Un despertar glorioso

Crítica de Fausto Nicolás Balbi - CineramaPlus+

Glorioso regreso al clasicismo.

Desde hace más de un lustro, algunos de mis colegas más queridos y admirados ponderan las virtudes de aquellas películas a las que agrupan con el mote de “Nueva comedia americana”.

Personalmente creo que la “Nueva comedia americana” vive la misma crisis que la comedia americana en general (por no irme más allá de los límites de Estados Unidos). La mayoría de lo que se exhibe en nuestras salas año a año, y las que pueblan las bateas de los, pocos DVDclubs que sobreviven en Buenos Aires, están bastante lejos del nivel de los grandes clásicos del género.

Por eso es de elogiar que Un despertar glorioso intente alcanzar la brillantez de aquellas grandes comedias con un vital regreso al clasicismo puro.

El filme cuenta la historia de Becky, una productora de televisión adicta al trabajo que consigue hacerse cargo del programa matinal menos visto de la televisión. En su intento por sacar a flote a ese Titanic de seudo periodismo, contrata a Mike Pomeroy, una gruñona estrella del periodismo más áspero, a quien no le queda otra que aceptar.

Las dos grandes armas con las que cuenta el director sudafricano Roger Michell (Notting Hill) para sacar adelante este trabajo, son una narrativa fluida y una dirección de actores extraordinaria. Porque para lograr el perfecto timming de la comedia se necesita de intérpretes que estén a la altura de la circunstancia.

En Un despertar glorioso Hay dos actores con trabajos insoslayables, Rachel McAdams en el papel de Becky y Harrison Ford dándole carnadura a Mike Pomeroy. Ellos se destacan, pero el resto del reparto acompaña atildadamente.

Hay cosas que se le pueden reprochar a este filme. En particular algunos sostienen que este filme anuncia el triunfo de la TV basura contra el periodismo “serio”. Y esa es una tesis más que atendible. Pero Becky intenta hacer un programa de Televisión que pueda mantenerse en pantalla y Pomeroy al acompañarla nunca renuncia a hacer periodismo, se vuelve un poco más dócil, más humano, más sensible y acepta los cambios como algo natural pero sin bajar sus banderas y eso es lo que cuenta.