Último viaje a Las Vegas

Crítica de José Tripodero - A Sala Llena

Un (nuevo) placer culposo

El comienzo de Último Viaje a Las Vegas (¡ay estos títulos locales!) retrata una amistad, versión Hollywood. Los cuatro protagonistas –en sus años preadolescentes- se vengan de un bravucón y logran escapar con un objeto que tendrá un valor dramático a futuro. Como si nada, hay una elipsis de cincuenta y ocho años, que muestra a los cuatro señores ya entrados en la tercera edad. Kevin Kline hace ejercicios acuáticos de mala manera, acompañado de su mujer y un séquito de gerontes. Morgan Freeman aparece como el más enfermo físicamente de los cuatro, tratado como un niño por su hijo. Robert De Niro es un viudo ermitaño que convirtió su casa en un santuario en honor a su mujer fallecida. Michael Douglas hace de lo que hace mejor: de un millonario aburrido. Una decisión tomada con algo de premura es la que motoriza el reencuentro de los cuatro amigos, como así también el relato...