Un viaje extraordinario

Crítica de Brenda Caletti - CineramaPlus+

RECUPERAR EL DESEO

Atrapado. Así se siente Donald Crowhurst, en medio de una encrucijada entre el deber, la palabra y las fantasías. Porque si bien los primeros matices lo muestran como un amante de lo náutico y con cierto espíritu aventurero, el metraje no hace más que desgastar cualquier posible resabio de un hombre que se dispone a cumplir su anhelo más profundo.

De hecho, el director James Marsh lo despoja de cualquier rasgo pintoresco o heroico – como probarse a sí mismo y a los demás que un aficionado en solitario puede circunnavegar el mundo sin detenerse en ningún puerto, obtener la gloria, la recompensa y superar el record de Francis Chichester– postulando al desafío como única opción para salvar a la empresa y a la familia de una inminente bancarrota.

Pero los inconvenientes se presentan antes de partir con atrasos importantes en la construcción del trimarán, dudas personales, las presiones de la prensa y del hombre que le prestó el dinero y una entrada a último momento. Entonces, Donald ya carece de todo deseo per se; estado que se profundiza con la soledad en alta mar y los logros de los otros competidores frente a sus desalentadores resultados, mientras que cualquier problema climático o de manejo del barco quedan relegados a un segundo plano –incluso aquel que lo obliga a mentir–.

La idea de sofoco incrementa a lo largo de Un viaje extraordinario (The Mercy en la versión original) a través de las voces, las especulaciones y los registros en la bitácora en una suerte de pasaje entre la vivencia en un aquí y ahora filmada por él como constancia del recorrido, los telegramas o los llamados a la familia y, luego, una experimentación mental que se aleja del contacto con el otro y se refugia en lo efímero o paralelo.

Si bien el director apuesta por centrarse en la turbación psicológica del protagonista, lo somete a cierta monotonía y no termina de aprovechar las reflexiones, los recuerdos, la soledad, las alucinaciones o, incluso, el juego con sombras o ruidos extraños en el barco. Por otra parte, intenta resignificar al protagonista con dos momentos hacia el final de la película ligados directamente con el título. Porque, tal vez, en medio de la turbación y el desaliento, la misericordia se convierte en la última y mejor opción.

Por Brenda Caletti
@117Brenn