Un lugar en silencio

Crítica de Santiago Balestra - Alta Peli

No importa si son dos personas discutiendo sobre la existencia de Dios o una persecución intensa entre un tiranosaurio y una 4×4, una película tiene el deber de evocar emociones. El factor decisivo, lo que permite que esa emoción dé en el blanco, recae en la inversión emocional que hace el espectador en los personajes y en su evolución.

Con esto presente, John Krasinski, un nombre que la mayoría de los espectadores conocemos por sus comedias, hace con Un Lugar en Silencio un giro de 180 grados respecto de su registro habitual; y lo hace de una manera tan perfecta precisamente por entender esta vital necesidad cinematográfica.

Odisea muda de una manada humana

En un poblado norteamericano tan desierto como post-apocalíptico, la familia Abbott trata de sobrellevar su día a día sin hacer ruido alguno. Esto se debe a que merodea una raza de monstruos que atacan ante el menor indicio de sonido. Lee, el cabeza de familia, debe proteger a su mujer próxima a dar a luz y enseñarle a sus hijos la manera de defenderse de esta amenaza.

John Krasinski consigue algo indispensable, algo que no puede faltar jamás en una narración, ya sea en una que apunte a hacer pensar o simplemente a entretener. En otras palabras, lo que separa a una historia con corazón y alma de una cáscara vacía: que al espectador le importe lo que le pueda pasar a estos personajes.

El mundo en el que viven, las reglas por las que se rigen y el riesgo que corren son introducidos de una forma inmediata fluida, dinámica y elegante. Cada conflicto, cada acción es resuelta casi siempre a través de lo físico, es decir a través de las imágenes.

Concentrémonos un momento en esta palabra: riesgo. Ya que está presente desde el primer encuadre y Krasinski no da tregua al espectador por la tensión que sabe construir y movilizar en todas las secuencias que arma.

Incluso con tanto silencio, con tanta acción, esta es una historia con muchísimas emociones más allá del temor. Hablamos de afecto, los pequeños momentos de felicidad por mucha presión que ejerza el contexto. Es una historia repleta de momentos humanos: sobre la culpa del sobreviviente, sobre el legado que deja un padre, sobre cuidarse uno y cuidar a los otros. Sobre la familia. Son personajes que uno llega a querer y, más importante aun, con los que se puede identificar. Tanto por su valentía como por su corazón.

En materia técnica tenemos una fotografía que sabe valerse de las sombras y es dinámica en todo momento. La dirección de arte se vuelve un elemento fundamental para crear un clima, entender el contexto y aportar la información sin que salga de la boca de los personajes. Pero todos estos apartados palidecen a la sombra del diseño sonoro de la película.

En materia sonido es un juego constante entre la subjetividad sonora de los personajes y la del espectador. Donde cada ruido cuenta, cada sonido es lo que complica más la acción y sobre todo explota todas las posibilidades emocionales del recurso. Como ira, como sacrificio, como expresión de amor.

Krasinski no solo brilla como director, sino que su actuación tampoco se queda atrás. Lo compramos inmediatamente como este padre que busca la seguridad de su familia a toda costa, pero lo más importante es la gama de expresiones que ofrece el actor en las situaciones más intensas. Acá no hay una gota de bravado; en cada corrida, en cada acción, está el rostro de un hombre asustado que debe sacar valor de donde no lo tiene para proteger algo más grande que si mismo. No tanto como ejemplo, sino como muestra de amor.

Emily Blunt, por otro lado, se ratifica como heroína de acción. En una época donde ese término se utiliza a la ligera, Blunt es una leona, una mujer de armas tomar que no pierde una onza de su femineidad en el proceso y que (del mismo modo que Krasinski) deja salir ese temor tan humano pero tan imposible de tapar por más que tengas el valor de enfrentarte a todo uno ejercito por tu cuenta.

Párrafo aparte merecen los intérpretes jóvenes. Un chico puede sumarse a actuar en una aventura apocalíptica por el factor de diversión que implica el correr, saltar y hacer los stunts que vieron en miles de películas. Sin embargo, tener que hacerlo desplegando enormes complejidades psicológicas es algo que requiere de pequeños con mucho talento, y ellos demuestran tenerlo de sobra.

Conclusión

Con base en un guion sólido como una roca, una puesta en escena que no podría ser más visual, y actuaciones que conmueven hasta con el más diminuto de sus músculos faciales, Un Lugar en Silencio es cine puro. Una película que entre tanta tensión también sabe desplegar un corazón enorme. Ese alma que hace a las películas extraordinarias. Altamente recomendable.