Volando alto

Crítica de Iván San Martín - Cinergia

No te hace falta equipaje...

Michael Edwards (Taron Egerton) desde chico quería ser atleta y representar a Gran Bretaña. Pese a sus comportamientos algo tontos y algunos problemas de madurez, se propuso llegar como saltador a los Juegos Olímpicos de Invierno 1988 en Calgary, Canadá. Su búsqueda lo llevará a la pista más reconocida de Alemania donde se preparan los mejores. Siendo objeto de burlas por parte del equipo noruego, decide seguir y lanzarse a la rampa de 40 metros. En uno de sus tantos golpes conocerá al encargado de preparar la pista, un norteamericano llamado Bronson Peary (Hugh Jackman) quien tiene una historia dentro del equipo estadounidense de ski. Se convertirá en su entrenador y tratará de llevarlo a las olimpiadas de invierno para que de “el salto más importante de su vida” aprendiendo de su alumno más de lo que pensaba.
Enfocada más como una comedia que una biopic seria, en Volando alto (Eddie the Eagle) la historia de superación y esfuerzo está presente pero matizada con dosis de humor inglés, buena idea de los guionistas Sean Macaulay y Simon Kelton.
La química entre Egerton y Jackman es uno de los puntos fuertes, si bien la relación entre entrenador y alumno ha sido vista varias veces ellos se encargan de transmitir a través de la pantalla. Los paisajes de Inglaterra, Alemania y Canadá permiten que la fotografía de George Richmond también esté entre lo más destacado; además todo está acompañado de un soundtrack que refleja muy bien la década de los 80.
Cuando el verdadero Michael Edwards vio la película le gustó mucho y se declaró fan del film, además declaró que “sólo alrededor del 5% es una historia real”. El personaje de Hugh Jackman y toda su trama son ficticios, Eddie es retratado como hijo único y sin experiencia en ski pero nada de eso es cierto ya que tiene una hermana dos años menor y algo de experiencia en el mundo de ski.

Volando alto entretiene pero su problema es que a pesar de su humor no ofrece nada que no se haya visto antes en la enorme cantidad de películas deportivas (testimoniales o no) y eso la vuelve predecible.