El cine sobre artistas suele enfocarse en la épica personal, el ascenso económico y la superación de los obstáculos. Y cuando retrata el fracaso, lo hace de manera espectacular: la caída es tan profunda como fue alta la cima. Ambos logros, el éxito y fracaso absolutos, son culpa del artista. Él o ella se esfuerza para merecer el reconocimiento de los demás y luego lo echa todo a perder por envidia, lujuria o codicia. Según este esquema narrativo, es el artista quien alcanza su destino, no el destino que se lo lleva por delante. The Unicorn, de los documentalistas Isabelle Dupuis y Tim Geraghty, transita el camino opuesto. Su protagonista, el cantante Peter Grudzien, nunca fue —ni podría haber sido— famoso. Es una figura de culto y obtuvo cierta notoriedad en los 70s, cuando editó un disco de temática abiertamente gay. Dentro de la música country, cultivó un estilo propio e idiosincrático, y lo hizo no en estudios de grabación o con el respaldo de grandes sellos, sino desde la casa de su familia en Astoria, Nueva York. A los 65 años, vive con su hermana gemela y su padre, quien se asoma al siglo de vida. No es una convivencia harmónica. Los gemelos arrastran un historial de trastornos mentales, estadías en institutos psiquiátricos e incluso terapias de electroshock, y el peso de las décadas y los altibajos emocionales se le nota en los ojos. Su padre, un obrero desencantado, es más lúcido, y también más cruel y cínico. Al hablar de su hija, opina que algunas vidas no merecen la pena. Para él, los gemelos significaron un largo esfuerzo de crianza, y sólo a veces la cámara espía algo de compasión en su rostro centenario. Peter canta, toca la guitarra y comparte sus letras y grabaciones sobre un sillón desvencijado. La única vez que lo vemos ante un público, se trata de una sesión de karaoke en un bar. No hay fanáticos clamorosos en estadios de fútbol o anfiteatros, sólo parroquianos erguidos sobre sus cervezas. The Unicorn es un documental poco glamoroso, una anti-épica contada con grabadoras caseras. No hay cimas o abismos; no hay estridencias o tragedias. Hay una familia disfuncional que se pelea a diario. Hay una casa venida a menos, en la que se acumulan antigüedades y artefactos electrónicos obsoletos. Hay personas que mueren y parientes que discuten sobre herencias. Es decir, hay una meseta de banalidad, tristeza, lindos recuerdos y algunos sueños perdidos. Lo cual no quiere decir que el documental en sí sea una meseta o mediocre. Todo lo contrario: es una película que lastima, con frases y momentos que son como dagas. El cine tiene la capacidad de rescatar a las personas del olvido y monumentalizar lo banal. No solo al mostrarlo sino también al descubrir qué hay de extraordinario en lo ordinario.
21º BAFICI: En busca de la experiencia del cine. El catálogo del festival hace referencia al primer músico de country abiertamente gay, pero ni la música country ni las preferencias sexuales de Peter Grudzien son lo más significativo del film: lo que importa es el movilizador testimonio de una familia de desclasados en pleno corazón de Estados Unidos. Junto al músico, medio ermitaño y de esquivo éxito, asoman una hermana que parece un tragicómico personaje de ficción y un padre anciano, cuyos recuerdos de hace casi un siglo (cuando siendo niño debía trabajar sin que nadie se preocupara demasiado por sus derechos) resultan conmovedores. Vecinos y agentes de Policía son vistos como una amenaza para los tres, que han vivido y resistido como pudieron. El film lleva a conocerlos, a comprenderlos, a encontrar en ellos puntos de identificación, a preguntarse por las condiciones familiares y sociales que los condujeron a vivir de esa manera, incorporando por momentos imágenes registradas por el propio Grudzien con una cámara propia. De vez en cuando éste habla del único disco que llegó a grabar (el que da título al film), como un logro personal al cual aferrarse, en tanto ocasionales textos sobreimpresos proporcionan la información necesaria, sin subrayados sentimentales. Alguien del público les preguntó a los realizadores (ella francesa, él estadounidense) si la música había sido un medio de supervivencia para Grudzien, pero éstos aclararon que logró mantenerse sólo con la ayuda de planes sociales.
El mundo privado de Peter Grudzien. La película ganadora de la 21 edición del Bafici, es el extraordinario documental The Unicorn, dirigido por Isabelle Dupuis y Tim Geraghty. Un retrato despojado de Peter Grudzien, quien grabó el primer álbum de música country gay. Peter compuso, interpretó y grabó The Unicorn, en los 70´, en su hogar en Queens, y vendió 500 copias saliendo a la calle con su maletín a cuestas. A pesar de un debut muy poco prometedor, el álbum fue rescatado del olvido y relanzado en la década de 1990, recibiendo grandes halagos por parte la crítica especializada. Cuando los cineastas Isabelle Dupuis y Tim Geraghty deciden seguir a Grudzien (del 2005 al 2008), se encuentran con un Peter viviendo de modo marginal, alimentado por la paranoia; con un padre nonagenario, Joseph, con quien casi no se habla; y su hermana gemela Terry, que padece esquizofrenia. Más allá de la virtud musical, la cinta nos sumerge en la vida de un Peter hermético, lleno de sombras tan reales como imaginarias. La lucha por su casa, el apego enfermizo con su hermana quien de tantas cirugías tiene el rostro desfigurado; o un amigo que arma bombas y se infringe golpes para culparlo. Cámara en mano para captar una casa detenida en el tiempo, archivos de audios; también archivos de diarios con fotografías de Peter en pleno auge; todo se vincula a una dinámica de vida malsana, lo contrario al tan mentado sueño americano. El lado B de la mágica New York. Un retrato familiar agrietado, que si bien puede asemejarse a otros documentales biográficos, capta a la perfección esa mezcla de inspiración creativa y locura que caracteriza tanto a su personaje principal como a unos familiares aún más desquiciados. Estamos ante un hombre inmerso en un ámbito disfuncional, con una existencia difícil, que utilizó la música como mecanismo de defensa y supervivencia.
