Un golpe con estilo

Crítica de Jessica Johanna - Visión del cine

Zach Braff vuelve a ponerse tras las cámaras, esta vez para la remake de aquella película de 1979, en Un golpe con estilo.
Si bien Zach Braff en su ópera prima logró sorprender con una pequeña y encantadora película que además protagonizaba (Garden State), lo cierto es que su carrera como realizador no parecía prometer mucho más después de su segundo film, algo más pretencioso y forzado como lo fue la inédita aquí Wish I was here. Este tercer largometraje Un golpe con estilo es la primera película que no escribe, remake del homónimo film de 1979. Quien se encarga de adaptar el guión es Theodore Melfi, el mismo de St. Vincent y Talentos ocultos.

Alan Arkin, Michael Caine y Morgan Freeman son los tres protagonistas, actores de renombrada y larga trayectoria, que aquí interpretan a tres amigos en el ocaso de su vida, cansados de que tras tantos años de trabajo no puedan siquiera permitirse el lujo de pedir una porción de torta como postre. Cuando uno de ellos se ve inmerso dentro de un asalto a un banco que amenaza con quitarle la casa que comparte con su hija y nieta, no puede sacarse de la cabeza esa idea, esas imágenes. Y después de que el mundo terminara de complotarse contra él, y la empresa a la que le ha dedicado toda su vidas cambie de dueños y pierda la pensión, tiene la confianza de que robar un banco no puede ser tan difícil, si él vio cómo los ladrones lograron salir impunes con millones de dólares. Podrían ser ellos, podrían aunque sea en el último tramo de sus vidas vivir tranquilos junto a sus seres queridos sin más preocupaciones. Mientras en la película original su principal motivación era el aburrimiento de sus monótonas vidas, acá ellos en serio quieren una vida mejor y sienten que se lo merecen.

No todo es dinero, claro. El film se ocupa de delinear tres personalidades y modos de vivir distintos. El abuelo presente, el que no lo es porque la distancia se lo impide y el eterno soltero que se niega a conocer a una mujer por miedo a mantener una relación. El que está dispuesto a luchar por lo que es justo, el que es más centrado y el malhumorado que sólo piensa en la muerte que no le llega.

Un golpe con estilo tiene una apariencia anticuada desde el vamos. La banda sonora jazzera no provoca el mismo efecto que en las aún vigentes películas de Woody Allen sino que, junto a un humor que atrasa, tiñe al film de algo añejo y poco inspirado. El principal atractivo radica en la química que irradian los tres actores, cuya amistad tornan siempre creíble.

En cuanto a la trama principal -el robo del banco-, el guión es muy simple a la hora de resolver cada conflicto que aparece, restándole mucha verosimilitud. Más allá de estar ante una simple comedia, lo más importante termina sucediendo rápido y sin demasiada emoción.

Las participaciones de Christopher Lloyd y Kenan Thompson generan simpatía, mientras que Matt Dillon aporta tan poco como su personaje: el detective que no se parece en nada a los de Law & Order a la hora de buscar delincuentes. Y Ann-Margret, además de interpretar a una mujer sexy y segura de sí misma, comparte una escena de karaoke junto a Arkin.