Un lugar en silencio: Parte II

Crítica de Miguel Angel Silva - Leedor.com

Un Lugar en Silencio 2, de John Krasinski. Una terrorífica segunda parte que supera a la primera.
miguel angel Silva
miguel angel Silva
Following

Jul 24 · 4 min read

Cuando estaba a punto de estrenarse la segunda parte de Un Lugar en Silencio — allá por Marzo del 2020 — nos cayó del cielo como una plaga bíblica — o como el meteorito de la película — la pandemia por Covid 19. De pronto, como una gran metáfora de lo que aconteció a partir de ese momento, los cines se convirtieron en esos lugares silenciosos que anunciaba la cartelera, carteleras que se fueron destiñendo con el paso de los meses en salas cerradas y en completo silencio.
El director John Krasinski nunca dudó: su película tenía que proyectarse en cines y no en plataformas de streaming. Por fin, en esta especie de tregua que estamos atravesando, Un Lugar en Silencio 2 se pudo estrenar en pantalla grande y, lejos de resultarnos una película a la que la espera le jugó en contra, ocurrió todo lo contrario. La espera valió la pena y echó por tierra la conocida frase: “nunca segundas partes fueron buenas”. De hecho, en algunos aspectos como el montaje y la tensión dramática, esta película es superior a la primera.
La familia Abbot, compuesta por Lee Abbott (John Krasinski, sí el mismísimo director), su esposa, también en la vida real, Evelyn Abbott (Emily Blunt) y sus dos hijos, Regan Abbot (Millicent Simmonds) y Marcus Abbot (Noah Jupe) siguen sufriendo en esta suerte de aventura post apocalíptica desde el mismo momento en que terminó la primera parte. De hecho, Un Lugar en Silencio podría ser tranquilamente una sola película de tres horas de duración. El pie lastimado y vendado de Evelyn por un clavo traicionero en las últimas escenas de la primera parte la acompañará en toda la segunda. Todo sigue igual…, es decir, horrorosamente igual. Las criaturas que asolan el planeta como aliens despiadados siguen masacrando a sus habitantes ante el menor ruido, susurro o atisbo de sonido que puedan producir.
Si bien el factor sorpresa ahora no existe, el mérito es mantener la tensión — en algunos momentos en tres espacios diferentes, por lo que esa tensión se triplica — hasta límites que nos eximen hasta de respirar. El director plantea que si las cartas ya están echadas, es decir, si ya sabemos que estamos ante una invasión de alienígenas despiadados, ahora la cuestión es saber qué hacemos para sobrevivir.
Esta segunda parte tiene la inteligencia narrativa de contarnos cómo empezó todo a través de un flashback que nos hace acordar al mejor Steven Spielberg, el de Tiburón (1975), aunque también al Spielberg de La Guerra de los Mundos (2005) e incluso al de Jurassic Park (1993). Todo un homenaje al Rey Midas, el artífice del mejor cine de entretenimiento de todos los tiempos.
La estructura narrativa empieza como Tiburón y una amenaza que se visibiliza en los rostros de las víctimas más que en la presencia de los victimarios, sigue como en La Guerra de los Mundos — la huida desesperada entre multitudes de autos, gritos y caídas cuando estos seres llegan a la Tierra — y termina a lo Jurassic Park y la depredación aterradora de estas criaturas que no sabemos de dónde vienen, para qué vinieron y cómo terminarán. Tampoco hace falta saberlo. Una de las premisas del género del terror es que el misterio nunca tiene que ser revelado. Y esto, lejos de parecer una concatenación de plagios al brillante Steven, se convierte de la mano del director en una gran virtud.
“Un clásico instantáneo del terror de culto”, dijo William Friedkin sobre esta película en un mensaje por twitter. Y si algo sabe el director de El Exorcista (1973), es precisamente saber lograr atmósferas terroríficas, por lo que su comentario es, por demás, valioso y digno de atención.
Parte del “encanto” de esta película — de las dos — es la gran interpretación de sus protagonistas. Una continuamente aterrada hasta las lágrimas Evelyn Blunt se convierte en una nueva Ripley, o quizás en una nueva Sarah Connor, pero Evelyn es más humana por lo tanto la percibimos más cercana a nuestros propios sufrimientos, aunque igual de letal que las heroínas del Alien (1979) de Ridlet Scott y Terminator (1984) de James Cameron. La acompaña un correcto Emmett (Cillian Murphy), el nuevo integrante de esta familia que se quedó sin Lee Abbot, muerto en la primera parte, y por supuesto la superlativa actuación de Millicent Simmonds en el papel de Regan Abbot, una niña hipoacúsica — lo es en la vida real — que se convierte en la estrella de la trama.
En varias escenas, el director nos sumerge de lleno en el punto de vista de Regan, es decir, en un mundo insonoro. Un gran acierto. Porque si hay algo de suma importancia en esta película es el manejo del sonido en todos sus niveles, tanto el caótico y ensordecedor cuando aparecen las criaturas — no exento de algunos jump scares — como la ausencia de ellos hasta niveles minimalistas.
Un Lugar en Silencio 2 nos recibe en el cine de la mejor manera posible: la magia de la gran pantalla sigue latente, aunque en este caso tengamos que mantener la respiración durante 90 minutos seguidos.