Bohemian Tragedy La singularidad de este documental que pudo conocerse en el 21BAFICI obedece por un lado a la elección del período en el que fue filmado por los directores Isabelle Dupuis y Tim Geraghty (entre 2005 y 2007) más que a la presencia de una familia prototípicamente disfuncional, donde se destaca el protagonista Peter Grudzien, desconocido cantante y músico independiente que se lleva la particular etiqueta de único por haber escrito y tocado country homosexual. Algo de ese ícono tomado por el colectivo gay como bandera se remonta a uno de los trabajos The Unicorn (nombre de su disco) de este bohemio newyorkino, quien durante el film se resiste a un desalojo de una vivienda familiar en Astoria, New York. Cuando deambula por calles de ese Estados Unidos más profundo, cuando entra en bares gays con karaoke para cantar desafinadamente ante la indiferencia del público son los momentos en que los documentalistas se entregan a esa incierta sensación de estar frente a un personaje persona. Otro momento es a partir de la aparición de su entorno, tal vez extraído de esos realities que están de moda en cable pero que para el caso de The Unicorn no son otra cosa que la muestra palpable de seres frágiles, de carne y hueso. Su hermana gemela Terry por ejemplo según palabras de su padre, Joseph Grudzien (a punto de llegar a los cien años de vida) es la peor desde el sentido de su esquizofrenia, mientras que Peter solamente lleva el mote de “hijo complicado”. Si hay algo que prevalece en este derrotero con gusto agridulce es por un lado la presencia de melodías country compuestas por Peter, entre ellas una que utilizaron los Hermanos Coen en la película ¿Dónde estás, hermano?, sumado a un rico material de archivo familiar compuesto por diapositivas, fotos, recortes de diario, vinilos y objetos viejos en esa guarida llamada hogar. Por momentos, el Peter de la juventud recuerda por su fisonomía al legendario Moris, aunque la música de ambos sea diametralmente opuesta. Pero pensando en Moris y su prédica “de nada sirve escaparse de uno mismo”, se podría decir que Peter Grudzien hizo lo que quiso en épocas donde la homosexualidad se castigaba con electroshocks; caminó cada calle de su Astoria con la frente elevada y el aspecto de libertad solamente envidiable para los mal llamados bohemios, aunque su bohemian tragedy fue mucho más pesada que una canción de música country.
Resistencia y creación Ingresar al universo que propone el film de Isabelle Dupuis y Tim Geraghty no es fácil, porque generalmente las películas sobre artistas bucean en sus vidas para luego, desde el ejemplo, multiplicar enseñanzas sobre la importancia del esfuerzo y la pasión en el trabajo para alcanzar los objetivos. Aquí la elección de los materiales con los que se reconstruye la vida de Peter Gruzdien, como su transformación en objeto de discurso, no hace otra cosa que intentar darle cierto brillo a una vida plagada de dolor y sufrimiento que golpea al espectador con cada fotograma. Peter Grudzien fue el primer artista country en grabar un disco abiertamente gay. Su música, convertida en ícono, lo llevó a lugares inimaginados para su existencia. Disfrutó de su momento pero esa época pasó, y aquello que tal vez fuera anecdótico, por el quiebre que significó para ese estilo musical recibir una propuesta con un significado impensado por ese entonces, marcó a fuego a él y su familia, persiguiéndolo hasta sus últimos días como su peor amenaza The Unicorn (2018) revisa materiales que en muchas ocasiones fueron registrados por el propio Grudzien en su vivienda, una casa abarrotada de objetos que terminó convirtiéndose en su propio lugar de encierro sin posibilidad de continuar explorando la calle para sus hechos artísticos. Los directores refuerzan su recorte, su registro, invitando más al rechazo que a la aceptación en el visionado. El músico vive con Terry, su hermana gemela, y su padre, y habitan el espacio pero sin una convivencia armónica, cada uno bajo el mismo techo construye su propio relato, y en esa multiplicación de testimonios, Dupuis y Geraghty, comienzan a deambular la historia de ese disco, para rastrear algunos de los sucesos que han llevado tanto a Peter, Terry y su padre, a un estado lamentable de vida y decadencia. Generalmente el cine sobre músicos/artistas, propone un viaje por el meteórico ascenso de los mismos, con detalles sobre los highlights, la superación de obstáculos, y hasta -si se quiere- la construcción en bronce de los íconos de los que se habla. Pero en el caso de The Unicorn el recorrido es al revés, porque desde la decadencia, desde la destrucción del mito, del subrayado del estado de las cosas irreversibles en las que se encuentran, se comienza a construir una mirada lúcida y sin lugares comunes sobre Grudzien como fenómeno, como pensador, como lúcido exponente de la bohemia musical, que encontró en bares y lugares clandestinos la posibilidad de imponer otras miradas a cerrados estilos musicales. El artista tuvo su momento hace mucho tiempo, pero tampoco recuerda con bonhomía esa época, porque sus memorias remiten a tiempos anclados a su casa, a las múltiples cirugías estéticas de Terry, arrastrado por su padre a terapias de electroshock con secuelas que hasta sus últimos días lo acompañaron, con las que se intentaron borrar su homosexualidad, y con cada descarga, también, la posibilidad de seguir creando en un mundo que lo alejó sin ofrecerle el lugar que merecía tener.
Fragmentos de lujuria De manera retrospectiva -y sobre todo a partir de esta segunda década del nuevo milenio que comienza a morir- se suele considerar a Peter Grudzien como uno de los máximos pioneros de lo que hoy por hoy se da en llamar “outsider music”, un género en el que se unifican lo antimainstream y el sustrato lo-fi con cierta locura bastante más prosaica/ real que artística, rubro que siguió un desarrollo muy heterogéneo desde figuras como Frank Zappa, Captain Beefheart, The Shaggs y Syd Barrett hasta artistas posteriores en la línea de Wesley Willis, Jandek/ Sterling Smith y el recientemente fallecido Daniel Johnston. La ópera prima de Grudzien y prácticamente su único trabajo con una mínima distribución comercial clásica, The Unicorn (1974), muchas veces es reducida -cortesía de la prensa y el público bobalicón- a ocupar el rol histórico de ser uno de los primeros álbumes de temática abiertamente gay, jugada facilista que pasa por alto el hecho de que el disco en sí es una obra maestra que le escapa a los moldes del country desde el cual fue concebido ya que se parece mucho a aquel folk espacial de los primeros años de David Bowie y Marc Bolan. A ciencia cierta ni siquiera los fans más acérrimos o devotos de la legendaria placa, un opus compuesto, ejecutado y producido por el norteamericano y que se vincula a la psicodelia y el ecosistema lisérgico del hippismo tardío correspondiente al primer lustro de la década del 70, conocían qué fue de la vida y trayectoria de una figura tan enigmática como Grudzien a posteriori del lanzamiento de su debut. De hecho, The Unicorn (2018), un documental de índole observacional y participativa de Isabelle Dupuis y Tim Geraghty, llega para