Veloz como el viento

Crítica de Néstor Burtone - Otros Cines

Carrera con obstáculos

Una de autos, pilotos y familias disfuncionales que se termina saliendo del camino.

Veloz como el viento es una película italiana, pero tranquilamente podría provenir de Hollywood. Impecable en sus rubros técnicos y con un despliegue de producción imponente, el tercer largometraje de Matteo Rovere comienza como una clásica fábula deportiva de ascenso, caída y renacimiento, pero a mitad de camino olvida la potencia de las carreras automovilísticas para convertirse en un convencional drama sobre familias disfuncionales.

El relato está protagonizado por una joven piloto (Matilda De Angelis) con futuro de campeona, peor cuya carrera se trunca debido a la muerte de su padre y jefe de equipo. La pérdida la obliga no sólo a dejar las pistas, sino también a hacerse cargo de la delicada situación familiar, incluyendo una economía enflaquecida y un hermano menor.

La única solución posible es aprovechar la reaparición del hermano mayor (Stefano Accorsi), otrora as del volante y campeón devenido en un auténtico yonqui que al principio no quiere saber nada, pero que terminará aceptando como una forma de obtener dinero fácil y rápido.

El film mostrará el regreso de la piloto a los primeros planos y la reconstrucción del vínculo con su hermano. Pero sobre el Ecuador del metraje, Rovere deja de lado las pistas para volcarse a una vertiente centrada en las peleas puertas adentro y el pase de facturas, cambiando así aceite por lágrimas fáciles.