Todo un parto

Crítica de A. Degrossi - Cine & Medios

Mejor solo que mal acompañado

El título de esta crítica es también el que se le puso en castellano al filme que en 1987 protagonizaron Steve Martin y John Candy. En aquella cinta Martin interpretaba a un melindroso sujeto que debía llegar a su casa para pasar junto a su familia la cena de Acción de Gracias, mientras Candy era un excesivamente amigable vendedor de argollas para baño que tenía el mismo plan. Con todos los vuelos cancelados por el mal tiempo ambos deben emprender el viaje por el medio que sea, y complicaciones mediante se ven obligados a compartir la travesía a pesar de no tolerarse mutuamente.
En "Todo un Parto" Robert Downey Jr. ocuparía el rol de Martin y el sobrevalorado Galifianakis el de Candy. No estamos ante un remake oficial, pero la estructura del filme es prácticamente idéntica a su predecesora. Sólo que en esta ocasión Downey debe llegar a tiempo para el parto de su mujer y Galifianakis para ver a un agente de Hollywood, y que ambos logran subirse a un avión pero son bajados de él por tener un comportamiento poco acorde a los tiempos de paranoia que rigen. La diferencia también está en que el filme de 1987 era gracioso y hoy ya es un clásico, en tanto el que nos ocupa no causa gracia alguna y lejos está de ser considerado a futuro.
Los guionistas abusan del recurso de la "bola de nieve" que el director supo aprovechar en "Qué pasó ayer?", mediante el cual una situación va creciendo hasta el disparate. En este caso las situaciones son llevadas a extremos por momentos realmente exacerbados e inverosímiles por demás, olvidando completamente la regla de oro de la comicidad: el remate. Consideran los escritores que el simple hecho de impactar con una acción inesperada, y hasta violenta, es graciosa per se. Y no lo es.
Desconocemos por qué Robert Downey jr. en el mejor momento de su carrera accede a participar en este fiasco, sin embargo le pone el pecho a la situación y todo su talento al servicio de un filme olvidable. Zach Galifianakis, en tanto, no aporta nada a la historia cómica del cine, sólo el hecho de intentar ser gracioso con una tupida barba como rasgo característico, pero poco efectivo.