Tres recuerdos de mi juventud

Crítica de Alejandro Lingenti - La Nación

Melodrama y recuerdos

Los recuerdos son la base, el punto de partida y la sustancia de esta nueva película de Arnaud Desplechin, uno de los cineastas más importantes de Francia en la actualidad. Habitual invitado al Festival de Cannes (este film fue, de hecho, parte de la prestigiosa Quincena de los Realizadores en la edición de este año), Desplechin debutó como director en la década del 90. Paul Dédalus, el protagonista de Tres recuerdos de mi juventud, apareció por primera vez en Comment je suis disputé... (ma vie sexuelle), de 1996, encarnado por Mathieu Amalric, actor que también lo interpreta en este nuevo film y que ya ha protagonizado seis largos de Desplechin. Es la educación sentimental de Dédalus el tema principal de la película, más allá de que Desplechin desarrolle durante dos horas una intrincada trama de resonancia onírica que se apoya alternativamente en el drama familiar, la novela epistolar y el thriller de espionaje, además de incluir referencias a la pintura francesa del siglo XVIII y la mitología griega, y cruzar en la banda de sonido la música clásica con el funk de George Clinton. Luego de pasar varios años fuera de Francia, Dédalus regresa su país para ejercer su profesión de antropólogo. El primer flashback de la historia remite directamente a una infancia torturada, marcada por una relación traumática con sus padres. Después llegará la memoria de un complejo episodio de la adolescencia que involucra a servicios secretos y falsificaciones de documentos durante un viaje de estudios a la Unión Soviética. Y finalmente, el segmento que en definitiva es el corazón de la película: la historia de amor juvenil con la bella Esther, primero seductora, intrigante y enigmática compañera de estudios, y más tarde amante despechada y errática, hundida en la depresión.

Ese capítulo tiene como escenario Roubaix, ciudad francesa cercana a la frontera con Bélgica donde nació Desplechin, y remite de manera indisimulable al cine de François Truffaut: del romance idílico al amor en fuga, la historia de Paul -Quentin Dolmaire, una especie de versión contemporánea de Jean Pierre Leaud, actor fetiche de Truffaut- y Esther -Lou Roy-Lecollin-, dueña de un encanto y un misterio que es tradición en las grandes actrices francesas- abreva tanto de la famosa saga protagonizada por Antoine Doinel como de Las dos inglesas y La historia de Adele H, uno de los films más desgarradores de Truffaut. Se trata, como sintetizó con claridad Desplechin en una entrevista reciente, de "una pareja perfecta y a la vez disímil". Con la caída del Muro de Berlín como telón de fondo, Desplechin narra el ascenso y el ocaso de una historia de amor de temperamento melodramático que sellará en los dos personajes una marca imborrable, la que dejan las experiencias que pueden traducirse en aprendizaje.