Una esposa de mentira

Crítica de Maria Marta Sosa - Leer Cine

REFUGIO SEGURO

Una esposa de mentira propone un agradable reencuentro con Adam Sandler y su mejor filmografía como actor. En esta historia, Sandler es un hombre que para conquistar a las mujeres, les miente diciéndoles que está casado. Y cuando encuentra a una que realmente le importa, le pide a su secretaria que finja ser su esposa para conquistarla. Tras esta historia encontraremos un relato de conversión interior, una buena y nueva propuesta para acercarnos a la comedia americana.

Las últimas dos entregas de Adam Sandler como actor parecieran dialogar entre sí. Funny People (2009) y Una esposa de mentira (2011) nos presentan a hombres que, si bien tendrán destinos completamente opuestos, parten de una posición similar: un estado de desencantamiento con sus rutinas luego perturbadas por un suceso inesperado: una enfermedad allá, una mujer acá. Estos eventos regresan a los personajes de esa vida fuera de sí que venían llevando para devolverles su vida interior. Ese camino es largo, allí no tendrán un arribo seguro, aquí sí.
Una esposa de mentira despliega el humor al que Sandler nos supo acostumbrar en Un papá genial (1999) y Happy Gilmore (1996), ambas realizadas por Dennis Dugan, así como esta película. Danny (Adam Sandler), el protagonista de nuestra película, representaría la adultez de los adolescentes eternos Happy Gilmore y Sonny Koufax, o de todos esos amables personajes que interpretó, como Billy Madison, Barry Eagan, Longfellow Deeds, Henry Roth, Bobby el aguador y los que cada uno quiera agregar. Con el transcurrir del relato percibimos que esta etapa adulta no tiene la misma fuerza o violencia que tenía en aquellos personajes, por eso algunos gags parecen diluirse o no tienen los remates que el espectador (de Sandler) ansía, pero luego aprendemos a mirarlos desde el punto de vista de nuestro protagonista. En las escenas más importantes de la película, Danny estará sentado, mirando transcurrir lo que sucede con una postura segura, serena. Por más que aparezca Katherine (Jennifer Aniston) iluminando todo el lugar con su belleza y simpatía, él no se mostrará tan deslumbrado; por más que esté a punto de declarársele a la mujer de su vida, o ya en su boda, y nosotros entendamos que él desborda de felicidad, él mantendrá su aplomo, su tranquilidad.
Será que en esta edad adulta, Danny podrá abandonar su vida vacía, mentirosa, resentida, para volver en sí, mirar a la mujer que estuvo todo el tiempo a su lado y animarse a vivir una vida junto a ella y sus hijos. Así parece, porque todo el camino de regreso (a su interior) va a mostrarle que ella está a su lado, que es hermosa, que es deliciosamente graciosa, que es fiel. Danny comenzará a tachar de la lista todos los requisitos que debiera cumplir “su mujer ideal”, pero deberá primero recuperar la fe en sí (herida por un engaño de la que hubiera sido su esposa en el pasado) para decidirse. En el recorrido habrá un espejismo, otra mujer aparentemente perfecta, pero que está tan lejos de sí como Danny y sólo alcanzará a ser parte de las distracciones que él encontrará en el camino de regreso.
Ya volviendo en sí, con ese travelling circular que nos devuelve a Danny como espectador y actor de su boda, confirmamos que no es que nuestro personaje (o la película) carezca del ímpetu reclamado, sino que el lugar en el que está (él mismo) es de reflexión, honestidad, de plenitud familiar, espiritual. Desde ese sillón, Sandler parece mirar, con la misma actitud de Danny, a todos sus personajes y quién sabe si entrando de nuevo en sí, volverá a deleitarnos como cuando lo conocimos.