The Square

Crítica de Alejandro Lingenti - La Nación

The square, una película que dispara acaloradas discusiones

La decisión de otorgarle la Palma de Oro a The Square en la última edición del Festival de Cannes provocó una enorme polémica. Cineasta adicto a la provocación -muchos ya se habían indignado con Play (2011), la historia de un grupo de niños negros pobres que robaban a otros de su misma edad, pero blancos y de clase media-, el sueco Ruben Östlund había logrado un punto de equilibrio con Force Majeure: la traición del instinto, un film sobre el matrimonio como cataclismo.

Esta vez, el blanco de sus dardos envenenados es el mundo del arte contemporáneo, sintetizado en la figura del particular director de un museo sueco que no tiene presupuesto para estar a la altura de sus competidores internacionales. Torpe para entablar relaciones, egomaníaco, más de una vez indolente y ciertamente paranoico, Cristian (el personaje interpretado con mucha eficacia por el danés Claes Bang) se ve envuelto en una serie de episodios problemáticos que Östlund narra con humor y un evidente cinismo: desde el montaje de una obra de aspiración altruista de una artista argentina que empieza con la desprejuiciada destrucción de la estatua de un monarca hasta la virulenta aparición en escena de un apremiante hombre-mono que produce una verdadera debacle en una cena de burgueses aterrados, pasando por una insólita trama persecutoria contra un niño, desatada para recuperar un teléfono celular que le roban al protagonista en un confuso incidente callejero.

No hay tópico al que el director se acerque sin mordacidad: la sexualidad (es tan tensa como hilarante la escena que protagoniza con el personaje de Elizabeth Moss en torno al destino de un preservativo usado), las relaciones familiares, la hipocresía de las clases acomodadas... En una entrevista reciente, Östlund explicó que uno de los modelos para su película fue Cuento de Navidad, una novela de Charles Dickens también cargada de críticos simbolismos relacionados con la sociedad de su época. Publicada en 1843, el relato de Dickens cuenta la historia de un hombre avaro y egoísta que que transforma tras ser visitado por una serie de fantasmas en Nochebuena. La novela consiguió un inmediato éxito y el aplauso de la crítica.. En la línea de colegas como Michael Haneke y Lars von Trier, pero con aún menos sutilezas, el realizador sueco enfoca la mala conciencia de sus personajes para erigirse en un nuevo misántropo del cine.

Aún con sus excesos -en el tono insolente y descarnado de la sátira y también en el largo del film, que originalmente duraba más de tres horas y tuvo que cortar para poder desembarcar en Cannes-, lo cierto es que siempre logra disparar acaloradas discusiones, algo que no deja de ser saludable.