The Master

Crítica de Laura Dal Poggetto - Función Agotada

Contra viento y marea

I'd love to get you on a slow boat to China
All by myself, alone
Get you and keep you in my arms evermore
Leave all your lovelies weeping on the far away shore

Los puntos de contacto entre The Master y el anterior film de Paul Thomas Anderson, Petróleo Sangriento, son varios y permiten vislumbrar un desplazamiento en la narrativa construida por el director, hacia rumbos inciertos y -justamente por eso- excitantes.

Así como en Petróleo Sangriento el espacio a conquistar definitivamente (o sea, usufructuarlo comercialmente) es el desierto que se extendía por el oeste hasta el océano, acá los peregrinos de siglo XX de Anderson ya llegaron al mar (aunque después vuelvan al desierto). Este movimiento -de vaivén, como las mismas olas- es uno de los tantos que permite leer a The Master en díptico con Petróleo Sangriento.

El mar es, en un principio, el fondo sobre el cual se recorta la desgarbada figura de Freddie Quell (Joaquin Phoenix) cuando nos es presentado por Anderson en sus tiempos muertos en la marina militar americana, en plena Segunda Guerra Mundial. También es donde el público puede inmediatamente notar su comportamiento errático y su fijación sexual de tendencias exhibicionistas (pero hey, quién puede culparlo después de varios años encerrado en un barco y en plena guerra). Pero de regreso a su país, Freddie no logra adaptarse a la nueva sociedad americana de post-guerra, que avanza en pleno boom económico y no se da vuelta a ver los que quedaron atrás. No podemos saber con total seguridad cómo Freddie llegó a ser como es, un alcohólico que fabrica sus propias bebidas con diluyente de pintura y los químicos que tenga a su alcance, de postura encorvada, autodestructivo para los parámetros de la american way of life de la época, más allá de la incidencia del conflicto bélico al que sobrevivió y la mención posterior de algunos traumas familiares y una chica que aún lo espera. Al contrario de Daniel Day-Lewis en Petróleo Sangriento, al cual observamos deformarse físicamente a lo largo del metraje y de la puesta en marcha de su ambición, Anderson propone y Phoenix ejecuta complejamente a un hombre cuya deformidad física (como reflejo de sus perturbaciones internas) es previa y parte de la gran incógnita sobre quién es y qué quiere.

El mar y un barco es también donde Freddie, tras ser echado de una changa literalmente corrido por sus compañeros, conoce a Lancaster Dodd (Philip Seymour Hoffman) y su familia, que están celebrando la boda de su hija. Dodd se fascina inmediatamente por Quell y sus brebajes, lo invita a viajar en su navío y formar parte de La Causa, el movimiento filosófico-religioso que lidera, pese a los reparos de su esposa Peggy (Amy Adams). A través de Freddie como forastero vamos descubriendo a este grupo y parte de sus dinámicas de poder; otras son reservadas al par de escenas en las que el personaje Phoenix no aparece físicamente pero como referente de las conversaciones: la intimidad de Lancaster y la muy embarazada Peggy, y una cena familiar donde se confronta al patriarca sobre su creciente obsesión con el outsider. En ambas, Peggy se revela como el motor de ambición, la madre osa determinada que hace las veces de superyo en este triángulo. Amy Adams realiza un trabajo impecable de fuerza actoral, tanto en sus momentos de explosión como de restricción.

Si en Petróleo Sangriento la religión y el capitalismo -los dos pilares de la institución de la sociedad americana: la libertad de religión que buscaban los primeros peregrinos que llegaron a la costa este y la libertad de comercio de la segunda oleada que se desplaza para terminar de conquistar el territorio hacia el oeste- se entrelazan, desafían, conviven turbulentamente, se utilizan y hasta amenazan con anularse el uno al otro, en The Master tenemos la síntesis en La Causa, el movimiento ficiticio de Dodd basado en la muy real Cienciología fundada por L. Ron Hubbard en los '50. Este aspecto fue uno de los más comentados en el seguimiento de la producción del film por parte de la prensa. En un momento en que el culto -que tiene infinidad de adeptos en Hollywood por la promesa de contactos que ofrece- está bajo acusaciones de explotación laboral de sus miembros menos pudientes, demanda de cifras siderales a cambio de cursos interminables que prometen la iluminación sobre la existencia de Xenu (el extraterrestre que habría traído a los seres humanos hace millones de años a la Tierra) y el escrutinio de una de sus divisiones, la Sea Org que impone una vida monacal a sus integrantes, se especuló con que el film de P.T. Anderson hiciera las veces de denuncia del movimiento, del que su ex-protagonista Tom Cruise es una de las caras más visibles.

En un nivel, The Master funciona efectivamente como tratado sobre las sectas y sus métodos de deconstrucción -interrogativos, hipnosis, ejercicios repetitivos- del que llega desde afuera y está dispuesto a integrarse, para doblegar su ego y que se funda en el ser colectivo del culto. Pero este argumento funciona más como una capa para mostrar los mecanismos perversos de los amores obsesivos -en este caso la fascinación homoerótica de Dodd por Freddie- donde se deconstruye al que se quiere llegar a conocer y se ama. Freddie Quell es un objeto de deseo y para someterlo, Lancaster Dodd debe desarmarlo primero. Seymour Hoffman demuestra una vez más por qué es uno de los grandes actores de su generación, cuando construye las frustaciones de su personaje en el paralelo que se arma entre su imposibilidad de despojar de deseos propios a Freddie (justamente por la dificultad que implica averiguar qué es lo que realmente desea) y los obstáculos que padece en la expansión de su culto.

El cine de Paul Thomas Anderson gira en torno a hombres como Lancaster Dodd, que se construyen a sí mismos de la nada, los llamados self made men que suelen ser acreditados como la fuerza impulsora de Estados Unidos. Ya sea en la ya mencionada Petróleo Sangriento, como también los personajes de Mark Wahlberg (y más aún, Burt Reynolds) en Boogie Nights, Tom Cruise en Magnolia y hasta el empresario que le encontraba la vuelta a unos cupones interpretado por Adam Sandler en Punch Drunk Love. No es casualidad que tanto Petróleo como The Master transcurran en momentos instituyentes de ese país como potencia: la conquista (del capital) sobre el territorio en el siglo XIX y la bonanza producto de la guerra de mediados de siglo XX.

El mar, finalmente, es el que marca el ritmo del desarrollo narrativo en The Master. Mientras que Anderson construyó Petróleo Sangriento al compás de las máquinas extractoras y el empuje avasallante del capitalismo industrial, en The Master deja que el film fluya con la cadencia de las corrientes marítimas y el leit motiv de la banda sonora compuesta por Jonny Greenwood (de la banda Radiohead). El director, sabia y magistralmente, permite e insta al espectador a que se deje llevar por la marea.