Un amor en tiempo de selfies

Crítica de Fabricio Esperanza - Día a Día

Poca batería

Es una comedia que lo tiene a Martín Bossi como protagonista principal, pero no logra levantar demasiado vuelo.

La primera incursión de Martín Bossi como protagonista principal en la pantalla grande vino a través de esta comedia romántica titulada Un amor en tiempos de selfies, en la que se intenta combinar los elementos básicos del género (dos seres desiguales que se enamoran, idas y venidas, los respectivos trabajos), con las consecuencias que se generan por la utilización de las redes sociales y de adminículos tecnológicos como los smartphones. Pero con esta producción queda demostrado que el histrionismo y la capacidad de metamorfosis que tienen artistas o imitadores talentosos (y Martín Bossi lo es), en ciertas ocasiones no cuaja al momento de darle forma a un personaje. Y esta diferencia se acrecienta cuando el guión está repleto de frases inconsistentes, de situaciones inverosímiles y de seres poco creíbles. Un poco de todo esto es lo que sucede con la ópera prima de Emilio Tamer.

La historia cuenta el devenir de Lucas, un comediante “independiente” que se gana la vida dando shows de stand-up ante un puñado de espectadores y con el dictado de clases de teatro. En uno de esos cursos, conoce a Guadalupe, una chica que representa todo lo contrario: profesional, con una carrera en publicidad y marketing, de buen pasar económico y usuaria frecuente de redes sociales como Twitter y Facebook. Charla va, charla viene, se enamoran y comienza una sucesión de situaciones que tienen como motor ese choque de estilos de vida.

Sin convicción. En muchas de las escenas, eso es lo que parece faltarle a la película. Da la impresión de que el esfuerzo que puso Bossi para darle rosca a ciertos segmentos (sobre todo a los que se supone son dramáticos) se da de cara con la apatía generalizada. Habría que ver si fue por falta de pericia en la dirección o por el libreto, o por varias cosas juntas. La belleza de María Zamarbide no alcanza para generar una comunión con el espectador, porque sus líneas la ponen en un lugar casi bizarro.

Lo rescatable de Un amor en tiempos de selfies pasa por un puñado de momentos de humor, varios aportados por el personaje a cargo de Manuel Wirtz, amigo de Lucas. También llaman la atención los cameos de periodistas y faranduleros de la televisión que van reportando los trapitos de la relación entre los protagonistas cuando toma estado público. Un amor en tiempos de selfies deja claro que no es nada sencillo hacer comedia, y menos aun comedia dramática: si no se da en la tecla, la cosa queda a mitad de camino.