por fin aclarar el asunto y lo hace siguiendo la tradición de esos trabajos descarnados del cine indie estadounidense que han sabido leer al artista individual -a la vez atormentado y descollante por su minimalismo- desde la óptica que brinda su enclave familiar y las enfermedades mentales que lo aquejaron o lo aquejan; muy cerca de lo ofrecido en su momento por Terry Zwigoff en Crumb (1994), sobre el gran caricaturista satírico Robert Crumb, y por Jonathan Caouette en Tarnation (2003), sin duda un film de profunda cadencia autobiográfica que también nos presentó un clan con un montón de dilemas/ traumas psicológicos acumulados. Filmada entre 2005 y 2007 mediante cámaras digitales de mano, la película funciona en simultáneo como -por un lado- un “rescate emotivo” para con Grudzien, fallecido en 2013 y un señor que las masas desconocen por completo, y -por otro lado- un retrato hiper honesto y poderoso en torno a una parentela disfuncional que compartía la misma casa desde siempre, una compuesta por el propio Peter (de joven había sido sometido a salvajes tratamientos de electroshocks para “curar” su homosexualidad, amén de la depresión y angustia subsiguientes y la necesidad de buscar un trabajo en el mercado de la publicidad para mantener vivo su amor por la música), su hermana gemela Terry (la esquizofrenia de la mujer derivó en una catarata de medicamentos psiquiátricos y cirugías estéticas que le deformaron el rostro de manera brutal, para colmo desencadenando una insistente obsesión con buscar marido y taparse el semblante con una capa muy espesa de maquillaje blanco) y el padre de ambos Joseph (el anciano, hoy un tanto arisco, trabajó cuando niño en una mina de carbón y definitivamente tuvo una formación obrera y sindical de muy bajos recursos). The Unicorn, el primer largometraje del dúo de realizadores, va mechando las canciones de Grudzien, quien afirma haber grabado en su morada más de 900 temas, y las viñetas de la dinámica familiar, en esencia con los tres veteranos sobrevivientes -la madre murió hace mucho, los hermanos pasaron la franja etaria de los 60 años y el padre va camino a los 100- rompiéndose mutuamente las cabezas a escala verbal de manera permanente; todo debido a un catálogo de frustraciones, paranoias y diversos sueños/ entornos idílicos que no se condicen con la realidad, léase esa residencia transformada en campo de batalla porque ya hace tiempo que no se soportan entre sí y decidieron levantar muros virtuales para no verse. De todas formas la propuesta también enfatiza que detrás de los desacuerdos y los delirios hay un trasfondo en común que se condice con una ironía general compartida que les permite relajarse de vez en cuando y subrayar lo tragicómico de la situación, aquí más que nunca una verdadera patada a la previsibilidad burguesa a través de la opción de jamás abandonar el hogar del clan de turno y negar toda utopía de riqueza más allá del horizonte. Precisamente, a medida que avanza el metraje queda en claro que la marginalidad y el bello caos creativo/ profesional/ vincular/ personal de la casa se corresponden a una resignación contracultural de impronta melancólica y freak en la que se suprime toda esclavitud laboral capitalista en pos de mantenerse libre, independiente y fiel a sus principios, por más que éstos estén homologados a un dejo enajenado autodestructivo y una aislación familiar muy intensa, dividida en esos “fragmentos de lujuria” a los que se refiere el guitarrista y cantante en la letra de su canción más famosa, la que le da el título al film y al álbum homónimo. Dentro de este contexto no es de extrañar que Dupuis y Geraghty sinceramente nunca den mayores precisiones acerca de los motivos concretos de las décadas de silencio discográfico de Peter, aquí -al igual que Terry y Joseph, cada uno para con los otros dos- en eterna espera del fallecimiento de sus parientes como si el óbito fuera la solución a los obstáculos y padecimientos arrastrados durante tanto tiempo, todos ellos siempre a mitad de camino entre el execrable olvido social y esa sutil condena autoimpuesta por nuestros antihéroes…
Todas en contra En 1974 se publicó The Unicorn, considerado como el primer álbum de música country abiertamente gay, compuesto, producido e interpretado por el músico neoyorkino Peter Grudzien. A la distancia no sorprende saber que no se vendieron prácticamente copias de ese disco hasta que fue reeditado a mediados de los 90s, logrando que Grudzien reciba un poco de esa notoriedad retroactiva, aunque siempre en el circuito marginal de un género musical que no tiene fama de progresista. Cuando Isabelle Dupuis y Tim Geraghty se acercaron para entrevistarlo entre 2005 y 2007, Peter seguía viviendo en su casa de la infancia junto a su hermana melliza y su padre, que para entonces ya era casi centenario. El dúo retrató con sus cámaras a los Grudziens registrando su vida cotidiana, pero por sobre todo dándoles un lugar donde expresarse y volcar las angustias acumuladas durante una vida bastante difícil. Hijos de una familia obrera sin muchos recursos como para acompañar o entender en profundidad sus situaciones, Peter y Terry lidiaron con problemas psiquiátricos desde jóvenes. Más aún con una medicina de la época que parece haber dejado más secuelas que beneficios sobre ambos. La carrera artística de Peter Grudzien no fue exitosa; salvo por el hito de The Unicorn que le dio una modesta fama tardía, su obra estuvo más impulsada por la pasión que por el dinero, algo que Dupuis y Geraghty registran con un nivel de empatía pocas veces vista en esta clase de documentales. La familia que retrata esta película está compuesta por tres personajes tragicómicos, los cuales serían una tentación fácil para otros directores que no dudarían en burlarse de ellos para aumentar el impacto de su narrativa. Nada de lo que aquí muestran hace sentir que su mirada sea satírica o condescendiente, sino que realmente es creíble su voluntad de acercarse a un pequeño grupo que necesita expresarse. Es justamente en este aspecto de la vida del músico donde más se detienen, más que en su música en sí. Quizás también porque es de lo que él mismo parece más interesado en hablar. Se lo ve un hombre solitario y algo amargado por una vida que nunca se la hizo fácil, pero al mismo tiempo necesitado de reconocimiento y alegrías especialmente desde un arte que no deja de ejercer aunque sea para sí mismo, porque el público no demuestra mucho interés ni cuando está sobre el escenario del bar donde toman algo o juegan al pool. El registro que muestra The Unicorn de la intimidad de esta familia particular es incómodo, desesperante y hasta algo claustrofóbico. Agobia con las historias de sus protagonistas y sobre todo con el ambiente que se construye a su alrededor, pero lo más importante es que en ningún momento deja de sentirse tremendamente honesto en su crudeza. Nunca se burla ni siquiera de las situaciones más absurdas, y hasta es posible sentir el miedo de quien sostiene la cámara cuando el desequilibrio mental de uno de los entrevistados comienza a ser realmente intimidante, logrando una potencia narrativa que deben envidiar muchas ficciones.
