Vapor

Crítica de María Bertoni - Espectadores

Julia Martínez Rubio y Julián Calviño
 encarnan a dos ex amantes que se toman una noche de verano para desandar el camino que transitaron juntos años atrás. Su desempeño actoral constituye una de las virtudes de Vapor, crónica de una despedida demorada -casi extemporánea- que mañana jueves desembarcará en el cine Gaumont y en el Centro Cultural Cotesma de San Martín de Los Andes.

Mariano Goldgrob es el autor de esta ficción que se pre-estrenó en abril pasado en la sugestiva sección Panorama/Pasiones del 18° BAFICI, y que por momentos parece inspirada en la memorable trilogía Antes del amanecer, atardecer, medianoche del estadounidense Richard Linklater. Con escasos recursos técnicos pero con una buena dosis de precisión y sensibilidad, el guionista y director argentino recrea uno de esos reencuentros que se revelan necesarios para cerrar las historias de amor, en especial aquéllas que quedaron truncas.

Mientras comparten recuerdos y se ponen al día, los protagonistas deambulan por calles solitarias de una Buenos Aires calurosa y “seca” al decir de ambos. Sin embargo, la directora de fotografía Soledad Rodríguez consigue mostrar el vapor que emana de la confesión de fantasías y de relatos protagonizados por algún fantasma del pasado.

Goldgrob retrata dos aristas del amor: su naturaleza inasible y el duelo ante su partida o pérdida definitiva. Acaso para reforzar este segundo aspecto, el reencuentro en cuestión tiene lugar mientras transcurre el velatorio de un ser querido, y termina minutos antes del sepelio.

A través de la mirada siempre atenta y de cuerpos que se atraen pero rara vez se tocan, Martínez Rubio y Calviño expresan la pasión, ternura, nostalgia que sienten sus personajes. El amor será inasible, pero los amantes se dejan reconocer, aún cuando el vínculo que los une amenaza con evaporarse.