia en ciento diez minutos fluidos y entretenidos.

Como dice alguien en la película “¿Si la vida realmente es absurda, horrible y brutal entonces, porqué nos estamos riendo?”