Un documental que servirá para que muchos descubran a un creador excepcional y secreto: Peter Grudzien. El film realizado durante años por Isabelle Dupuis y Tim Geraghty se centra en el creador del álbum “The Unicorn”, el primero del género country abiertamente gay. Un compositor prolífico pero siempre de producción casera, casi sin difusión pero una verdadera leyenda. Los realizadores indagan amorosamente sobre su ideario, pero también está la aparición de su hermana gemela, los problemas de una familia disfuncional, con un padre casi eterno, las internaciones en hospitales psiquiátricos, las persecuciones de familiares, vecinos y policías. Una historia que conmueve profundamente por ese creador tan particular, lucido y por sobre todo tan golpeado por una sociedad que nunca lo comprendió.
“The Unicorn”, de Isabelle Dupuis y Tim Geraghty Por Jorge Bernárdez Peter Grudzien grabó en 1974 el primer disco counttry- gay de la historia. El trabajo hoy es una rareza y el cantante y compositor es el protagonista de un documental que toma el nombre de aquel disco, pero que es mucho más que el documental sobre la grabación de ese disco. Las imágenes de una Marcha del Orgullo Gay con cowboys de shorts y torsos desnudos que celebran, pueden resultar una sorpresa, pero cuando alguien le pregunta a Grudzein como fue presentarse en Nashville siendo un cantante country homosexual y el músico se encoge de hombros y dice que para él ahí todos eran gays. Una vez que deja atrás el hecho artístico, el documental de Isabelle Dupuis y Tim Geraghty se mete de lleno en la intimidad de Grudzien, un grupo familiar que en 2005 estaba formado por el padre de casi cien años y la hermana gemela del músico. Tanto Peter como la hermana pasaron por internaciones psiquiátricas y ambos aparecen recuperados pero con huellas inocultables de esa experiencia. La historia de Peter Grudzein es una de esas que permanecen ocultas y que vale la pena sacar a la luz. Grudzein es casi un desconocido, a pesar de haber escrito 900 canciones y grabado un disco inusual reconocido por muchos críticos que llegaron a ponerlo a la altura de la Velvet Underground nada menos. Un documental verdaderamente inusual y conmovedor. Fue una de las sorpresas de la última edición del Bafici, en donde ganó la Competencia Internacional. Los que la vimos nos sorprendimos bastante con esa historia extraña y oculta que ahora llega a la Sala Lugones. THE UNICORN The Unicorn. Estados Unidos, 2018. Dirección: Isabelle Dupuis y Tim Geraghty. Edición: Tim Geraghty. Distribuidora: Cinetren. Duración: 92 minutos.
El mayor mérito musical de Peter Grudzien había sido su disco The Unicorn, de 1974, considerado el primer LP de música country abiertamente gay, algo inusitado en el mundo heterosexual del country. Después de haber sido conocido por ello, Grudzien pasó a ser un outsider. La francesa Isabelle Dupuis y y el estadounidense Tim Geraghty acompañaron al músico durante tres años en su retiro en Queens, Nueva York, donde vive, en casa de su padre casi centenario, con él y su hermana Terry. Y sólo sale para concurrir a marchas de orgullo gay o para tocar en ignotos clubs donde nadie parece reparar en él. Indudablemente, Grudzien sale de los cánones: suerte de ermitaño en esa vivienda deteriorada donde se acumula toda clase de objetos: equipos electrónicos, instrumentos musicales, discos, videos, banderas -la de la Confederación sureña en sitio preferencial- y memorabilia. Allí evoca su vida, sus problemas mentales, económicos y familiares, generando una enorme melancolía. Las figuras bizarras del protagonista y de su padre, y la de su hermana paciente psiquiátrica, con su máscara facial y sus memorias de tratamientos de shock, las pelucas, el hablar balbuceante, el ambiente decrépito y saturado, sus peleas, la paranoia, la locura de los tres personajes, hasta el leitmotiv del gato, todo remite sin escalas al célebre documental Grey Gardens (1975), de los hermanos Albert y David Maysles, Ellen Hovde y Muffie Meyer, sobre madre e hija Bouvier Beale, otros dos personajes border que hicieron de su vida un arte. Un arte povera, sí, pero poco convencional, con mucho de locura, y más cercano a la performance. Dupuis y Geraghty muestran el delirio y el pesar sin filtros, sin atenuantes.
Este documental -ganador del premio principal del último Bafici- se centra en la figura de un músico de culto, un outsider, un artista que tuvo sus cinco minutos de fama (o ni siquiera eso), pero igual puede ser considerado un pionero. En 1974, Peter Grudzien compuso, grabó y masterizó en su estudio casero un disco llamado The Unicorn, que hoy es considerado el primero abiertamente gay dentro de un género bastante poco "diverso" como el country. Con influencias musicales de Johnny Cash, el álbum pasó en principio con más pena que gloria, aunque con el tiempo fue reconocido y reivindicado por algunos investigadores y melómanos. Pero The Unicorn -la película- no es un rockumental sino una película sobre la dinámica familiar de Grudzien (hoy muy cercano a los 70 años), su hermana gemela Terry (paciente psiquiátrica) y su tiránico padre ya nonagenario. Con un registro urgente y visceral propio del cinéma vérité, la francesa Isabelle Dupuis y el estadounidense Tim Geraghty acompañaron al músico durante tres años en su casa en Queens, Nueva York, para exponer con rigor, respeto y una enorme capacidad para la observación los recuerdos, los sueños (frustrados), la degradación y la lucha por su identidad. Las canciones (muchas del propio Grudzien, pero también otras del country más tradicional, del gospel y del pop) están presentes como trasfondo, como parte del universo artístico de un personaje bizarro en más de un sentido, pero en el fondo querible y fascinante, que -sin saberlo ni proponérselo- formó parte de la historia de la música.
