Un método peligroso

Crítica de Héctor Hochman - El rincón del cinéfilo

¿Qué pasa doctor?

El director David Cronenberg, el mismo que nos maravillara con películas del calibre de “Promesas del Este” (2007) o “Una historia violenta” (2005), sólo por nombrar las ultimas, nos sorprende a primera vista con un supuesto cambio de rumbo.

Es verdad que la historia central de “Un método peligroso” puede reducirse a la relaciona amorosa y tortuosa entre el Dr. Carl Gustav Jung (Michael Fassbender) y su paciente Sabina Spielrein (Keira Knightley). También incluye como condimento al Dr. Sigmund Freud (Viggo Mortensen) como vértice de un triangulo, pero que se desplaza de lo cotidiano relacional afectivo para convertirse en una figura geométrica atravesada por la teoría psicoanalítica.

Todo se centra en un tiempo y espacio reducido, la ciudad de Viena a principios del siglo XX. Sabina es internada en la clínica donde Carl Jung esta haciendo sus primeras experiencias con el tratamiento, o método curativo, de afecciones psíquicas, basado en la cura por la palabra creado por Freud a fines del siglo XIX.

Sabina sufre un tipo de neurosis, lo que se conoció como “Histeria de conversión”, bastante común por aquellos años de mucha opresión sexual, y específicamente social, en las mujeres.

Este tipo de afecciones comprometía principalmente el cuerpo de los pacientes, razón por la cual se justifican los movimientos corporales que compone el personaje de Sabina, quien, una vez curada, con una necesaria elipsis temporal narrativa de por medio en la película, se convertiría en una de las primeras mujeres psicoanalistas, cuyas ideas y experiencias influirían en los pensamientos del mentor de la técnica.

Esta sería la tercera pata del triangulo, esa que incluye un poco forzadamente, es verdad, la presencia de Freud en la historia, pero no es gratuita, tiende a un mayor desarrollo de la estructura narrativa utilizada por el director, convirtiendo la realización en una expresión audiovisual cabalmente parlante.

Los personajes hablan mucho, hay mucho de confrontaciones inteligentes, pero también hay acción, producen actos que los modifican. Nada de lo que hacen es insustancial. Como canta la gran Ligia Piro, “…Una palabra no dice nada y al mismo tiempo lo esconde todo...”

Es verdad que los personajes existieron. También los encuentros entre Freud y su discípulo Jung, a quien veía y pronosticaba como su más fiel e importante seguidor, pero cuestiones de índoles teóricas terminan separándolos definitivamente.

No es deseable contar demasiado del argumento, aunque sea “vox populi”, sólo que esa historia de amor no será inocua para ninguno de los involucrados, incluyendo a Emma (Sarah Gadon) la esposa de Jung.

Lo mejor del filme se encuentra en la recreación de época, el diseño de vestuario, la escenografía. Son impecables El primero se luce hasta para demostrar las diferentas socio-económica de los dos personajes masculinos, Freud un medico clase media, mientras Jung pertenecería, por su matrimonio, a la clase alta vienesa. En cuanto a la escenografía, la reconstrucción de la casa y el consultorio de Sigmund Freud son exactos, pero su lucimiento esta exacerbado por la cámara que sin detenerse demasiado en esos objetos los detalla minuciosamente.

Para que esto se luzca es menester contar con un gran creativo al frente de la dirección de fotografía, manejando los colores y los tonos acorde al momento de la historia. Transitando de la frialdad en la relación entre los dos médicos, para llegar a la intensidad sinuosa de la historia de un amor prohibido o, en todo caso, cuestionado y censurado por la sociedad.

La verosimilitud del relato se asienta en las actuaciones, destacándose Keira Knightley, quien tiene sobre sus espaldas, o su frágil cuerpo, el mayor riesgo actoral del cual sale más que airosa, ya que bien podría haber cruzado la línea de lo creíble con demasiada facilidad, muy bien acompañada por Michael Fassbender, y en un papel secundario Vigo Mortensen, cuya caracterización es impecable.

Hay en la historia un personaje lateral, bastante menor en el filme, no así en la historia verdadera, que tiene la llave que abrirá el conflicto, a la vez paciente de la clínica, y es el doctor Otto Gross (Vincent Cassel), una pequeña participación a la que el gran actor francés le otorga una dimensión extraordinaria.

Muchos dirán que este es un texto fílmico demasiado afinado para la comunidad psicológica mundial. Es real que toda la obra se podría definir como una exacta exploración del método, de las vicisitudes, del recorrido de la sensualidad, la sexualidad de una sociedad post victoriana, de la investigación de estos científicos que terminó modificando el pensamiento occidental. Pero sería un error quedarse en esa lectura, ya que el amor en todas sus formas y variantes nos atraviesa a todos.

(*) Obra de Peter Bogdanovich, realizada en 1972