Wifi Ralph

Crítica de Tomás Ruiz - EL LADO G

Entretiene, emociona y logra ampliar de manera efectiva el universo que creó. Primero más para gamers, ahora ya de lleno en la cultura popular, las aventuras de Ralph y Venellope no tienen techo, ni limites.

En 2012, Disney llevó a la pantalla grande una película animada en la que se adaptaba un antiguo juego de arcade llamado “Fix It Felix Jr.“, en este viejo fichín el protagonista era Felix, un hombrecito siempre sonriente, cuyo deber era reparar el edificio que destruía Ralph, su némesis natural. El estudio del ratón, tomó esa premisa simplona y bastante poco atractiva y le dio la vuelta de tuerca necesaria como para que Ralph, el demoledor (Wreck-it Ralph) se meta de lleno en nuestros corazones y dentro de la cultura pop de estos tiempos. Aquella primera peli, fue un disfrute completo para grandes y para chicos, explorando y rememorando antiguas épocas de salas de videojuegos, la historia tuvo éxito en crítica, en recepción por el público y obviamente, en la taquilla.

Ni lentos ni perezosos, Disney se propuso redoblar la apuesta y dejo el camino libre para el desarrollo de una secuela. Claro que este no sería un trabajo fácil y por eso, el equipo responsable de hacer de la primera un éxito, regresa en Wifi Ralph (Ralph Breaks the Internet). En esta oportunidad, Ralph (John C. Riley) y Venellope (Sarah Silverman) llevan una amistad sin ningún tipo de conflictos y eso también se trasladó al resto de sus compañeros digitales. Pero Venellope se encuentra un poco aburrida y abrumada, resultado de una rutina que la tiene siempre como ganadora en su propio juego y ella quiere algo más, algo nuevo, algo que le represente un reto. Al notar esto, Ralph no tiene mejor idea que cambiar un poco la pista del Sugar Rush, juego donde su pequeña compañera es la campeona indiscutida y el avatar más requerido por quienes deciden jugar a su juego. Dicho cambio va hacer que el juego sufra un accidente bastante grave, haciendo que el dueño de la sala de videojuegos, deba desconectar el Sugar Rush. Para enmendar su error, Ralph junto con Venellope, deberán entrar a un mundo totalmente nuevo para ellos, el mundo del Internet, allí deberán esforzarse para encontrar el repuesto necesario, y en el camino se toparan con nuevos retos, aliados y peligros.

Si hay algo que era muy difícil para esta secuela, era poder alcanzar el nivel de humor y referencias adecuado como para que su estilo no quede repetitivo y terminara refritandose a si misma. Oportunamente y contando una vez mas con la dirección de Phil Johnston y Rich Moore, la idea de incluir el internet hizo que la trama logre refrescarse y mantenerse innovadora. Aprovechando la gran variedad de franquicias que Disney posee, es incontable la cantidad de referencias hacia otras películas. Lo bueno, es que no solo se quedan ahí, porque dentro del amplio mundo de la internet, se puede ver exactamente todo lo que consumimos cotidianamente, incluso hasta sin darnos cuenta. La peli tiene una forma de mostrar la interacción humana con este universo tecnológico, que se hace muy ameno, simpático y hasta razonable. Incluso los elementos más banales, son mostrados de una manera en donde es imposible ni siquiera sonreír.

Los personajes que conocemos, vuelven a lograr empatizar con el espectador de manera sumamente efectiva, pero en esta oportunidad están mejor acompañados, ya que se suman a los personajes principales, algunos que logran conectar desde el primer momento en que se muestran. El diseño de los personajes, en esta oportunidad era más complejo, ya que en la primera, todos o la gran mayoría, ya eran personajes conocidos y no se necesitaba demasiada imaginación. Acá se necesitaba que ese desarrollo visual fuera efectivo y que su aspecto tenga relación con su papel dentro de la trama y la verdad es que lo logran de manera perfecta.

Wifi Ralph logra todo lo que se propone. Entretiene, emociona y logra ampliar de manera efectiva el universo que creó. Primero más para gamers, ahora ya de lleno en la cultura popular, las aventuras de Ralph y Venellope no tienen techo, ni limites. Veremos hasta dónde y cómo deciden continuar con ellas, los ejecutivos de Disney.