Probablemente si The Unicorn no hubiera ganado la Competencia internacional del último Bafici, hoy no se estrenaría comercialmente -en la Lugones, barraca cinéfila, tal vez sí-. Su personaje central es Peter Grudzien, músico que ganó respeto por el álbum que da título a la película. Y algo de renombre: fue el primer long play, allá por 1974, de música country gay. Pero no crean que el documental de la francesa Isabelle Dupuis y el estadounidense Tim Geraghty se queda en eso. Grudzien es un personaje y no por homosexual, sino por lo que fue su vida y cómo lo encuentran los realizadores, que rodaron el filme entre 2005 y 2007. Las primeras imágenes relatan su deseo de quedarse allí, en la casucha en el barrio de Queens, Nueva York, que es donde transcurre casi todo el filme, cuando tres primos intentan convencerlo de vender la propiedad en la que vive con su padre Joseph, casi centenario. A éste lo desean mandar a un asilo, y a Peter, “a vivir donde quieras”. Y donde quiere vivir este tipo, que fuma en pipa, que entre tantos cachivaches que acumula en su hogar -bandera confederada de los Estados Unidos incluida- es allí. El que guarda el master original de The Unicorn “por si quiero hacer más copias”. Quien cree tener una reputación (“no sueno en emisoras comerciales, así que soy independiente”), que asegura que no sale más que para tocar en algún club nocturno -en el que tiene que leer las letras de las canciones, mientras la gente juega al billar sin prestarle mayor atención-. El que afirma “no celebro ni Navidad ni mi cumpleaños. La única fiesta que celebro es el Día del Orgullo gay”. El que sentencia que “la música es lo más importante de mi vida. Es mi forma de comunicación”. Y quien, cuando recuerda los electroshocks que le aplicaron para “curar” su homosexualidad, inmediatamente repite: “Me encantó. Me encantó. Lo disfruté. Pasé un año drogado”. Peter, vemos, no vive solo con su padre. Bueno, en realidad el Sr. Grudzien, que trabajó de minero desde niño, vive casi en un sótano. “Tengo un candado, no tengo que verlo”, se tranquiliza Peter, que tiene una grabadora -a casette- “para mostrar a la policía si él empezó la pelea”. También vive Terry, su hermana gemela. Terry intenta conocer a alguien. “Pero están todos casados… Tendré que sonreír al psiquiatra”, se lamenta. Es esquizofrénica. “No me quisieron mi padre, ni mi madre, ni mi hermano”, mira a cámara. Usa pelucas. Se hizo cirugías plásticas en los ‘70 y ’80, porque “era Frankenstein”. “Era un dolor de cabeza”, esgrime el padre, quien remata que “a veces la vida, no vale la pena”, hablando de su hija. Y así. Pero hay fotos en las que se ve a los hermanos, de niños, felices. Todo tiempo pasado fue mejor para los Grudzien. O tal vez no. The Unicorn no trata de un genio musical cuya vida empeoró. Aborda una familia disfuncional, a la que el rencor y el poco amor los marcó de por vida. Hasta que la muerte los separe.
Se atraviesa por distintos grados de ánimo durante la visión de The unicorn, documental íntegramente basado en una serie de filmaciones realizadas durante 2005 y 2007 en un barrio bajo de Nueva York acompañando la vida cotidiana, y la de su familia, de un fracasado músico country que llegó a grabar dos discos comerciales en su vida. La sensación que rápidamente aflora es cómo una película así integra una sección oficial en este festival, aclarando que la vi en el BAFICI de este año. Un aparente excesivo documentalismo, si esa categoría existiera, que se regodean en objetos acumulados sobre muebles durante hace años. Y este personaje casi como salido de una mala literatura. Tirado en un sillón, Peter Grudzien filma a un hombre que le ordena salirse de esa casa, sólo porque su padre lo exige (después sabrá el espectador quién es ese hombre); la escena tiene dos puntos de vista: el de la cámara de los realizadores que asisten a ese momento y el de la cámara del propio Grudzien, con un sonido más sucio y una toma más desprolija. Grudzien camina con su ropa estrafalaria por las calles de los barrios bajos, lugar donde sus padres vivieron toda su vida, se pasea por la marcha del Orgullo (única fiesta que celebra), Grudzien es un tipo que no está en sus cabales y nos iremos dando cuenta por qué. Su hermana, Terry (Teresa) se convierte en un personaje central. ¿En serio es su hermana melliza? Con un diagnóstico de esquizofrenia, dicho al pasar , ella despliega con un habla buena y educada las cosas que hizo ese día, y también sus sueños como elde conseguir un hombre que la ame. La ternura de la locura podría llamarse esa parte. Una locura inmersa en la miseria, el abandono y un pasado traumático. El padre, que veremos envejecer rápidamente en ese período, bordea los 100 años y se va delineando como el malo de la película: su dolorosa infancia de niño minero y la historia de un Estados Unidos que explotaba y torturaba a sus obreros tanto como a los afroamericanos. La miserabilidad de la vejez podría llamarse ese momento. Peter escucha todo el día música country frente a sus desvencijados aparatos y parlantes, rodeados por casettes viejos, fotografías en marcos rotos y sillones andrajosos; de pronto asoma Terry y habla del maltrato que recibe de su hermano; de pronto un amigo que se autoasume peligroso porque le gustan las bombas y que no tiene un solo dólar en el bolsillo. Interesante cuando le pregunta a quien esta detrás de cámara si lo recibiría en su casa en el caso que no tuviera dónde vivir. Plano a negro. La insistencia que tienen los directores en mostrar una y otra vez las fotografías de estas personas, personajes de este documental, se entiende como la insistencia sobre una transformación. ¿Es el mismo bello hombre de la fotografía del copete de esta nota, el extravagante que vemos en pantalla? ¿El mismo niño feliz en las fotografías en blanco y negro? De aquella sensación de por qué una película así formó parte de la competencia central del BAFICI (y ganó) pasamos a pensar que lo importante de todo Festival también es jugarse a abrir juegos nuevos, cinematografías provocadoras y personajes salidos de la marginación de la historia que nos permitan reconstruir el lado oscuro de una sociedad de traza brillante pero de profundidades que semejan el infierno. Recomiendo The unicorn para empezar a entender algo de esto. Se estrena este primer jueves de octubre.
