Varda por Agnès

Crítica de María Bertoni - Espectadores

¿Hace falta conocer a Agnès Varda para disfrutar de su última película (qué pena no poder escribir “su película más reciente“)? No. ¿Es necesario querer el cine, o al cine con perdón de la personificación? Sí, pero atención: no el cine serializado sino aquél que la realizadora belga definía a partir del triplete Inspiration, Création, Partage, que en este blog traducimos Inspiración, Creación… Compartir dada la dificultad para encontrar en castellano un equivalente al tercer sustantivo en francés.

Semanas antes de morir el 29 de marzo pasado, Varda presentó Varda por Agnès en el 69° Festival de Berlín. El dato alimenta la ilusión de que la fotógrafa, cineasta, artista visual –en honor a su predilección por esta expresión– se despidió como vivió a lo largo de casi 91 años. A los admiradores nos regaló un reencuentro con su rostro, su voz, sus gestos; un recorrido por su filmografía; una aproximación a su concepción del arte, la política, la humanidad con H mayúscula y minúscula. A los espectadores que todavía no la conocen, les dejó la invitación a descubrirla tal como era: curiosa, ocurrente, activa, osada, lúcida, feminista, sensible, amorosa.

Varda por Agnès comienza con los créditos y agradecimientos que por tradición aparecen cuando las películas llegan a su fin. De esta manera, la realizadora recuerda que los films son el producto de un trabajo colectivo, y prioriza su reconocimiento a quienes la acompañaron a lo largo de su carrera, incluidos su esposo Jacques Demy y sus hijos Mathieu y Rosalie.

La articulación de charlas –con público presente y una a solas, muy breve, con Sandrine Bonnaire– estructura esta obra testamentaria que nos lega todo: desde el primer corto La Pointe-Courte con un jovencísimo Philippe Noiret hasta el largo co-dirigido con el muralista J.R, Visages villages, pasando por fotos, instalaciones y un fallido homenaje a Simon Cinéma en su centenario. Fiel a su espíritu generoso, Varda aprovecha este repaso para rendirles tributo al mencionado Demy, a Jean-Jacques Sempé, a Alain Resnais, a Michel Piccoli, a Jane Birkin, a Robert De Niro, a las Panteras Negras, a Fidel Castro entre otras figuras célebres.

Como en todo largometraje que repone numerosas piezas de un suculento archivo fotográfico y audiovisual, en éste también la edición juega un rol clave. Con la colaboración de Nicolas Longinotti, la realizadora ilustró pasajes de sus causeries con fragmentos de sus películas, y resignificó sus películas con recuerdos y explicaciones que compartió en sus charlas. Son entonces inevitables las ganas de (volver a) ver Cleo de 5 a 7, La felicidad, Sin techo ni ley, Jacquot de Nantes, Las playas de Agnès, la ya mencionada Visages Villages.

Vale imaginar que Agnès contó con la ayuda de Rosalie a la hora de elegir fotos y segmentos de films y charlas. Dicho sea de paso, la hija de la artista produjo Varda por… con Dany Boon, comediante recordado en Argentina por Bienvenidos al país de la locura, Cena de amigos, Lolo, el hijo de mi novia. Este otro dato ilustra otra virtud de la artista: apostar a la gente (más) joven.

Varda se despide discretamente en la secuencia final de su última película. Los amantes del mar como ella nos sentimos especialmente conmovidos por este adiós ambientado en una playa solitaria, luminosa, atravesada por el viento.