Western

Crítica de Rolando Gallego - El Espectador Avezado

Valeska Grisebach regresa a la pantalla grande tras un largo paréntesis en el que ha colaborado con otros realizadores, sea en producción, o en apoyo para generar y llevar a buen puerto sus propuestas y las de terceros. “Western” es la historia elegida para regresar a la dirección, un film que sucede a “Nostalgia” y en el que una vez más aporta una mirada particular sobre universos, en este caso masculino, ajenos.
En “Western” el acercamiento cinematográfico desnuda la división que radica en los pensamientos, cuerpos y política de los hombres, llevado al extremo, a partir de la construcción de Meinhard (Meinhard Neumann), un potente personaje plagado de contradicciones y dolor, y del que poco sabremos hasta resuelto el conflicto principal de la película.
El personaje es presentado como un obrero que llega a Bulgaria, en la frontera de Europa, cerca de Grecia, junto a sus compañeros para construir un sistema hidráulico y así mejorar la circulación del cauce de un río. El pueblo no los recibe de la mejor manera, y Meinhard, el protagonista, sabe que en ese rechazo instantáneo hay una posibilidad hay cierta forma de relación que le permitirá alejarse de los demás por un instante.
Así, Meinhard será el único de los obreros que se animará a relacionarse con los lugareños, ya que no siente ninguna simpatía ni empatía con los colegas de trabajo y en la exploración del lugar y el acercarse a los demás verá una vía de escape para su situación. Grisebach, narra el encuentro entre este hombre (debutante en el cine) y los lugareños, y cómo entre ellos se forjarán lazos de amistad y profundos sentimientos, porque en ese encuentro él ve la posibilidad de reconfigurar su historia.
Pero también cuenta cómo sus compañeros, algunos más, otros menos, le exigen definiciones, y él deberá armarse de valor para continuar con sus decisiones muy a pesar de aquello que le piden. Entre la tensión de Meinhard con sus compañeros, Meinhard con ese extrañamiento hacia los lugareños, y el desconocido pasado del personaje, la directora construye un relato apasionante sobre los vínculos y su radicalización en tiempos en los que el otro es defenestrado y no hay posibilidad de cercanía.
La decisión de capturar las imágenes como “espiando”, y construir todo narrando con planos amplios para demostrar la soledad del lugar, son dos aciertos para un film que en manos de otro director podría caer en el tedio a los pocos minutos de inciado.
Pero Grisebach es hábil, su mirada no es inocente y hace caminar a su personaje por un sendero sin revelar sus próximos pasos, pasos que lo llevarán a una inesperada decisión final y que revierte, tal vez, la potencia inicial de esa muestra fílmica de la comunidad entre los obreros.