Titanes del Pacífico: La Insurrección

Crítica de Jessica Blady - Malditos Nerds - Vorterix

CANCELAME EL APOCALIPSIS

En el año 2013 Guillermo del Toro se despachó con “Titanes del Pacífico” (Pacific Rim), su peculiar crossover entre las clásicas películas de monstruos japonesas y las historias de mechas, reminiscencias de esas series de acción animadas con las que crecimos desde chiquitos. El realizador mexicano se dio el lujo de jugar con sus queridas criaturas, con los convencionalismos del género y, de paso, despertar pasiones entre los nerdos más nerdos que nos emocionamos cada vez que vemos a un bicho gigante dándose tortazos con un robot de su misma altura.

El reciente oscarizado director dio un paso al costado para esta secuela, y aunque su nombre figura en los títulos como productor y artífice de la idea original, poco y nada queda de su visión y su esencia, aunque “Titanes del Pacífico: La Insurrección” (Pacific Rim: Uprising, 2018) tiene sus propios méritos a la hora de la acción, el entretenimiento y los efectos especiales.

Pasaron unos diez años desde que Raleigh Becket (Charlie Hunnam), Mako Mori (Rinko Kikuchi) y Stacker Pentecost (Idris Elba) cancelaron el apocalipsis, cerrando la Brecha del Océano Pacífico que permitía a los kaijus atravesar el portal y llegar hasta nuestro mundo para destruir todo a su paso. Mientras el planeta se recupera, la Pan Pacific Defense Corps. sigue reclutando cadetes, aunque la tecnología del enlace, y los pilotos en sí, pronto puedan quedar obsoletos debido al desarrollo de nuevos drones que, tranquilamente, se podrían ocupar de una nueva invasión.

Lejos de los robots y los programas de entrenamiento tenemos a Jake Pentecost (John Boyega), hijo del general, que hizo todo lo posible para NO seguir los heroicos pasos de su padre. Bah, al menos lo intentó, pero cuando no pudo decidió bajar los brazos y dedicarse a la vida licenciosa y los delitos menores, como contrabandear con restos de jaegers, muy populares en el mercado negro y para aquellos que ilegalmente intentan construir sus propias máquinas de defensa.

En medio de uno de sus “trabajitos”, Jake se cruza con Amara Namani (Cailee Spaeny), una adolescente huerfanita que, como él, creció durante la guerra, perdió a su familia y desde entonces vive de forma independiente robando tecnología para poner a punto al jaeger que logró construir, un “enano deforme y simpático” apodado Scrapper que no necesita de dos pilotos para salir al ruedo.

El encuentro termina con los dos tras las rejas y pocas opciones: la cárcel o la PPDC. Para la nena, un sueño hecho realidad; para Pentecost, unos zapatos muy grandes que llenar. Jake está demasiado grande para volver al entrenamiento que alguna vez abandonó, pero ahora tendrá a su cargo el adiestramiento de una nueva camada de jóvenes pilotos, además de lidiar con Nate Lambert (Scott Eastwood), ex compañero y nuevo supervisor.

Acá no hay mucho misterio. La cancherés e irresponsabilidad de Jake no encajan en el programa, al igual que la falta de experiencia de Amara. Pero no hay mucho tiempo para batallar con estos sentimientos ya que en medio de una demostración de los drones, uno de los jaegers se vuelve loquito, atacando civiles y haciendo destrozos por su cuenta en la ciudad de Sídney. Sí, hay olorcito a kaiju detrás de esta amenaza y no va a pasar mucho tiempo hasta que los pilotos deban alistarse para frenar una nueva invasión a través de la brecha.

Steven S. DeKnight, más conocido como productor televisivo de “Dardevil”, entre otras cosas, debuta tras las cámaras y no se priva de sacar a pasear toda la parafernalia hollywoodense. El realizador y sus guionistas -Emily Carmichael, Kira Snyder y T.S. Nowlin- deciden apuntar a un público más joven con un elenco acorde a las circunstancias, por si el homenaje a “Neon Genesis Evangelion” se había quedado un poco corto con su antecesora.

El verdadero problema de “Titanes del Pacífico: La Insurrección” es que se enfoca demasiado en crear este nuevo universo más allá de sus protagonistas originales –la única que sobrevivió es Mori, Hermann Gottlieb (Burn Gorman) y Newton Geiszler (Charlie Day), en ningún momento nos dicen que ocurrió con Becket-, y se olvida de lo que realmente importa: el enfrentamiento entre monstruos y robots gigantes.

Algunas partes de su argumento están agarradas de los pelos, pero igual logra buena química entre sus protagonistas, la introducción de algunos toques de humor que no se ven tan forzados (bueno, casi todos), y le pone mucha onda al funcionamiento de estos nuevos y mejorados jaegers (amor infinito por Gipsy Avenger y Saber Athena), siempre desde la perspectiva de los pilotos y lo que ocurre dentro de la cabina.

La película grita pochoclo a los cuatro vientos y cumple su cometido de entretener y romper todo como cualquier buen ejemplar del cine catástrofe. Mantiene su estilo cosmopolita y la diversidad de su elenco como bandera (todos unidos para salvar al mundo sin importar la nacionalidad), aunque carece de la humanidad de del Toro y de la épica banda sonora de Ramin Djawadi. Por suerte, Lorne Balfe lo compensa a su manera, como todo en esta historia, con un toque más modernoso y tecnológico, alejándose del steampunk y el “tradicionalismo” del realizador latinoamericano.

Punto a favor para el equipo de efectos especiales que logra calidad y detallismo digital sin convertir toda la imagen en un amasijo metálico sin sentido (te estamos mirando a vos “Transformers”). Y claro, para Boyega, que esto de “salvar el día” ya le sale de taquito. Lo del inglés es natural y no necesita reforzar el heroísmo para lucirse en la pantalla. Hace lo mejor que puede con un guión bastante genérico, pero le calza muy bien esto de ponerse al frente de una nueva franquicia.

“Titanes del Pacífico: La Insurrección” podría haber sido una gran secuela para la maravilla lúdica que nos regaló Guillermo (dale, que todos salimos del cine con ganas de jugar con nuestros muñequitos). Lamentablemente se queda por el camino debido a una historia recargada de giros argumentales en vez de concentrarse en lo fundamental: mechas, kaijus y cosa golda.

LO MEJOR:

- El carisma de Boyega.

- Esos jaegers sí se pueden ver.

- Al fin un CGI que no apesta.

LO PEOR:

- ¿Dónde están esos kaijus?

- Menos cháchara y más pelea, muchachos.