"The Unicorn", un caso extremo de familia disfuncional Aunque el film sigue al músico Peter Gudzien, su hermana y su padre cobran protagonismo mientras aumenta la oscuridad. The Unicorn empieza con un hombre de 60 y pocos años -una suerte de Nick Cave demacrado e histriónico- tirado en un sofá con una filmadora en mano mientras discute acaloradamente con un anciano que le achaca su incapacidad de decidir dónde vivir. Es lo único que conoce el espectador sobre ese hombre, hasta que las placas introductorias agregan más información. Entonces el aire a Cave deja de ser un mero parecido: quien refunfuña desde el sillón es Peter Gudzien, autor, en 1972, del disco con el título de la película, considerado el primero de música country con letras abiertamente gay. Imposible no pensar que lo que vendrá es un documental sobre la vida y obra de un músico caprichoso, anárquico, bohemio y vanguardista. Uno que recorre sus influencias, sus comienzos, la génesis del disco, el aire de aquella época. Todo eso está. Pero lo que encuentran los directores Isabelle Dupuis and Tim Geraghty cuando escarban más profundo es algo único y sorprendente. Y definitivamente mejor, al menos en términos cinematográficos. El espíritu de The Osbournessobrevuela los primeros minutos de la ganadora de Premio a Mejor Película de la Competencia Internacional del último Bafici, que tiene ahora un pequeño estreno comercial como parte de ese reconocimiento. Al igual que en el reality de MTV, la dinámica consiste en acompañar a su protagonista en su rutina, compartiendo con él la intimidad más absoluta de sus actos y, sobre todo, de sus pensamientos. Basta con verlo cantar en el escenario de un bar de mala muerte donde nadie le presta atención para darse cuenta que, a diferencia de la obra de Ozzy, aquel disco -el único de su carrera- no se tradujo en éxito ni en prosperidad. Lo que en The Osbournes era puro show colorido -y con algunos pases de factura dignos de Intrusos en el espectáculo- montado alrededor de la presencia de la cámara, aquí respira una autenticidad catártica notable. Luz de alerta: desde ya que todo podría tratarse de una gran pantomima perpetrada por Peter, dado que es imposible saber el grado de veracidad de todo aquello que se muestra o se cuenta. Pero en caso de que Gudzien estuviera "actuando", se trataría de uno de los mejores trabajos actorales en décadas. Y ni hablar de los aportes de la hermana y el padre. "No nos soportamos, tenemos muchos problemas distintos cada uno", dice Terry en su primera aparición, justo cuando Peter habla bondades de ella. Los problemas de Terry son evidentes y ella no hace demasiado por ocultarlos. Con un rostro visiblemente operado y más pintado que una puerta, una de las primeras cosas que cuenta, además de que no le gusta la música de su hermano, es que anda empastilladísima y con miedo a que la internen en un psiquiátrico... otra vez. De mamá se sabe y poco nada, apenas que es una figura ausente dentro de una dinámica que, con ella, probablemente operaría de forma diametralmente opuesta. Después llega papá, un exminero proveniente de un barrio duro y violento que crió a sus hijos con la misma dureza y violencia. De más está decir que Peter lo odia y, si fuera por él, no le hablaría. Algo similar ocurre con esa hermana que lentamente irá erigiéndose como coprotagonista, en tanto la dupla de directores no puede evitar el magnetismo de esa mujer quebrada. Frente a ese escenario, Dupuis y Geraghty -que durante años siguieron a Peter a sol y a sombra- hacen lo que haría cualquier documentalista que se precie de tal; esto es, dejarse llevar por lo inesperado reorientando el cauce del relato hacía esa faceta. Una faceta descubierta menos por indagar en los hechos biográficos que en lo que hay detrás de ellos. La referencia a The Osbournesqueda definitivamente diluida sobre Ecuador del metraje, cuando las características formales y temáticas remitan a Tarnation, que allá por 2003 marcó una bisagra en los documentales sobre familias disfuncionales. Con una desprolijidad y cierta deriva narrativa propia de las mentes conflictuadas de los Gudzien, The Unicorn aumenta su oscuridad hasta llegar a un desenlace desolador, marcando que aquí la música es secundaria y lo importante es ese núcleo familiar disuelto, con sus integrantes empujándose entre sí a las tinieblas de la locura.
Retrato de la marginalidad y la locura. Crítica de “The Unicorn” de Isabelle Dupuis y Tim GeraghtyI Ganadora de la Competencia Oficial Internacional en el último BAFICI, se estrena el documental sobre Peter Grudzien, quien tiene la reputación de haber sido el primer músico country abiertamente gay. Por Bruno Calabrese. A diferencia de cualquier otro documental sobre músicos, “The Unicorn” sale de la zona de confort y evita caer en lugares comunes del cine sobre música, sin hacer demasiado hincapié en el hecho de que nos están acercando a un artista relegado al culto under. Grudzien es un personaje maldito, cuyo legado quedó perdido en el tiempo, es por eso que el film se vuelca más a la marginalidad en la que vive el músico por sobre su trayectoria o su sexualidad. Un film donde los fantasmas de los psiquiátricos y centros de asistencia revuelan permanentemente, bajo un tono sombrío y desesperanzador. Grudzien está viviendo en una casa del barrio neoyorquino de Astoria, en Queens, junto a su hermana esquizofrénica y un padre hostil que está por cumplir 100 años. El anciano ocupa el primer piso del inmueble y trata de evitar a los excéntricos hijos que engendró cuando era un obrero en medio de la gran crisis financiera. Las fotografías y recuerdos de su parte del hogar dan cuenta de un pasado gris pero menos opaco que el presente. Arriba, Grudzien vive ensimismado en su mundo. Se dedica a escuchar vinilos, tocar guitarra y coleccionar obsesivamente tecnología análoga obsoleta. Su tesoro más preciado es una fotografía junto a Johnny Cash, su referente musical. Cada tanto camina por las calles de Nueva York vestido como un dandy de otra época. Discute con su hermana de manera compasiva, ya que, por su enfermedad, ella casi no sale de su pieza. Frágil, excéntrica y entrañable, se lamenta por las múltiples cirugías plásticas que le deformaron el rostro y sueña con encontrar el amor que nunca conoció. Los realizadores no realizan ningún tipo de manipulación sobre el material filmado durante el recorrido de dos años (2005-2007), más que lo que significará el proceso de selección de las mismas. Por lo cual, la película es un retrato, bastante deprimente, de un veterano artista olvidado, que vive en una casa repleta de objetos llenos de polvo, y que tiene notorios rasgos paranoicos. Un film que, en complicidad de la baja definición de la cámara y por su muy modesto presupuesto, logra retratar de manera perfecta la intimidad de esas vidas desgraciadas. Puntaje: 80/100.
La película va mucho más allá de la curiosidad que implica el personaje, para reflexionar sobre la vocación artística y la necesidad de la expresión personal. Esta película ganó con justicia el último Bafici. Un documental, ese género del que todo el mundo desconfía porque teme que le señale con el dedo cómo hay que vivir. Nada más alejado: aquí la historia y el personaje central son tan fuertes que convertirlos en ficción solo disminuirían su impacto. El film cuenta la historia de Peter Grudzien, cantante y poeta, y de su creación, el único disco que produjo, The Unicorn. Que es, también, el primer disco de música country abiertamente gay de la historia. La película va mucho más allá de la curiosidad que implica el personaje, para reflexionar sobre la vocación artística, la necesidad de la expresión personal, la inspiración, la relación entre la vida y la obra. En muchos momentos, la historia de Grudzien genera asombro por su excepcionalidad. Y, luego, están las canciones, de un gran poder lírico, reflejo de dolores y deseos. A descubrir.
