Tinker Bell: El secreto de las hadas

Crítica de Vicky Vázquez - Cine & Medios

Separadas al nacer

Hace unos años Disney decidió emancipar al hada Tinkerbell, conocida por generaciones anteriores como Campanita, de su jefe-dueño Peter Pan. Seguramente para separarla del ámbito de los piratas y construir otro nicho de mercado que se llama “Hadas de Disney” (Disney Fairies), para el cual surgieron también haditas amigas, mascotas y todo un nuevo universo que brindar a las niñas, ampliando una oferta que se limitaba a las Princesas.
En la primera película de esta saga, Tinkerbell nace de la sonrisa de un bebé; como todas las hadas, llega en un diente de león a la tierra de las Hadas, y es asignada, según su talento, al área de Artesanos. Allí hará nuevos amigos, y emprenderá aventuras, que son los temas de las películas siguientes.
En esta nueva entrega (sí, podrían tomarse como episodios largos de una serie), Tinkerbell decide cruzar la frontera entre su lado, que es cálido, y la tierra del invierno, donde viven otras hadas, claro, de ese clima. Allí encuentra a su hermana gemela, un fenómeno extraño entre estos seres, según parece. Pero, para protegerlas de los climas que no les son favorables, las hadas de ambos lados tienen prohibido cruzar al opuesto. La aventura será, entonces, resolver cómo estar juntas.
Con una tónica algo más adolescente que las entregas anteriores (hacen skateboarding, surgen “romances”), y toda una serie de personajes nuevos para enriquecer el merchandising, esta aventura está disponible en una muy aceptable versión 3D. También es más fresca que sus predecesoras, y no sólo por los juegos en el hielo y la nieve, sino porque la historia no recae tanto sobre un error garrafal de Tinkerbell, sino sobre la aparición de su hermana.
No se muestra nada que revolucione el cine para chicos, pero la historia es bonita, y simpática. Las nenas la pasarán bien, mientras los papás se preparán para los pedidos a Papá Noel.