Una pastelería en Tokio

Crítica de Ariel Abosch - El rincón del cinéfilo

Un ámbito cálido y austero para una emotiva historia intimista

Al pie de un cerezo, se ubica en una esquina, un pequeño lugar donde cocinan y venden dorayaki, una especie de alfajor hecho con tapas que parecen ser masa de panqueques, y el relleno una pasta de frijoles endulzados. El negocio, manejado por Sentaro (Masatoshi Nagase), va regular. Hace todo solo, está agotado. Vive también solo en un modesto departamento y cada día que se levanta, camina hacia el local como si fuese un autómata. Aunque se percibe que lo desanima la rutina puede intuirse otra cosa más profunda e importante.

Un día, una señora que está por cumplir 76 años, se acerca a pedir el empleo que está escrito en la ventana. Aunque él la rechaza, su insistencia lo convencerá por el lado del sabor, porque Tokue (Kirin Kiki) se ofrece a elaborar la mejor pasta de frijoles que haya probado jamás.

La dirección de Naomi Kawase nos introduce en un mundo cálido e intimista, donde ambos personajes se necesitan mutuamente, aunque ellos, al comienzo, no se darán cuenta. La anciana le enseña todos los secretos para la cocción, seguramente porque precisaba dejar un legado y no llevarse los secretos a la tumba.

La película mantiene un desarrollo tranquilo, pausado, con paciencia oriental. Cuenta con muy pocas melodías de fondo, no hacen falta, el sonido ambiente y los diálogos son más que suficientes, porque, lo prioritario es seguir lo escrito en el guión. Están perfectamente sincronizados el paso del tiempo, los inconvenientes, el éxito, el drama, los momentos del cambio de giro en la historia, etc.

Ambos ocultan cosas duras del pasado que se van a ir develando en los momentos necesarios del relato. No es una película donde se enseña a cocinar y luego observar la evolución del negocio, sino que es el aprendizaje y la enseñanza de conductas de vida que van a ir transformando los sentimientos de los personajes.

El film es austero, se ven pocas calles de Tokio y sus alrededores. Nada de autos e inmuebles caros. Aquí lo importante son los pequeños detalles narrativos, manejados con mucha sensibilidad, para contar una buena historia sobre una señora mayor, con una gran sabiduría adquirida a través de los años, y un hombre de mediana edad cuya aceptación de la nueva realidad le permite abrir la coraza que blinda sus emociones y entregarse por completo a Tokue.