Todo el dinero del mundo

Crítica de Ariel Abosch - El rincón del cinéfilo

Agudo perfil de de un poderoso con pies de barro

Una persona que ambiciona ser millonaria lo hace por varios motivos, como, por ejemplo, darle una mejor calidad de vida a su familia, para destacarse por sobre los demás y hacerlo notar, también sólo para acumular dinero, al que viene adosado al prestigio, respeto y poder u otra razón más loable, como para hacer beneficencia. Pero al personaje del que trata esta historia, verídica, únicamente le interesaba acumular más y más dinero, y con eso comprar, principalmente, obras de arte que, según su criterio, siempre están, nunca lo van a traicionar ni solicitarle nada, como hacen los seres humanos.

La narración comienza en 1973, en la ciudad de Roma, pero recorre varias épocas anteriores de la vida de Getty (Christopher Plummer), considerado en esos momentos como el hombre más rico del mundo, porque fue sagaz, negociador implacable, usurero, y especulador, ante quien finalmente los demás tenían que, indefectiblemente, aceptar las propuestas y condiciones económicas por él impuestas para lograr cerrar un trato, de cualquier valor y tenor que fuere.

En el año que se desarrolla la mayor parte del film, dirigido por Ridley Scott, fue cuando secuestraron a uno de sus nietos, Paul (Charlie Plummer), exigiendo por su rescate diecisiete millones de dólares, generando un caso que conmocionó a la opinión pública mundial durante varios meses.

Lo que podemos apreciar en esta realización es un duelo de poderosos, por un lado el rico avaro e insensible, y por otro, los secuestradores implacables en su decisión.. Nadie quiere claudicar en sus exigencias, y en el medio, tratando de convencer tanto a su suegro como a los delincuentes, está la madre del chico, Gail (Michelle Williams), quien intenta actuar con equilibrio pero sin decaer en su fortaleza.

La ambientación de la Italia de aquellos tiempos es excelente. Pese a la duración que tiene la película el ritmo del relato la hace amena y entretenida. La crudeza y el maltrato que sufre Paul es extremadamente detallado.

Un párrafo aparte merece la actuación de Christopher Plummer, que maneja con maestría todos los matices, desde el aplomo para comandar personalmente casi todas las transacciones, hasta su prestancia al representarse con una mediana edad, y luego, la lentitud de sus movimientos al transitar la vejez.

Pero aquí habría que cuestionar verdaderamente cuál de las dos partes le provoca más dolor al adolescente, si los apropiadores o su afamado abuelo que no quiere, ni le interesa, dar el brazo a torcer, pues el dinero para él es todo, y la mezquindad comanda su existencia. Siempre está a la defensiva al relacionarse con otras personas porque siente que todos quieren pedirle algo, sólo se siente cómodo, cuando es jefe y ordena a los demás. Lo que no sabía era que su poder podía ser desafiado y contrarrestado de otro modo, que ponga en juego no sólo sus millones sino, fundamentalmente, sus sentimientos