Todo un parto

Crítica de Martín Fraire - País 24

Inconsciente colectivo

Luego de los buenos resultados que provocó la sorprendente comedia ¿Qué pasó ayer?, el director Todd Phillips vuelve a la carga con una película “de transición” en la cual reúne a una pareja que funciona con buena química y buen timing, a pesar de la decadencia en la que entra el film con el correr de los minutos.

No se trata de pensar en Todo un parto como un título arriesgado, porque de hecho no lo es. En cambio sí, busca revitalizar el valor de la amistad masculina generado en situaciones que rozan el inverosímil (la escena en la frontera con México es prueba de ello) y que apunta, con mal tino, al costado más humano del espectador.

Peter Highman (un revitalizado Robert Downey Jr.) es un arquitecto que debe llegar a Los Ángeles para asistir al nacimiento de su primer hijo. En el aeropuerto, se cruzará con Ethan Tremblay (Zach Galifianakis) un aspirante a actor que busca triunfar en el mundo televisivo de Hollywood. Luego de un incidente en el avión, ambos deberán cruzar gran parte de Estados Unidos en auto, antes que el parto se produzca, debiendo enfrentar -por supuesto- más de una extraña situación en el medio.

Hay que decirlo, la química entre los protagonistas funciona más que bien. Nada se puede agregar respecto a la nueva etapa en la carrera de Downey Jr, luego del batacazo que le produjo ponerse en la piel de Tony Stark en Iron Man y su ingeniosa participación en Una guerra de película. Aquí encarna al personaje serio que la pareja necesita para que el otro destaque. Ése opuesto, a cargo de Galifianakis, sirve para reivindicar a un intérprete que ha demostrado su capacidad cómica en la mencionada ¿Qué pasó ayer? y la posibilidad de otros matices en cintas como Fuerza G, de Disney.

A pesar de las buenas actuaciones, el verdadero problema de Todo un parto aparece cuando el director da rienda suelta a situaciones que por groseras (lo cual no sería necesariamente malo) parece por momentos insultar no la inteligencia del público, sino a su sensibilidad.

A pesar del desarrollo que Phillips le dio a títulos como Aquellos viejos tiempos, Starsky & Hutch, y El viaje censurado –con impares resultados- lo que hace en esta comedia es presentar temas sensibles como gags chocarreros que sirven de puente a una historia que dice ser llevada adelante por la amistad, aunque por momentos muestre lo contrario (la lástima es el único nexo entre un personaje y otro en un principio).

En este sentido, accidentes de autos, enfermedades terminales, disparos accidentales con armas de fuego, violencia contra menores, irresponsabilidades detrás del volante, secuelas de la guerra, abandono infantil, el proceso del duelo… es decir, la tragedia de la vida es aquí el leiv motiv de una comedia que busca reírse de las miserias humanas, pero que termina afectando la sensibilidad de cualquiera que conozca estas desdichas aquí disfrazadas.

Imposible no mencionar también la sospechosa relación de Todo un parto con la mítica cinta de John Hughes, Mejor solo que mal acompañado, referencia que ni siquiera se menciona y que, otra vez, genera al menos cierta displicencia.

A pesar de tratarse de un director que ha demostrado más de una vez sus dotes para la comedia, parece no haber elegido el camino correcto esta vez. Después de los cuantiosos elogiosos recibidos por su último trabajo, Todd Phillips comete el error de intentar sacar provecho con elementos que definitivamente no son graciosos.

Sólo tres cosas pueden salvar a este título del estrepitoso fracaso: el interesante duelo actoral, una gran banda de sonido y la constante referencia a ese ejemplo televisivo de comedia llamado Two and a half men. Por el resto, aquel que busque dejar de lado los problemas por unos 90 minutos, corre el riesgo de salir más lastimado de lo que entró.