Un amor inseparable

Crítica de Andrés Brandariz - Cinemarama

Girlfriend in a coma

Un amor inseparable (que de ahora en más nombraré con su título original, The Big Sick, procurando ignorar ese bautismo haragán y trillado que alguien juzgó pertinente para su distribución en nuestro país) tiene, en términos de género y temática, una “prima” notabilísima en Mientras dormías (John Turteltaub, 1995), alto exponente de esa fresca reinvención de la comedia romántica norteamericana en los años 90. A la vez, es una película que se ancla fuertemente al presente; al relato lo engalanan el miedo al compromiso, las redes sociales y el choque cultural entre las minorías étnicas asiáticas y el mundo occidental norteamericano, tópicos que el paladar millennial agradece. The Big Sick nos interpela de manera honesta y directa: nos lleva en Uber desde un club under de stand up hasta la desasosegante sala de espera de un hospital (el 17vo mejor de Chicago, para el que quiera googlearlo). Todo para reencontrarnos, una vez más, con ese sentimiento inmortal: el amor, en su variante más tierna y desinteresada.

Kumail Nanjiani (que se interpreta a sí mismo en un guion basado en su propia vida) es un comediante de Chicago de origen pakistaní que sueña con ser seleccionado para el festival Just For Laughs de Montreal. En una de sus rutinas, conoce a Emily (Zoe Kazan, la Diane Keaton de nuestros tiempos), estudiante de psicología. Pasan la noche juntos, pero cuando él la lleva a casa en su Uber, Emily le advierte que no busca una relación y que prefiere dejar las cosas como están. Kumail acuerda. El pacto no tarda en volverse insostenible: cada uno está “abrumado” por el otro. En una de las tantas felices líneas de diálogo que esta película encuentra mientras esquiva lugares comunes, nos queda una frase que (espero) pase pronto a ese imaginario de declaraciones románticas que el género nos provee: “I’m overwhelmed by you”.

De este escenario, que se acerca cada vez más al ideal, surgirá la complicación: Kumail guarda un secreto. Según la tradición familiar, debe casarse con una chica de su misma etnia y religión (musulmana). Cada vez que cena con sus padres, su hermano y su cuñada, la madre le presenta a una candidata que procura hacer todo por complacerlo. Kumail, sintiéndose culpable por dar la espalda a la tradición y sabiendo que hacerlo implicaría el desprecio de su familia, jamás pone fin a la iniciativa de su madre. Elude el conflicto rechazando sistemáticamente a las candidatas, pero conserva sus fotos en una caja de cigarros. Cuando Emily encuentra esta caja, la situación explota. La relación se termina tan rápido como empezó. Todo indica que Kumail nunca volverá a tener noticias de Emily y continuará asistiendo a esas penosas presentaciones, incapaz de rehusarse.

Sin embargo, Kumail vuelve a tener noticias de su exnovia, y no son buenas: Emily acaba de ser internada de gravedad. Kumail va a asistirla y, ante la presión de los médicos, se hace pasar por el esposo para autorizarlos a inducirle un coma. Al día siguiente, conoce a los padres de su ex: Terry, (Ray Romano) y Beth (neurótica, agresiva, emocional e hiperactiva caracterización de Holly Hunter). Mientras Emily languidece en una cama rodeada de médicos que le buscan una cura, Kumail entablara un vínculo tan hondo como ridículo y desopilante con sus exsuegros. A la vez, junta valor para oponerse a sus padres y revelarles su amor por esa chica blanca cuya existencia desconocen y que, tal vez, nunca vuelva a abrir los ojos.

Una escena de The Big Sick queda felizmente adherida a mi memoria: cuando Kumail va con Beth y Terry al departamento desocupado de su ex, él entra disimuladamente al cuarto de ella. Sobre la mesada hay un paquetito de marihuana. Sin aspaviento, Kumail lo toma con cuidado y lo guarda en el armario. Es un momento de una simplicidad y una ternura que describe a su personaje a la perfección. Ese es el gran mérito de The Big Sick: conmover con gracia, sin llamar la atención sobre la tremenda arquitectura de su guion. Cuando la película termina, en una frase con ecos a ese monumento al romance que es Antes del atardecer, uno cobra conciencia del brillo de esa joya que acaba de ver. The Big Sick está llena de actuaciones memorables. Está llena de imágenes memorables. Está llena de chistes memorables (uno de ellos muy picante en relación al 9/11, y otro desopilante que cuestiona la cantidad de fetas de queso que puede haber en una hamburguesa). Es una historia sobre el compromiso y la entrega que nos deja con la felicidad a flor de piel y dispuestos para el amor, porque la película misma enamora.