Un bello sol interior

Crítica de Rolando Gallego - El Espectador Avezado

La gran Claire Denis regresa al cine con “Un Bello Sol Interior” (2017), película que fue inspirada en “Fragmentos de un discurso amoroso” de Roland Barthes y que tiene a Juliette Binoche como protagonista excluyente. Los fragmentos de los que se habla en el film son en muchos casos, fragmentos de la vida amorosa de la realizadora, tal vez por eso la propuesta se despega de sus trabajos anteriores, ubicándose en una narración mucho más tradicional.
En “Un Bello…”, Isabelle (Binoche), deambula por la vida tratando de armarse para ella misma una coraza, una imagen irreal de sus relaciones, que la terminan haciendo trastabillar en decisiones y en sus vínculos, y que en muchas ocasiones, muchas, la desestabilizan.
Separada, con una hija pequeña, y con la mirada siempre expectante por conseguir una pareja, esa misma observación y ansiedad es la que la lleva a rodearse de especímenes detestables, de seres que no le suman y que, en algunos casos, hasta se arrepienten de haber estado con ella.
“Un bello sol interior” habla del complejo armado del rompecabezas de la vida amorosa, un camino que choca principalmente con sueños, y que, como en este caso, termina desnudando la vulnerabilidad y las debilidades de las relaciones y sus participantes. Isabelle es testaruda, tropieza varias veces con la misma piedra, y si por algunos momentos el guion la muestra sobreexpuesta al amor y sus daños colaterales ante el fracaso de una relación, en otros la muestra aguerrida ante el desafío de encarar un nuevo vínculo o echar en cara sus sentimientos.
Denis es hábil y deja para el final aquellos momentos en los que la lucha se hace carne, y todo el humor con el que hasta ese punto se colaba en cada línea, termina por dejar su lugar a un racionalismo extremo.
En “Un bello sol interior” Isabelle pelea por su felicidad, aún a razón de exponerse ante los otros en solitario, bailando imaginariamente con todas sus relaciones anteriores en medio de una pista de baile casi vacía.
Ella baila sola, no necesita a nadie más a su alrededor, ese es su triunfo, a pesar de tener que aprender a transitar en solitario su camino y Denis la acompaña, como en toda la película, con una puesta en escena y manejo de la cámara casi errabundo. “Un bello sol interior” termina por configurar un complejo entramado de capas en las que Isabelle es sólo la más evidente, pero el resto de los personajes suman para construirla y para exponerla.
Denis revela mucho más de su personaje, que de sí misma, y la presenta como una figura que habla y habla (un rasgo que no es propio de su cine, sino más bien del más neurótico Woody Allen, por ejemplo), que mantiene sus ideales ante los embates amorosos, para terminar por presentar una de las historias más originales de los últimos tiempos