Viaje a los pueblos fumigados

Crítica de María Bertoni - Espectadores

A Fernando Pino Solanas le detectaron residuos de pesticidas en sangre… La afirmación suena a apertura de una noticia informativa o amarillista según quien califique, pero aquí presenta el nuevo documental del veterano cineasta y senador nacional. Viaje a los pueblos fumigados se titula esta aproximación a las consecuencias letales que la deforestación, la sojización y la explotación agropecuaria a escala industrial provocan en territorio argentino.

Solanas encarna el rol de investigador comprometido en esta road movie que filmó en Buenos Aires, Entre Ríos, Santa Fe, Córdoba, Salta, Chaco, Misiones. Comprometido por partida doble: primero porque suscribe a la verdad que (le) cuentan descendientes de pobladores originarios del Impenetrable, médicos de provincia, maestras rurales, integrantes de las Madres de Ituzaingó, el coordinador de los Campamentos Sanitarios de la Facultad de Ciencias Médicas de Rosario, ex referentes de la Federación Agraria Argentina y del INTA, productores orgánicos, la hermana Martha Pelloni entre otros entrevistados; segundo porque se descubre afectado clínicamente por la contaminación progresiva –a veces silenciosa, a veces silenciada– que denuncia.

El truco del análisis de sangre evoca el recuerdo de los controles médicos que Morgan Spurlock se hizo mientras filmó Super size me, documental sobre la incidencia perniciosa de las comidas rápidas en la salud. La coincidencia cinematográfica se diluye cuando constatamos que, a contramano de su colega estadounidense, el autor de Las hora de los hornos evita pisar suelo hostil, es decir, en su caso, interpelar a algún vocero del empresariado sojero, de la industria agrícolo-ganadera y/o de los laboratorios especializados en agrotóxicos y semillas transgénicas.

Para satisfacción de sus seguidores y fastidio de sus detractores, Solanas parece haber repetido el formato narrativo que les aplicó a documentales anteriores, por ejemplo La guerra del fracking que estrenó cinco años atrás: propone un recorrido por el interior del país; se erige en guía omnipresente; estructura el relato en capítulos; convoca a fuentes cuyos testimonios y datos técnicos concuerdan; reivindica la resistencia popular. Como en aquella película, en ésta también intervinieron el director de fotografía Nicolas Sulcic y el musicalizador Mauro Lazzaro.

Por la temática abordada, Viaje a los pueblos fumigados dialoga con las recientes Agroecología en Cuba de Juan Pablo Lepore y La mirada del colibrí de Pablo Leónidas Nísenson. Aunque las separan grandes diferencias narrativas y técnicas, estas tres películas nacionales señalan la imperiosa necesidad de erradicar el agronegocio transgénico y tóxico (también algunos emprendimientos inmobiliarios) no sólo de nuestro país. Sus autores coinciden además en reclamar una urgente y rigurosa intervención estatal.

Desde una perspectiva ambientalista, el nuevo documental de Solanas constituye una propuesta valiosa por su capacidad concientizadora. Concentrarse en las características discutibles del abordaje cinematográfico y/o en algunas contradicciones políticas del autor equivale a acordarle más atención a Pino que a un bosque a merced de la desforestación, la sojización, la fumigación y demás prácticas criminales del capitalismo depredador.