Truman

Crítica de Leonardo González - Río Negro

"Truman": la triste despedida

¿Serías capaz de comprender y respetar la decisión de otro sin juzgarlo? Esa es básicamente la pregunta que plantea "Truman" (2005), la película dirigida por Cesc Gay, una coproducción de nuestro país con España. Una gran filme del cual es imposible salir indemne.

Tomás (Javier Cámara) vive en Canadá con su esposa y su hijos. Se ha hecho una vida en ese país y hace años que no regresa a su España natal.Pero ahora sucede algo que hace que arme las valijas y viaje por unos días de regreso a Madrid. Paula (Dolores Fonzi), la prima de su mejor amigo Julián (Ricardo Darín), le envió mails con malas noticias sobre el estado de salud de su familiar. ¿Y quién es Julián? Es un actor argentino cincuentón que llegó al país para trabajar y del que nunca más se pudo ir. Julián es alguien que siempre hizo lo que quiso con quien quiso y cómo lo quiso, todo lo opuesto a Tomás -lo cual justifica su gran amistad-. Así como vivió toda su vida, piensa hacer lo mismo con lo que le resta de tiempo. Tiene un cáncer terminal y no le queda mucho, así que mientras su mejor amigo vuelve al país para estar a su lado durante cuatro días lo aprovechará para cerrar todas las puertas que le quedan: escoger un ataúd para su entierro, emprender un viaje a Ámsterdam para visitar a su único hijo, terminar con su trabajo en el teatro, organizar una fiesta de despedida y, lo más importante y lo que más le preocupa, encontrar un nuevo hogar para su querido y fiel perro Truman.

De esto es lo que trata el filme escrito también por Cesc Gay, un director muy bueno que allá por marzo de 2013 estrenaba en nuestro país la comedia "Una Pistola en Cada Mano" (2012). En ese largometraje, que contaba las historias de ocho hombres diferentes, fue donde trabajó por primera vez con Darín (Javier Cámara era también el protagonista de una de ellas y es un incondicional del realizador).

"Truman" está basada en una experiencia personal de Gay, que adaptó a la pantalla con su habitual colaborador Tomàs Aragay.

Sorprenden varias cosas de este largometraje. A saber: el realizador vuelve a demostrar que puede manejar cualquier tipo de género con soltura, pasa de hacer comedias a dramas sin ningún problema. La preocupación permanente por no caer en el golpe bajo y evitar la mayor cantidad de clichés posibles. El desarrollo de los personajes y lo que demuestran: Julián que aparenta sabérselas todas y estar más allá de lo que le pasa, aunque demuestra su fragilidad ante su propia muerte; Tomás que no necesita de muchas palabras o acciones para acompañar en su último viaje a su amigo; y Paula que representa la mirada de aquél que no puede entender las decisiones del otro. Los trabajos de Cámara y Darín son, a falta de mejores palabras, soberbios. El español tiene un enorme talento y sólo con miradas y gestos le basta para comunicarnos lo que siente Tomás. Darín, con un personaje vulnerable que pocas veces compuso, le pone el alma y sale airoso de algo tan pesado y cargado de emotividad. El perro sólo es la excusa para contarnos el amor que se tienen estos tres personajes y cómo lidian con la desaparición de uno de ellos.

Por estos días la película se encuentra en la edición número 63 del Festival Internacional de San Sebastián compitiendo en la sección oficial por el palmarés. Tiene muchas chances de ganarlo y, aparentemente, Ricardo Darín también podría llevarse el premio a la mejor interpretación masculina. Un largometraje intenso, conmovedor, que mueve cada fibra del espectador. Buen cine para disfrutar.