Es probable que este retrato íntimo de un músico con problemas mentales resulte una experiencia tan fascinante como perturbadora y asfixiante. Ganadora del último Bafici porteño, The Unicorn se llama así por el disco de 1974 que publicó Peter Grundzien. Considerado, se lee al principio, uno de los primeros álbumes abiertamente gay de la música country, nada menos. Ícono, para pocos, de una "outsider music", Grundzien es hoy un señor de aspecto excéntrico y algo estrafalario. Ropa oscura, bastón, pipa, pelo largo y delirios de grandeza paranoica. Que abre las puertas de su casa de Queens a los realizadores para este documental que repasa su vida. Como un vampiro que se esconde del sol, el hombre parece guardarse guarda entre esas paredes, atiborradas de objetos, junto a un padre anciano y una hermana esquizofrénica que entra y sale de hospitales psiquiátricos. También él, que se describe como un sujeto mentalmente torturado, da cuenta de su ida y vuelta por los centros de salud mental, con un desapego notable. "Disfruté del electroshock", cuenta. "Después de eso, quedé drogado por un año". Participante de la revuelta de Stone Wall en 1969, habitual de los desfiles por el orgullo, Grundzien hace sonar alguna de sus guitarras embutido en el sofá de su living. Ahí, reina en el desorden la bandera sureña confederada. Claro que debajo de su historia late la de una familia de la América salvaje, con un padre que trabajó en una mina desde niño, un abuelo asesinado a los veintisiete, una madre que lo encerraba. The Unicorn, que remite a films como Tarnation o Grey Gardens, el film sobre las familiares de Jackie Kennedy, pone en escena a una especie de Daniel Johnston del country, aunque en este caso el protagonista parece más áspero y menos querible. Un personaje con raro talento, atravesado por la enfermedad, de cuya obra se consiguen dos discos, aunque él asegura que grabó cerca de novecientas canciones.
Este documental es una de esas joyitas que cada tanto uno puede encontrar en un festival como el BAFICI (en el que terminó ganando la Competencia Internacional) y que ahora tienen la posibilidad de ver como estreno comercial. Peter Grudzien es músico y el artista creador de The Unicorn (1974), el primer álbum de música country abiertamente gay. Ese género musical suele ser particularmente misógino, machista, sureño, pero nunca, y menos en sus orígenes, con temática o compositores gays. La primera virtud de los realizadores es haber encontrado esa joya musical dentro de ese género. Pero lo mejor del documental no es el disco, el country, la comunidad gay y la vida de Peter desde la década del 50. Lo maravilloso del documental es descubrir a su familia y diferentes personajes que van surgiendo y son parte de la vida de Peter durante los dos años que duró el registro de los documentalistas. El registro documental es preciso, por supuesto Peter es el protagonista y al comienzo pareciera ser un tanto desequilibrado, desordenado, loco. Pero al conocer a su hermana o su padre veremos que él no está tan fuera de la realidad como muchos podrían pensar. The Unicorn fue un disco que logró sacar Peter de manera independiente, que para nada lo hizo destacar, pero sí fue un logro personal en aquellos años. Lo recomendación, además del documental, es la de buscar y escuchar el disco, y si es luego de ver The Unicorn, no tengan duda de que la emoción al escuchar su música será aun mayor. Los últimos minutos de The Unicorn son de una gran tristeza, pero como suele ocurrir con la música country, nos pasa por la tristeza y luego nos saca a bailar.
El cine nace desde el género documental, es su vocación primaria. Así lo atestiguan los primeros cortometrajes exhibidos por los hermanos Lumière, como “Obreros Saliendo de la Fábrica” (1895). Desde sus comienzos, la novedad del cinematógrafo se concibió como una posibilidad de registrar acontecimientos civiles y políticos, cuando el cine no poseía un lenguaje narrativo autónomo y el término ficción aún no existía. El registro fílmico más primitivo fue la materia prima narrativa por medio de la cual el director explicitaba la realidad y ejecutaba un papel mediador, articulando un discurso que siempre debe ser transparente y claro para el espectador. Es importante añadir que, por aquel entonces, no existía el género documental como tal. Recién con el estreno de “Nanook, el Esquimal” (1922) y gracias a la grata recepción del público, Flaherty se convertiría en un pionero en este campo. La construcción del relato cinematográfico a través del abordaje a los géneros fílmicos nos introduce a las permanentes tensiones bajo las que han convivido el documental y la ficción, delimitados por una difusa línea imaginaria permeable a las transformaciones históricas que ha sufrido el discurso audiovisual. Acaso la fábula mitológica sobre la extraordinaria criatura aquí nos ofrece, mediante su alegoría, un colorido recorrido a través de la retrospectiva biográfica de un cantante, compositor y fotógrafo de atípicas cualidades. El cine documental intenta arrojar respuestas y verdades acerca de interrogantes de la ‘vida real’ que el cine se propone examinar. Existen ocasiones, en que dicha exploración posee un atractivo extra: singulares figuras cuyo encanto resulta provechoso de capturar, a través de la lente cinematográfica. Peter Grudzien fue de esos seres extravagantes. El fallecido cantante y compositor es retratado en sus años crepusculares a través del documental “The Unicorn”, de Isabelle Dupuis y Tim Geraghty. Artista inimitable, precursor psicodélico aún sin proponérselo, su lírica abordaba, sin rodeos, la temática homosexual en tiempos de notable menor apertura que si comparamos con la actualidad. De perfil público inescrutable y esquivo carácter (quizás un escudo protector ante la anulación sistemática del aparato más convencionalista), hizo circular su música de forma muy artesanal (y sin demasiada notoriedad) por medio de las tiendas musicales de Astoria (el barrio donde vivía, en N.Y.), su lugar de residencia. Extraño y excéntrico, Grundzien se consideraba a sí mismo un outsider. Frecuentó bares gays de la nocturna Queens, en tiempos más inclusivos para la comunidad LBGT. Hacia el año 2000, fue contactatado por la documentalista francesa, quien se vio conmovida por la belleza poética de su persona. A través de dos años, el registro documental –incisivo y revelador- acometido por Dupuis nos revela la intimidad de una vida estrambótica. Conoceremos su disfuncional vida familiar, su frágil salud física y mental, también su trajinar diario en el negocio musical. Grudzien, fue un apasionado de la música country, devoto de volcar en su lenguaje musical las inquietudes que emanaban de una vida intensa. No concebía su vida separada de su arte, y este fue un fiel espejo de su estado de ánimo. Confrontó sus fantasmas, el hostil silencio y la marginación de sus padres, fruto de su elección sexual. No temió pronunciarse acerca de ello, a través de sus canciones. Su arte destilaba una honestidad y una franqueza que no perseguía el éxito comercial ni pretendió ceder ante las modas de la industria. Jamás su elección sexual resultó un pasaporte instrumental para lucrar a través de su arte. Su producción incesante respondía a íntimos designios que jamás contaminaron su perenne motor compositivo. Con la música como aliada cotidiana, la ambición nunca fue un pecado que captara desprevenido a Grudzien, nos alecciona este originalísimo registro documental con rastros de cinema-verité. Este outsider asumido portó una consecuencia ética y estética infrecuente, pese al caos emotivo que transitó su vida personal: el mito del artista torturado, paranoico y segregado cobrará forma por enésima vez. En la sincera mirada de la realizadora, se percibe la sensibilidad suficiente como para capturar, en una hora y media de metraje, la esencia de un corazón honesto y luminoso. La dupla de cineastas radiografía el curioso periplo personal y profesional de un músico díscolo, genio musical a los ojos de cierto espectro de público. Con un nimio presupuesto, potencia el artilugio cinematográfico de modo visceral, desnudando sus principales influencias, aderezando delirios rutinarios y destacando su fulgurante vértigo creativo.
