Visages Villages

Crítica de Guillo Teg - El rincón del cinéfilo

Obra plena de ternura, sin duda uno de los bellos estrenos del año

Más allá del documental, género en el que está clasificado éste estreno, y ratificado por la Academia con su nominación al Oscar este año, “Visages Villages” tiene como arista principal ser la crónica de una amistad anunciada. Ya desde las tres o cuatro situaciones en la introducción Agnés Varda y JB generan empatía con una impronta entre naif y colegial contando cómo es que “no” se conocieron. En ese comienzo la directora de “Sin techo ni ley” (1985) y el joven y prolífico fotógrafo inician una recorrida por algunas comarcas de la Francia interna, en una especie de combi decorada como si fuese una gran cámara fotográfica con ruedas, capaz de disparar y revelar gigantografías con las cuales deciden hacer lo que mejor saben: arte.

Arte que interviene lugares olvidados por el progreso o que representan el mismo. La idea es dejar una huella en aquellos rincones visitados en los cuales se detienen cuando sienten que el mismo necesita (o pide a gritos) una intervención que acaso les devuelva la identidad perdida. Así, la dirección de ambos (en todo sentido) se transforma en una reivindicación para los sorprendidos lugareños que terminan por adoptar y adorar la idea. Juegan a armar una baguette gigante en boca de todos, poner un alto a la demolición de una calle decorando los frentes de las casas con fotos antiguas de los mineros que solían vivir allí, o poner en relieve a una camarera en una gran pared de un pueblo dándole sus minutos de notoriedad.

Más que lo que hacen es cómo lo hacen y la forma en la cual está construido en el texto cinematográfico, el que deja desplegar lo espontáneo para que fluya ese momento de inspiración que desde el montaje se adivina bastante más prolongado que lo decidido en el corte final. No obstante, el ritmo narrativo no se resiente. Se puede discutir sino hubiese sido conveniente más tiempo de decantación entre un lugar y otro, pero pequeñas anécdotas de viaje sirven como separadores episódicos para que el interés por el crecimiento del vínculo no se pierda.

“Visages Villages” (algo así como rostros y pueblitos) no sería posible sin estas dos almas sensibles que, pese a la notable diferencia generacional, no encuentran barreras ideológicas para entender el lugar que el arte puede ocupar en lo cotidiano. Por supuesto que toda la obra es una oda dedicada a las almas sensibles frente a la composición del cuadro, y de hecho cada fotograma se puede recortar y colgar en cualquier living. Desde ese punto de vista, y desde el inocente homenaje a las road movies, aquellos en donde hemos visto crecer amistades inolvidables, esta película es una de esas plenas de una ternura difícil de lograr con momentos de humor natural salido de la sinceridad de ambos.

Sin dudas uno de los bellos estrenos del año.