Volando alto

Crítica de Rolando Gallego - El Espectador Avezado

Volando alto TLC 60
“Volando Alto” (UK, 2016), del director y también actor Dexter Fletcher (“Juegos, Trampas y dos armas humeantes”), toma del cine británico aquella vertiente que, inspirada en hechos reales, busca construir desde la experiencia de un personaje un filme aleccionador sobre las diferencias y la posibilidad de superación ante trabas y falencias.
El protagonista excluyente del filme será Eddie “el águila” Edwards (Taron Egerton), un joven con capacidades diferentes que a pesar de haber tenido una infancia complicada, gracias al incondicional apoyo de su madre (Jo Hartley), tratará de cumplir sus sueños a pesar de todo.
Y en ese buscar llegar a las metas, la idea de participar de alguna olimpíada, para demostrarse que es capaz de lograr todo aquello que se propone, será el motor de una película que, con una cuidada facturación, dirección de cámaras y una selección musical, que apoyará cada momento emotivo del filme, termina por potenciar algunos vicios del último cine “inspirador”.
En “Volando Alto” nada está fuera de lugar. Todo está tan digitado, que por momentos la emoción que se busca transmitir en los espectadores, es tan sólo una insinuación que no termina de trascender la pantalla.
Así, si Eddie comienza a practicar por su cuenta, los saltos que lo llevarán a ser el primer atleta británico en pertenecer a la disciplina olímpica que la contiene, cada intento será una búsqueda de efecto que va dejando en la superficie del filme marcas que se irán depositando en el inconsciente total del filme hacia el emotivo y previsible desenlace, rimbombante y con “Jump” de Van Halen a todo volumen.
Pero antes de ese final, que sabemos, queremos, esperamos que llegue, Eddie choca con su entorno y el mundo. Nadie puede entender cómo este joven “diferente” se anima a intentar siquiera, superar pruebas que ni los más ávidos y avispados deportistas pueden lograr.
En el camino conoce a Bronson Peary (Hugh Jackman) un ex saltador, que ahora, en medio del alcohol y una rutina laboral tediosa, aceptará el desafío de llevar a Eddie a los juegos olímpicos de invierno, con un entrenamiento mucho más lúdico que estricto y en el que, por sólo citar un ejemplo, Bo Derek, se convertirá en la meta a conseguir para lograr el salto más difícil y alto que tenga que hacer.
“Volando Alto” es un producto correcto, pero al que le falta “alma” y la capacidad de poder trascender su imperiosa y nerviosa necesidad por lograr a toda costa la emoción en el espectador. En ese constante apelar a golpes bajos, situaciones ya visitadas por el cine, la demostración de cómo el bullying termina por fortalecer vínculos.
En el contraste de Eddie y Bronson, y en la pelea que cada uno a diario deben hacer para poder seguir luchando por sus sueños, es en donde, tal vez, la película puede encontrar una idea interesante para explorar, pero rápidamente ésta es olvidada, y Fletcher prefiere seguir apelando a lugares comunes para construir la narración.
Las logradas escenas que transmiten el vértigo de cada uno de los saltos del joven, como así también la estereotipación de algunos personajes (principalmente aquellos pertenecientes al equipo olímpico británico) y la notable interpretación de Egerton (irreconocible en esta oportunidad), son algunos de los aciertos de un filme efectista y a la vez efectivo, que bien podría haber elegido otro camino, pero que decide continuar con una línea de filmes que celebran el triunfo de la clase proletaria ante desafíos imposibles.