Este documental sobre un cantante country estadounidense que fue uno de los primeros en sacar un álbum abiertamente gay, en los años ’70, lo muestra en su vejez lidiando con problemas mentales y familiares. Ganadora a mejor película de la competencia internacional del BAFICI. Ganador del premio a la mejor película de la competencia internacional del BAFICI, este documental fue filmado en su mayoría a mediados de la década pasada (entre 2005 y 2007) y retrata, de una manera muy íntima y cruda, la vida de Peter Grudzien, un muy poco conocido músico country norteamericano cuyo disco, de 1974 y llamado como la película, es considerado uno de los primeros de ese género en tener temática gay, algo que era –y en buena medida sigue siendo– muy poco común entre los cultores de ese estilo musical. Pero, para los realizadores de la película, la época de fama de Peter es secundaria. Sí, él contará anécdotas acerca de sus conocidos famosos y de sus momentos de muy relativo éxito, pero THE UNICORN es un retrato de este hombre ya en decadencia, mentalmente inestable, viviendo con un padre muy anciano y enfermo y con una hermana con aún más graves problemas psíquicos que todos ellos juntos. A la hora de pensar en el lado oscuro de la fama acaso este sea una de las películas más desoladoras e inquietantes. En algún punto, además de la previsible y canónica GREY GARDENS, la película me hizo recordar a CRUMB, aquel documental que también presentaba a un artista ubicado, apenas, del lado creativo de la locura mientras algunos de sus familiares no habían tenido esa suerte. Pero Grudzien no tuvo jamás el reconocimiento en vida que tuvo Crumb y, a juzgar por lo que se escucha en la película, tampoco fue un talento único. Lo que lo hizo ser parte de la historia fue, claramente, ser un pionero de la música country gay. Pero en ese entonces no valió de mucho y hoy casi ni tiene modo de sobrevivir economicamente, al punto que la última parte de la película se centrará en los esfuerzos de unos primos que quieren internarlo en un psiquiátrico para así quedarse con la casa que tiene en Astoria, Queens, seguramente mucho más valiosa económicamente ahora que nunca. En línea con otros documentales íntimos y personales, que parecen grabados de manera casual y gracias a la relación entre cineasta y protagonista/s, THE UNICORN impacta a la hora de analizar cómo un cuarto de hora de fama puede significar poco y nada a lo largo de una vida, y cómo la fragilidad mental (su familia, digamos, tiene un historial complicado, y los cuidados psiquiátricos, medio siglo atrás, no se caracterizaban por ser muy “cuidadosos”, incluyendo intentos por “reeducarlo sexualmente”) de estos dos hermanos es una evidencia de una historia de maltratos personales, familiares y socio/culturales. Acaso un poco larga y reiterativa (se podría haber beneficiado con unos 15 minutos menos), de todos modos THE UNICORN posee una cualidad que pocos documentales de este tipo tienen: personajes border que son mirados desde la comprensión, el cariño y la ternura en películas que muestran sus costados más extravagantes y hasta patéticos pero sin jamás acercarse a la burla o a la ironía. Un baño de empatía que agranda esta pequeña y desoladora película.
Tal vez debamos considerar, después de unos años, que hubo un antes y un después de Tarnation (2004). La película de Jonathan Caouette fue un faro para una cantidad de documentales capaces de combinar la faceta artística con las miserias familiares, un combo recurrente en la salvaje geografía de gran parte de EE.UU. En The Unicorn, de Isabelle Dupuis y Tim Geraghty, el protagonista es Peter Grudzien, el primer músico gay de country, condición que lo confinó a los márgenes de la industria inevitablemente. Pero la película no se pretende a la manera de un biopic ni mucho menos, sino que se organiza a partir de registros fílmicos y materiales caseros obtenidos principalmente en el período 2005-2007 para dar cuenta de las formas en que el arte y la disfuncionalidad familiar suelen ir de la mano. Y allí están los documentalistas para descubrir un ámbito que oscila siempre entre la calma y la tormenta, el arte y el infierno cotidiano, donde la locura es un signo omnipresente. Hay un trío compuesto por Peter, su hermana y su padre, cuya observación pone a prueba también al espectador, quien se verá movido hacia una frontera entre la tragedia y la comedia, dada la excentricidad de los personajes, envueltos en litigios y estados alterados. Esta característica confirma una vez más esa tensión que surge a partir de un delgado límite entre las miserias humanas como forma de espectáculo y un acercamiento de la cámara fundado en el asombro y la posibilidad de descubrimiento. Que se mantenga ese conflicto es una virtud de los realizadores. Pero también hay una película sobre un músico, y en todo caso, una celebración de aquellos espacios subterráneos donde se forjan estas identidades a los golpes, por afuera de las instituciones que controlan las voluntades y castigan, incluida la familiar. En medio del caos, el arte es la única forma de refugio. Son numerosos los pasajes en los que vemos a Peter componiendo, escuchando música, aún en las condiciones más adversas, sacando humo con su pipa. Las canciones atraviesan su vida, sea en un bar gay donde acude a cantar y a recitar o en medio de un ámbito plagado de objetos donde un gato negro circula sin tapujos. Hay momentos de humor y de dolor, más frecuentes estos últimos, sobre todo cuando su paranoia aumenta proporcionalmente a la intención de los primos por sacarlo de la casa. No obstante, nunca se dramatiza la situación ni se la manipula. Este aspecto de la composición abre una arista interesante, sobre todo en tiempos donde la tecnología permite hallar tesoros escondidos. También lo hacen los documentales sobre músicos de culto o no consagrados por su naturaleza contestataria. Peter Grudzien ha compuesto canciones desde los 16 años y grabó un disco indigerible para el canon de la música country de la década del setenta, cuyo título es el de la película. El impacto de este artista gay en un universo machista era para el género tan rupturista como Dylan enchufando la guitarra eléctrica en el famoso concierto de Newport. No obstante, esa mezcla de psicodelia con folk fue inaceptable. Por lo menos hasta hoy. Peter ya no está, pero dos realizadores parecen hacer justicia ante la omisión. Por Guillermo Colantonio @guillermocolant